Si algo abunda en la prensa mundial es la palabra crisis, pero con tanta confusión que cada quien dice de ella lo que le conviene. Una confusión interesada por eso de a río revuelto ganancia de pescadores. Pero si miramos el problema bajo la luz del marxismo, la cosa aparece muy clara: el capitalismo se […]
Si algo abunda en la prensa mundial es la palabra crisis, pero con tanta confusión que cada quien dice de ella lo que le conviene. Una confusión interesada por eso de a río revuelto ganancia de pescadores. Pero si miramos el problema bajo la luz del marxismo, la cosa aparece muy clara: el capitalismo se encamina hacia una de sus crisis sistémicas, estructurales, que abarcan a la totalidad de sus partes aunque estas mantengan ritmos propios pero siempre sujetos a la totalidad en su conjunto. Sin precisar mucho tenemos: la crisis de finales de los ’60 y comienzos de los ’70 del siglo XX; la crisis de finales de los ’20 y los ’30 del siglo XX, y la crisis de los ’70 del siglo XIX. Además de estas grandes turbulencias ha habido decenas de crisis más pequeñas, locales y regionales, industriales, financieras, de ciclo corto, o sea de entre 7 ó 10 años, etc. Pero en las crisis sistémicas como la que puede dispararse en poco tiempo existen características comunes y constantes, un hilo rojo que las recorre a todas y que las identifica, aunque en cada una de ellas varíen los detonantes, las chispas específicas que han prendido fuego al sistema.
Antes de seguir hay que partir de un punto decisivo: en toda crisis, sean grandes, medianas o pequeñas, siempre está presente la lucha de clases actuando desde dentro como un componente básico, nunca está fuera o es secundaria. Dicho esto, podemos discernir cuatro características esenciales del capitalismo que terminan confluyendo y generando la crisis global: una es la tendencia a la baja de la tasa media de beneficio; otra es la tendencia a la sobreproducción excedentaria; otras es la tendencia al subconsumo de las masas y otra es la tendencia a la no correspondencia de los sectores primario y secundario, en terminología marxista. Las cuatro están interrelacionadas y terminan confluyendo. Dentro de ellas las crisis financieras tienen un peso cada vez más notorio aunque lo decisivo es siempre la crisis industrial. Pues bien, en la actualidad esta confluencia interactiva va acercándose a pasos agigantados, aunque el capitalismo todavía puede sortearla pero cada vez menos.
Además, en la actualidad se han sumado problemas nuevos que serán decisivos en el futuro: la mal llamada «crisis alimentaria», el agotamiento de las energías fósiles y la catástrofe medioambiental, por ser breves. A comienzos del siglo XX, en 1915, Rosa Luxemburgo lanzó la consigna: Socialismo o Barbarie para expresar crudamente que en aquellas circunstancias la humanidad no tenía otra alternativa que hacer la revolución socialista. Ahora, casi un siglo después, las condiciones han empeorado tanto que la consigna Socialismo o Barbarie, sin perder su vigencia, no sirve la expresar la gravedad del problema al que se enfrenta la humanidad trabajadora ni tampoco la necesidad de una alternativa radical en el pleno sentido de la palabra. Por esto, ahora la consigna ha de ser: Comunismo o Caos.