Azufre, sal, calcinación es su tierra entera Deuteronomio, 29, 22 Para contar lo real, hay que escoger un lenguaje y un punto de vista. Quien quiera contar el puerto de Nápoles es muy probable que, en lugar de contarlo a través del viaje de un determinado contenedor, acabe dando cifras. Y es que en el […]
Deuteronomio, 29, 22
Para contar lo real, hay que escoger un lenguaje y un punto de vista. Quien quiera contar el puerto de Nápoles es muy probable que, en lugar de contarlo a través del viaje de un determinado contenedor, acabe dando cifras. Y es que en el sistema capitalista todo es reducible a meros números. Vivimos, según parece, en el frío imperio del dato por el dato. Crean más preocupación la aparición de tres burkas, tres, que la constatación de que, para entrar en la Fortaleza Europa, llevamos en nuestras conciencias 5.621 muertos1. Por no hablar de los muertos en la carretera. O de las víctimas de la Camorra. El código utilizado para describir los mecanismos del capital viene a parar sin remedio en montañas de cifras, laberintos de porcentajes, atajos de quebrados, índices, cuotas, dividendos, números rojos, números redondos, números cabales en medio de los cuales se pierde la proporción y el sentido de la realidad.
Lo dicho anteriormente vale para eso que llaman «emergencia Nápoles». 78 muertos en lo que llevamos de año, 3.600 desde 1979, a pesar de la presencia de 13500 miembros de las fuerzas del orden a los cuales se añadirán otros 1000 previstos en el proyecto «Nápoles segura», y ha habido hasta quien se plantea el envío de militares. Leemos en la prensa que en la provincia de Nápoles 9.000 niños abandonan la escuela anualmente y un tercio de ellos se «afilia» a la Camorra; 35.000 personas viven bajo el umbral de la pobreza; 2000 delincuentes comunes salieron de la cárcel indultados el pasado julio ; se cuentan más de 6.000 miembros afiliados a más de 100 clanes; se estima que las ganancias recabadas de la venta de droga de un clan potente asciende a medio millón de euros por día. En la Campania, en los últimos años, se han disuelto 71 ayuntamientos por sus relaciones con la criminalidad; el 33 % de los chicos habitantes en Nápoles declara haber sufrido al menos una agresión; en Campania en los últimos cinco años se han cerrado 357.000 empresas ahogadas por el progresivo encarecimiento de los chantajes que les hacía la Camorra: una tienda del centro de Nápoles paga de 500 a 1000 euros mensuales, un supermercado, 3000; cualquier obra, del 5 al 7% del trabajo; 8.000 comerciantes tienen deudas con asociaciones de tipo mafioso finalizadas a la usura2. Como remate, un embrollo de ceros: los clanes facturan 100.000 millones de euros al año3. Descrita así, la Camorra parece ser sólo una potente organización criminal que actúa en la más pura marginalidad.
Pero he aquí que un chico de 29 años, de nombre Roberto Saviano, publica en abril un libro titulado Gomorra. Viaje en el imperio económico y en el sueño de dominio de la Camorra4 (Mondadori Strade Blu, 15, 50€). En él, Saviano llama al pan, pan, y al vino, vino. Nada de «camorra», se llaman «sistemas». Para describirlos, Saviano no parte de la abstracción numérica sino de la materia. Y las materias con las que trabaja el Sistema no son otras que los contenedores, el textil, la droga, las armas, el cemento, la basura y, por extensión, los hombres, las mujeres, los niños… En el Sistema Camorra toda materia se transforma en mercancía. Al adoptar esta perspectiva original, libre de guarismos, la realidad queda despejada de incógnitas y el Sistema Camorra se revela punta de lanza del sistema capitalista. Máximo beneficio en el menor tiempo posible. Sin cargas éticas. Cuando Saviano narra lo que pisa, lo que toca, lo que ve y lo que vive en el puerto de Nápoles o en las fábricas textiles de Secondigliano, uno se hace con una clave que ayuda a descifrar el funcionamiento del Sistema Made in Italy. No hace falta que lo diga Putin: el cómico-agitador Beppe Grillo reconoce agraz que las mafias han ganado y que son la «primera potencia económica del país». Contando los mecanismos del Sistema Camorra, Saviano intenta bloquearlo, o al menos, meter arena en su engranaje5.
En el texto que hemos traducido, Saviano homenajea un artículo célebre de Pasolini. Dice Pasolini en 1974: «Yo sé. Pero no tengo las pruebas. No tengo ni siquiera indicios. Yo sé porque soy un intelectual, un escritor, que intenta seguir todo lo que pasa, conocer todo lo que se escribe sobre ello, imaginar todo sobre lo que no se sabe o se calla; que coordina hechos lejanos, que junta trozos desorganizados, fragmentarios de un completo cuadro coherente, que reestablece la lógica allá donde parecen reinar la arbitrariedad, la locura y el misterio […]
[…] Ahora bien, el problema es el siguiente: los periodistas y los políticos, aun teniendo quizá pruebas, indicios seguro, no dicen los nombres.
¿A quién compete decir estos nombres? Evidentemente a quien no sólo tiene el valor necesario, sino que, juntamente, no está comprometido en la práctica con el poder y, además no tiene, por definición, nada que perder: esto es, un intelectual.
Un intelectual podría, pues, perfectamente decir públicamente esos nombres: pero él no tiene pruebas ni indicios» 6.
Pues bien: Saviano ha ido más allá de Pasolini, le ha dado media vuelta de tuerca. Tiene pruebas, luego cuenta esas verdades y las llama por nombre y apellido. Para dar cuenta de su tiempo, no ha elegido la poesía de la palabra sino la de la materia, y desde esta última, manchadas sus manos, sudada su frente, heridos sus ojos, ha lanzado este j’accuse a todo un Sistema que lo ha convertido muy a su pesar en testigo de cargo7. Y ha dicho los nombres, pues tiene las pruebas «grabadas con el iris». En este indispensable libro híbrido de novela, reportaje y autobiografía, ha recorrido las geografías y descrito los personajes que protagonizan esta realidad que imita la mitología de Hollywood: el cura mártir, el gestor de residuos, el sastre en negro de Angelina Jolie, el chino que aprende de los camorristas, las mujeres que gobiernan los clanes, su padre y su hermanastro pequeño, los enviados especiales reducidos a meros transmisores y consumidores de tragedias, las cobayas humanas en las que se prueba la pureza de la coca, los niños-soldado a los que se curte militarmente a base de disparos, los etarras traficantes a cambio de armas, el general Kalashnikov y muchos más. Ha querido entender su mundo. Y para ello, lo ha contado. Y le ha costado la libertad, pues hoy vive escoltado.
Y cuando vemos que a los miembros de un nuevo sistema les llaman «Los españoles», cuando vemos asomar topónimos como Tenerife, Madrid, Barcelona o la Costa del Sol por sus páginas, cuando el propio Saviano concede una entrevista a El País diciendo que «España ha sido invadida por el dinero de la Camorra, y no entiendo que no se preste más atención al fenómeno»8, es hora de preguntarse: ¿cuándo será que alguien cuente, partiendo de la materia, el Sistema Made in Spain?
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