La «abogacía» como mercado de ladrones No todos (desde luego) pero si muchos «abogados» (demasiados) ingresan, cursan y se gradúan cargando bajo el brazo su cajita de ilusiones mercenarias. Y se hacen pasar por «buenos muchachos» esos tránsfugas traficantes del dolor con moral de buitre especializada en saquear sin pudor a cuanto «inocente» (o culpable) […]
La «abogacía» como mercado de ladrones
No todos (desde luego) pero si muchos «abogados» (demasiados) ingresan, cursan y se gradúan cargando bajo el brazo su cajita de ilusiones mercenarias. Y se hacen pasar por «buenos muchachos» esos tránsfugas traficantes del dolor con moral de buitre especializada en saquear sin pudor a cuanto «inocente» (o culpable) caiga en sus garras. Vestidos como empresarios junior, o como empleados bancarios, sellan sus rostros con muecas de solemnidad falsa prefabricada con hipocresía y se regodean en una fanfarronada lenguaraz y estereotipada a la que llaman «litigio». Se les entrena universitariamente para lucir su mediocridad apabullante y para hacerse pasar por adalides del «Derecho». No todos, es verdad, pero…
En sus esquizofrenias desfachatadas el capitalismo promulga sus Constituciones, leyes, reglamentos… plagados con «buenos deseos» incumplidos hasta la nausea y los abogados se forjan como payasos de una retórica cínica que acepta la injusticia como «calamidad del ser humano» y se disponen a negociar (con título universitario) cualquier cosa a cambio de llevarse tajadas jugosas del dinero ajeno. Legalmente, dicen. Juegan con el miedo y el dolor bajo la norma impúdica de la oferta y la demanda de cohechos. Se acomodan socarronamente en un ángulo rentable de la geometría de la corrupción y se ungen «castos» y «corderos».
El capitalismo es un estado de injusticia permanente que obliga a la clase trabajadora (es decir ala mayoría de los seres humanos) a someterse a cualquier oferta salarial explotadora con cualquier tipo de condiciones indignas. Bajo el capitalismo prevalecen las leyes de la selva aunque se invoque al «orden» y al «progreso» Por definición el capitalismo es hostil al intento de construir racionalmente una sociedad mas humana y mas justa. En sus esquizofrenias esenciales la sociedad burguesa desarrolló «bases jurídicas» para apuntalar teóricamente un aparato jurídico y político siempre de doble moral como el derecho a la salud, a la educación, al trabajo, a la seguridad social, a la alimentación, la vivienda, etc., en fin derechos elementales, derecho al voto, a la palabra, a la protesta, a la reunión, el libre movimiento… nada se respeta. Ni el invento del Estado de Derecho ha servido a la burguesía para esconder sus resultados criminales.
El hambre es un crimen, la pobreza es un crimen, la insalubridad es un crimen, la ignorancia es un crimen…
¿Qué abogado persigue semejantes delitos?
Muy pocos. Abunda la mediocridad y la fanfarronería. Suelen ser incultos y desinformados. Sus mayores galardones devienen de su trapecismo burocrático, de su habilidad para moverse y contonearse en salas de audiencias, careos y ventanillas de declaración desde donde se tortura, física y mentalmente, a una inmensa cantidad de inocentes encarcelados, principalmente por ser pobres. La Justicia es uno de los enemigos más odiados del capitalismo.
De qué «Justicia» hablan los leguleyos en un mundo sumergido en la miseria, el desempleo, la falta de educación de vivienda y de alimentos… de qué «Justicia» hablan quines ven en cada persona un cliente potencial al que se puede extorsionar y desfalcar a punta de picana psicológica entre terminologías obtusas, decadentes y clasistas. De qué «Justicia» hablan los abogados burgueses que desde una concupiscencia prostibularia profesan la genufelxia más aberrante a cambio de dinero, cargos y lisonjas mientras se pudren en las cárceles seres humanos hacinados en la mugre, la miseria, la degradación y la barbarie… de qué Justicia hablan los señoritos (y señoritas) abo-gángsters con sus sueños de «jurisconsulto» empresario (como los que están de moda en la «tele»). De qué «Justicia» hablan si se educan, algunos, para ser lebreles de las oligarquías; otros, demagogos de las academias… unos más cuentapropistas del chantaje legaloide con despacho privado. ¿Dé qué Justicia hablan?
«Señor licenciado» gustan de llamarse para sentirse ataviados moralmente con un membrete que los licencia para el abuso consuetudinario. Hay que escuchar a los reos que, por miles y miles, viven diariamente el desamparo de las leyes y el abandono jurídico. Hay que escuchar a los presos tras esas rejas y en esas cloacas inhumanas y sobrepobladas, escuchar su resumen sobre el papel de los abogados que, sólo para comenzar, se vuelven buitres exigentes de dinero a todas horas… no son todos pero abundan los corruptos. Hay que ver de qué es ese negocio nauseabundo, quiénes medran de esa inmundicia «legal» y política, qué son las cárceles donde la inoperancia de los abogados (siempre con excepciones muy contadas) es tan sospechosa como rentable.
Las cárceles y los juzgados son espejo del capitalismo. En ellos se refleja de cuerpo entero la verdad de un sistema traidor a la humanidad y servil a la barbarie. Y los abogados, entre mil cosas, son intermediarios comerciantes en ese diálogo del espejo donde cada cárcel expresa los contubernios y las degeneraciones burguesas más atroces disfrazadas con saliva de legalidad y con palabrería jurídica. No hay muchos abogados solidarios militando por la justicia en los hospitales públicos para defender el derecho a la salud de millones que, aun pagando impuestos, no tienen cobertura médica necesaria… no están los abogados entregados a defender la dignidad del trabajo en todas sus esferas, no están los abogados defendiendo con pasión el derecho inalienable a la educación pública y gratuita, no están en las calles ni en las organizaciones sociales volcándose en masa a defender el derecho humano a la rebeldía y a la revolución contra toda fuente de malignidad capitalista originadora de la miseria, la barbarie y la degradación de los seres humanos. No están los abogados, no brillan por su presencia, no son los profesionales más empeñados y comprometidos con la Justicia en su sentido más humanista, más socialista…. ¿en dónde están entonces, si son millones y millones en todo el planeta… si es una de las profesiones más saturadas? ¿Dónde andan, en qué sueño mercenario anidan sus ansias de corrupción, de degeneración del Derecho y del asesinato de la Justicia? ¿Dónde andan que no están todos defendiendo a la humanidad contra las tropelías de los creadores de esta crisis monstruosa y avasallante que nos ahoga a estas horas? ¿Dónde?
La Revolución no se detiene en las puertas de las fábricas ni en las puertas de las cortes. Al panorama anárquico de la teoría y la práctica jurídica le hace falta, urgente, una Revolución en sintonía con las mejores luchas socialistas de la humanidad, le hace falta Justicia, Justicia Social, le hace falta intervención directa de las fuerzas sociales revolucionarias para romper el cerco prebendarlo que tiene secuestradas las leyes y sus códigos, los trabajadores honestos de la jurisprudencia, los pueblos, todos, victimados por las injusticias más atroces y más impunes. Nos hace falta sacudirnos la palabrería hipócrita que se regodea usando la palabra Justicia sólo para traicionarla en la práctica. Nos hace falta un programa revolucionario de los abogados que no se entregan a los banqueros, los terratenientes ni las burocracias. Ignorar la miseria y la barbarie es «abandono de personas». El servilismo a los explotadores es un delito.