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Dos años después (XII)

Francisco Fernández Buey: estudiante antifranquista y comunista democrático, profesor universitario, maestro de ciudadanos y ciudadanas

Fuentes: Rebelión

Para Santiago Álvarez Cantalapiedra, con quien presentó Papeles en Barcelona. La historiografía seria sobre lo que representó el SDEUB, apunta FFB a continuación, ha discutido a menudo sobre el orden de importancia de los factores que influyeron en su nacimiento y desarrollo: el papel del PSUC y de otros partidos políticos de oposición, el carácter […]

Para Santiago Álvarez Cantalapiedra, con quien presentó Papeles en Barcelona.

La historiografía seria sobre lo que representó el SDEUB, apunta FFB a continuación, ha discutido a menudo sobre el orden de importancia de los factores que influyeron en su nacimiento y desarrollo: el papel del PSUC y de otros partidos políticos de oposición, el carácter más o menos espontáneo de las reivindicaciones de los estudiantes universitarios, etc. Para él ese orden sería el siguiente:

«1º la voluntad democrática de la mayoría de los estudiantes de entonces; 2º la práctica realmente democrática de estudiantes y delegados; y 3º el espíritu de sacrificio de una minoría de estudiantes y profesores universitarios comunistas. Invertir este orden sería dar una importancia excesiva en los hechos a los estudiantes que entonces nos considerábamos comunistas, cuyo número pudo oscilar, en la Universidad de Barcelona, entre 50 (al principio del proceso) y 200 (en el mejor momento: entre el otoño del 66 y la primavera del 67).»

Otra cuestión habitualmente discutida por la literatura historiográfica era el orden de motivos que llevaron a la desaparición del SDEUB, durante el curso 1968-1969, cuando, paradójicamente, comenta FFB, «los sindicatos libres de estudiantes estaban creciendo y desarrollándose en otros distritos universitarios». En su opinión

«La causa principal de la desaparición del SDEUB fue la represión ejercida por la Dictadura de Franco contra estudiantes, profesores e intelectuales demócratas de diferentes tendencias y orientaciones desde abril del 67 en adelante.»

No tenía ninguna duda sobre ello. La represión fue dura, permanente y general.

«En una u otra forma (expulsiones de la universidad, expedientes académicos, detenciones, encarcelamientos, multas, retirada de pasaportes, liquidación de prórrogas para el servicio militar obligatorio, etc.), la represión afectó en Barcelona a todos los delegados y subdelegados de facultad y escuela del 66, a la mayoría de los delegados y subdelegados del 65, a un número significativo de estudiantes activos en las distintas facultades y escuelas (representantes por cursos), a todos los profesores que asistieron a la asamblea constituyente en el convento de capuchinos de Sarriá, a varios de los profesores que se solidarizaron con ellos y con los estudiantes sin haber estado en la asamblea de capuchinos y un número indeterminado de estudiantes universitarios fichados como comunistas por la brigada político-social.

FFB calculaba que aproximadamente unas quinientas personas, un número entonces muy elevado, habían sufrido los efectos de la represión franquista entre 1966 y 1968.

«Y esta es una cifra muy considerable para la universidad de entonces, difícilmente soportable, cuando se trata mayormente de dirigentes, para una organización en condiciones de legalidad; insoportable para una organización ilegal, condenada a la semiclandestinidad.»

En todo caso, como solía ocurrir con todos los movimientos sociales, ni el nacimiento ni la muerte del SDEUB se podían explicar desde luego por una sola causa.

«Siempre hay más cosas, aunque sólo sea por ese hecho tan conocido de que la represión ejercida desde el poder tiene por objeto dividir a la oposición, a los críticos. También la división entre los estudiantes anti-franquistas barceloneses contó en este caso, desde luego. La unidad en un movimiento social se hace siempre de diversidades escrupulosamente toleradas. Nunca hay unidad en el sentido de unanimidad de criterio en un movimiento social. Eso sería un cementerio y el SDEUB fue, mientras existió, un organismo muy vivo. En ese sentido tampoco podía haber unanimidad en el SDEUB.»

La mayoría de los estudiantes de entonces no aspiraban a la comunión de los santos: «sólo a unir fuerzas (lo que en aquellas condiciones ya era cosa difícil) en favor de una universidad y una sociedad democráticas en la que se superaran las barreras de todo tipo (autoritarias y clasistas) entonces existentes.»

Diferencias de criterio las hubo desde siempre, ya en la fase de constitución e inmediatamente después de la constitución del SDEUB. Normal, razonable. Estas diferencias, recuerda FFB, tenían que ver con la interpretación de la palabra «democracia» aplicada a la universidad y a la sociedad del futuro a la que se aspiraba.

«Y también con la radicalidad de la crítica a la universidad entonces realmente existente. De la acentuación de esas diferencias salió ya, con los meses, un cierto alejamiento entre lo que empezaría a llamarse «la vanguardia» y el resto de los estudiantes universitarios voluntariamente activos en el SDEUB. Las diferencias de criterio crecieron aún más ante dos cuestiones que entonces eran fundamentales para una organización estudiantil que «sindicalizaba», por así decirlo, los problemas políticos: cómo hacer frente a la represión en curso y cómo vincularse a la otra fuerza social anti-franquista organizada en aquel momento: el movimiento obrero.»

Las diferencias de criterio sobre estas dos cuestiones se pusieron de manifiesto, en el interior del SDEUB, en el otoño de 1966, con la mayoría de los delegados del curso anterior expedientados.

«Todavía hubo una tregua, en favor de la unidad, cuando, en esas circunstancias, al iniciarse el curso 1966-1967, el régimen franquista intentó imponer las APE (Asociaciones Profesionales de Estudiantes) en sustitución del SEU y para frenar el avance de los sindicatos democráticos de estudiantes. Pero las diferencias estallaron definitivamente, durante la primavera de 1967, con la división de la organización estudiantil del PSUC. Para describir y valorar qué ocurrió entonces habría que consultar los papeles que han quedado de aquella escisión.»

Su personal memoria (siempre por él controlada) le decía, en cualquier caso, que a partir de ese momento lo que había pasado a primer plano no fue ya el asunto de la autoorganización democrática de los estudiantes universitarios sino otros temas más generales y más directamente político-sociales:

«[…] el vínculo próximo con el movimiento obrero organizado, desde luego, pero también y sobre todo las distintas maneras de entender la división entonces existente en el movimiento comunista internacional (el conflicto chino-soviético), el tema de la violencia revolucionaria y el después de Franco qué en España.»

Hasta aquí el primer capítulo. «La insólita experiencia de un sindicato democrático estudiantil bajo el fascismo» es el segundo apartado del libro dedicado al SDEUB. Se inicia con estas palabras:

«Es muy probable que las acciones de los estudiantes de la Universidad de Barcelona en 1966, de los estudiantes de Madrid en 1967 y de los estudiantes de la mayoría de las universidades españolas en 1968 queden en cierto modo como una prueba a contrario de que no es obligado dar la razón a los veteranos del fatalismo o de la manipulación de masas cuando afirman que éstas, puestas a elegir entre dos caminos o dos objetivos, se inclinan siempre por la vía de más rápido tránsito y por el objetivo de menor contenido revolucionario. Al menos en momentos de entusiasmo colectivo, y esos años lo fueron, la profecía pesimista no se suele cumplir.

No hace falta ser popperiano, FFB nunca lo fue aunque conociera bien el pensamiento político y epistemológico de Sir Karl, como diría Kuhn, para ver en ello una refutación en toda regla.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de los autores mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes