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Fidel puso a Cuba en el contexto mundial

Fuentes: Prensa Latina

Todos los cubanos, en cualquier rincón del mundo, deben sentir orgullo, de que su pequeña isla sea reconocida en los cinco continentes, sea por sus campeones olímpicos, su música, sus logros científicos, su labor solidaria o simplemente por la defensa de los pobres, la independencia y la soberanía. Esto es posible porque un hombre, Fidel […]

Todos los cubanos, en cualquier rincón del mundo, deben sentir orgullo, de que su pequeña isla sea reconocida en los cinco continentes, sea por sus campeones olímpicos, su música, sus logros científicos, su labor solidaria o simplemente por la defensa de los pobres, la independencia y la soberanía. Esto es posible porque un hombre, Fidel Castro, terminó la obra comenzada por Carlos Manuel de Céspedes, José Martí, Antonio Maceo -en las guerras por la Independencia- y también por los miles de patriotas que cayeron por esos ideales.

La primera vez que oí hablar de Fidel fue cuando estudiaba en Estados Unidos; tendría unos 13 años y fue con motivo de la entrevista realizada por el destacado periodista estadounidense del New York Times Herbert Matthews, en plena Sierra Maestra.

Ya en Cuba, en septiembre de 1960, con apenas 16 años, empecé a trabajar en la Universidad de La Habana, como secretaria de actas en la Junta Superior de Gobierno; y la vorágine de trabajo del grupo que elaboraba la reforma universitaria, sueño de Julio Antonio Mella, me hizo coincidir con las frecuentes visitas de Fidel a la Colina.

El entonces Primer Ministro llegaba a la Universidad para poner el termómetro a la realidad de la calle, a través de las opiniones de alumnos, profesores y trabajadores del alto centro de estudios, donde él mismo años antes fue parte de la rebeldía estudiantil.

CRISIS DE LOS MISILES

Corría el turbulento otoño de 1962 y yo trabajaba entonces como secretaria del Presidente de la Federación Estudiantil Universitaria (FEU), José Rebellón.

En ese difícil período, cuando se cernió sobre Cuba la amenaza de una conflagración nuclear, el pequeño espacio ocupado por las oficinas de la FEU y el Salón de los Mártires, donde se celebraban los consejos de la organización, se convirtió prácticamente en un puesto de mando del Comandante.

Habló e intercambió con todos los que allí estábamos sobre la difícil situación creada por Estados Unidos sobre el despliegue en Cuba de misiles soviéticos, ayuda aceptada por la isla, luego de ser invadida en abril de 1961 por mercenarios cubanos armados y entrenados por Washington, además de sufrir actos de sabotaje y agresiones a objetivos en las costas cubanas.

Quizás por primera vez se conocieron allí los 5 puntos planteados por Cuba al entonces Secretario General de la ONU, U Thant, para lograr la paz deseada. De allí partió a las conversaciones con el canciller soviético, AnastasMikoyan, quien viajó a La Habana debido a ese motivo.

Afortunadamente para los estudiantes y trabajadores como yo, que fuimos partícipes de esos momentos históricos, no sólo para Cuba, sino para la humanidad, fotógrafos que acompañaban a Fidel nos incluyeron en sus imágenes.

JUICIO A UN TRAIDOR

En realidad, la primera vez que crucé palabras con el Comandante fue después del juicio seguido a Marcos Armando Rodríguez (más conocido como Marquitos), delator probado de Fructuoso Rodríguez, Juan Pedro Carbó Serviá, José Machado y Joe Westbrook, mártires de Humboldt 7, lugar donde fueron masacrados aquellos participantes en el fallido atentado del 13 de marzo de 1957 al dictador Fulgrncio Batista en el Palacio Presidencial.

‘Marquitos’ era miembro de la juventud del Partido Socialista Popular (PSP), por lo que el juicio podía amenazar la estabilidad política del país. El PSP formaba parte, junto al 26 de Julio y el Directorio Revolucionario 13 de marzo, de las Organizaciones Revolucionarias Integradas (ORI).

Para la primera vista del juicio, 13 de marzo de 1964, la periodista de Radio Reloj Graciela Hernández me pidió coger versiones taquigráficas de las declaraciones, exactitud requerida por su repercusión en las esferas políticas de la nación.

Diez días más tarde, Marcos Rodríguez fue hallado culpable de traición y sentenciado a muerte, dictamen que fue cumplido el 19 de abril de 1964, cuando se conmemoraron siete años de los hechos de Humboldt 7.

A raíz del juicio, Fidel visitó la Universidad y cuando vio a Graciela, le pidió su opinión de lo dicho en el juicio y la sentencia del tribunal. El momento quedó impreso en una foto, memorable para mí, porque a pesar de no salir en la instantánea, Fidel hizo un paneo con su vista y me señaló: ‘tú también estabas allí’, a lo que asentí, y Graciela explicó que yo la había ayudado tomando notas taquigráficas de las declaraciones.

Además de su envidiable verbo, Fidel también ha gozado de una retentiva fotográfica. Una vez que abría una ficha en su cerebro, difícilmente olvidaba una cara o una conversación sostenida.

