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Génesis e Interpretación del Fascismo, ¿Una explicación o un intento de justificación?

Fuentes: Rebelión

¿De qué sirve estar contra el fascismo -que se condena- si no se dice nada contra el capitalismo que lo origina? Bertold Brecht. ¿Cuántos movimientos conoce Ud. que puedan aparecer de la nada y tomar el control de un país sin ayuda financiera, política y social, es decir, sin apoyo alguno? Esta pregunta fue la […]

¿De qué sirve estar contra el fascismo -que se condena- si no se dice nada contra el capitalismo que lo origina?

Bertold Brecht.

¿Cuántos movimientos conoce Ud. que puedan aparecer de la nada y tomar el control de un país sin ayuda financiera, política y social, es decir, sin apoyo alguno?

Esta pregunta fue la primera que me vino a la mente después de leer el largo ensayo de Annunziata Rossi, que apareció en el número 568 de La Jornada Semanal, domingo 22 de enero de 2006, «Génesis e Interpretación del Fascismo» (http://www.rebelion.org/noticia.php?id=25876). La pregunta se vio motivada sobre todo por su desprecio, sin citar fuentes, a una de las tres interpretaciones en las que ella divide los estudios que sobre el fascismo y sus orígenes se han llevado a cabo en Europa y que califica de marxista simplista y más aún por su, desde mi punto de vista, exoneración de las responsabilidades de los grupos empresariales en el auge y financiamiento de A. Hitler y el Partido Nazi. Después de la lectura, consideré que era necesario ver cuáles eran esas interpretaciones «marxista simplista» y recordar cuales fueron las responsabilidades de el gran capitalismo alemán, y no sólo de él, en el surgimiento y auge del nazismo.

La autora del ensayo nos empieza diciendo, que, aunque la palabra fascismo tiene su origen en Italia, a partir del año 1922 con el triunfo del régimen de B. Mussolini, no se puede decir que el fascismo que ascendió en Alemania, y también en Rumania, Hungría y otros países en la década siguiente tuvieran muchos rasgos en común: «Por cierto, se puede hablar del fascismo en general e cuanto que presenta, en dondequiera que se haya manifestado, elementos ideológicos comunes, fundamentalmente el rechazo a la democracia parlamentaria y al comunismo soviético, así como el sometimiento de la «masa» al caudillo, pero esto no implica su homogeneidad. Muchas son, por ejemplo, las divergencias entre el fascismo italiano y el alemán debido a la diversidad entre la tradición cultural, usos y costumbres, sensibilidad y mentalidad de los dos países. Por supuesto, un estudio comparativo ayuda a conocer las peculiaridades de cada uno de ellos. Aquí me referiré sólo a los dos fascismos que, habiendo llegado al poder, tuvieron un papel protagónico determinante en la historia mundial de la primera mitad del siglo XX, es decir, el italiano y el alemán.»

Y partiendo de esto, la autora nos propone que los estudios sobre el fascismo se dividan en tres grandes rubros: «Han pasado sesenta años desde el fin de la segunda guerra mundial y de la derrota del fascismo histórico y en los innumerables escritos que sobre él se han publicado sobresalen principalmente tres líneas de interpretación que resumimos a grandes rasgos. La primera, que limita el fascismo al decenio entre las dos guerras mundiales, lo considera un «paréntesis» sin ninguna vinculación con el pasado de Italia y Alemania; es decir, el fascismo como un fenómeno pasajero, contingente (que, sin embargó, duró veinte años en Italia y doce en Alemania), como una enfermedad que ataca de repente a un cuerpo sano y robusto. La segunda interpretación, a la que me adhiero y en la que me detendré, refuta la primera y sostiene que el génesis del fascismo hay que buscarlo hay que buscarlo en la realidad histórica de estos dos países; o sea, el fascismo como resultado de un pasado en el que estaban ya presentes los gérmenes patógenos que explotarían en la primera postguerra mundial. La tercera interpretación, la marxista (a la que no se adhirió un filósofo marxista refinado com Georg Lukács), atribuye de manera muy simplista, el triunfo del fascismo al capitalismo que lo habría financiado.»

Aceptemos estos tres puntos de partida de la autora.

¿Por qué es simplista la posición que atribuye al capitalismo el triunfo del fascismo? ¿Por qué es más importante, por no decir determinante, la situación cultural en la que el fascismo se desarrolló pero no lo es el hecho de la participación de las grandes empresas alemanas en el ascenso del nazismo y el fascismo en general y en el rearme de los ejércitos respectivos? Tan la autora considera esto tan «simplista», tan carente de sentido y sustento, que más adelante en su artículo escribe:

«La tercera línea de interpretación del fascismo, la marxista, es, como se ha dicho, simplista, pues explica el triunfo del fascismo por la degeneración del capitalismo que lo habría financiado y por el dominio terrorista del capital para defenderse del peligro de la revolución bolchevique, que de Rusia iba propagándose de a Alemania e Italia. De hecho, el fascismo no fue, como generalmente se cree, una criatura del capitalismo. Fue un movimiento autónomo, con raíces y criterios propios no relacionados con las aspiraciones capitalistas; más aún, inicialmente ganó a las masas con una intensa campaña anticapitalista. No existe, como dice George L. Mosee, el estudioso más importante del fascismo alemán, ninguna prueba documentada de que en Alemania los industriales Krupp o Thyssen dictaran leyes a Hitler, sino al contrario. Las fuentes de financiamiento fascista fueron varias y de muy distinta procedencia. Así, por ejemplo, Il popolo d’Italia, órgano del partido fascista fundado por Benito Mussolini, fue financiado desde Francia.»

El problema de esta último párrafo es que al parecer los hechos no la sustentan. Si bien es cierto que los financiamientos de los partidos fascistas provinieron de varias fuentes, también es cierto, a despecho de lo que la autora diga, que entre los donadores del nazismo se encontraban varios los principales grupos empresariales alemanes tal como lo prueban, para empezar, las actas de los Juicios de Nuremberg. Estas actas muestran que si bien es posible que los empresarios alemanes no le dictaron a los nazis las leyes que estos impusieron, para ellos no les eran desconocidos estos propósitos e, incluso, participaron de manera entusiasta en ellos incluso antes de que los nazis pudieran llevarlas a cabo haciéndose del poder del estado. Si revisamos las actas-cuya copia en español, en documento PDF de 382 páginas, se puede encontrar en la dirección electrónica www.jagoper.com/2/holocausto/juicioshtml.htm y, en concreto, las sesiones correspondientes al Cuarto Día, Viernes 23 de Noviembre de 1945 y que tiene por encabezado:

Preparación para la guerra: Psicológica (Mayor Wallis); Rediseño de la educación, Juventudes Hitlerianas, Propaganda, Censura, Supervisión de Actividades Culturales, Militarización de las Organizaciones dominadas por los nazis (SS, SA, Juventudes Hitlerianas, etc), Económica (Sr. Dodd); Plan de Cuatro Años- objetivo: una Alemania autosuficiente, Programa secreto de Rearme- actividades de Schacht, Schacht nombrado Plenipotenciaro General para la Economía de Guerra (Ley Secreta de Defensa del 21-5-35). Sus sistemas monetarios (Plan Nuevo, Ley de Intercambios con el Extranjero, letras de cambio MEFO), Militar-política (Sr. Adelman); Observaciones introductorias al Art 6, párrafos 2(a) y 3, y al Art. 21 del Estatuto.

