Porque él nació del pueblo y en medio del pueblo permanece, y por eso su grandeza es la del pueblo cubano. Jorge Amado UN GIGANTE -el Comandante en jefe Fidel Castro- ha dejado de existir, físicamente, porque sus ideas, su praxis política y su legado ético nos acompañará a las nuevas generaciones y a […]
Porque él nació del pueblo y en medio del pueblo permanece,
y por eso su grandeza es la del pueblo cubano.
Jorge Amado
UN GIGANTE -el Comandante en jefe Fidel Castro- ha dejado de existir, físicamente, porque sus ideas, su praxis política y su legado ético nos acompañará a las nuevas generaciones y a las que vendrán en la lucha por el nuevo mundo en el que la «igualdad» y la «libertad plenas» así como el «ser tratado y tratar a los demás como seres humanos» -como sostuvo Fidel en su discurso del 1° de mayo del 2000-, sean una realidad en la vida cotidiana de miles de millones de seres humanos. Porque Fidel fue un hombre digno, íntegro, y luchó sin descanso contra el imperialismo, el capitalismo y toda forma de opresión hasta el último de sus días, y se fue en esa lucha invicto y victorioso, Fidel es y será una ineludible y permanente fuente de inspiración y de enseñanzas para los revolucionarios del mundo.
Como ha dicho Fidel, el socialismo, incluso con sus imperfecciones, ha mostrado ser inmensamente superior que el capitalismo, porque, precisamente, el socialismo constituye la lucha por la concreción de la igualdad real, la libertad plena y la fraternidad entre los seres humanos, elementos que el capitalismo no garantiza y, por el contrario, niega cada vez más. Lucha, el socialismo, pues, por la eliminación paulatina de las desigualdades sociales, la realización de la libertad individual de las grandes mayorías posibilitando para ellas el acceso a la educación, a la ciencia, a la creación literaria y artística, y, lo que no es menos importante, posibilitándole su acceso a la toma de decisiones sobre los asuntos comunes. Lucha, además, contra la cultura del individualismo y del consumismo, del chovinismo, la xenofobia y el racismo.
Su hermano Raúl Castro señaló en su discurso de despedida del 3 de diciembre del 2016, retomando sus propias palabras pronunciadas en su discurso del 26 de julio de 1994, que la permanente enseñanza de Fidel es que sí se puede, que sí se pudo y que sí se podrá si no cejamos jamás en el empeño de conquistar nuevas y más grandes victorias, incluso en las condiciones más hostiles, adversas, difíciles, severas y duras:
«…el más preclaro hijo de Cuba en este siglo, aquel que nos demostró que sí se podía intentar la conquista del Cuartel Moncada; que sí se podía convertir aquel revés en victoria», que logramos cinco años, cinco meses y cinco días, aquel glorioso Primero de Enero de 1959, esto último añadido a las palabras textuales que dije en aquella ocasión.
Nos demostró «que sí se podía llegar a las costas de Cuba en el yate Granma; que sí se podía resistir al enemigo, al hambre, a la lluvia y el frío, y organizar un ejército revolucionario en la Sierra Maestra tras la debacle de Alegría de Pío; que sí se podían abrir nuevos frentes guerrilleros en la provincia de Oriente, con las columnas de Almeida y la nuestra; que sí se podía derrotar con 300 fusiles la gran ofensiva de más de 10 000 soldados», que al ser derrotados el Che escribió en su Diario de Campaña, que con esa victoria se le había partido la columna vertebral al ejército de la tiranía; «que sí se podía repetir la epopeya de Maceo y Gómez, extendiendo con las columnas del Che y Camilo la lucha desde el oriente hasta el occidente de la isla; que sí se podía derrocar, con el respaldo de todo el pueblo, la tiranía batistiana apoyada por el imperialismo norteamericano.
«Aquel que nos enseñó que sí se podía derrotar en 72 horas» y aún menos, «la invasión mercenaria de Playa Girón y proseguir al mismo tiempo la campaña para erradicar el analfabetismo en un año», como se logró en 1961.
Que sí se podía proclamar el carácter socialista de la Revolución a 90 millas del imperio, y cuando sus naves de guerra avanzaban hacia Cuba, tras las tropas de la brigada mercenaria; que sí se podía mantener con firmeza los principios irrenunciables de nuestra soberanía sin temer al chantaje nuclear de Estados Unidos en los días de la Crisis de los misiles en octubre de 1962.
