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La nueva lectura de Marx de Michael Heinrich (XVII)

Funciones del dinero, mercancía dineraria y sistema monetario moderno

Fuentes: Rebelión

-¿Por qué haces siempre así?- le preguntó un sora a un obrero que tenía el oficio de aceitar grúas. -Es para levantar la cangalla. -¿Y para qué levantas la cangalla? -Para limpiar la veta y dejar libre el metal. -¿Y qué vas a hacer con el metal? -¿A ti no te gusta tener dinero? ¡Qué […]


-¿Por qué haces siempre así?- le preguntó un sora a un obrero que tenía el oficio de aceitar grúas.

-Es para levantar la cangalla.

-¿Y para qué levantas la cangalla?

-Para limpiar la veta y dejar libre el metal.

-¿Y qué vas a hacer con el metal?

-¿A ti no te gusta tener dinero? ¡Qué indio tan bruto!

El sora vio sonreír al obrero y él también sonrió maquinalmente, sin motivo. Le siguió observando todo el día y durante muchos días más, tentado de ver en qué paraba esta maniobra de aceitar grúas. Y otro día, el sora volvió a preguntar al obrero, por cuyas sienes corría el sudor.

-¿Ya tienes dinero? ¿Qué es dinero?

El obrero respondió paternalmente, haciendo sonar los bolsillos de su blusa:

-Esto es dinero. Fíjate. Esto es dinero. ¿Lo oyes?

Dijo el obrero esto y sacó a enseñarle varias monedas de níquel. El sora las vio, como una criatura que no acaba de entender una cosa:

-¿Y qué haces con el dinero?

-Se compra lo que se quiere. ¡Qué bruto eres, muchacho!

Volvió el obrero a reírse. El sora se alejó saltando y silbando.

César Vallejo, El tungsteno

La referencia completa de la cita: César Vallejo, El tungsteno, Montesinos, Barcelona, 2012, página 10. Una buena lectura.

Es esta una entrega un poco más extensa. Con disculpas y con propósito de enmienda.

Si quieren ampliar su información sobre los asuntos que tratamos en estas últimas entregas: Michael Heinrich, ¿Cómo leer El Capital? Indicaciones de lectura y comentario del comiendo de El Capital, Madrid, Guillermo Escolar, 2018 (traducción de César Ruiz Sanjuan). Secciones: 1. Capítulo segundo: «El proceso de intercambio (pp. 103-113)», pp. 219-242. 2. Apéndice 1: «Los escritos de la economía de Marx», pp. 243-258. Les doy más referencias en las próximas entregas.

He incluido al final dos notas: una sobre este mismo resumen de un atento lector: Manuel Martínez Llaneza [2] y otra, sobre el resumen anterior, de un lector no menos atento: Joaquín Miras [3].

Seguimos en el capítulo III -«Valor, trabajo y dinero»- del libro de MH. Ocho apartados en total, en el séptimo de ellos: «Funciones del dinero, mercancía dineraria y sistema monetario moderno», pp. 100-107.

Marx distingue tres funciones básicas del dinero señala MH. Resultan de la circulación simple de las mercancías y el dinero. Si se considera el proceso global de producción y la reproducción capitalista, se añaden aún otras funciones del dinero (MH remite al capítulo VIII de su libro: «Interés, crédito y ‘capital ficticio»).

La primera función: consiste en ser medida universal del valor para todas las mercancías. El valor de una mercancía, de cualquier mercancía, se expresa como una determinada cantidad de dinero.

Las mercancías, nos recuerda MH, son valores como «cristalización» de la sustancia común a ellas: trabajo abstracto. No es pues el dinero el que hace comparables a las mercancías sino esta referencia al trabajo abstracto. El autor lo ilustra con una cita de Marx:

El dinero, como medida del valor, es la forma de manifestación necesaria de la medida inmanente del valor de las mercancías: el tiempo de trabajo.

Con ello se plantea inmediatamente la pregunta de por qué el valor no puede medirse igualmente en tiempo de trabajo, o mejor dicho, comenta MH, por qué el dinero no representa inmediatamente el tiempo de trabajo.

Marx aborda brevemente esta pregunta en una nota a pie de página de EC y remite a su obra Contribución a la crítica de la economía política.