[Página 117]

Página 136,

podemos encontrar las pruebas que demuestran la relación entre los grandes empresarios alemanes y los nazis. Para los intereses del presente escrito, sólo abarcaremos la parte relacionada a la cuestión económica.

Después de la presentación de documentos, del análisis de pruebas con respecto a la forma en que se manipuló a la juventud alemana y se militarizaron varias organizaciones, y de la discusiones entre el Presidente del Tribunal, los fiscales estadounidenses y los abogados alemanes de los acusados, tras un receso breve, se pasa a la parte económica, y que se encuentra descrita a partir de la página 146:

CORONEL STOREY: Con la venía de Su Señoría, la siguiente cuestión a presentar es la preparación económica para la guerra de agresión. Presentada por el Sr. Dodd.

SR. THOMAS J. DODD: Con la venia del Tribunal, Sr. Presidente y Miembros del Tribunal: a la vista de las discusiones que tuvieron lugar justo antes del período de receso, considero adecuado informar al Tribunal que se ha enviado una lista de documentos a los que haré referencia al Centro de Información de los Acusados, y también se han dejado allí fotocopias de los originales esta mañana. Es mi responsabilidad en nombre del Fiscal Jefe de la Acusación de los Estados Unidos de América presentar las pruebas referentes a las alegaciones de la Acusación incluidas en la Sección XV E, página 6 en la versión inglesa de la Acusación, y en particular comenzando por el segundo párrafo de E, titulado «La Adquisición del Control Totalitario en Alemania: Control Económico y la Planificación Económica y Movilización para la Guerra de Agresión»…

Después de desarrollar los alegatos y presentar pruebas sobre las actividades de los principales acusados: Goering, von Blomberg y Schacht, el Sr. Dodd pasa a los puntos que nos interesan en esta discusión:

«… Los miembros del gobierno nazi fueron los líderes de la preparación de Alemania para la guerra. Pero disfrutaron además de la cooperación entusiasta de los industriales alemanes. (Subrayado mio).El papel jugado por los industriales en la conversión de Alemania a una economía de guerra es importante, y me referiré brevemente a este aspecto del apartado económico.

Invitados por el acusado Goering, aproximadamente unos veinticinco de los principales industriales de Alemania y el acusado Schacht, asistieron a una reunión en Berlín el 20 de febrero de 1933. Esto fue poco antes de las elecciones del 5 de marzo de 1933 en Alemania (subrayado mio, recuérdese que en esta fecha los nazis se hicieron del poder de manera parlamentaria). En esta reunión, Hitler anunció la idea de los conspiradores de hacerse del control totalitario de Alemania, destruir el sistema parlamentario, aplastar a toda oposición y restaurar el poder de la Wermacht.

Entre los presentes ese día de febrero de 1933 en Berlín estaban: Gustav Krupp, presidente de la gran firma de municiones Alfred Krupp, A.G.; cuatro directivos de I.G. Farben, una de las industrias químicas más grandes del mundo; y repito, también estaban el acusado Schacht, Albert Vogler, el presidente del gran grupo de acero, Acerías Unidas de Alemania, también estaba presente, así como otros industriales importantes.

Para demostrar las afirmaciones hechas en esa reunión en aquel momento y lugar, remito a Su Señoría la documento EC-439, declaración de George von Schnitzler, que dice lo siguiente:

Yo, George von Schnitzler, miembro del Vorstand de I.G. Farben, hago la siguiente declaración bajo juramento:

«A finales de febrero de 1933 la oficina del presidente del Reichstag nos pidió a cuatro miembros del Vorstand de I.G. Farben, incluido el Dr. Boech, presidente del Vorstand, y yo mismo, que asistiéramos a una reunión a su casa, sin que nos comunicara su propósito. No recuerdo quienes eran los

[Página 131]

otros dos colegas míos que también fueron invitados. Creo que la invitación me llegó durante uno de mis viajes a Berlín. Acudí a la reunión, a la que asistieron unas veinte personas, recuerdo a: el Dr. Schacht, que en ese momento aún no era director del Reichsbank de nuevo ni aún Ministro de Economía;

Krupp von Bohlen, que a principios de 1933 presidía el Reichsverband der Deutschen Industrie, que después se convirtió en la Organización semioficial «Reichsgruppe Industrie»;

el Dr. Albert Vogler, director del Vereinigte Sthalwerke;

Von Loewenfeld, de una industria de Essen;

el Dr. Stein, presidente de I.G. Farbeny Gewerkschaft Auguste Victoria – y también un miembro activo del Deutsche Volkspartei.

Recuerdo que el Dr. Schacht actuó en cierta forma como anfitrión.

Cuando estaba esperando la aparición de Goering, fue Hitler quién entró en la habitación, le dió la mano a todos y se sentó a la mesa. En un largo discurso habló principalmente del peligro del comunismo, sobre el que pretendía haber ya logrado una victoria decisiva.

Habló entonces de la Bundnis -alianza- que habían formado su partido y el Deutschenationale Volkspartei. Este último partido, mientras tanto, había sido reorganizado por Herr von Papen. Finalmente llegó al punto que me parecía que era el propósito de la reunión. Hitler destacó la importancia de que los partidos mencionados lograran la mayoría en las cercanas elecciones al Reichstag. Krupp von Bohlen le dió las gracias a Hitler por su discurso. Después de que Hitler abandonara la sala, el Dr. Schacht propuso a las personas reunidas la colecta de un fondo para elecciones de, si no recuerdo mal, 3,000,000 de Reichsmarks. Se distribuiría el fondo entre los dos «aliados» según su fuerza relativa en ese momento. El Dr. Stein sugirió que se incluyera al Deutsche Volkspartei…»

Páginas 152-153.

Evidentemente, los industriales alemanes nunca pudieron alegar que desconocían los propósitos de los nazis. Continuamos con la transcripción en el punto donde lo dejamos:

«EL PRESIDENTE: (interrumpiendo): Sr. Dodd, creo que todo ese documento demuestra que hubo una reunión en la que estuvo presente Schacht y en la que se decidió recolectar un fondo para las elecciones de 1933.

SR. DODD: Así es, Señoría. No haré el trabajo de leerlo todo. Había algunas otras referencias, pero no de gran importancia, en el último párrafo, sobre una división del fondo para las elecciones. Simplemente se lo señalo de pasada a Su Señoría.

