En los primeros años de la década del 90, en medio de una drástica reducción del nivel de vida y de alimentación de nuestro pueblo, cuando en el mundo occidental repercutía el derrumbe de la URSS convertido en pesimismo y renuncias a los ideales comunistas, y el imperio arreciaba sus ataques con la pretensión de adelantar lo que consideraban una segura muerte o claudicación de la Revolución Cubana; en la Isla-archipiélago-mundo que vivimos, con heroísmo, inteligencia y sabiduría política, se logró resistir y salvar la Revolución.
En referencia a los fundamentos histórico- políticos de la praxis fidelista y su aportación a la entidad gnoseológica y política que denominamos trabajo político ideológico, estos años que le suceden al período de rectificación, confirman la necesidad de repensar el socialismo cubano y sus modos de actuación formativa y política. Y lo hacen en la emergencia de la ruptura de todas las dinámicas de correlato político, abocados al ahogamiento económico, en medio de la desestructuración del sistema de atención y protección social creado por la Revolución: ¿Cómo transcurrió este acontecer? ¿Qué aprendizajes nos deja esa historia para el hoy? En resumen, trataré de responder ambas interrogantes.
El tema del papel de las personalidades y en particular el de los líderes en la historia siempre concita debates polares, entre quienes desestiman y los que sobrevaloran. Más difícil será la medida justa para quienes fueron contemporáneos, seguidores, observadores o críticos de esa personalidad. Esta realidad está presente al valorar la impronta del Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz. Como historiador fidelista me complace presentarles en estos artículos el Fidel que llevo conmigo.
La irrupción del período especial
Tras la derrota del socialismo de matriz soviética en la URSS y Europa Oriental y Central, Cuba se quedó sin los socios estratégicos y la zona económica, productiva y tecnológica hacia la cual había reconfigurado sus sistemas de provisión, intercambio comercial, financiación, inversión y reproducción. Perdió un abastecedor estable y a precios justos de combustibles, piezas de repuesto, fertilizantes, de la inmensa mayoría de los insumos de la economía nacional y de la mayor parte de los alimentos de su canasta básica. Las consecuencias fueron desastrosas para la producción material. En ramas como la ganadera, las pérdidas fueron dramáticas, con afectaciones en los productos lácteos y cárnicos hasta ahora no resueltas.
El Producto Interno (PIB) de la nación cayó en –35 por ciento, mientras las importaciones se redujeron en un 75 por ciento. El déficit fiscal se disparó al 33 por ciento del PIB en 1993, cuando entre los economistas se considera que solo un 5 por ciento, resulta un nivel peligroso para cualquier economíai.
Los cubanos y cubanas vivían con amplias expectativas sobre su futuro en colaboración con la Unión Soviética y el campo socialista. Esa perspectiva desapareció en condición de derrota, en regreso y apología del capitalismo. La derrota de ese mundo que nos era afín en horizontes y materialidades, no por anunciada dejó de impactar, y provocó un fuerte golpe psicológico. La mayoría de la población optó por la resistencia, pero el desencanto afloró y se apoderó de los sujetos de menor compromiso patriótico.
La profundidad de crisis económico-productiva fracturó el tipo de relacionamiento socialismo-igualdad establecido en el país, lo que se expresó de manera particular en una expansión de desigualdades en los ámbitos más diversos. Tan difícil situación enervó a los elementos pro burgueses, desclasados y marginalesii, que muy pronto se convertirían además, en un sector proclive al reclutamiento mercenario de los servicios de la subversión enemiga.
La compleja situación que se creó en el país intentó aprovecharse por el gobierno de los Estados Unidos, que pensó en la muerte segura de la Revolución, para lo cual arreció el bloqueo económico y financiero y concitó descomunales esfuerzos para ahogar la economía cubana y hacer estallar la sociedad, ahora con un bloqueo duplicado por la contrarrevolución en el poder en la URSS y en las naciones ex socialistas que regresaban al capitalismo.