El paso de la Contribución que destaca MH es el siguiente:

Las mercancías son, de manera inmediata, productos de trabajo privados aislados e independientes entre sí, que a través de su enajenación en el proceso de intercambio privado se tienen que confirmar como trabajo social general, esto es, el trabajo, sobre la base de la producción de mercancías, solo llega a ser trabajo social a través de la enajenación universal de los trabajos individuales.

Lo que se puede medir con el reloj es solo el trabajo privado gastado antes del cambio. Como hemos visto en la sección dedicada al trabajo abstracto, solo en el cambio se puede comprobar cuanto de este trabajo gastado fue realmente generador del valor (y vale por ello como parte integrante del tiempo social del trabajo).

El tiempo de trabajo generador de valor (o la cantidad de trabajo abstracto) no se puede medir antes, sino solo en el cambio, y si los valores de todas las mercancías deben ser referidos unidos a otros, entonces esta mediación solo puede efectuarse por medio del dinero.

De ahí que Marx pueda hablar del dinero como la forma de manifestación «necesaria» de la media inmanente del valor, el tiempo de trabajo: «el tiempo de trabajo generador de valor no se puede medir de ningún otro modo que no sea por medio del dinero»

[En nota a pie de página MH señala: «Por eso en la Contribución también se designa el dinero como la «forma de existencia inmediata» del trabajo abstracto].

La expresión del valor de una mercancía en dinero es su precio. Para indicar el precio de una mercancía, señala nuestro autor, debe estar claro qué desempeña la función del dinero (oro, billetes, plata, etc) pero el dinero no tiene que estar realmente presente (junto a la mercancía). El dinero sirve aquí como dinero figurado o ideal.

Así, pues, la magnitud del valor de la mercancía se expresa en el precio: es la única posibilidad para poder expresar la magnitud del valor. Si se transforma la magnitud de valor de la mercancía, si el trabajo gastado individualmente se encuentra en una nueva relación con el trabajo social global, se transforma también el precio de esta mercancía. Sin embargo, advierte MH, lo contrario no es válido: ni cada precio es expresión de una magnitud de valor, ni cada transformación del precio indica una transformación de la magnitud del valor.

También pueden tener precio cosas sin valor, cosas que no son producto del trabajo abstracto: estados de cosas irrelevantes (títulos nobiliarios por ejemplo) o absolutamente relevantes (el precio de una opción sobre acciones, el precio por el derecho a realizar una compra de acciones bajo condiciones garantizadas).

El cambio de precio de una mercancía individual puede indicar un cambio en la magnitud de su valor, pero también, señala MH, puede indicar simplemente un cambio de circunstancias: favorables o desfavorables (los desplazamientos momentáneos de la oferta y la demanda) bajo los que puede venderse temporalmente la mercancía.

El cambio simultáneo del precio de todas las mercancías, el cambio del nivel de precios, no indica en general un cambio de todas las magnitudes de valor sino un cambio de valor del dinero: la disminución del valor del dinero repercute en una subida general de los precios (inflación) y el aumento del valor del dinero en una bajada general del precio (deflación).

En lo sucesivo, señala MH, se supone que los mercancías se intercambia generalmente a su valor. Los precios de las mercancías serán, pues, la expresión adecuada de los valores. Prescindirá de las fluctuaciones monetarias.

Sin embargo, comenta MH, en el capítulo VII.II («Beneficio mutuo y precio de producción») se verá que bajo condiciones capitalistas normales «las mercancías no se intercambian a sus valores, es decir, que los precios normales no son simplemente la expresión de las magnitudes de valor de las mercancías». Asunto pendiente.

La segunda función del dinero es la de ser medio de circulación que actúa de intermediario en el intercambio efectivo de las mercancías.

Presentemos un resumen:

1. En el proceso de intercambio, el poseedor de la mercancía A -un tejedor de tela-, que no es valor de uso para él, quiere transformarla en la mercancía B (una silla por ejemplo), en cuyo valor de uso está interesado.

2. Vende la tela por 20 euros y compra una silla a continuación también por 20 euros. Marx designa este proceso como «metamorfosis de la mercancía» [1]. Su contenido: la sustitución de un valor de uso por otro.