Querría, en este momento, comentarle a Su Señoría el Documento D-203, de tres páginas.

EL PRESIDENTE: ¿Cuál es el número?

SR. DODD: D-203. Quiero leer unos extractos muy brevemente. Es el discurso dado a los industriales por

Hitler, y me refiero en particular al segundo párrafo de ese documento:

«No se puede mantener la empresa privada en la era de la democracia.»

«EL PRESIDENTE: (interrumpiendo):¿De qué fecha es?

SR. DODD: Es el discurso dado en la reunión el 20 de febrero de 1933 en Berlín.

EL PRESIDENTE: Si.

SR. DODD:

«La empresa no puede mantenerse en la era de la democracia; sólo es concebible si el pueblo tiene una idea clara de la autoridad y de la personalidad».

Paso ahora a la página 2 del documento, y querría leer un extracto del primer párrafo de la página 9, unas trece frases más abajo, que comienza con las palabras:

«Reconocí incluso en el hospital que se tenían que buscar nuevas ideas que llevaran a la reconstrucción. Las encontré en el nacionalismo, en el valor de la fuerza y el poder de la personalidad individual.»

[Página 132]

Después, un poco más abajo, la frase anterior a la última y la última de ese mismo párrafo, Hitler dice:

«Si se rechaza el pacifismo, se ha de poner en su lugar una nueva idea inmediatamente. Todo ha de ser apartado, sustituido por algo mejor.»

Después, en el tercer párrafo, la última frase que dice:

«No debemos de olvidar que se han de introducir todos los beneficios de la cultura en mayor o menor grado con mano de hierro, al igual que en aquel tiempo en el que se obligó a los granjeros a plantar patatas.»

Página 153.

Y así se siguen con las citas de los discursos de Hitler, lo que nuevamente demuestra que los industriales alemanes no desconocían lo que Hitler planteaba como su visión de la sociedad. Y que lo compartían de manera activa.

Después de un receso de 2 horas:

«SR. DODD: Con la venia de Su Señoría, retrocederé un poco para retomar la línea de la exposición donde la deje en el momento del receso de mediodía.

Estábamos discutiendo el Documento D-203, y me había referido en particular a la tercera página de ese documento, y más concretamente al segundo párrafo de esa página; y quiero leer unas ocho o diez líneas de ese segundo párrafo que dicen lo siguiente:

«La cuestión de la recomposición de la Wermacht no se decidirá en Ginebra, sino en Alemania, cuando hayamos ganado gran fuerza en el interior a través de la paz interna.»

Quiero ir de nuevo a la misma página de ese documento, y al último párrafo y la última frase, que se refiere al acusado Goering, que estaba en esa misma reunión a la que se refiere este documento, la reunión del 20 de febrero de 1933 en Berlín. Goering dijo:

«Los sacrificios pedidos sin duda serían mucho más fáciles de soportar para la industria si se diera cuenta de que las elecciones del 5 de marzo serán seguramente las últimas en diez años; quizá incluso en cien años.»

En un memorándum del 22 de febrero de 1933 que, como información para el Tribunal, se encuentra en el libro de documentos con el número D-204, Gustav Krupp describió esta reunión brevemente, y en el memorandum escribió que le había expresado a Hitler la gratitud de los veinticinco industriales presentes en la reunión del 20 de febrero de 1933. (subrayado mio)

Se expresaban otras cuestiones en ese memorándum que no consideramos especialmente pertinentes para las alegaciones de la Acusación de las que hablamos.

Querría indicarle al Tribunal que este memorándum, junto con el informe

[Página 133]

del discurso de Hitler, fueron hallados por los ejércitos británico y de Estados Unidos en los archivos personales del Sr. Krupp.« (subrayado mio)

La relación entre el capitalismo y el nazismo era tan estrecha, que si bien en los Juicios de Nuremberg, los grandes grupos empresariales no fueron considerados para hacerlos comparecer en los juicios, sus dueños si fueron obligados a comparecer, y si no fueron sentenciados fue simplemente porqué tuvieron un accidente automovilístico que casi los mata.

«En abril de 1933, después de que Hitler se hubiera asegurado el poder, Gustav Krupp, como Presidente de la Asociación del Reich de la Industria Alemana, que era la mayor asociación de industriales alemanes, envió a Hitler el plan de esa asociación para reorganizar la industria alemana, y en relación a esto, se comprometió a coordinar la Asociación con los objetivos de los conspiradores, y a convertirla en un instrumento efectivo para la ejecución de sus políticas.»

«En una carta, Krupp dijo que el plan de reorganización que envío en nombre de la Asociación de Industriales se caracterizaba por el deseo de coordinar las medidas económicas con las necesidades políticas, adoptando el concepto del Führer del nuevo estado alemán. Se incluye una copia de esa carta en el libro de documentos, con el número D-157.»

«En el plan de reorganización, Krupp decía:

«El giro de los acontecimientos políticos concuerda con los deseos que el Consejo de Dirección y yo mismo hemos ansiado durante mucho tiempo. Al reorganizar la Asociación del Reich de la Industria Alemana, tendré que dejarme guiar por la idea de ajustar la nueva organización a los fines políticos del Gobierno del Reich.»

«La idea expresada por Krupp en nombre de los miembros de la Asociación del Reich de la Industria Alemana de introducir el principio de liderazgo en la industria alemana fue adoptada más tarde.»

«Remito respetuosamente al Tribunal al Reichsgesetzblatt de 1934, Primera Parte, 1194, Secciones 11, 12 y 16.»

[…]

«Creo que es correcto alegar que la introducción del principio de liderazgo en las organizaciones de negocios permitió la centralización de la autoridad, y garantizó la ejecución eficiente de órdenes que el gobierno daba a las empresas en interés de la promoción de una economía de guerra. Y el abrumador apoyo dado por los industriales alemanes al programa de guerra nazi se describe muy vividamente en un discurso preparado por Gustav Krupp en enero de 1944 para pronunciarlo en la Universidad de Berlín; debo de nuevo remitir respetuosamente a Su Señoria al documento de su libro que lleva el número de identificación D-317.»

«Por supuesto, no molestaré a este Tribunal leyendo todo el documento, pero debo tomar citas de él sin apartar el contenido de su contexto verdadero.»

«Estas citas comienzan en el tercer y cuarto párrafos, siendo el primer gran párrafo de la primera página:

«El material de guerra es un salvavidas del pueblo, y quien trabaja en estas esferas puede estar orgulloso de ello. Aquí, la empresa en su totalidad encuentra la más alta justificación de su existencia. Esta justificación, puedo decir aquí, cobró sentido especialmente durante el tiempo del interregno entre 1919 y 1933, cuando Alemania yacía desarmada (subrayado mio)

[Página 134]

«Y más adelante:

«El gran mérito de toda la economía de guerra alemana es que no permaneció inactiva durante todos esos años malos, incluso aunque su actividad no podía salir a luz por razones obvias. A través de los años de trabajo secreto, se realizaron trabajos científicos y básicos para estar listos de nuevo para trabajar para las Fuerzas Armadas Alemanas en el momento adecuado sin haber perdido tiempo ni experiencia.»