«Que sí se podía enviar ayuda solidaria a otros pueblos hermanos en lucha contra la opresión colonial, la agresión externa y el racismo.
«Que sí se podía derrotar a los racistas sudafricanos, salvando la integridad territorial de Angola, forzando la independencia de Namibia y asestando un rudo golpe al régimen del apartheid.
«Que sí se podía convertir a Cuba en una potencia médica, reducir la mortalidad infantil a las tasas más bajas del Tercer Mundo, primero, y del otro mundo rico después; porque en este continente por lo menos, tenemos menos mortalidad infantil de menores de un año de edad que Canadá y los propios Estados Unidos (Aplausos), y, a su vez, elevar considerablemente la esperanza de vida de nuestra población.
«Que sí se podía transformar a Cuba en un gran polo científico, avanzar en los modernos y decisivos campos de la ingeniería genética y la biotecnología; insertarnos en el coto cerrado del comercio internacional de fármacos; desarrollar el turismo, pese al bloqueo norteamericano; construir pedraplenes en el mar para hacer de Cuba un archipiélago cada vez más atractivo, obteniendo de nuestras bellezas naturales un ingreso creciente de divisas.
«Que sí se puede resistir, sobrevivir y desarrollarnos sin renunciar a los principios ni a las conquistas del socialismo en el mundo unipolar y de omnipotencia de las transnacionales que surgió después del derrumbe del campo socialista de Europa y de la desintegración de la Unión Soviética.
«La permanente enseñanza de Fidel es que sí se puede, que el hombre es capaz de sobreponerse a las más duras condiciones si no desfallece su voluntad de vencer, hace una evaluación correcta de cada situación y no renuncia a sus justos y nobles principios.»
Esas palabras que expresé hace más de dos décadas sobre quien, tras el desastre del primer combate en Alegría de Pío, del que pasado mañana se cumplirán 60 años, nunca perdió la fe en la victoria, y 13 días después, ya en las montañas de la Sierra Maestra, un 18 de diciembre del año mencionado, al reunir siete fusiles y un puñado de combatientes, exclamó: «¡Ahora sí ganamos la guerra!
Ese es el Fidel invicto que nos convoca con su ejemplo y con la demostración de que ¡Sí se pudo, sí se puede y sí se podrá! (Aplausos y exclamaciones de: «¡Sí se puede!) O sea, repito que demostró que sí se pudo, sí se puede y sí se podrá superar cualquier obstáculo, amenaza o turbulencia en nuestro firme empeño de construir el socialismo en Cuba, o lo que es lo mismo, ¡Garantizar la independencia y la soberanía de la patria!» (1)
El socialismo ha sido en el siglo XX el fruto de las heroicas luchas de los pueblos, el fruto de su indeclinable voluntad de vencer a los grandes y verdaderos enemigos de la humanidad: el imperialismo y el capitalismo. Porque este enemigo tiene un gigantesco poder económico, político e ideológico, el socialismo en el siglo XXI no puede sino ser nuevamente el fruto de las heroicas luchas de los pueblos, de esa misma voluntad de vencer, convirtiendo con su trabajo, esfuerzo y sacrificio, la derrota en victoria, sustituyendo así la lógica individualista y alienante del capital por la lógica de la solidaridad y la fraternidad del socialismo.
Esa voluntad de vencer es también la que deben desplegar los comunistas en esos momentos políticos que son las crisis políticas, porque, como señalaba Lenin, las «situaciones revolucionarias» son momentos excepcionales. El capitalismo puede estar en crisis, pero no caerá solo; las crisis pueden pasar de largo o dar lugar a situaciones políticas altamente reaccionarias y degradantes. Es en esos momentos que los comunistas deben desplegar esa «voluntad de vencer». Audacia, audacia y más audacia, exigía Lenin. Con tal fin, es necesario prepararse con antelación.