En Miami, New Jersey, y otras “capitales” de la contrarrevolución cubano americana, se hacían las maletas para el regreso a una Cuba con la Revolución derrotada. A la dirección del país y al pueblo, llegaban mensajes de rendición reformista bajo la recomendación claudicante de que no nos condenáramos a ser una nueva Numanciaiii.
La acción política fidelista
Sin dar la menor oportunidad para la duda, el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz reiteró que el Partido Comunista y la Revolución en Cuba no claudicarían. Que todo lo que se haría, sería para salvar las principales conquistas del socialismo.
Fidel en sus discursos del momento se dio a la tarea de demostrar que el derrumbe de la URSS no necesariamente significaba el fin de la Revolución Cubana, que la nuestra tenía fuerzas propias, que había sido la resultante del proceso histórico e ideológico nacional, y se había sostenido, fundamentalmente, por el valor y la decisión del pueblo cubano, por los esfuerzos propios, sin que ello significara un desconocimiento o subvaloración del aporte decisivo de la URSS para evitar la invasión y una cruenta guerra contra el imperio estadounidense. Así mismo subrayaba que los errores cometidos en el proceso de construcción del socialismo en Cuba no eran los mismos que llevaron a la derrota del modelo soviético, ni debían solucionarse de la misma forma.
Fidel orientó la conducción del Partido y el gobierno del país, a la búsqueda de todas las fortalezas internas y oportunidades. La dirección de la resistencia económica, se realizó en constante comunicación con la militancia revolucionaria, sus organizaciones y los ciudadanos y ciudadanas. El Comandante insistió en la necesidad de incrementar la labor político-ideológica.
El período especial en tiempo de guerra, previsto por la dirección cubana como probable escenario de resistencia en caso al bloqueo total y agresión militar de los Estados Unidosiv, sirvió de modelo para orientar la actuación en la inédita situación que se vivía. El concepto de período especial en tiempo de paz aportado por Fidel constituyó entonces el elemento medular del panorama nacional. Su connotación fue económica, social y política, pero el elemento más dinámico y complejo fue precisamente el ideológico.
Documentos icónicos del esfuerzo por transmitir confianza y a la par proporcionar ideas para la resistencia lo fueron los materiales de amplia circulación popular: El libro de la familia (Editorial Verde Olivo, 1991), y Con nuestros propios esfuerzos. Algunas experiencias para enfrentar el período especial en tiempo de paz (Editorial Verde Olivo, 1992).
Sin dudas la labor político ideológica realizada fue exitosa. Se logró la comprensión por las más amplias masas de que el período especial era el tiempo que la sociedad cubana necesita para reorientar sus relaciones económicas y comerciales internacionales, y para reestructurar su aparato productivo y de servicios en función de las nuevas circunstancias, y hacerlo con el objetivo fundamental de salvar las conquistas principales de la Revolución socialista y preservar nuestro derecho y disposición irrenunciable a ser libres e independientes, a construir el socialismov.
El aporte del pueblo combatiente
En la decisión de defender la opción socialista, estuvo el aporte de honor e intransigencia revolucionaria con que se formaron las generaciones de pueblo combatiente e internacionalista, que acompañaron la Revolución en sus primeros decenios.
Las victorias militares contra los invasores en abril de 1961, la derrota de la contrarrevolución interna, la guerra irregular y bandidismo alcanzada en 1965, el enfrentamiento constante al terrorismo y el espionaje, a la guerra psicológica, la guerra biológica y bacteriológica, se compartieron desde el propio 1959, con la práctica sistemática de la solidaridad internacionalista. El voluntariado patriótico de honor personal y familiar, centró cada movilización militar dentro y fuera de las fronteras cubanas, y este hacer de profunda sensibilidad humanista, de impronta bolivariana y martiana, fijó una cualidad trascendental en la formación de la idealidad revolucionaria cubana.