«Y continuando con las citas de ese discurso, el último párrafo que está en su mayor parte en la primera página:

«Sólo a través de la actividad secreta de las empresas alemanas, junto con la experiencia adquirida mientras tanto a través de la producción de bienes en tiempos de paz (subrayado mio), fue posible tras 1933 llevar a cabo las nuevas tareas planteadas, restaurando el poder militar de Alemania. Sólo gracias a eso se podían resolver los diversos y completamente nuevos problemas planteados por el Plan de Cuatro Años del Führer a las empresas alemanas. Era necesario suministrar nuevas materias primas, explorar y experimentar, invertir capital para hacer que la economía alemana fuera independiente y fuerte -resumiendo, para hacerla capaz de enfrentarse a una guerra.»

«Siguiendo con el mismo discurso:

«Creo que puedo decir aquí que las empresas alemanas adoptaron el nuevo sistema de forma entusiasta, que hicieron propias las grandes intenciones del Führer, por medio de la competencia justa y la gratitud consciente y que se convirtieron en seguidores fieles. ¿Cómo si no se podrían haber llevado a cabo los trabajos realizados entre 1933 y 1939, y sobre todo los realizados después de 1939?» (subrayado mio).

Páginas 154 a 156.

¿Qué sabían los empresarios alemanes de las atrocidades que se cometían en los campos de concentración?

En la página electrónica http://www.ghwk.de/span/startsp.html, que alberga la Casa de la Conferencia de Wannsee, Memorial, en la parte dedicada a La vida en un campo de concentración, tenemos lo siguiente:

          1. IG Farben

«Le adjunto los informes de las reuniones que mantuvimos para discutir los trabajos de construcción […]. Con motivo de una cena ofrecida por la dirección del campo de concentración, definimos, así mismo, todas las medidas destinadas a permitir que las fábricas Buna se beneficien del funcionamiento realmente excelente del campo de concentración.»

Dr. Otto Ambros, miembro de la Junta Directiva de la IG Farben, a la Dirección del Grupo, 12 de abril de 1941.

«Por lo que recuerdo, se emplearon presos de los campos de concentración en casi todas las empresas industriales alemanas que podían emplearlos en masa. […] En total, en la época de mayor empleo, hubo unos 500,000 reclusos de los campos de concentración empleados en la industria alemana en su conjunto.»

SS-Obersturmbannführer (Teniente Coronel) Karl Sommer, Oficina Central para la Economía y la Administración de las SS.

          1. Krupp,Siemens-Schuckert, Rheinmetall Borsig, etc.

«La nación entera estaba a favor de los lineamientos principales seguidos por Hitler. Nosotros de Krupp jámas nos preocupamos mucho por la vida (subrayado mio). Sólo queríamos un sistema que funcionara bien y que nos diera la posibilidad de trabajar sin estorbos. La política no nos interesaba.» […]

«Cuando me preguntaron acerca de la política antijudía de los Nazis y que sabía al respecto, dije que no sabía nada del exterminio de los judíos y añadí: cuando se compra un buen caballo, hay que aceptar unos pocos defectos.»

Alfred Krupp von Bohlen und Halbach, 1945.

Sin comentarios.

El Financiamiento externo.

«El encarcelamiento del negador del Holocausto David Irving en Austria nos recuerda lo fácil que es imitar el mal aún cuando lo denunciamos. La ley que condenó a Irving es del mismo tipo que habría sido invocada por los nazis, aunque lo habría hecho con intenciones diferentes, y constituyo una ofensa rutinaria en «1984» de Orwell.»

«Muchos no logran ver esta ironía porque están involucrados en la mayor negación del Holocausto de todas: la negativa a ver seriamente porque hubo un Holocausto para comenzar. Culpar de todo al antisemitismo es tan peligrosamente antihistórico como negar su existencia. Sí, los judios fueron las víctimas, pero ¿por qué un prejuicio antiguo y generalizado produjo un resultado tan extremo en este caso?

«Evitamos esta pregunta porque nos lleva a sitios que no queremos ir. Como el papel de la burocracia y la tecnología modernas en la magnificación del mal. Como la fusión de los interéses corporativos y estatales de un modo que el mundo nunca había presenciado antes. Como el que la elite liberal de Alemania no haya enfrentado efectivamente el mal, actitud que la elite liberal de USA repite en la actualidad.» (Sam Smith: La negación del verdadero genocidio. El arte de hacer la vista gorda ante el genocidio, periódico electrónico Rebelión, sección Opinión, 4 de marzo de 2006.)

La autora también tiene razón cuando menciona que existían distintas fuentes de financiamiento externo para los regímenes fascistas. Pero, ¿el financiamiento externo era sólo para las publicaciones? Es ya conocido el hecho de la admiración que sentía por Hitler una persona tan importante como Henry Ford, de lo cual hay una foto de ambos compartiéndo la mesa con otros jerarcas nazis; o a la admiración que le profesaba W. Churchill a Benito Mussolini hasta que a éste se le ocurrió atacar los interéses del imperio británico; o de los negocios que el abuelo del actual presidente del sitio más poderoso en este momento llevaba a cabo con los nazis hasta que el gobierno de F. D. Roosevelt le cerró la llave, o de Harry S. Truman, que al día siguiente de que los nazis invadiran la Unión Soviética dijo: «Si vemos que Alemania va ganando, debemos ayudar a Rusia, y si es Rusia la que gana, debemos ayudar a Alemania y de ese modo dejar que se maten tanto como sea posible; aunque en cualquier caso no quiero ver a Hitler victorioso bajo ninguna circunstancia.» (William Blum: «Una historia corta sobre la Guerra Fría y el anticomunismo», periódico electrónico Rebelión, sección Opinión, 7 de febrero de 2006.) Todos estos personajes y otros más proporcionaron ayuda y justificaciones, o miraron a otro lado, a los nazis y a los fascistas en general en su momento, varios de ellos incluso cuando la guerra ya estaba empezada. El financiamiento externo no se concretaba a dar apoyo a publicaciones.

Ejemplos sobran.

Y como un ejemplo más acerca de la complicidad entre el mundo corporativo y los nazis, deseamos abordar la gran ayuda que una empresa de la informática, IBM, le dió a los nazis para que estos pudieran llevar a cabo las atrocidades ya conocidas de los campos de concentración y los procesos de deportación de judios, comunistas, homosexuales, gitanos y prisioneros de guerra, gracias a todo el soporte tecnológico e informático que la empresa les proporcionó. Pero no sólo eso, sino que además, gracias a su tecnología, las grandes empresas alemanas pudieron cumplir con sus metas de producción.

