Luzmaría Jiménez Faro, directora de la femenina colección de poesía Torremozas y por lo que aquí nos toca derechohabiente de la propiedad intelectual de la muy recordada Gloria Fuertes (1917-1998), acaba de publicar en su colección un libro inédito de Gloria coincidiendo con el décimo aniversario de su muerte (Gloria falleció a finales de noviembre) […]
Luzmaría Jiménez Faro, directora de la femenina colección de poesía Torremozas y por lo que aquí nos toca derechohabiente de la propiedad intelectual de la muy recordada Gloria Fuertes (1917-1998), acaba de publicar en su colección un libro inédito de Gloria coincidiendo con el décimo aniversario de su muerte (Gloria falleció a finales de noviembre) titulado Se beben la luz, libro escrito en los primeros años 60 del pasado siglo, que han hallado entre sus papeles, dispuesto para la imprenta, menos un poema desaparecido -Puericultura de la Diputación, sabroso título- que Gloria debió terminar hacia 1962, y que ahí quedó hasta ahora…
La oí una vez a Gloria (que no siempre fue «la poeta de los niños», como en sus años casi últimos con el archipopular y televisivo Un globo, dos globos, tres globos…) sino poeta de «verso en pecho», como pregonaba su último libro -presentado por Cela- decía que le oí hablar con su querido Pepe Hierro de los viejos problemas, tontos, con la tonta censura. Gloria y Pepe se querían mucho y en el último libro de Hierro hay un hermoso poema dedicado a Gloria, con el acre trasfondo de la guerra civil en Madrid. Tuvieron problemas con lo más cerrado del Régimen porque se los tenía, en el fondo, por rojos y comprometidos, y algo eran, sobre todo lo segundo. Pero una manera de huir de aquella casposa censura era publicar en una más libre (entonces) América Latina. Hierro publicaría en Argentina al menos un libro y Gloria, en Venezuela, Poemas del suburbio y Todo asusta, mediando los años 50.
Luego una amante suya y profesora norteamericana, llevó a Gloria a los EEUU (algunos de estos poemas inéditos hablan del país aquel) para orearse de la vieja cerrazón de la España nacionalcatólica. No, no sabemos bien porqué quedó inédito Se beben la luz. Desde luego no es su mejor libro (antes estarían Sola en la sala o Cómo atar los bigotes del tigre) pero en este libro nuevo, pacifista, antibelicista, sencillo y zumbón -con esas rimas medio infantiles, ingenuas, pícaras e intencionadas- está Gloria de cuerpo entero, recordando -como hizo siempre- que son los humildes los que pagan la Historia, aunque como son iletrados (ver el poema Lo malo es que casi nadie escucha, tan válido aún ahora mismo) y así los obreros no han sabido que Blas de Otero los defendió ni los indiecitos del altiplano que contaban con la voz inmensa de César Vallejo. Por ello mismo, acaso, Gloria fue más sencilla y no le importó hacer reír a los niños ni leer poemas (como me contó otro día) en un pub lleno de enamorados haciéndose arrumacos. La poesía llega a todas partes cuando se puede y se sabe, y Gloria pudo y quiso. Machota, tierna, con voz de viejo tabaco, encantadora y siempre defensora de los humildes: «Espero que no seáis tan animales/ que no podáis vivir como personas», nos dice a todos. Y con más chunga a otros: «Y dijo el soldado:/ ¡qué barbaridad!,/ yo me doy por prófugo,/ ¡ya no aguanto más».
Esa era Gloria, poeta de guardia, mujer popular y lésbica (contaba que en otra vida había sido hoplita, soldado de la infantería griega) tierna, inteligente y buena -con mal humor, si hacía falta- que dejó una fortunita a los niños desamparados y que escribió en este libro viejo y nuevo, tan suyo, tan inconforme: «Aquí todo se duerme menos mi espanto». Hasta siempre, surrealista, social, postista. Gloria de la poesía para todos, a corazón abierto