En los treinta primeros años de la Revolución 385 908 mil voluntarios, hombres y mujeres del pueblo trabajadorvi, participaron como combatientes internacionalistas en América Latina, Viet Nam, y África. Desde finales de 1975 las tropas de voluntarios cubanos garantizaron la declaratoria y la continuidad de la independencia en la recién fundada República Popular de Angola.
El tiempo de la derrota en el mundo socialista europeo, también lo fue en nuestra región del genocidio, el minado de los puertos y la guerra sucia de los Estados Unidos contra la Revolución Sandinista. En su resistencia y combate por la felicidad del pueblo hermano, los revolucionarios nicaragüenses fueron acompañados por los internacionalistas de la Mayor de las Antillas.
Varios miles de colaboradores civiles cubanos, también participaron en la lucha contra el subdesarrollo, la miseria, la insalubridad y el analfabetismo. No pocos en Angola y Nicaragua realizaron sus labores en plena guerra contrarrevolucionaria, resistiendo asechanzas y atentados criminales por parte de las fuerzas afines a los intereses imperialistas. En ambos países fueron asesinados por las bandas contrarrevolucionarias maestros y técnicos cubanos.
La memoria popular de la Cuba de entonces no olvidaba tampoco, la muerte a manos de los marines estadounidense de colaboradores cubanos durante la invasión a Granada en octubre de 1983, y la conducta grosera mantenida contra los que fueron hechos prisioneros.
En 1988 la misión militar internacionalista cubana en Angola tras rescatar a una agrupación de fuerzas militares angolanas con asesoría soviética, cercada en la frontera sureste de país, condujo una decisiva operación estratégica contra el Ejército invasor sudafricano y sus aliados internos. La victoria en la Batalla de Cuito-Cuanavale logró derrotar de manera definitiva a la poderosa maquinaria de guerra del apartheid, garantizó el fin de los ataques sudafricanos contra Angola, y la liberación e independencia de Namibia. La derrota en Angola creó las condiciones para el fin del apartheid dentro de Sudáfrica y la victoria popular en la actual Sudáfrica democráticavii. Tras el mérito militar en los escenarios angolanos, las tropas victoriosas retornaron con los restos mortales de los camaradas de armas muertos en combate.
El 7 de diciembre de 1989, se honró a los caídos, y sus familiares los sentían muy cerca, en panteones levantados por todo el paísviii. El 25 de mayo de 1991 regresó a la patria el último grupo de combatientes internacionalistas, y consigo trajeron la bandera cubana que había ondeado en la Misión Militar Cubana en Angola durante dieciséis años.
Lejos de lo que significó la guerra en Afganistán (1979-1989) para la URSS, en desgaste moral y pérdida de consenso en la población, las misiones internacionalistas en Cuba, y en particular la Misión en Angola, fue acicate patriótico, orgullo de causa justa, regreso y compromiso con el África de nuestros abuelos. La comparación que menciono no es fortuita, encierra un conjunto decisivo de diferencias. La primera fue precisamente la prioridad de la Revolución, el Partido cubano y las Fuerzas Armadas Revolucionarias por el trabajo político ideológico, su ocupación por la sensibilidad y las problemáticas de los combatientes y sus familiares antes, durante y después del cumplimiento de la misión de combate.
Perder el socialismo para lo combatientes y colaboradores internacionalistas, para sus familias y los millones de cubanos y cubanas que los habían acompañado con honor y orgullo, significaba que sus esfuerzos habían sido en vano, que los muertos habían caído inútilmente.
La cara no oculta de la derrota
Los cubanos de aquellos días tenían una idea muy clara de lo que significaba la victoria del capitalismo. La derrota electoral de la Revolución Sandinista en la Nicaragua de febrero de 1990 daba su triste lección, seguida del desmonte rápido y oportunista de sus conquistas populares.