La mayor parte de la información proviene del libro IBM y el holocausto, de Edwin Black, Editorial Atlántida, Buenos Aires – Cd. de México, 2001. Cualquier otra referencia la indicaremos en su momento.

Si bien es cierto que en 1933 no existían las computadoras que ahora conocemos, IBM había desarrollado un método de clasificación basado en la perforación de tarjetas que almacenaban información obtenida por medio de censos, encuestas, proyectos de trabajo, etc. Todavía hasta los inicios de los años ochenta del siglo XX, antes del lanzamiento de la computadora personal, los centros de cómputo de las universidades tenían, sobre todo en las áreas en las que se daba atención a los estudiantes, grandes máquinas en las que aquellos perforaban tarjetas en las que hacían sus programas, y después, se las pasaban a un encargado para que éste las metiera en una máquina que las leyera y pusiera en papel. Aunque ahora nos pueda parecer un anacronismo, este método en los años de Hitler y del fascismo en general era un avance increíble del cual estos supieron sacarle gran provecho, como bien nos dice el autor del libro:

«Cuando Hitler ascendió al poder, uno de los objetivos centrales de los nazis era identificar y destruir a los 600,000 miembros de la comunidad judía de Alemania. Para los nazis, los judíos no eran tan sólo los que practicaban el judaísmo, sino las personas de sangre judía, sin importar su asimilación, matrimonios con otras personas de raza distinta, actividad religiosa, o ni siquiera conversión al cristianismo. Los judíos debían ser identificados para hacerlos después blanco de confiscación de bienes, distribución en ghettos, deportación, y en última instancia, exterminio. Rastrear generaciones de registros comunales, eclesiásticos y gubernamentales en toda Alemania -y luego en toda Europa- era una tarea de confección de índices de referencia tan monumental, que requería una computadora. Sólo que en 1933 las computadoras no existían.

[…]

Cuando la Solución Final buscaba transportar eficazmente a los judíos desde los ghettos europeos por ferrocarril hasta los campos de exterminio, con una sincronización tan precisa que hiciera posible que las víctimas dejaran los vagones y se dirigieran de inmediato a las cámaras de gas, la coordinación de la tarea era tan compleja, que también requería de una computadora. Sólo que en 1933 las computadoras no existían.

No obstante, otro invento sí existía: la tarjeta perforada y el sistema de clasificación de tarjetas de IBM, precursor de la computadora. A través de su subsidiaria alemana, IBM transformó el programa de aniquilación de judíos de Hitler (y no sólo de ellos, agrego yo) en una misión tecnológica que la compañía llevó a cabo con un éxito espeluznante. IBM de Alemania, con su propio personal y equipo (los equipos de IBM en esa época no se vendían, sino se alquilaban) diseñó, ejecutó y proporcionó la asistencia tecnológica que necesitaba el Tercer Reich de Hitler para lograr algo jámas hecho hasta entonces: automatizar la destrucción humana. Se despacharon más de 2000 equipos de máquinas múltiples a través de Alemania, y miles más a través de la Europa dominada por Hitler. Se establecieron operativos de clasificación de tarjetas en todos los principales campos de concentración. Se trasladaba a las personas de lugar en lugar, se les hacía trabajar hasta morir, y luego se catalogaba sus restos con glacial automatización.» (Páginas 18-19)

El nombre de la subsidiaria alemana de IBM era Dehomag, que había sido adquirida por el dueño de IBM en ese entonces, Thomas J. Watson, por el ridículo precio de $104,000 US Dólares, debido a que en la gran depresión económica alemana que siguió a la Primera Guerra Mundial, esta cantidad equivalía a 450,000 millones de marcos. La historia de la adquisición es un buen ejemplo de lo que significa la depredación comercial entre capitalistas, tema que abordaremos en otro momento.

Watson, los accionistas y los empleados de IBM sabían perfectamente para que y cómo se estaban utlilizando sus equipos, ya que la información de lo que sucedía dentro de Alemania y en Europa en general, era de conocimiento público, tal y como el autor nos lo recuerda, y sólo citaremos dos de los múltiples ejemplos que existen en todo el libro: «18 de marzo (1934), The New York Times. En un artículo que detallaba los planes de los nazis para destruir la vida profesional de los judíos, el diario informaba que la cuarta parte de los abogados judíos sería obligado a retirarse de la práctica de su profesión anualmente hasta que todos desaparecieran. No era sólo la profesión legal. «En semanas, todos los judíos alemanes esperaban ser expulsados de sus puestos profesionales y ocupaciones», informaba el diario.» (Página 76)

«20 de marzo (1934), The New York Times: el titular central de la página uno informaba: «Fugitivos alemanes relatan atrocidades bajo los nazis». Explícitamente que: «la censura férrea en Alemania impedía que emergiera la verdad en su mayor parte, aún así, el diario enumeraba una serie de actos nefandos. Por ejemplo, en Alexanderplatz, en la misma cuadra del complejo de la Oficina Estadística Prusiana, los Camisas Marrones invadieron un restaurante frecuentado por hombres de negocios judíos. Esgrimiendo una lista con los nombres de los clientes judíos del restaurante, los Camisas Marrones «formaron una doble fila en la puerta del lugar». Llamaron a cada uno de los judíos por su nombre y se burlaban de ellos. Cuando pasaba un judío, cada Camisa Marrón «le pegaba en la cara y le pegaba con sus botas pesadas, hasta que por fin el último de la fila lo empujaba a la calle». El último judío en pasar fue golpeado en forma tan severa «que su cara parecía un filete crudo», informaba el diario.» (Páginas 76-77)

Podríamos aventurar que Watson, con la experiencia aprendida de ser un pillo en los negocios (y que pillo), inventó la forma de ignorar la realidad a pesar de que esta fuera puesta de manifiesto incluso por los medios de comunicación de su país, misma que después se copiaría por los actuales dueños del poder para negar que conocían de las atrocidades en Irak, en Vietnam o en artículos de intelectuales al estilo de Annunziata Rossi que dió origen al presente escrito. Y, finalmente, ¿por qué no? Hemos visto que en los Juicios de Nuremberg los empresarios alemanes, los jerarcas del partido y sus ideólogos intelectuales habían encontrado que el nazismo era un medio propicio para el buen funcionamiento de los negocios, así, ¿qué tiene de raro que un gran empresario estadounidense como Watson, el dueño de IBM, y no sólo él, encontrara propicio para los negocios el nazismo, o el fascismo en general? Edwin Black: «Sin embargo, y hasta cierta medida, todas las preocupaciones acerca de proporcionar a Hitler las herramientas tecnológicas que necesitaba, todo estaba subordinado a un irreprimible imperativo ideológico. Los planes de Hitler para la imposición de un nuevo orden en Europa no le eran inaceptables a Watson. En realidad, Watson admiraba el concepto mismo de fascismo. Tenía esperanzas de participar como la contraparte estadounidense de la gran ola fascista que barría el continente europeo. Sobre todo, el fascismo era bueno para los negocios».

