Una cosa es que el monarca cometa desafueros, indignidades y felonías, luego pida públicamente perdón por ello pero no abdique y el pueblo de mala gana lo pase por alto, y otra cosa es que el primer mandatario del país (que por otra parte lleva décadas en el poder de una u otra forma) cometa […]
Una cosa es que el monarca cometa desafueros, indignidades y felonías, luego pida públicamente perdón por ello pero no abdique y el pueblo de mala gana lo pase por alto, y otra cosa es que el primer mandatario del país (que por otra parte lleva décadas en el poder de una u otra forma) cometa no sólo la felonía de percibir emolumentos contra la ley sino ser larga y políticamente responsable de los delitos cometidos en sus filas, y suponga que con pedir perdón se acaba su responsabilidad sin tener que dimitir.
El presidente y todos los jerifaltes y caciques de la facción a que pertenece tienen epidermis de elefante, y da la impresión de que no van a abandonar el poder ni siquiera por las urnas.
Viendo lo que viene sucediendo en el país de unos años a esta parte, se comprenden perfectamente las revoluciones sangrientas a lo largo de la historia. No es que caudillos, reyes y sátrapas cometiesen abusos. Es que llevaron muy lejos y sostenidamente los abusos, el latrocinio y la opresión. Esta gente de mal vivir en España ha dilapidado la riqueza de este país hasta arruinarlo. Pretende justificar las políticas de austeridad como impuestas por una Europa a la que quieren pertenecer en lo y para lo que a ellos les conviene, pero su comportamiento nada tiene que ver con el de los gobernantes de los restantes países europeos del sistema; países donde la corrupción es escasísima o desconocida y donde desde luego es desconocida la impunidad. En España, estas organizaciones para delinquir cometen toda clase de tropelías a la vista de todos, y los tribunales o no dan abasto para depurarlas o son cómplices sutiles interpretando con laxitud los hechos penales al aplicar penas irrisorias a los reos, o son permisivos a través de la política penitenciaria, o se permiten los propios maleantes públicos ejercer la potestad de indultarles. Y todo sin conocerse hasta ahora la reparación económica, es decir, la devolución de lo apropiado que el saqueo metódico de las arcas públicas requiere con independencia de la pena carcelaria.
La redención es correlativa al cumplimiento de la condena, pero el perdón requiere la concurrencia de dos o más personas: quien lo pide y quien lo otorga. Pues bien, el presidente del gobierno y otros personajes de su mismo monipodio han pedido perdón, pero siguen en el puesto. Prefieren ignorar que el pueblo y los 14 millones que se calculan de excluidos y marginados no se lo han concedido, que lo que desean es que reparen el daño causado, que no cuenten con su perdón y que se vayan de una vez…
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