A la vista de los cubanos la implosión del mundo socialista hundía a sus ciudadanos en el caos y la pobreza. El 25 de diciembre de 1991, con la dimisión de Mijail Gorbachov como presidente, la URSS dejó oficialmente de existir: fue sustituida por un conjunto de quince países independientes que afrontaban numerosos conflictos. Y si aquel fenómeno de regresión colectiva al sistema cruel del capitalismo estaba lejano en la geografía, no lo era en el ámbito de las relaciones humanas y los sentimientos creado en tres décadas de hermandad con los pueblos de los Estados socialistas.
Era muy intensa la relación cubano-soviética, y en particular de los cubanos con los rusos. Nuevas familias transnacionales, amigos, becarios, profesores y asesores, compañeros de trabajo y de armas, sembraron una amistad y comunidad de intercambios y enriquecimientos mutuos, que perduraría hasta el presente. Y el trauma que vivió la sociedad y el país ex soviético durante la restauración capitalista fue muy sentido por sus amigos y familiares en Cuba.
Además de voluntad y confianza
En las circunstancias complejísimas de 1989-1992, frente a todos los problemas existentes y a las amenazas que se precipitaron, el protagonismo del Comandante en Jefe Fidel Castro resultó ser un factor de excepcional valor histórico. Sin dudas el carisma de Fidel y la confianza ilimitada que le profesaba la mayoría del pueblo, personificaban el apoyo masivo a la dirección de la Revolución. Fidel aportó en dos dimensiones decisivas.
Primero, la voluntad de defender el socialismo, la independencia y la soberanía nacional, constituyó el factor de base, de consenso imprescindible, alrededor del cual se aglutinó la inmensa mayoría de los cubanos y cubanas. Junto al líder, como parte inseparable de su legado tangible, estaban las tres décadas de logros sociales y culturales de la Revolución.
Segundo, la supervivencia de la Revolución, sus posibilidades de resistir y avanzar fueron resultado de un certero ejercicio de política revolucionaria.
La dirección revolucionaria supo desentrañar y conjugar diez factores: 1) Ratificar los principios ideológicos y políticos avanzados con la rectificación; 2) No intimidarse; 3) decisión de combate; 4) mirarse críticamente; 5) voluntad de cambiar todo lo que debía ser cambiado; 6) precisar las magistrales estratégicas, reagrupar fuerzas y hallar los recursos potenciales internos; 7) convertir el espíritu de resistencia y lucha del pueblo cubano, su memoria y conciencia histórica, su ser persistente e inteligente en estímulos para la iniciativa y el hacer popular; 8) trabajar continúa y sistemáticamente en tareas con resultados concretos y tangibles, 9) no perder el vínculo con las masas, aprender y consultar con el pueblo constantemente -y consultaba, aprendía y evaluaba simultáneamente el liderazgo nacional y los dirigentes de base-; 10) desde el liderazgo del Partido, la acción y participación ejemplar de sus cuadros y militantes, saber movilizar a las organizaciones revolucionarias, a las asociaciones civiles, a todas y todos los patriotas –ir a la conquista del sentimiento y la razón: hombre a hombre, mujer a mujer-, para la resistencia inteligente, la creación de soluciones y la lucha frente al imperio, la contrarrevolución interna, la delincuencia y demás aliados
Los diez factores que refiero resumidos en su esencia por el General De Ejército Raúl Castro Ruz en 1995ix resultaron las variables políticas que permitieron tras la irrupción del período especial, accionar, crear alternativas y soluciones en la resistencia, y mantener la unidad de la nación en torno a Fidel, al Partido Comunista de Cuba, su política e ideología.
Para el hoy
Pesan en el presente los lastres de lo que se nos deterioró en aquellos años difíciles de llegada del período especial. El imperio no nos ha dado tregua ni oportunidad para remontar la crisis, y hoy con crueldad y saña milimétrica agudiza la situación. Que estemos aquí en plenitud de poder ser y hacer, confirma que hemos logrado resistir, recomponer y avanzar: Hazaña y orgullo de pueblo, hazaña del liderazgo del Partido Comunista, de las organizaciones y movimientos revolucionarios cubanos, hazaña del trabajo horado, el amor y la solidaridad que nos acompaña dentro y fuera de la Isla-archipiélago-mundo.