Claro, Watson no era fascista: «Era un capitalista puro. No obstante, para la herradura de la economía política existe poca distancia entre las extremidades. El acrecentamiento de la riqueza por y para el estado bajo un fuerte lider autocrático fortificado por el jingoísmo y el culto de los héroes atraía a Watson. Después de todo, sus seguidores usaban uniforme, cantaban canciones y de ellos se esperaba una lealtad incuestionable hacia la compañía que él dirigía.» (Página 82)

Y la relación, a despecho de lo que diga Annunziata Rossi era mutua, de iguales que esperan obtener beneficios en todos los sentidos: «Watson explicaba su atracción personal por el estilo del dictador, e inclusive observaba similitudes con su propio modelo corporativo capitalista: «Algo que me ha impresionado con relación a su liderazgo -decía Watson-, es la lealtad puesta de manifiesto por el pueblo. Tener la lealtad y la cooperación de todos significa progreso, y a la larga el éxito para una nación o para una empresa individual… Deberíamos rendir tributo a Mussolini por establecer este espíritu de apoyo leal y cooperación.»

«Durante años, una foto autografiada de Mussolini bendecía el piano de cola en la sala de la casa de Watson.»

«En defensa del fascismo, Watson aclaraba: «Los distintos países requieren formas distintas de gobierno, y debemos tener cuidado de no permitir que la gente de otros países piense que nosotros tratamos de generalizar nuestros principios de gobierno en todo el mundo.»

Y, además, Watson era congruente hasta el final, admiraba al Duce y no dudaba en apoyar a Hitler: «Años después que der Führer acaparaba el poder, Watson escribió una carta personal al ministro de Economía del Reich, Hjalmar Schacht, en la que defendía «la necesidad de extender comprensión y simpatía al pueblo alemán bajo e liderazgo de Adolf Hitler.» Watson describía la postura amenazadora de Hitler hacía otras naciones como una «política dinámica» (si algo de esto le parece conocido con la actual situación, yo no sé porqué, querido lector).»En referencia a los «heróicos esfuerzos del pueblo alemán y los grandes logros del actual liderazgo», Watson declaraba: «Es el deseo sincero y ferviente mio personal y de incontables amigos en Alemania que estos sacrificios y estos logros triunfen, y que la Nueva Alemania recoja los frutos de su gran esfuerzo presente en toda su extensión.» Watson concluía la carta con «la expresión de mi más alta estima para él [Hitler], su país y su pueblo.» (Página 83)

La forma en la que IBM ayudó a los nazis en su política de exterminio de los judíos, pero también de los enfermos mentales, de los asociales, de los comunistas, de los inválidos, fue a través de la elaboración de censos de población perfectamente bien estructurados para localizar los datos que se deseaban de los enemigos e indeseables para los nazis.

Y el apoyo de IBM, que no se concretó sólo a publicaciones, que también lo hizo, fue sencillamente inapreciable.

Además, gracias a este apoyo, las empresas alemanas, ya lo dijimos, lograron cumplir con el plan de guerra del nazismo: «La tecnología de Hollerith (el inventor de las tarjetas perforadas) había pasado a ser una forma de vida administrativa en Alemania. Las tarjetas perforadas permitirían al Reich ponerse en pie de guerra. Para IBM, era un negocio lucrativo.»

«La lista de clientes de Dohemag (recuérdese que este era el nombre de la filial alemana de IBM) se incrementaba. Empresas eléctricas como Siemens en Berlín y Lech-Elektrizitättswerke en Augsburgo. Industrias pesadas como Mannesmann en Dusseldorf e I.G. Farben en Frankfurt. Fábricas de automoviles como Opel en Russelheim y Daimler-Benz en Stuttgart. Tiendas minoristas como Woolworth y Hertie en Berlín. Manufactureras de productos ópticos como Zeiss en Jena y Zeiss Ikon en Dresde. Fábricas de chocolate como Schokoladenfabrik en Tangermunde. Productoras de café como Kaffe Handels en Bremen.»

«Motores de aviones: 10 clientes; minas de carbón: 7 clientes; plantas químicas: 18 clientes; productos eléctricos; industrias de vehículos motorizados: 11 clientes; constructoras navales: 2 clientes; ferrocarriles, ómnibus, tranvías y otros transportes: 32 clientes; bancos: 6 clientes; empresas de servicios públicos: 16 clientes; hierro y acero: 19 clientes; turbinas, motores y tractores: 7 clientes.»

«Además, curtiembres, fábricas de lavarropas, licotres, pinturas y barnices, perfumes, montaje de vagones de ferrocarril, petroleras, fábricas de cojinetes, goma, zapatos, margarina, asbestos, explosivos.»

«El Correo del Reich, Ferrocarriles del Reich, Fondos de Pensiones, la Lutwaffe, la Armada.»

«Además, las nóminas de pagos, control de inventarios, cálculos de fuerza material, personal, finanzas, horarios, uso de productos y supervisión de manufacturas. Prácticamente no existía ninguna empresa ni ramo que no se beneficiara de la tecnología de las tarjetas perforadas. Hábilmente, Dehomag controlaba las operaciones de datos de todo el Reich.»

«Además, la cuenta de un cliente de Dehomag podía representar docenas de máquinas. Los sistemas Hollerith involucraban un complejo de dispositivos conectados entre sí, posibilidades de cumplir una variedad de configuraciones: perforadoras, correctoras, verificadoras, clasificadoras, tabuladoras, ordenadoras, multiplicadoras, impresoras. I.G. Farben instaló sucursales en Offenbach, Bitterfeld, Berlín, Hochst y otros lugares. Daimler-Benz utilizó maquinaria en Berlín, Sttugart, Genshagen y otros sitios. Junkers empleó dispositivos Hollerith en Magdeburg, Leopoldshall, Kothen, Dessau y en muchas otras ciudades. En todas partes, las municipalidades usaban las máquinas. Tan solo el Departamento de Obras Públicas de Am Main en Frankfurt mantenía una amplia sección de perforadoras, verificadoras, tabuladoras, multiplicadoras y clasificadoras. Los departamentos estadísticos -federales, regionales y locales- no llegaban a alquilar suficientes sistemas.» (Páginas 101-102)

Y esto según el autor del libro, fue durante toda la guerra.

Después de esta información, ¿podemos seguir con la idea de «marxismo simplista» por hacer referencia al aspecto económico, o mejor aún, por ponerlo en el centro de la discusión del fascismo, como nos dice Annunziata Rossi?

CONCLUSIONES.

