«… nuestra dificultad para encontrar las formas de lucha adecuadas, ¿no proviene de que ignoramos todavía en qué consiste el poder? … el poder es la guerra, la guerra continuada con otros medios… « (Michel Foucault ). El primer Encuentro nacional de revolucionarios y popular realizado el anterior fin de semana en la ciudad de […]
«… nuestra dificultad para encontrar las formas de lucha adecuadas, ¿no proviene de que ignoramos todavía en qué consiste el poder?
… el poder es la guerra, la guerra continuada con otros medios… «
(Michel Foucault ).
El primer Encuentro nacional de revolucionarios y popular realizado el anterior fin de semana en la ciudad de Barquisimeto, Estado Lara, constituyo un rico evento de debate sobre aspectos cruciales de la revolución bolivariana. Tanto la plenaria general como las comisiones abordaron temas vitales para nuestro pueblo como los derechos de la mujer, el poder ciudadano, la unión cívico-militar, las unidades de defensa popular, la reserva militar bolivariana y las perspectivas del socialismo del siglo XXI.
Las organizaciones políticas comprometidas con este importante escenario como el Partido Comunista de Venezuela, la Red de Círculos Bolivarianos MBR-200, la Liga Socialista, la Coordinadora Popular de Caracas, propiciaron el desarrollo de un evento con amplias repercusiones en las futuras movilizaciones populares de unidada para consolidar los avances del proceso revolucionario bolivariano.
Uno de los temas tratados se refirió a las relaciones cívico-militares, a la nueva doctrina militar bolivariana, a la guerra asimétrica, a la guerra de todo el pueblo y a las unidades de defensa popular.
En un mundo globalizado por la potencia imperialista para imponer en todos los rincones del planeta las relaciones capitalistas de explotación, la resistencia y rebeldía de los pueblos contra la dominación capitalista cumple un formidable papel en el estimulo de la movilización general de las masas populares. Es lo que ocurre en la actualidad con la revolución bolivariana que lidera el Presidente Hugo Chávez y su enorme influencia en todos los pueblos América Latina que luchan contra el poderío del estado imperialista y las multinacionales.
Obviamente la poderosa maquinaria imperialista no se queda quieta y conspira para aplastar cualquier intento de independencia.
El tema de la guerra asimétrica y de manera concomitante el de la guerra de todo el pueblo, alude necesariamente al asunto de la hegemonía global del imperialismo norteamericano.
Como bien es sabido el mundo capitalista del imperialismo, su expansión y límites, se construyen sobre la base de la competencia. La competencia y el incremento constante de la ganancia, la lucha por el poder, la apropiación ilimitada de recursos de todos tipos y la confrontación permanente de horizontes políticos y civilizatorios es el motor que estimula el desarrollo incesante de las fuerzas productivas y de todos los mecanismos que contribuyen a fijar las reglas y márgenes del juego del poder y a entrar en la arena en condiciones de ganador. En este sentido, es de esa competencia y de esa situación consustancial de conflicto de donde emergen las posibilidades, contenidos y alcances de la conformación del sistema mundial y de sus espacios de vulnerabilidad.
Se trata, sin duda, de un proceso social que, como reconoce experimentadamente George Soros, está lejos de responder a leyes naturales de comportamiento y en el que los sujetos (las clases, los grupos, los pueblos), son los que construyen la historia. Una historia marcada por el conflicto, plena de contradicciones y en la que el poder es simultáneamente combatido y disputado y tiene que reconquistarse y rediseñarse día tras día, como lo demuestra la revolución cubana, el proceso bolivariano, la dinámica boliviana y demás luchas continentales.
La historia es una construcción social, es escenario de actuación, disipación y reconformación de sujetos y, entre éstos, sin duda, el sujeto más organizado, con mayor coherencia y mecanismos de sustentabilidad en el mundo contemporáneo es el de la gran burguesía asentada en Estados Unidos que conforma la cúpula del poder mundial, con sus símbolos del paradigma dominante que siguen siendo enarbolados por IBM, Intel, Microsoft, Internet, Novartis, Monsanto, GM, Chrysler, Exxon, Texaco, AT&T, ITT, Hughes, Coca cola, Sabritas, el sujeto mas organizado, con mayor coherencia y mecanismos de sustentabilidad en el mundo contemporáneo, la burguesía mas globalizada, que ha sabido construir un Estado capaz de expresar sus intereses e ideologías particulares como si lo fueran de la sociedad en su conjunto, no solo nacional sino mundial, y hacerlos valer utilizando todos los elementos a su alcance : militares, tecnológicos, financieros, diplomáticos y culturales.
