Vivimos un momento decisivo de la lucha y del momento social y político del Ecuador.
Entre el día 13 de junio, cuando se declaró el paro nacional, y la medianoche del 14, Leonidas Iza, presidente de la CONAIE, fue apresado, sin que medie fórmula legal alguna, es decir, de manera arbitraria. En consecuencia – como decía un dirigente de este importante movimiento indígena- fue secuestrado políticamente.
Al interior del gobierno se impuso la línea dura, de corte fascista, en principio, con la intención de provocar, incendiar la movilización indígena y crear la necesidad del Estado de excepción y su consecuente militarización y represión.
Sin embargo, la fuerza de los acontecimientos y la movilización social, abrió el paso a la disposición del gobierno a buscar el diálogo y el consenso, al mismo tiempo que se liberaba al presidente de la CONAIE, proponía la necesidad de utilización de formas de intermediación institucional para acordar sobre los 10 puntos propuestos por la CONAIE, de manera de terminar con el paro indefinido del movimiento indígena.
Ante esto, a cinco días de paralización y movilización, cuando aún no se ha logrado disuadir el conflicto y enfrentamiento, ¿qué hacer?
En medio de la incertidumbre y tensión nacional, en primer lugar se manifiesta un escenario urgente, que busca consensuar sobre las exigencias de la CONAIE, y que el gobierno estaría en el ánimo de rectificar (como por ejemplo en el precio de los combustibles, al decir en unas declaraciones públicas del ministro de Gobierno).
O en segundo lugar, el otro escenario, que deja sin resolución las demandas, y que busca agotar la acción indígena, abriendo el camino de la represión o coacción. Antonio Gramsci al caracterizar el dominio solía decir: “hegemonía acorazada de coacción”; pero que en las circunstancias del Gobierno de Lasso, que muestra la incapacidad política y hegemónica, como la perdida de legitimidad; y que ante este vacío crítico se deslizan sectores gubernamentales, los más duros, que se inclinan por la simple y absurda coacción o represión al movimiento social movilizado en línea de corte fascista.
Sin duda, la necesidad de tregua, en las condiciones de la quinta jornada de movilización, requiere del diálogo (no para dilatar como pretendería el gobierno) y la fuerza vigente movilizada, así como la intermediación de importantes instituciones y la Asamblea Nacional.
Para aquellos que nos identificamos con la necesidad de la autonomía, de la construcción de la fuerza desde abajo, vale decir, desde la necesidad de conformar la contra-hegemonía social y política, se requiere, en las actuales circunstancias, consensuar, dialogar y acordar determinados puntos de la demanda indígena, aquéllos fundamentales, para exigir con la fuerza movilizada la rectificación del gobierno más allá de la postura neoliberal, avanzar con los sectores sociales a una perspectiva gubernamental distinta a la actual.
Vivimos, entonces, un momento decisivo de la lucha y del momento social y político del Ecuador, así como de la representación general histórica, en que se han reconocido diversidad de sectores subalternos, sociales y sindicales, y de género, que tienen en el dirigente Leonidas Iza, atacado y judicializado por el gobierno, una importante expresión. Saber combinar el acuerdo y la exigencia de rectificación, como la fuerza movilizada, en las condiciones actuales, puede representar una conducta política de unidad, en la diversidad, certera en perspectiva futura.
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