2.1. Marx habla también aquí de cambio social de materia.

3. El resultado es el mismo que en el intercambio simple de productos: la tela por la silla.

4. Empero, remarca MH, la forma del proceso es completamente distinta y precisamente esa diferencia de forma es lo que importa.

5. La metamorfosis de la mercancía está mediada -a diferencia del intercambio de productos- por dinero. El proceso tiene la forma: M-D-M’, mercancía-dinero-mercancía. En nuestro caso, el caso del tejedor: tela-dinero- silla.

6. Lo que para el tejedor es el primer paso del proceso (M-D), transformación de la mercancía en dinero, es para el poseedor del dinero que compra la tela, la conclusión de la metamorfosis de su mercancía inicial.

7. De este modo, el comprador de a silla representa para el tejedor la conclusión de la metamorfosis de la mercancía. Para el carpintero, que vende la silla, este acto es el comienzo de la metamorfosis de la mercancía.

8. Estas metamorfosis de mercancías están entrelazadas y no acaban nunca: en su totalidad constituyen la circulación de las mercancías.

9. El intercambio de productos (valor de uso por valor de uso) es solo un asunto bilateral que se acaba definitivamente con la realización del intercambio.

10. La circulación de mercancías y el intercambio de productos son, por tanto, esencialmente distintos.

11. El que en la circulación de mercancías (a diferencia del mero intercambio de productos) tenga lugar la conexión de los actos individuales a través del dinero significa que con la intervención del dinero se da también la posibilidad de una interrupción de esta conexión: si el tejedor vende su tela, pero no compra nada, y conserva su dinero, no sólo se interrumpe con ello la metamorfosis de su propia mercancía, la tela, sino también la metamorfosis de las mercancías ajenas (la silla en nuestro ejemplo).

12. Consiguiente, como la mediación del metabolismo social a través del dinero se da también la posibilidad de su interrupción. Y con ello de la crisis.

13. Pero, señala nuestro autor, para que de la mera posibilidad de la crisis se pase a una crisis real tienen que sobrevenir toda una serie de circunstancias adicionales. MH remite al capítulo IX de libro. Su título: «La crisis», por supuesto (asuno también pendiente).

14. La metamorfosis de la mercancía, M-D-M, comienza con una mercancía y termina con una mercancía del mismo valor pero con otro valor de uso. La mercancía parte del poseedor de mercancías y vuelve a él con otra forma. Describe un ciclo (por decirlo de algún modo).

15. El dinero, que actúa como mediación, no describe él mismo ningún ciclo sino una circulación: en el primer acto, M-D, el poseedor de mercancías recibe dinero pero solo («en una circulación de mercancías que transcurre con normalidad» señala MH), para gastarlo de nuevo inmediatamente y realizar el segundo acto, el final: D-M.

16. En su función como medio de circulación, el dinero permanece siempre en esta esfera.

17. Pero ya que los poseedores de mercancías solo han tenido en cuenta las mercancías que pueden comprar con la ayuda del dinero, «para la circulación basta simplemente el dinero simbólico, y como meto medio de circulación el dinero puede ser sustituido por «signos de valor» que carecen ellos mismos de valor». Trozos de papel por ejemplo.

En su tercera función, el dinero actúa como valor real. Como medida del valor, nos recuerda MH, el dinero no tenía que estar presente realmente, bastaba como dinero ideal. Como medio de circulación, lo acabamos de ver, el dinero tenía que estar presente realmente pero bastaba como dinero simbólico. Solo como unidad de medida del valor y medio de circulación el dinero es dinero real, forma autónoma del valor, lo que encierra, señala MH, toda una serie de determinaciones nuevas.

Mientras que las mercancías individuales representan en su existencia material un determinado valor de uso y su valor (la riqueza abstracta) solo puede estar figurado en ellas, el dinero real es «la existencia material de la riqueza abstracta».

Lo que hace las veces de dinero actúa en su existencia material inmediata como cosa de valor. Como tal cosa de valor puede cambiarse en todo momento por cualquier mercancía, transformarse en cualquier valor de uso. El dinero real es, por tanto (MH cita un pasaje de Marx) «el representante material de la riqueza material».