Las formas de representación de este poderoso sujeto histórico varían y su práctica social de dominio y acumulación de poder se expresa de manera diversa de acuerdo con sus planos de actuación y con el conjunto dinámico de elementos que componen la complejidad concreta en que se juega la capacidad hegemónica global.
La hegemonía es, en todos los terrenos, la búsqueda principal y el emblema de la victoria. En una sociedad regida por la competencia y el conflicto, el triunfo propio y la derrota del contrario constituyen su ethos y el elemento ordenador de las relaciones sociales.
Si la aproximación al análisis del sistema mundial se hace a partir de los sujetos en conflicto y no de sus expresiones cosificadas, es posible percibir el problema de la competencia como un campo de batalla en el que la posición y las estrategias empleadas son los elementos de definición de resultados.
La hegemonía y sus planos de construcción
La hegemonía es una categoría compleja que articula la capacidad de liderazgo en las diferentes dimensiones de la vida social.
El hegemón o líder, que en este caso es necesariamente un sujeto colectivo, tiene que ser capaz de dirigir por la fuerza y por la razón, por convicción y por imposición. Es decir, la hegemonía emerge de un reconocimiento colectivo que comprende tanto cualidades o preceptos morales que adquieren estatuto universal como la energía o fuerza para sancionar su cumplimiento.
En su formidable reflexión sobre la hegemonía imperialista Ana Esther Ceceña (1) señala que Gramsci, preocupado no tanto con la relación entre estados sino con la organización de la clase obrera y su capacidad para formular una interpretación del mundo que trascendiera a la de la burguesía, la define justamente como la capacidad para transformar la concepción propia, particular, en verdad universal, sea porque las condiciones materiales que la generan y la acción del sujeto colectivo que la sustenta logran construir amplios consensos, sea porque todos los mecanismos de corrección social y establecimiento de normatividades afines a esta concepción del mundo se imponen como esencia moral y valores compartidos, mediante el recurso a la violencia en todas sus formas, justificando así la sanción a la disidencia en cualquiera de los campos de la vida social.
La hegemonía es más una construcción de imaginarios que lleva a la reorganización de las prácticas sociales en consecuencia, pero la construcción de imaginarios no es una externalidad del sistema social sino su producto más profundo: La hegemonía nace de la fábrica y para ejercerse sólo tiene necesidad de una mínima cantidad de intermediarios profesionales de la política y de la ideología.
Para Gramsci, opina Ceceña, la esencia de la concepción del mundo está en la vida cotidiana, en la relación concreta y específica de los trabajadores italianos con el mundo, relación que empieza por su espacio de socialización fundamental: la fábrica.
Es decir, la concepción del mundo no es impuesta por el Leviatán, éste contribuye a forjarla garantizando el cumplimiento de las normas morales reconocidas colectivamente (aunque por un colectivo contradictorio), pero la realidad inmediata del trabajador es la que traza sus horizontes de comprensión y de posibilidad.
La hegemonía sólo es posible mediante un compromiso establecido colectivamente que lleva a avalar y compartir las reglas de un juego que, si no brinda perspectivas de ganar, por lo menos no atenta contra la cohesión social; la gobernabilidad está garantizada siempre y cuando se juegue, sin cambiar las normas, aun sabiendo que el juego no nos pertenece aunque nos incluya.
La hegemonía entendida así, como reconocimiento de un orden social en calidad de natural o inapelable, mediante la incorporación de sus valores como universales y producto del compromiso colectivo, requiere de una construcción simultánea en varios planos:
i) Militar, creando las condiciones reales e imaginarias de invencibilidad.
ii) Económico, constituyéndose en paradigma de referencia y en sancionador en última instancia
iii) Político, colocándose como hacedor y árbitro de las decisiones mundiales
iv) Cultural, haciendo de la propia concepción del mundo y sus valores la perspectiva civilizatoria reconocida universalmente.
