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Furtado corteja nuevamente la juventud

Fuentes: IPS

Jorge Furtado representa, como su colega de cine y televisión Guel Arraes, una marca de creatividad en el audiovisual brasileño. Por ello su tercer largometraje, en exhibición desde el pasaje de 2004 a 2005, deja la sensación de que él podría haber hecho algo mejor. «Mi tío mató a un tipo (o a un hombre)» […]

Jorge Furtado representa, como su colega de cine y televisión Guel Arraes, una marca de creatividad en el audiovisual brasileño. Por ello su tercer largometraje, en exhibición desde el pasaje de 2004 a 2005, deja la sensación de que él podría haber hecho algo mejor. «Mi tío mató a un tipo (o a un hombre)» (Meu tio matou un cara) repite su estilo narrativo y sus temas, juntando un enredo policial a la iniciación erótico-afectiva juvenil, en este caso de adolescentes.

El filme empieza con una familia de clase media, de padre e hijo negros, teniendo su tranquilidad destrozada por la llegada de Eder, el tío, hermano del marido, que informa haber asesinado a un hombre a tiros.

Su sobrino adolescente, Duca, es quien reacciona con más lucidez a la tragedia, duda de la historia contada por el tío y se mete a investigar el crimen, a la vez que trata de conquistar el amor de una compañera de escuela, Isa, enamorada de su mejor amigo.

Pero tener un tío preso, y vivir las peripecias de la solidaridad con ese «idiota» y de las investigaciones, acaban por favorecer a Duda en sus intentos por atraer la atención y finalmente el afecto de la amada.

Se trata de un filme dirigido a los jóvenes, una obsesión de Furtado, que trata con humor sus problemas, conflictos, costumbres y vocabulario de los adolescentes. La televisión, Internet y sus códigos tienen amplia participación.

Pero no hay suspenso. La víctima del asesinato no aparece, tampoco la policía ni acciones tensas. El desenlace sorprende, no por el final clásico de la ficción policial, es decir la solución del crimen, sino por la superación inesperada de los conflictos o desencuentros afectivos.

Por ello y por contener menos sorpresas creativas, «Mi tío…» no debería repetir el éxito de taquilla del filme anterior del director, «El hombre que copiaba», considerado uno de los mejores entre los exhibidos en 2003.

Pero no faltan afirmaciones de la creatividad del director de 45 años, que se hizo conocido hace 16 años con un cortometraje que es considerado una obra maestra, «Isla de las Flores», pero luego se dedicó totalmente a la televisión, para sólo confirmar su talento en el cine en los últimos años.

Una secuencia de fotos, hechas por un detective contratado por Duca, comprobarían que su tío era traicionado por la amante que lo llevó al crimen. Pero ordenadas de otra forma, indican lo contrario. Es una referencia a la importancia del montaje en el cine y otras artes visuales.

Con el recurso de la computadora, el protagonista Duca, verdadero detective de la historia, deshace las dudas, reconstruyendo el orden real por la evolución de las sombras y la presencia de un gato en distintas posiciones.

El filme consolida también la sociedad entre Furtado y Guel Arraes, que participó como coguionista y coproductor. Arraes fue uno de los grandes innovadores de la televisión en Brasil, aportando nuevos lenguajes inspirados en la juventud y un humor inusual en este medio de comunicación masiva.

Ambos pasaron a dedicarse también al cine en la segunda mitad de los años 90, cuando Brasil volvió a producir una cantidad creciente de filmes y a recuperar audiencia, después de varios años de crisis total por interrupción de financiamientos estatales.

Curiosamente Furtado, oriundo del sur de Brasil, donde es pequeña y muy discriminada la población afrodescendiente, se destaca por trabajar con actores negros. Los protagonistas masculinos de «Mi tío» son negros. Es el segundo filme que hace con Lázaro Ramos, en el papel del hombre que asume el asesinato en lugar de su amante infiel.

También Duca, el adolescente que vive conflictos entre su pasión y la lealtad al amigo, es un joven actor negro, Darlán Cunha, ya conocido por su participación en la televisión y en el filme «Ciudad de Dios», sobre la violencia en los barrios marginados de Rio de Janeiro.

Fue una producción relativamente cara en el cine brasileño, de unos 1,5 millones de dólares. El responsable por la música es nada menos que Caetano Veloso, un compositor alabado desde los años 60 y tan aficionado a esta otra forma de arte que dirigió un filme, «Cine hablado», en los años 80. ( (FIN/2005)