«A la buena gente se la conoce / en que resulta mejor / cuando se la conoce. La buena gente / invita a mejorarla, porque / ¿qué es lo que a uno le hace sensato? Escuchar / y que le digan algo./ Pero, al mismo tiempo, / mejoran al que los mira y a quien […]
Versos del poema La buena gente, del gran poeta y dramaturgo Bertolt Brecht.
En los peores momentos, aquellos en que temblábamos todos, momentos en los que amenazados de perder el horizonte, la idea, podríamos reconocernos en el cuento de Jack London Amor a la vida:
«Encendió un fuego y se calentó bebiendo medios litros de agua caliente, y acampó en un saliente rocoso, tal como lo había hecho la noche anterior. Lo último que hizo fue mirar si tenía los fósforos secos y dar cuerda al reloj. Las mantas estaban húmedas y pegajosas. El tobillo le palpitaba de dolor. Pero sólo sabía que tenía hambre, y durante su inquieto sueño soñó con festines y banquetes, y con comida servida y presentada en todas las formas imaginables»
en esos momentos le sentimos como en un sueño, nos recogíamos en su brazo tendido sobre nuestros hombros, nos apretaba fuerte, no dejaba de animarnos, ¡sigue, sigue con nosotros, sigue! Con Cuba, nos enseñó a resistir al lobo enfermo y asesino del imperio. Y dimos los primeros pasos, tropezando, aun desorientados, con nuestras fuerzas deshaciéndose, y él no nos dejaba caer, nos apretaba y nos levantaba. Lo sentíamos seguro, aunque siendo él mismo Cuba, a la vez resistía la pérdida de sus intercambios, y a la amenaza y los colmillos del lobo ladrón.
Y apenas pudimos dar los segundos pasos ya sentíamos el aire entrando a los pulmones, se despertaban nuestros músculos, balbuceabamos aprendiendo nuevamente a hablar, y empezábamos a mirarnos, contenidos, y le mirábamos con ansiedad.
Y dimos los terceros, despejados, ya conscientes de lo sucedido, se nos iba la nube de la cabeza, el aire se limpiaba, el polvo levantado por el hundimiento por fin dejaba de ahogarnos, ya veíamos… ya veíamos y respirábamos a pleno pulmón. Y uniendo las dispersas fuerzas hicimos una sola, con Cuba, la razón. Por eso su fuego solar elevándose por detrás de nosotros nos hizo ver claro, delineado, el horizonte.
Hoy, a dos años de su partida física, no nos asusta saber que la buena gente como él, la gente que comparte con los más débiles lo que tiene, y es así como cambia lo que debe ser cambiado, la buena gente de la que habla Bertolt Brecht en su poema del mismo nombre, quienes construyen la humanidad, el socialismo, debido a que el camino se va haciendo como mejor se puede, claro que sí, también
«Cometen errores y reímos, / pues si ponen una piedra en lugar equivocado, / vemos, al mirarla, / el lugar verdadero. / Nuestro interés se ganan cada día, lo mismo / que se ganan su pan de cada día. / Se interesan por algo / que está fuera de ellos»
por eso Fidel Humanidad proyectó junto a quienes como él trabajaban, la formación de doctoras y doctores solidarios, ejemplos de internacionalismo, para curar, para cambiar enfermedad por salud; maestros y maestras solidarios, para educar, para hacer más humanidad transformadora; y así como su brazo nos sirvió, el brazo de Cuba sirvió de cobijo a quienes eran partícipes del trabajo transformador en toda parte, y a quienes eran partícipes de la resistencia y resultaban perseguidos; siempre Cuba compartió, en igualdad, la fuerza de que disponía, con aquellos pueblos que estaban en peligro.
Tanto horizonte abierto era, es, motivo para que los pueblos más humildes sepan su nombre y lo pronuncien con orgullo.
Fidel Humanidad, sus enseñanzas solidarias y de resistencia al lobo asesino y enfermo que ahora se hace llamar globalización, el lobo que encontramos en el cuento de Jack London, han despertado nuestro fuego solar de la conciencia, la que sufría cuando el derrumbe llenó el aire por el polvo que levantó, y su brazo nos cogía del hombro y nos apretaba para que diésemos los primeros pasos, ¡sigue, sigue con nosotros, sigue! De esa experiencia hemos aprendido mucho más de lo que sabíamos, «la buena gente nos preocupa. / Parece que no pueden realizar nada solos, / proponen soluciones que exigen aún tareas. / En momentos difíciles de barcos naufragando / de pronto descubrimos fija en nosotros su mirada inmensa. / Aunque tal como somos no les gustamos, / están de acuerdo, sin embargo, con nosotros», Fidel Humanidad.
Ramón Pedregal Casanova es autor de los libros: «Gaza 51 días», «Palestina. Crónicas de vida y Resistencia», «Dietario de Crisis», «Belver Yin en la perspectiva de género y Jesús Ferrero», y «Siete Novelas de la Memoria Histórica. Posfacios». Presidente de la Asociación Europea de Cooperación Internacional y Estudios Sociales AMANE. Miembro de la Comisión Europea de Apoyo a los Prisioneros Palestinos.
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