Para los generales del Departamento de Defensa (DoD) de Estados Unidos, cuyo saber está orientado por la eficiencia práctica, la hegemonía mundial se plantea como objetivo inapelable y su búsqueda se circunscribe al diseño de las mejores estrategias para asegurarla. Su misión consiste en defender los intereses nacionales de Estados Unidos en cualquier circunstancia y cualquier parte de la geografía mundial. La hegemonía en este caso, definida directamente como dominación o libertad para poner y disponer a lo largo y ancho del horizonte, es un supuesto que antecede la formulación de su política.
El mantenimiento de la fuerza militar y la capacidad de usarla en defensa de los intereses de la nación y del pueblo es esencial para la estrategia y compromiso con los que Estados Unidos se aproxima al siglo XXI. Como la única nación en el mundo que tiene la capacidad para proyectar un poderío militar de envergadura planetaria para conducir con efectividad operaciones militares de gran escala lejos de sus fronteras, Estados Unidos tiene una posición única. Para mantener esta posición de liderazgo, Estados Unidos debe contar con fuerzas prestas y versátiles capaces de enfrentar un amplio espectro de actividades y operaciones militares: desde la disuasión y derrota de agresiones en gran escala hasta la participación en contingencias de pequeña escala y el enfrentamiento de amenazas asimétricas como el terrorismo, plantean los documentos del Departamento de Defensa Norteamericano (DoD).
Las dimensiones del escenario
El escenario en el que se dirime la hegemonía mundial en el mundo contemporáneo se modificó sustancialmente con dos acontecimientos paradigmáticos, cada uno de los cuales con implicaciones y secuelas de diferente carácter:
a) La derrota de la guerra en Vietnam, que provocó indirectamente una crisis de sobreproducción en el sector militar y la urgencia por racionalizar los enormes recursos empleados en una aventura malograda.
b) El estallido del mundo socialista que provocó la repentina ampliación de territorios a ser controlados e incorporados.
El primer acontecimiento aceleró la crisis del fordismo o de la producción en masa, desarrollada bajo los auspicios de la escalada bélica y provocó una profunda reestructuración en los procesos de producción, que en muchos momentos abrió espacios de vulnerabilidad en áreas de definición tecnológica estratégica de Estados Unidos, y llevó a un reposicionamiento importante de Europa y Asia en el nuevo escenario de la valorización del capital. No obstante, como veremos más adelante, el juego estratégico de la burguesía asentada en Estados Unidos terminó por recomponer las condiciones de superioridad y liderazgo de Estados Unidos en la fijación del paradigma tecnológico y en el control de los recursos y los territorios estratégicos.
El segundo acontecimiento es resultado de la guerra fría y sin duda un logro de la fuerza global articulada por Estados Unidos. La gran porción geográfica que representan esos territorios, el enorme número y amplio espectro de calificaciones de los trabajadores potenciales que aportan, los yacimientos de petróleo, uranio y el resto de los minerales y otros recursos esenciales que contienen, los convierte en un campo estratégico de disputa por el poder económico mundial. El estallido del ex mundo socialista significa una modificación de posibilidades relativas de los principales actores del juego del poder pero el riesgo político que entraña todavía, su parcial ingobernabilidad y la incógnita acerca de los conflictos activos que cobija, impiden vislumbrar claramente el futuro de su incorporación en el concierto mundial.
Las enormes riquezas naturales de esa región, que constituían uno de los elementos de contención al poder concentrado por Estados Unidos, no se vierten todavía claramente sobre el mercado mundial aunque, efectivamente, su fragmentación ya no autoriza a considerarlos como contrapeso. Lo mismo ocurre al quedar desarticulado el gran potencial bélico, científico y tecnológico desarrollado por el bloque socialista y que en buena medida está representado por sus científicos o por los especialistas de diferentes tipos concentrados en sus sistemas de seguridad (los criptógrafos de la KGB, por ejemplo). Esto justifica el interés particular que conceden las estrategias de seguridad nacional de Estados Unidos a la estabilidad política y a la defensa de las «causas de la democracia» en esta región, con sus revoluciones anaranjadas o rosadas según las circunstancias y la manipulación mediática.
