Hace unos días terminé de leer Cuentos completos, el libro que recopila todos los relatos que escribió y publicó (un total de cuarenta y cuatro) la escritora norteamericana Grace Paley y que editó en nuestro país en la década de los ochenta la editorial que dirige Jorge Herralde, o sea, Anagrama. Paley se había convertido […]
Hace unos días terminé de leer Cuentos completos, el libro que recopila todos los relatos que escribió y publicó (un total de cuarenta y cuatro) la escritora norteamericana Grace Paley y que editó en nuestro país en la década de los ochenta la editorial que dirige Jorge Herralde, o sea, Anagrama. Paley se había convertido para mí en una lectura más o menos obligada. Desde hacía varios años, cuando menos lo esperaba, me daba de bruces con su nombre en algún artículo, en alguna reseña, en alguna entrevista con otros escritores. Así que por fin me decidí a leerla, a sumergirme en su universo literario, que es lo mismo que hacerlo en su universo vital. Encargué el libro a Antonio Fuentes, mi librero de cabecera, y me lancé de lleno a las páginas de este extraordinario libro. Y os puedo asegurar que la experiencia ha merecido la pena, por gratificante y placentera.
Grace Paley, admiradora acérrima de la obra de James Joyce, no es una escritora que goce de una gran popularidad entre el público español -de hecho es bastante desconocida aún entre grandes lectores- a pesar de que la crítica la considera una de las más importantes cuentistas de la literatura escrita en lengua inglesa durante el siglo XX, incluso de la misma categoría que escritoras como la canadiense Alice Munro o las estadounidenses Lorrie Moore o Amy Hempel. Además de cuentos, la escritora judía también escribió y publicó varios volúmenes de poesía.
A todo esto, hemos de añadir su fuerte compromiso social con las causas del feminismo, del pacifismo y de la lucha en defensa del medio ambiente conceptos estos muy presentes no sólo en su obra sino en su vida cotidiana. El crítico William Novak la definió como «una escritora para escritores» , mientras que otro crítico norteamericano, Walter Clemons, dijo de ella en un artículo publicado en Newsweek que era «una de las mejores escritoras» en lengua inglesa.
Grace Goodside, su verdadero nombre, nació en la ciudad de Nueva York, el once de diciembre de 1922. La menor de tres hermanos, con los que se llevaba dieciséis y catorce años, era hija de un matrimonio judío de origen ucraniano que había llegado a los Estados Unidos en 1905, huyendo de las durísimas condiciones de vida de su país. Su padre y su madre tenían como lengua materna el yiddish, así que la pequeña Grace creció entre dos mundos: el doméstico, donde se hablaba en ruso y en yiddish, y el de la calle y la escuela, donde se hablaba inglés. Una niña con tres lenguas y dos maneras distintas de enfrentarse al mundo y a la vida, a veces, absolutamente contrapuestas: la heredada de sus padres y la aprendida en las calles del Bronx. Sus padres, Isaac y Mary, fueron convencidos militantes socialistas, algo que dejó huella en la futura escritora, acostumbrada a asistir a reuniones políticas y al lenguaje político desde su más tierna infancia. Entre 1938 y 1939, asistió a las clases impartidas en el Hunter College y más tarde en el New School for Social Research, donde fue alumna del poeta británico W. H. Auden. En 1966, empezó a trabajar en el Sarah Lawrence College, en Bronxville. También trabajó como mecanógrafa en la Universidad de Columbia antes de dedicarse a la literatura. Después impartió numerosos cursos de creación literaria en diversas universidades. Durante la década de los sesenta se manifestó activamente contra la guerra de Vietnam, y su activismo político y social, sobre todo centrado en el pacifismo y en el rechazo absoluto a la intervención de las distintas administraciones norteamericanas en conflictos bélicos, continuó durante el resto de su vida. Siendo una anciana se la pudo ver en manifestaciones oponiéndose a la invasión de Irak y a la Guerra del Golfo.
La obra literaria de Grace Paley es poco extensa. No se me ocurre otra forma de calificar una obra formada por seis libros, que además, son bastante breves: tres colecciones de relatos y tres libros de poemas.
Su primera obra publicada fue el libro de relatos The Little Disturbances of Man: Stories of Men and Women at Love (en castellano Batallas de amor), en 1959, -cuando la escritora tenía treinta y siete años, una edad muy poco común para una autora primeriza- una colección de diez relatos, protagonizados por Faith, una especie de alter-ego de la propia escritora, aunque ella lo desmintió siempre que se le preguntó al respecto, que volvería a aparecer en sus libros posteriores. En una entrevista concedida a la revista Paris Review, la escritora relataba cómo surgió la oportunidad de publicar su primer libro:
Yo había escrito tres relatos cortos y me gustaban. Se los mostré a mi ex marido, Jess Paley, y le gustaron, así que él se los mostró a un par de amigos, y les gustaron, lo que me hizo sentirme bastante bien. Mis hijos eran aún pequeños en esa época, por lo que jugaban mucho con los hijos de las vecinas. Una de ellas era Tibby McCormick, que se acababa de divorciar de Ken McCormick, que trabajaba como editor en Doubleday. Ella conocía la existencia de estos relatos, y el pobre Ken se vio más o menos obligado a leerlos (…) Así que se los llevó a casa y los leyó y luego vino a verme y me dijo: «Escribe siete más como estos y publicaremos el libro.» Y eso es lo que pasó. Hubo suerte.
