Carlos Fernández Liria y Luis Alegre Zahonero han publicado recientemente en Akal un libro titulado «El orden de El Capital» del que, incitado por el sugerente prólogo que Santiago Alba publicó en Rebelión, llevo leídas con interés casi las 222 páginas que constituyen la primera parte sobre las que he tomado numerosas notas con ánimo […]
Carlos Fernández Liria y Luis Alegre Zahonero han publicado recientemente en Akal un libro titulado «El orden de El Capital» del que, incitado por el sugerente prólogo que Santiago Alba publicó en Rebelión, llevo leídas con interés casi las 222 páginas que constituyen la primera parte sobre las que he tomado numerosas notas con ánimo de participar en el debate que nos brindan, lo que, sin embargo, por razones obvias, no haré hasta completar la lectura del libro.
Lo que me lleva a redactar este escrito es la desagradable sorpresa que me he llevado al leer en la página 206 el comentario que aparece, muy ajeno al discurso general del libro, supuestamente como ilustración de la opinión de los autores respecto a la visión de Marx de aspectos importantes de la evolución de las sociedades (comentarios entre corchetes y cursiva míos).
«Esta teoría general del curso histórico y de la sucesión de los modos de producción tenía, por supuesto, efectos políticos estremecedores. Puede repararse, por ejemplo, en el caso de la guerra civil española. Mientras el POUM y los anarquistas abogaban por hacer la revolución como única forma de ganar la guerra contra Franco, el Partido Comunista optaba por concentrarse en ganar la guerra y postergar por tiempo indefinido cualquier medida revolucionaria. [Siguen unos discutibles argumentos sobre las razones de Partido Comunista para actuar así en los que no es el momento de entrar]. Así pues, los anarquistas y trostkistas que insensatamente abogaban por hacer la revolución (reforma agraria, colectivización de fábricas, etc.) en los territorios republicanos se convertían, según la doctrina oficial del Partido, en contrarrevolucionarios que querían detener el curso de la historia. Si no también subjetivamente, eran, de este modo, aliados «objetivos» de Franco y los fascistas. Así pues, se dedicaron a combatirles, torturarles y fusilarles.»
Eso es una falsedad inadmisible y una infamia. Los comunistas se dedicaron a fundar el Quinto Regimiento y organizar el ejército republicano, defender Madrid antes y con las Brigadas Internacionales, proteger los cuadros del Museo del Prado y luchar en los frentes.
¿Quién que lea este párrafo venenoso va a creer en la objetividad ‘científica’ del resto del libro?
¿Quiénes son los anarquistas que hacían la revolución? Yo sé de las unidades militares que, tras una ‘asamblea democrática’, abandonaban el frente y dejaban los flancos de las tropas republicanas y comunistas desguarnecidos ante los fascistas. Sé del intento de toma de Valencia por una llamada ‘columna de hierro’ que hasta entonces se había dedicado a merodear y saquear en la retaguardia del frente de Teruel. Sé de los fascistas emboscados en la FAI porque era su mejor resguardo, ya que allí no había ideología. Sé de los que asaltaban en la retaguardia las casas de los militantes comunistas que estaban en el frente, la mía por ejemplo, acusando de burgueses a los que quedaban para justificar sus rapiñas. Sé de los cenetistas que ayudaron a Girón a montar el sindicato vertical porque ellos, como Franco, no se metían en política.
Pero no se me ocurre descalificar a los anarquistas, aunque difiera de ellos, porque también sé, entre otras muchas cosas, de la incansable lucha por la emancipación obrera de Bakunin y de la dignidad del doctor Vallina, porque me ha admirado el anarquismo andaluz que describe Brenan y la cooperativa de Cheste, y porque respeto la coherencia y el valor de Durruti al acudir a defender la República en contra de muchos de sus correligionarios. Y porque le tengo aprecio al rigor y a la dignidad de lo que escribo.
Se puede defender la línea del POUM, naturalmente, pero cuando se habla de los troskistas habría que recordar la desautorización explícita que hizo Trotsky de su postura política. Sé que son antidogmáticos y que conocen perfectamente las leyes de la dialéctica de Hegel, pero siempre me ha chocado el poco respeto que le tienen muchos troskistas a mi admirado Trotsky, con el que también estoy de acuerdo, creo que con derecho, en su valoración de la situación creada en España por la rebelión militar. Aprecio también a muchos trotskistas, hemos luchado codo con codo en algunas ocasiones, he criticado con dureza a Alan Woods, pero he reconocido su lucha, y jamás se me ocurriría despreciar o injuriar globalmente a los troskistas.
También he criticado con mucha dureza posiciones políticas y actuaciones de miembros del PCE, camaradas míos, como creo que debe hacerse.
La guerra civil española fue terrible y ocurrieron muchas cosas que no deberían haber ocurrido, errores y crímenes incluidos. Pero no es ese el objeto del libro ni el contenido de la frase que he resaltado. Por eso más que ganas de discutir sobre un asunto archidebatido y que no se debería sentenciar con esa falta de rigor y ese tono miserable, lo que me vienen son preguntas.
¿Qué freudiana razón llevó a los autores a meter ese párrafo de una manera tan forzada? ¿Es importante la guerra civil para entender el pensamiento de Marx? ¿Por qué no exponen los autores sus opiniones donde vienen a cuento y en forma adecuada? Cuando en el párrafo siguiente critican al Vietnam, ¿eso significa que apoyan la ‘revolución’ de Pol Pot que los vietnamitas tuvieron que liquidar militarmente (ya sé que no es lo mismo, nada es lo mismo que otra cosa, pero mayor es el salto de Marx a la guerra española)? ¿De verdad creen que los comunistas se dedicaron a eso que dicen? ¿En su opinión, eran imbéciles o canallas los comunistas? ¿Cómo justifican el apoyo creciente del pueblo español al Partido de Pepe Díaz, Dolores Ibárruri y Miguel Hernández? ¿No tenemos en España bastantes ‘historiadores’ atacándolo como para que necesiten refuerzos?
Cui aut quibus prodest?
¿Me lo puede explicar alguien?
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