En tales condiciones el escenario global del que dispone el sistema mundial capitalista se amplió notablemente.
Sin embargo también incrementó la incertidumbre y modificó sus elementos de riesgo: se pasó del riesgo controlado o calculado, al impredecible. La gran tecnología bélica y la superioridad en efectivos entrenados que fueron puestos en acción en Viet Nam no pudieron vencer al ejército del pueblo que, si bien peleó en la guerra, se componía de civiles sin disciplina ni entrenamiento bélico; fue una guerra de resistencia, no convencional ni con normatividades preconcebidas, como las que van repitiéndose hoy, en versiones tan variadas como las del mosaico cultural que subyace a la edificación capitalista simbolizada por el pensamiento único.
Por otro lado, hay un desplazamiento difuso de un conjunto de «poderes» locales que desdoblan o cuestionan las organizaciones nacional-estatales militarizadas (abierta o encubiertamente) provocando una relativa indefinición societal y la ruptura de normas establecidas; mafias, drogas, saqueos y un conjunto de fuerzas desatadas que no reconocen autoridad y funcionan con lógicas inesperadas tomaron el lugar del enemigo ordenado y previsible o del aliado incondicional capaz de mantener el control social en su jurisdicción.
Efectivamente el horizonte de la hegemonía se amplió pero su control se hizo más difuso, en la época del fin de la historia proclamada por Fukuyama.
Ni el mayor hegemón, constituido ahora como poder global, es capaz de dominar todas las fuerzas sociales, organizadas o descontroladas, que lo conforman.
En este contexto el diseño de estrategias y el propio pensamiento estratégico se coloca en un lugar central dentro de la organización de la dominación y la competencia.
Esto repercute en la tonalidad militarista que han ido adquiriendo las relaciones mundiales, y que tiene evidentes y profusas manifestaciones en la vida cotidiana y en la creación de imaginarios, y explica por qué la teoría y la praxis militar se han ido comiendo los espacios de expresión de lo político.
Poder militar, generales y hegemonía.
Como ya hemos señalada con anterioridad para el Departamento de Defensa de los EE.UU y sus generales., la hegemonía se plantea como objetivo inapelable y su búsqueda se circunscribe al diseño de las mejores estrategias para asegurarla. En tal sentido, abarcar todos los espacios, todas las dimensiones de la vida, todos los lugares, no dejar resquicios para el enemigo real o potencial, no darle tiempo de recuperar fuerzas, de recomponerse, perseguirlo en los subsuelos, en tierra, aire y mar, vigilarlo, disuadir cualquier iniciativa contestataria, cualquier trasgresión de las reglas tacitas del poder y en su defecto aniquilarlo; esto es: dominar en todo el espectro.
La radicalidad del cuestionamiento de un sujeto que se desvincula cada vez mas de las reglas de juego y a la urgencia por no dejar pasar este momento de oportunidad histórica para colocar a EE.UU. como rector de los destinos del planeta completo, llevan al sujeto hegemónico a la formulación de una estrategia denominada » full spectrum dominance » . Frente a la amenaza incierta y desconocida, la respuesta del poder es la estrategia de dominación del espectro completo.
Para mantener su posición de liderazgo, EE.UU. debe contar con fuerzas prestas y versátiles capaces de enfrentar un amplio espectro de actividades y operaciones militares: desde la disuasión y la derrota de agresiones en gran escala hasta la participación en contingencias de pequeña escala y el enfrentamiento de amenazas asimétricas como el terrorismo.
Todo lo cual hace necesario el fortalecimiento de la prevención como única manera de trabajar de modo sustentable y relativamente seguro en un tablero tan diverso como el actual, con tantos y tan diversos riesgos, mediante el desarrollo de una red simultanea de inteligencia militar con propósitos preventivos que no aniquile los disidentes en todos los casos sino que logre colocarlos en situación de confrontación entre ellos mismos. Una red que identifique los peligros y valore sus capacidades y límites, al tiempo que reubica los nodos conflictivos esenciales. La prevención consiste en actuar antes que el enemigo exista, en impedir que se forme, en encontrar el modo de usar al enemigo y en mantenerlo observado en todo momento y en todo lugar, es decir, en la creación del panóptico (Guantánamo), para paralizarlo, controlarlo y aprender de sus propias estrategias de lucha.