Mención especial merecen ciertos aspectos del liderazgo de Fidel. Su liderazgo no ha sido solamente político, sino al mismo tiempo, y quizá principalmente, ético. Hace falta revisar el comportamiento que mantuvo de un modo principista en la lucha contra la dictadura batistiana y el imperialismo estadounidense desde antes de la toma del poder, desde el Asalto al Cuartel Moncada en 1953, el reinicio de la lucha guerrillera en 1956 con solo doce guerrilleros sobrevivientes y siete fusiles, hasta la toma del poder el 1ero de enero de 1959, y desde este año en la gestión del poder socialista hasta la fecha en que falleció. Fidel aplicó una consecuente política de no asesinar jamás al enemigo desarmado y de darle un tratamiento humano cuando ha sido capturado. El gobierno cubano, con Fidel a la cabeza, no ejecutó jamás asesinatos políticos, ni hizo desaparecer a personas, ni organizó nunca escuadrones de la muerte, cosas que sí, en cambio, hemos tenido en el Perú y Latinoamérica, bajo gobiernos abiertamente dictatoriales y bajo gobiernos supuestamente democráticos. Por el contrario, Fidel impulsó la educación, la alimentación suficiente y la salud en Cuba, llevando a este digno país a constituirse en una verdadera potencia en estos fundamentales temas, llevando incluso médicos y educadores a muchos países del mundo, avergonzando a los ojos de los progresistas y socialistas del mundo a gobiernos de países que con una riqueza económica muy superior no han sido capaces de dar solución a esos problemas en sus propios países.
Este aspecto del liderazgo de Fidel crece todavía más si tomamos en cuenta que Cuba ha sido una revolución aislada del mundo desde 1990 más o menos, y desde un principio permanentemente atacada y boicoteada, militarmente, propagandísticamente y económicamente, mediante centenares de intentos de asesinato a Fidel, falacias propagadas por los grandes medios de comunicación y el criminal bloqueo impuesto por los Estados Unidos, que ha significado para Cuba pérdidas que se cuentan en miles de millones de dólares. Cuba ha debido hacer frente a los ataques de la más grande potencia económica y militar imperialista de la historia de la humanidad, los Estados Unidos, situada a solo 90 millas de su territorio, y la respuesta de Fidel y de Cuba ha sido en gran medida -no únicamente, porque legítimamente se ha debido armar para disuadir y hacer frente a eventuales ataques e invasiones militares del enemigo-, una verdadera revolución en la educación, la salud y la calidad de vida de los cubanos.
Este es en mi criterio uno de los aspectos que explican la enorme autoridad política y moral que el Comandante Fidel logró en Cuba, y señala el camino que deben seguir los revolucionarios en el mundo para alcanzar el necesario liderazgo político y moral sobre el conjunto del país y la sociedad, porque, como dicen unos versos de José Martí, «solo el amor/alumbra lo que perdura/solo el amor/convierte en milagro el barro/solo el amor/engendra la maravilla/solo el amor/consigue encender lo muerto».
Deseo mencionar una característica más del liderazgo moral, ético, de Fidel. «Revolución… es modestia», afirmó en su discurso en el que expone el «concepto de revolución». Y esa actitud la conservó Fidel desde que tomaran el poder en Cuba hasta el final de sus días, sin envanecerse jamás, sin sentirse nunca una nueva cima ni un modelo del desarrollo político de los pueblos y sin sentirse jamás una nueva cima en el desarrollo del marxismo. Fidel no quiso ser embalsamado y solicitó además que no se le construya ningún monumento, busto o estatua y que ninguna calle, parque, universidad, instituto o cualquier otra entidad lleve su nombre. Fidel era un acérrimo enemigo del culto a la personalidad. Señalaba Fidel en una entrevista con Oliver Stone, unas palabras de José Martí: «toda la gloria del mundo cabe en un grano de maíz». Podemos rendirle homenaje a Fidel fuera de Cuba con un monumento o un mural, conscientes sin embargo de que ninguno de ellos por sí solos podrá rendir un tributo cabal al conductor de la Revolución cubana. Fidel está presente en cada cubano y en cada revolucionario en el mundo, y el mejor modo de rendirle homenaje es siendo consecuentes con el ideal luchando por hacerlo realidad.
«El luchador incansable», «el quijote de todos los tiempos» -como le ha llamado Jennifer Bello, joven presidenta de la Federación de Universitarios de Cuba y miembro del Consejo de Estado de Cuba-, afirmó:
«Las ideas no necesitan ni de las armas, en la medida en que sean capaces de conquistar a las grandes masas…».
Es esa una idea, una tesis fundamental, estratégica, que los comunistas del mundo debemos hacer nuestra. La «batalla de las ideas» debe continuar, mejorar, profundizarse y extenderse. Fidel logró unificar política e ideológicamente al pueblo cubano, y esa es la meta que buscamos conquistar: unificar al pueblo peruano en la lucha contra el imperialismo y el capitalismo.
Notas:
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.