El socialismo en Cuba es realidad y horizonte en disputa. Poseemos planes estratégicos y voluntad de realización. Pero nos sabemos inconformes. La experiencia que acumulamos –qué hicimos y cómo lo hicimos- debe convertirse cada vez más en asunto de aprendizaje, en herramienta de orientación y búsqueda prospectiva. La Historia no lo es todo, si confirma lo que no debe faltar.
En lo inmediato, considero que nunca será un ejercicio estéril volver a repensar frente a los actuales retos, los diez factores de política fidelista, que a inicios de los años noventa del pasado siglo, concertaron e hicieron posible las resistencias, las luchas y la continuidad emancipatoria en medio de escaseces, rupturas, deterioros, cercos y doble bloqueo.
Notas
i Ver CEPAL: La Economía Cubana. Reformas Estructurales y desempeño en los noventa. Fondo de Cultura Económica, México, D.F. 1997, pp. 9-10.
ii Ver: Partido Comunista de Cuba: “Informe del Buró Político sobre la situación política y social del país y la correspondiente labor del Partido, aprobado en el V Pleno del Comité Central del Partido”. Granma 27 de marzo, 1996.
iii Numancia una pequeña ciudad de unos mil quinientos habitantes, resistió al imperio romano durante veinte años. En el año 133 a.C., tras once meses de sitio los romanos tomaron la ciudad, diezmada la población por el hambre, con suicidios masivos de sus defensores antes de caer prisioneros.
iv El término “periodo especial” surge a partir de la década de los setenta cuando las Fuerzas Armadas Revolucionarias, comienzan a desarrollar la nueva doctrina militar de la Guerra de todo el pueblo.
v Ver: Fidel Castro Ruz: “Discurso pronunciado por el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz, primer secretario del Comité Central del Partido Comunista de Cuba y Presidente de los Consejos de Estado y de Ministros, en la clausura del Congreso constituyente del Sindicato Nacional de Trabajadores de las Ciencias, efectuado en el Palacio de las Convenciones, el 28 de marzo de 1992”. http://www.cuba.cu/gobierno/discursos/1992/esp/f280392e.html
vi Datos de MINFAR: “Misiones Internacionalistas Militares cumplidas por Cuba, 1963-1991”. Citados por: Piero Gleijeses: Visiones de libertad. La Habana, Washington, Pretoria y la lucha por el sur de África (1976-1991), Tomo II, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 2015, p 438.
vii El 28 de noviembre de 1988, en New York, en la sede de la ONU se firman los acuerdos de paz, con la participación de los tres países involucrados en el conflicto: Angola, Cuba y Sudáfrica, con la mediación del gobierno de los Estados Unidos. El régimen de Sudáfrica derrotado acepta cumplir la Resolución 435 del Consejo de Seguridad de la ONU, permitir la convocatoria elecciones en Namibia y retirarse del país. El 1990 se legalizan el Partido Comunista y el Congreso Nacional Africano (CNA), organizaciones que habían mantenido la lucha contra los racistas, en 1992, en referéndum se elimina el apartheid, y el CNA gana en las elecciones de 1994, con Nelson Mandela como presidente.
viii Cayeron en combate o fallecieron por otras causas 2.016 internacionalistas. Ver: Ellos murieron luchando por la verdadera paz y seguridad para todos los pueblos, Bohemia, La Habana, No. 50, 15 de diciembre del 1989, p 33.
ix Ver: Raúl Castro Ruz: “El problema es no detenerse. Raúl en el Consejo Militar del MINFAR. Trabajadores. Ciudad de la Habana, 3 de abril de 1995 p 3.
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