Un mundo en anarquía y lo militar como eje disciplinador.
Las acciones preventivas se ven reforzadas por la imagen de un mundo en situación de anarquía, que es uno de los modelos explicativos posibles desde el poder que se refiera a : i) la quiebra del poder gubernamental ; ii) la desintegración de los estados ; iii) la intensificación de los conflictos triviales, étnicos y religiosos ; iv) la aparición de mafias criminales de ámbito internacional ; v) el aumento del numero de refugiados en decenas de millones ; vi) la proliferación de armas nucleares y de otras armas de destrucción masiva ; vii) la difusión del terrorismo ; viii) la frecuencia de las masacres y de la limpieza étnica.
Pero dado que ni el panóptico, ni el fin de la historia, ni la omnipresencia del mercado han logrado domesticar las resistencias que, mas bien, resurgen renovadas en todas partes del planeta, queda en evidencia que el mercado como gran organizador de la competencia y de la distribución de bienes materiales es insuficiente como disciplinador de los colectivos sociales. En tales condiciones, lo que queda claro, por el momento, es el desplazamiento del eje ordenador desde el mercado -o lo económico- hacia lo militar. El siglo XXI, después de 30 años de reestructuración neoliberal, parece haber iniciado con un desplazamiento del eje ordenador desde la producción y el mercado, donde las normas parecían ir estableciéndose de manera » natural » (con la intervención de la » mano invisible «), hacia instancias explícitamente disciplinadoras como las militares. Por esa razón, el signo más elocuente de la sociedad contemporánea es la guerra. La guerra bajo sus diversas formas y en todas las dimensiones del universo relacional: la guerra económica, la guerra cultural, de la inteligencia y de las ideas y la guerra militar.
Hoy, que la dominación se pretende de espectro completo, la diversidad descontrolada es justamente la llamada amenaza asimétrica. El desafío central del capitalismo del siglo XXI, es el control de la insubordinación. Hoy, en lo que desde el sistema de poder parece quererse perfilar como neofascismo, el reto principal para las elites dominantes es la indisciplina de una sociedad que no acepta las reglas impuestas por la guerra económica y la economía de mercado.
Una lucha de clases planetaria.
Hay dos líneas que marcan los desafíos para el poder y sus estrategias del siglo XXI y que apelan a la intervención de lo militar como eje de cohesión, una vez que el mercado se ha revelado insuficiente:
a) La insubordinación de los pueblos -y no de los estados-como amenaza principal en un momento histórico en el que la posibilidad de emergencia de hegemones es remota;
b) Cuestión que conduce al planteamiento de las guerras asimétricas en que el enemigo es un ente informe, difuso y, sobretodo, indisciplinado e inasible. En vez de los conocidos enfrentamientos entre estados, propios de la guerra fría, ya suficientemente estudiados y calculados, hoy el conflicto esencial parece haberse desplazado hacia lo que podría caracterizarse como una lucha de clases planetaria que deviene de la incapacidad real del capitalismo de ofrecer una propuesta de vida al conjunto de la población mundial.
En la actualidad las condiciones de funcionamiento societal se tornan sumamente inestables y por eso la guerra es antes que nada el principal instrumento disciplinador. Disciplinador de mercados, de competidores, pero, sobre todo, de inconformes, de irreverentes, de rebeldes, de comunistas, de terroristas.
Pero al tiempo que modifica la geografía, la economía y la política mundiales, la guerra desata, inevitablemente, las fuerzas de la resistencia. La visión militar del campo de batalla se impone entonces como regla de reracionamiento social y, dentro de esta, la asimetría como expresión de una indisciplina multidimensional.
Una nueva territorialidad.
La instauración de una nueva territorialidad es una de las condiciones insoslayables de reconstrucción de hegemonía. La necesaria vuelta al territorio como espacio de definición de la competencia, con base en el acaparamiento de recursos, así como las estrategias de regionalización productiva, laboral y comercial, apelan a una creciente intervención de lo militar como criterio de ordenamiento geográfico y estratégico general y como práctica contrainsurgente contra aquellos que poseedores -o desposeídos- y con una concepción sobre los modos de uso del territorio y sobre su importancia simbólica, se resisten a cederlos, como ocurre con la creciente oposición a los Tratados de Libre Comercio impuestos por la cúpula imperialista a diferentes naciones latinoamericanas.