Así como es antihistórico plantear que no existe el antijudaísmo como hacer a esto responsable exclusivo de lo que sucedió en el Holocausto, también es antihistórico plantear que el fascismo y el nazismo son «[…] la herencia del pasado de Italia y Alemania, de un pasado en el que se incubaban los males que explotarían en la primera postguerra.» (Annunziata Rossi), y desechar ligeramente las responsabilidades del capitalismo en la creación, uso y aprovechamiento de aquellos. Y a diferencia de la autora, no se pretende en estas líneas desechar totalmente la segunda versión del surgimiento del fascismo y el nazismo tal como nos lo propone Annunziata Rossi, sino poner esta perspectiva en función de la tercera y darle otro enfoque a cuestiones como la siguiente: «Ahora bien, hay que preguntarse si el fascismo fue el resultado de crisis y desarrollos específicos de los dos países y si detrás de la ferocidad nazi no se halla la tradición europea con su larga historia de horrores, exterminios, inquisiciones, racismo, y desde la Edad Media, antisemitismo (antijudaísmo, mejor dicho) y pogroms. En su introducción a Los Moralistas Modernos, el narrador Alberto Moravia hace responsable de la catástrofe de la segunda mitad del siglo XX a toda Europa. «Cabe la sospecha, sostiene Moravia, de que los alemanes crearon el nazismo por cuenta de todos los pueblos europeos.» La desigualdad de las razas humanas (1954), del francés Joseph Gobineau, fue el primer libro en exponer la tesis de la superioridad de la raza aria, que tuvo una gran influencia en Alemania y en el círculo ferozmente antisemita de Richard Wagner. El mismo Hitler tendrá palabras de admiración para la poderosa contribución francesa. En fin, el tumor maligno que acosaba a Europa se volvería metástasis en tierra alemana.» (Annunziata Rossi). ¿Porqué un otro enfoque? Hemos visto a lo largo del presente documento la forma en que los jerarcas nazis y los grandes empresarios alemanes hicieron uso de los conceptos de superioridad, violencia y desprecio por los demás para convencer a la mayoría de los alemanes de que ir a la guerra era un deber, antes que todo, patriótico, mientras ellos se embolsaban las ganancias. Ni los nazis y los fascistas, ni los grandes empresarios, inventaron el campo de concentración, el antijudaísmo y el desprecio por las otras razas. (Esto era algo que Hanna Arendt ya había mencionado en su libro acerca del totalitarismo, al que curiosamente Annunziata Rossi ni siquiera menciona). Pero lo que si hicieron fue un uso muy eficiente de todos esos males que la Annunziata Rossi menciona: desesperación, nacionalismo patriotero, miedos de la pequeña y mediana burguesía (por cierto, ¿de dónde se sacó Annunziata Rossi que eran «tradicionalmente democrática» estos segmentos de la población?), racismo, discriminación, sexismo, privilegio de la fuerza, uso de los dioses mitológicos, etc.) para sus propios fines, todo con una coherencia fuerte entre la teoría y la práctica: «Porqué una cosa es cierta: en el nazismo la correspondencia entre teoría y praxis es perfecta, también y sobre todo bajo el perfil del terror y del «dominio total».

«La apesadumbrada constatación de la «desvergonzada franqueza del Mein Kampf» es obligatoria para cualquiera que examine el fenómeno nazi. El nazismo exalta explícitamente los conceptos de «organicidad», de «organización total», el «principio totalitario». Y lo pone científicamente en la práctica. La prueba más elocuente de ello está representado en la lengua alemana, que fue -a diferencia de la rusa- completamente reestructurada y modificada a fin de legitimar y expresar la realización «total» del dominio nazi». (Totalitarismo, triste historia de un no-concepto, Vladimiro Giacché, periódico electrónico Rebelión, sección Opinión, 24 de febrero de 2006).

Además, cuando ponemos las hechos al nivel de «tumor maligno», la verdad es que ya no estamos explicando nada: «[…] «Absoluto», «misterio», «locura»: en el mismo momento en que hacemos uso de estas categorías renunciamos a comprender. Cuando en agosto pasado (2005), Ratzinger definió el exterminio nazi de los hebreos como «mysterium iniquitatis», con esto excluyó la posibilidad de comprender cuanto ocurrió, y de nombrar tanto a los cómplices como los motivos del exterminio.» (Totalitarismo, triste historia de un no-concepto). Y ya vimos que es lo que excluye.

Además, ¿porqué sólo en tierra alemana? Muchas de las grandes atrocidades que los alemanes organizaron en el Frente Oriental las ejecutaron con gran entusiasmo muchos voluntarios de las poblaciones de los estados ocupados por los nazis: «La Waffen SS fue calificada de organización criminal durante los procesos de Nuremberg, al igual que todas las divisiones que la integraban. En sus filas se enrolaban los voluntarios, y desde 1944, también los simples reclutas procedentes de los países ocupados por el III Reich. De las 37 divisiones que componían la SS hacía el año 1944, sólo 12 eran estrictamente alemanas, mientras que las demás estaban formadas por voluntarios de Dinamarca, Holanda, Letonia, Estonia, Ucrania y hasta Suecia, a pesar de que formalmente esta última no participaba en la II Guerra Mundial.» (Los ex-combatientes de la Waffen SS nazi letones desfilan por las calles de Riga, Ria Novosti, Red Voltaire, www.voltairenet.org/article124257.html, 17 de marzo de 2005).

El largo estudio de Annunziata Rossi, con sus valiosas menciones a la psicología, el arte, la política y la filosofía y a tantos autores, se pierde al hacer a un lado el factor económico, y es aquí en donde ya me pregunto por las razones no evidentes de esta marginación. Vladimiro Giacché, al notar la desaparición de la economía en el texto Los Orígenes del Totalitarismo de Hanna Arendt comenta lo siguiente: «De tal modo se «olvida» que el nazismo comparte con las «democracias liberales» (pre y post-nazis) el hecho de ser una economía capitalista. Este «olvido» vuelve casi inexplicable un fenómeno embarazoso como lo es la absoluta continuidad de las clases dirigentes económicas (y en casos no marginales también políticas) entre la Alemania «totalitaria»y la «democrática» Alemania Occidental. Cosa que sería fácil de explicar, si se admitiése que la dictadura nazi era funcional al mantenimiento del orden económico vigente (entonces y hoy) contra el peligro revolucionario. Incluso si la Arendt busca exorcizarlo, la relación orgánica entre el gran capital alemán y el nazismo representa el verdadero hilo rojo de la parábola histórica de la Alemania hitleriana, desde sus albores hasta los campos de exterminio: como de muestran, entre otras cosas, las decenas de miles de prisioneros que trabajaban hasta la muerte para I.G. Farben, para la Krupp, para la Siemens, etc. El tema ha vuelto a los honores de las crónicas recientemente, en relación a la causa presentada contra la BMW por algunos de los supervivientes de los campos de concentración. No se trata de casos aislados. Cuando, hace algunos años, se impide a la Degussa participar en los trabajos de construcción del monumento erigido en Berlín en memoria del exterminio de los hebreos con motivo de su compromiso con el nazismo, hubo quien sugirió que, si este criterio se aplicara en forma inflexible, habrían de ser excluidas todas las empresas alemanas. (Y en compañía de la IBM, seguramente). (Totalitarismo, triste historia de un no-concepto).