El dinero real, el dinero como forma autónoma de valor, tiene funciones totalmente determinadas: funciona como tesoro, como medio de pago y como dinero mundial.

1. Como tesoro, el dinero se retira de la circulación. No hace de mediación sino que existe como forma autónoma de valor. Para atesorar, se vende una mercancía sin que tenga lugar a continuación una compra. El fin de la venta es retener el dinero como forma autónoma de valor. Para no tener que esperar a hacer sus compras hasta que esté vendida la mercancía, también para prevenir el fracaso de la venta, «todo productor de mercancías precisa de un mayor o menor atesoramiento».

2. El dinero como forma aut´noma de valor funciona como medio de pago. Si en la compra de una mercancía no se paga inmediatamente sino después, «entonces el comprador se convierte en deudor y el vendedor en acreedor». El dinero no actúa como medio de circulación que hace de mediación en una compra sino como medio de pago que salda la compra que ya ha tenido lugar.

(Entre paréntesis señala MH: la expresión «medio de pago» solo es utilizada en este sentido por Marx; en el uso común, así como en el de la -digamos- ciencia económica, se designa como medio de pago el dinero que sirve para pagar una compra tanto si se paga en el acto como si se hace con posterioridad).

Si se emplea el dinero como medio de circulación, el poseedor de mercancías primero ha vendido (acto M-D). A continuación compra (D-M). En el empleo del dinero como medio de pago se invierte el orden: el poseedor de mercancía compra primero y luego vende, para obtener dinero y cumplir con su obligación de pago. Luego por tanto, conseguir dinero como forma autónoma de valor se convierte ahora en el fin de la venta.

3. Por último el dinero actúa como dinero mundial en el mercado mundial. Aquí puede se utilizado de nuevo como medio de circulación para mediar una compra, como medio de pago para saldarla o como «materialización social absoluta» de la riqueza si no se trata de compra o de pago, sino de transferencia de riqueza de un país a otro (por ejemplo, el ejemplo es de MH, después de una guerra).

Marx parte en EC, prosigue MH, de que el dinero siempre tiene que estar vinculado a una determinada mercancía. En su época, el oro representaba ese papel de mercancía dineraria. En aquella época, apenas circulaban ya monedas de oro en la práctica del comercio. Los importes pequeños se pagaban en monedas de plata o cobre; los importes grandes en billetes de banco. Estos billetes eran emitidos, inicialmente por bancos particulares, que se comprometían a canjear el billete por un desembolso en oro.

Después, los billetes de banco solo fueron emitidos por un banco emisor estatal que se comprometía igualmente al reembolso. Por lo general, los bancos emisores de los distintos países no podían emitir tantos billetes como quisieran: los importes debían estar cubiertos en un determinado porcentaje por las reservas de oro del banco emisor. Ciertamente, apenas circulaba ya oro pero el papel moneda circulantes era solo el represente del oro.

Al final de la II Guerra Mundial, nos recuerda MH, se acordó en Bretton Woods un sistema monetario internacional que seguía basándose en el oro como mercancía monetaria: 1. El oro solo cubría el dólar americano: 35 dólares correspondían a una onza de oro. 2. Las demás monedas debían estar en relación fija de cambio con el dólar. 3. La obligación de reembolso del dólar en oro no estaba en vigor para las personas privadas sino solamente para los bancos centrales estatales. 4. Desde finales de la década de los sesenta del siglo XX, era evidente que había unas cantidades de dólares en circulación sobre los que la obligación de reembolso era ficticia. 5. A comienzos de la década de 1970, la obligación de reembolso se suprimió también formalmente. 6. También los tipos fijos de cambio de las monedas.

Desde ese momento, señala el filósofo alemán, no hay ninguna mercancía que mundial o internacionalmente actúe como moneda dineraria. Ahora funciona como dinero el papel moneda emitido por los bancos centrales estatales. No hay nada más por lo que se pueda canjear este papel moneda. Se puede comprar oro pero ese oro es ahora una mercancía como la plata o el hierro.

No actúa ni jurídica ni fácticamente como mercancía dineraria.