Los objetivos hegemónicos centrales de USA.
Es a partir de tal análisis que el Departamento de Defensa de los Estados Unidos y los altos oficiales de la dirigencia militar del Estado norteamericano han trazado sus objetivos hegemónicos centrales que aparecen bajo el mando militar toda vez que el planteamiento mas completo y sistemático sobre el ethos hegemónico está explicitado en los documentos oficiales del DoD y particularmente en los que se ocupan del diseño y las estrategias de defensa de la seguridad nacional de EE.UU, trazados en la Quadrienal Defense Review (QDR) y en la recientemente expedida National Security Strategy (N SS). Tales objetivos son:
a) Asegurar la creación de un ambiente internacional favorable a los intereses de EE.UU mediante tres finalidades declaradas: i) Promover la estabilidad regional ; ii) Prevenir o reducir conflictos y amenazas ; y iii) disuadir agresiones.
b) Tener la preparación y prestezas necesarias para responder al amplio espectro de crisis que amenaza a los intereses de los EE.UU. El mundo sigue siendo complejo, dinámico y peligroso, desde la perspectiva del DoD, que identifica las siguientes tendencias como amenazas a su seguridad : i) conflictos transfronterizos de larga escala (las coreas) ; fracaso o desvanecimiento de algunos estados previstos de aquí al año 2015 (notoriamente Yugoeslavia, Albania y Zaire) ; iii) peligros transnacionales : violentas organizaciones terroristas de motivaciones religiosas, étnicas o nacionalistas ; iv) afluencia de tecnologías potencialmente peligrosas ; v) hay otros riesgoso relacionados con situaciones impredecibles como la emergencia de amenazas tecnológicas o la llegada de partidos hostiles en países amigos.
c) Tener la previsión necesaria para estar preparados ante la incertidumbre del futuro cercano. Objetivo que se desdobla en cuatro partes principales: i) modernización tecnológica que incorpore innovaciones de frontera; ii) revolución en los asuntos militares, desarrollando las habilidades militares, las revoluciones tecnológicas han afectado la naturaleza del conflicto. Por eso se propone: protegerse mediante nuevas tecnologías que ofrezcan a las fuerzas estadounidenses mayor capacidad a través de conceptos, doctrina y organizaciones avanzadas, que les permitan dominar cualquier campo futuro de batalla, incluyendo los asimétricos; iii) revolución en la ingeniería de infraestructura y apoyo; iv) protegerse de futuras amenazas para ser capaces de mejorar los riesgos en un ambiente de recursos restringidos.
Los intereses vitales de EE.UU.
A partir de tales objetivos se definen los intereses vitales de EE.UU, en torno a los cuales se organiza toda la actividad del DoD, los cuales comprenden:
a) Proteger la soberanía, el territorio y la población de EE.UU;
b) Prevenir la emergencia de hegemones o coaliciones regionales hostiles;
c) Asegurar el acceso incondicional a los mercados decisivos, a los suministros de energía y a los recursos estratégicos;
d) Disuadir y si es necesario, derrotar cualquier agresión en contra de EE.UU o sus aliados;
Garantizar la libertad de los mares, vías de tráfico aéreo y espacial y la seguridad de las líneas vitales de comunicación
Estos son los referentes de las guerras asimétricas («small wars») que promueve la potencia imperialista para garantizar su hegemonía que ya presenta síntomas agudos de decadencia por la emergencia incontenible de una innovadora multipolaridad.
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Notas.
Estas reflexiones sobre la guerra asimétrica en el contexto de la globalización y la hegemonía imperialista norteamericana tienen en el trabajo de Ana Esther Ceceña un crucial soporte.
Algunos libros de su autoría son:
Industria maquiladora de exportación. Bibliografía comentada, México, UNAM – IIEc, 1991.
Producción estratégica y hegemonía mundial, México, Siglo XXI Editores. Con Andrés Barreda.
La internacionalización del capital y sus fronteras tecnológicas, México, Ediciones El Caballito, 1995. Coordinadora.
La tecnología como instrumento de poder, México, Ediciones El Caballito, 1998. Coordinadora.