Annunziata Rossi si se atreve a hacer lo que no hizo Hanna Arendt: exorcizar la relación orgánica entre el capitalismo alemán y mundial y el régimen nazi. ¿Porqué? ¿Para encubrir culpas anteriores? ¿Para no tener que ver qué en el fascismo actual que campea en la sociedad estadounidense el gran capitalismo y sus empresarios beneficiados tiene una gran cuota de responsabilidades que estos jamás van a estar dispuestos a asumir? Ahora que los ideólogos del conservadurismo estadounidense (Francis Fukuyama, Andrew Sullivan, Richard Perle (de quién un personaje como Henry Kissinger dijo que no había conocido a alguien más tenebroso), Zalmay Khalilzad, etc.) están diciendo que la guerra en Irak fue una equivocación y que están tratándo de desmarcarse del gobierno de su país cual ratas que abandonan el barco, al capitán y a sus tripulantes ( La Jornada, 16 de febrero de 2006), ¿artículos como el de Annunziata Rossi preparan la futura exhoneración de todas las empresas beneficiadas en Irak, Afganistán, posiblemente Irán? ¿Para ocultar que las relaciones entre las grandes empresas capitalistas sobrellevan sin muchas preocupaciones las guerras mientras salgan beneficiadas, respetando sus mutuos mercados y zonas de influencia? IBM no fue la única que realizó acuerdos con los nazis y las empresarios alemanes a pesar de que conocían los excesos que aquellos cometían: «El 7 de octubre de 1938 la General Electric norteamericana y la AEG alemana firmaron un acuerdo de pool de patentes que decía: «Ofrecida una patente a uno de los firmantes, éste se comprometerá a registrarla en todas las regiones bajo su jurisdicción. Todos los esfuerzos deberán ser dirigidos incluso a vedar la explotación del invento por terceros». En otras palabras: mantenían, mediante la protección de sus patentes, sus respectivas zonas de influencia. Y fuera la competencia. (La dictadura de los cárteles, Kurt Rudolf Mirow, Siglo XXI editores, México, 1982, página 23.)

Rossi pretende hacernos pensar que el fascismo y el nazismo eran autónomos del capitalismo y anticapitalistas en sus orígenes: no hay que olvidar los orígenes socialistas de Mussolini. Pero esto no quita el contubernio entre los grandes empresarios, los fascistas, los nazistas y los gobiernos estadounidense y británico incluso cuando la guerra ya llevaba cuatro años de transcurrida: «La segunda guerra mundial dificulto por cierto los negocios de los cárteles internacionales, pero casi siempre prevaleció los interéses comerciales. Cuando en 1943 el Departamento de Estado norteamericano se opuso a las actividades del cartel anglogermano de comunicaciones telegráficas establecido para América Latina, la embajada británica intervino en Washington, convenciendo a los norteamericanos para que no adoptaran medidas imprevistas tendientes a la cancelación de los acuerdos. Sólo el 24 de agosto de 1944 surgieron algunas dificultades, cuando representantes alemanes y franceses, convocados por sus socios británicos y norteamericanos para una reunión en Nueva York, se opusieron al lugar elegido, aduciendo presuntas dificultades de viaje (subrayado mio)(La dictadura de los cárteles, página 83.)

Ya en 1944, era, para los grandes empresarios de ambos lados de las trincheras, evidente la derrota alemana, así que empezaron a prepararse para el mundo de la postguerra, para que las ganancias y sus posiciones no se perdieran: «En 1944 el joven procurador de Siemens, Gerd Tacke, que años más tarde sería presidente de la organización, recibió en Estocolmo planes detallados sobre el período de la postguerra. En posesión de esos documentos «secretos» de los aliados, Siemens trató todo ese año de transferir todo el patrimonio existente hacia las futuras zonas de ocupación norteamericanas.» (La dictadura de los cárteles, página 82, nota 15)

Le guste o no a la autora, los grandes empresarios alemanes fueron fuertemente apoyados por los nazis para la defensa de sus intereses y la obtención de sus ganancias.

Le guste o no a la autora, los grandes empresarios alemanes apoyaron a los nazis a sabiendas de los que éstos estaban haciendo, de los planes que tenían y de las atrocidades que cometían: los grandes empresarios alemanes recibían fuertes beneficios por todo eso.

Le guste o no a la autora, los apoyos externos a los nazis y a los fascistas por parte de los grandes empresarios extranjeros fueron fuertes y muy extensos, no sólo para publicaciones. Y aquellos sabían que hacían y pensaban los nazis y los fascistas en general, y estaban de acuerdo con ellos.

El crimen corporativo de los grandes empresarios alemanes y extranjeros en Alemania, sólo fue posible gracias al apoyo y la complicidad de sus respectivos gobiernos.

Ignorar esto, calificarlo como marxismo simplista, es sencillamente preparar el camino para quitar responsabilidades a la participación del fascismo actual en los Estados Unidos de las grandes empresas estadounidenses, de su participación en las atrocidades en curso y de las que vengan en un futuro.

Así, Annunziata Rossi, en vez de explicar al fascismo y al nazismo, lo que en realidad está haciendo es justificarlo, al hacer a los pueblos alemán e italiano responsables principales de los crimenes fascistas y nazistas y quitarle toda responsabilidad al sistema capitalista. Porqué no solamente los judíos padecieron al nazismo: para 1941, 110,000 alemanes no judíos se hallaban encerrados en los campos de concentración por Asozialen, por ser comunistas, desempleados, homosexuales, pacifistas, etc. (Nazismo y clase obrera, 1933-1993, S. Bologna, Ed. Akal, Cuestiones de Antagonismo, páginas 75-76)

El sistema capitalista engendró al fascismo en general y al nazismo en particular, como una manera de seguir garantizando sus privilegios y contra la posibilidad de una revolución. Igual que ahora, con la nueva forma de fascismo llamada Globalización y su hermana gemela, llamada Guerra Antiterrorista.

«Wright or Wrong, my country, es un viejo dicho inglés, adoptado con frecuencia por dirigentes de grandes corporaciones internacionales cuyas acciones se miden por el éxito y no por normas morales establecidas desde hace mucho tiempo por la sociedad». (La dictadura de los cárteles, página 29).

Y poco importa si son alemanes, estadounidenses o mexicanos, si vivían en 1933 o a principios del siglo XXI.