Ciertamente, admite el autor, Marx no podía imaginarse un sistema monetario capitalista sin mercancía dineraria. Empero, esto no se deriva en absoluto, en su opinión, de su análisis de la mercancía y el dinero. En el marco del análisis dde la forma de valor, Marx había desarrollado las determinaciones formales del equivalente general. El análisis del proceso de intercambio dio como resultado que los poseedores de mercancías tenían que referir sus mercancías a un equivalente general. Pero el hecho de que este equivalente general tuviera que ser necesariamente una mercancía no es algo que Marx haya demostrado sino que lo supuso. Lo que sirve como equivalente general, se trate de un mercancía o meramente de papel moneda, no puede determinarse a nivel de circulación simple.

MH nos remite en este punto a su obra sobre el valor no traducida al castellano (pero sí al portugués): Die Wissenschaft vom Wert. Die Marxische Kritik der politischen Ökonomie zwischen wissenschaftlicher Revolution und klassischer Tradition [La ciencia del valor. La crítica marxiana de la economía política entre la revolución científica y la tradición clásica] , pp. 233 y ss.

Cuando examinemos el sistema de crédito capitalista (lo hará en el capítulo VIII.II del libro), señala finalmente MH, se pondrá de manifiesto que la existencia de una mercancía dinero es simplemente una situación histórica transitoria, por lo que no corresponde al «modo de producción capitalista en su media ideal», que es, insiste MH, lo que Marx quería analizar (nos ha hablado de ello en el capítulo II.I, en la entrega 8ª de esta serie).

Ya es suficiente por hoy.

Vayamos al último apartado de este capítulo, un apartado importante: «El «secreto» del fetichismo de la mercancía y el dinero». Los iremos viendo poco a poco.

Notas:

(1) En un artículo de Manuel Sacristán de 1978 ya citado -«El trabajo científico de Marx y su noción de ciencia», comentaba sobre esta expresión el autor de Sobre Marx y marxismo:

Seguramente hemos repasado suficientes aspectos de la mala influencia del hegelismo en la filosofía de la ciencia de Marx (tras haber considerado las influencias buenas) para arriesgar un balance. Un balance favorable, porque la oscuridad, las confusiones lógicas, la discrepancia entre el trabajo científico y la visión ideológica del mismo, todas esas malas consecuencias de la dialéctica hegeliana tienen una transcendencia mucho menor de lo que puede parecer y, lo que es más importante, las malas consecuencias filosóficas o metodológicas resultan muchas veces eliminables sin pérdida del trabajo científico material. Por ejemplo: el uso hegeliano de la metáfora, tan intenso en la obra de Marx. La violenta metáfora del libro I de El Capital «metamorfosis de las mercancías», lo expresado por Marx con la fórmula M-D-M (mercancía-dinero-mercancía), la cual no se refiere, como es obvio, a ningún cambio físico de las mercancías, es una expresión confusionariamente hegeliana. Es evidente que la metamorfosis no lo es de la mercancía, sino del valor (y eso por quedarnos dentro del entomológico o místico léxico hegeliano de Marx):

Si consideramos ahora la metamorfosis completa de una mercancía, por ejemplo, del lienzo, vemos, por de pronto, que consta de dos movimientos contrapuestos y complementarios, M-D y D-M.

Es claro que sería más sensato decir «movimiento del valor» que «movimientos» de la mercancía, porque del primero no parece tan absurdo decir que unas veces es lienzo y otras es dinero, mientras que decir del lienzo que unas veces es dinero y otras lienzo no resulta nada conveniente. Este modo de decir de Marx incurre en una vicio típico de Hegel (querido por este como virtud): la abstracción insuficiente, la abstracción de confusos, de varios conceptos presentados como uno solo, confundidos en uno solo, abstracción imprecisa que es una técnica de la arbitrariedad de la derivación por «desarrollo» y hace de esta un gran truco que no es necesario aprender. En el ejemplo aducido la arbitrariedad consiste en sostener que la mercancía en cuestión, el lienzo, vuelve al vendedor, al tejedor. Pero toda esa mala abstracción hegelizante está encubriendo retóricamente una abstracción correcta, con el concepto de valor, como queda explícito pocas páginas más adelante:

El cambio de forma en el cual se consuma el metabolismo de los productos del trabajo, M-D-M, condiciona el que un mismo valor constituya, como mercancía, el punto de partida del proceso, y vuelva al mismo punto de partida también como mercancía. Por eso es un circuito el movimiento de las mercancías.