EN LA CIMA DE CUBA

La primera graduación de médicos de la Revolución fue ocasión para un viaje organizado por el Comandante en Jefe al Pico Turquino en noviembre de 1965.

El trayecto fijado hasta el Turquino partió de Las Mercedes, poblado cercano a Bayamo, hoy provincia de Granma, en las estribaciones de la Sierra Maestra, al oriente de la Isla. Le siguió Alturas de Mompié, donde pernoctamos, para seguir al segundo día hasta La Plata, sede de uno de los puestos de mando de la guerrilla rebelde entre diciembre de 1956 y finales de 1958.

En La Plata esperaba Fidel, estimulando a los caminantes con la noticia de que habían llegado en helicóptero helados de la flamante fábrica Coppelia. Esto nos pareció tan extraordinario como avistar un oasis en medio del desierto.

Al tercer día alcanzamos la cima del Turquino, presidido por el busto de José Martí. Nos agrupamos todos -Fidel, jefes, estudiantes y soldados- para retratarnos en el emblemático lugar.

Ya en el Pico Cuba, próximo al mayor de Cuba, escuchamos largos relatos de la lucha en la Sierra Maestra, por Fidel y con acotaciones de Celia. Todos ensimismados en torno al Presidente, sentados en hamacas, fuimos sorprendidos por las sombras de la noche, y presentí que serían días imborrables para los presentes.

INVESTIGACIONES SOCIALES

Dos años después del Turquino, quejas de la población llegadas a la dirección del país desde Guantánamo y Pinar del Río dieron lugar a que Fidel encargara a la Universidad hacer una investigación social e indagar sobre aquel malestar.

En Guantánamo, quizás lo más chocante para nosotros fue conocer que en esta ciudad había personas de tendencia trotskista, sin muchos seguidores, pero a los hijos de los cuales, ya en edad laboral, no les daban trabajo.

Las investigaciones sociales que realizamos por iniciativa de Fidel, además de la de Guantánamo, incluyeron el pueblo de San Andrés de Caiguanabo, Pinar del Río; en Minas de Matahambre, de la misma provincia, y otra en Banao, Sancti Spíritus. De todas pudimos conocer posteriormente el cambio favorable que se operó en la solución de los problemas que se presentaban.

Aun cuando el resultado de nuestra investigación no se publicó, supimos que los métodos cambiaron radicalmente y que Banao dejó de ser casi una cárcel para ser una institución que emanaba comprensión, y que sembró en aquellas mujeres nuevas esperanzas para enfrentar la vida.

EL FIDEL DE FIJI

Entre los líderes sindicales de todo el mundo invitados a los actos por el primero de Mayo de 1974, me tocó atender a un dirigente sindical de las Islas Fiji en el Pacífico, de apellido Tora, primera persona de ese territorio en visitar Cuba, quien era llamado por medios de prensa de su país como el ‘Fidel del Pacífico’, por haber participado en la lucha por la independencia de Malasia.

Desde su arribo, insistió una y otra vez en conocer al presidente Fidel Castro, ya que él no podía abandonar Cuba sin haber saludado al líder. Sus más de seis pies de estatura y el exuberante peinado rizo natural, puesto de moda entre los afroamericanos, impresionaba a todos.

Llegó el día de la recepción final en el Palacio de la Revolución, donde estaría Fidel, y mi huésped rebosaba de alegría. Un oficial de protocolo me indicó que nos pusiéramos al final de un pasillo que seguiría el Presidente, saludando a su paso a los invitados, y así lo hicimos, con la advertencia a Tora de que su entusiasmo no lo llevara a abalanzarse ni hacer ningún gesto brusco cuando se acercara la figura objeto de su admiración.

Todo empezó de maravilla, cuando él se identificó y Fidel le dijo que Fiji se conocía por ser ‘la azucarera del Pacífico’. El líder cubano siguió hablándole y sentí una voz detrás de mí diciendo, ‘traduce, niña’; y Fidel, al oir la frase, repitió burlón: ‘niña, traduce, traduce niña’, por lo que todos rieron y yo, apenada, reanudé mis deberes de intérprete.

El autor uruguayo-cubano Daniel Chavarría describió muy gráficamente en sus memorias ese fenómeno de magnetismo. Su obra ‘Y el mundo sigue andando’ (La Habana, 2008) recoge los efectos de la personalidad de Fidel sobre los que lo rodean.

Chavarría relata que, invitado a una cena en honor de una Feria del Libro de La Habana, Fidel llegó luciendo inusualmente envejecido y con evidentes señales de cansancio. Sólo en la medida que pasaban las horas, creció el brillo y la locuacidad del jefe de gobierno.

Con el tiempo, Chavarría dice dar crédito a una teoría que oyó de boca de científicos vietnamitas y españoles sobre la capacidad del organismo humano para absorber la energía existente en la atmósfera. Aseguran que organismos privilegiados pueden captar con mayor eficiencia esa energía, almacenarla y transferirla a otros. Concuerdo con el escritor, quien atribuye esa facultad al magnetismo y la vitalidad movilizadora de grandes líderes como Fidel.