Y todavía más explícitamente en el libro II:

En sí mismos y por sí mismos, son M-D y D-M meras traducciones del valor dado de una forma a otra.

(2) La nota (sobre este resumen) de Manuel Martínez Llaneza:

No tengo nada que añadir a lo dicho anteriormente, que es mi desacuerdo con la identificación entre valor y precio que ahora hace descaradamente, al tiempo que elude la discusión sobre expresión del valor en tiempo. Desde luego, si parte de que «La expresión del valor de una mercancía en dinero es su precio», sobra todo lo dicho anteriormente sobre trabajo abstracto, simple y socialmente necesario, Marx se podría haber ahorrado mucho trabajo en explicarlo y MH toda la metamorfosis anterior.

Con las funciones del dinero, lo único que me extraña es que no hable de función del dinero como capital. No sé si eso lo oculta bajo la denominación ‘valor real’ que no dice lo que es, aunque se parece más al atesoramiento, es decir, valor = riqueza. Pero, ni personal ni económicamente es lo mismo.

Ya veremos adónde nos lleva, aunque me voy haciendo cierta idea.

Un fuerte abrazo.

(3) La nota (sobre el resumen anterior) de Joaquín Miras:

Es muy importante lo que señala Heinrich: solo se denomina valor a algo que solo existe en el mundo de la mercancía. Solo el mundo de la mercancía permite que se relacionen determinadas cosas como valores. Seguimos en una teoría sistémica relacional, donde no existe, sin embargo, un fundamento -Grund- exterior que preexista al mundo de la mercancía, la cual, sistémicamente solo surge cuando aparece el equivalente general denominado dinero, medida, pago, cambio de valor. Una sistemicidad que no deja que exista un fundamento o sustancia externa que sea causa externa de esta realidad. Sea una sustancia preexistente denominada trabajo o sea las preferencias utilitarias de los marginalistas, que remiten todo a la psicología exterior. El trabajo, o si se prefiere, la fuerza de trabajo, que Marx considera realidad ontológica, o sea, abstracción, pero no abstracción intelectual -veo un artesano carpintero de Rivera, veo un campesino, veo un tejedor, e invento por abstracción intelectual la noción de algo común a todos ellos, y en vez de denominarlo, por ejemplo, metabolismo con la naturaleza, lo denomino «Trabajo», noción mental abstracta- sino abstracción real, gelatina de trabajo. Eso solo surge cuando todo es mercancía y esa actividad abstracta es generada por ser mercancía. Para lo que se exige la sistemicidad: que los elementos que permiten el sustento y reproducción de la familia trabajadora sea mercancía todo ello, se encuentre en el mercado, sin lo cual el trabajador deberá retirarse del mercado laboral para sembrar sus patatas, cocer su pan, hilar su ropa, o simplemente morirse de hambre, dado que su mercancía no obtiene contrapartidas de sustento. Eso es lo que permite que aparezca la mercancía fuerza de trabajo, y que uno pueda decidir que ya no va a ofrecerla al patrón de ayer, que era hilandero, sino al constructor o al ferroviario, que pagan más -aparece la abstracción ontológica-. Pero esto tiene otro filo: la mercancía EFE de TE vale lo que vale las mercancías que insume, su valor es ese precio: el precio de las mercancías de la «cesta de la compra». Pero esas son mercancías cuyo valor es su precio, que se construye como correlato del de todas las mercancías tanto las que son iguales -competencia, precio social, lo explica bien Marx,- como de las demás -sistemicidad- en el precio de cada una entre no solo el promedio del trabajo, sino las fluctuaciones del mercado -se produjeron menos o más de las que se compran, sube o baja, la moneda de devalúa, hay cortocircuitos en el crédito… nuevas ramas de la producción dirigen capitales a ellas…- o sea el valor de cada mercancía -lo dice Heinrich- es su precio… incluida la de la mercancía EFE de TE… Pero esto, claro, va contra la sustancialización del valor trabajo, y hacia la apreciación del trabajo como una mercancía «más».

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.