El libro supuso una fuerte conmoción en los ambientes literarios neoyorquinos ya que su autora pasaba olímpicamente de los argumentos para centrarse básicamente en los diálogos, que soportaban todo el peso de la acción y eran de un realismo casi fotográfico. Sus cuentos son eminentemente urbanitas, escasean las descripciones y muestran un fuerte compromiso social, como no podía ser de otra manera, si hemos de tener en cuenta los antecedentes personales de la autora. Otra característica esencial de estos relatos es que no hablaban de la propia autora, sino que lo hacían, básicamente, de «otras personas». Como solía decir la escritora: «Cuando lo único que me interesa soy yo, me vuelvo una aburrida, una engreída. Cuando tengo interés en otra persona, en ti, me vuelvo interesante».
Grace Paley siempre se tomó la escritura con relativa calma y tranquilidad. Su siguiente obra tardaría quince años en ver la luz. No será hasta 1974 cuando se publique Enormous Changes at the Last Minute (en castellano Enormes cambios en el último minuto), una colección de diecisiete relatos, donde la autora continúa dando forma a su particular universo habitado por personajes normales y corrientes, que sufren, ríen, trabajan y aman como lo hacen las personas normales y corrientes que pueblan el mundo. En cualquier caso, las páginas escritas por Paley no dejan de tener un cierto sentido del humor, que abren una puerta a la esperanza.
Su tercer y último libro de relatos se publicó una década más tarde, en 1985, en pleno auge del neoliberalismo reaganiano, que ya empezaba a hacer estragos en los Estados Unidos, y se titula Later the Same Day (Más tarde, el mismo día fue su traducción al castellano). Otros diecisiete relatos protagonizados por el alter-ego de la escritora neoyorquina, Faith, los cuales ahondan en ese mundo de relaciones interpersonales tan característico de la autora.
En la actualidad, los tres libros se pueden encontrar publicados en nuestro idioma en un único tomo, Cuentos completos, un libro que os recomiendo encarecidamente.
Como decíamos al principio, además de los relatos cortos, Gracey Paley también escribió poemas durante toda su vida, que fueron recopilados en tres volúmenes: Leaning Fowards (1985), Long Walks and Intimate Talks (1991) y Begin Again: New and Collected Poems 1992). Sobre su obra poética, la crítica Carolyn Alessio escribió en la revista American Writers:
De principio a fin, su poesía ha tenido tendencia a ser más claramente política que su prosa y a veces más limitada en su visión. La crítica, e incluso la propia Paley, han restado importancia a la calidad de sus poemas, calificándolos como «sobre flores principalmente» y «demasiado literarios». Sin embargo, algunos de ellos muestran el brío y la insinuación que llenan de energía su prosa.
Ninguno de estos libros de poemas se encuentra traducido al castellano.
Además de sus colecciones de relatos cortos y de poemas, la autora neoyorquina publicó en 1998 Just as I Thought (en castellano La importancia de no entenderlo todo, publicado por la pequeña editorial Círculo de Tiza en 2016, con prólogo de Elvira Lindo, confesa admiradora de Paley) una antología de ensayos, discursos, conferencias, artículos y otros textos de carácter más o menos autobiográfico escritos a lo largo de toda su vida. Un libro muy recomendable, pues es tan o más interesante que su propia obra de ficción, ya que nos muestra a una autora profundamente humana, comprometida con el pacifismo, con el ecologismo, y con toda clase de causa injusta, y feminista hasta la médula. Por cierto, esto me hace plantearme la siguiente reflexión: ¿Qué pensaría Paley sobre la situación de la mujer y de los inmigrantes en su país, gobernado por el tarado fascistoide de Trump? Creo que sé la respuesta: le repugnaría.
Para poder hacernos una idea de cómo era la personalidad de Grace Paley, es recomendable leer este fragmento que aparece en el libro Un día en la vida de un editor, de Jorge Herralde, quien tuvo ocasión de reunirse con ella varias veces. Escribe Herralde en su libro:
Muy telegráficamente, de Washington fuimos en coche a Vermont (en New Hampshire, ya cerca de Canadá) para visitar a la gran escritora Grace Paley, de quien habíamos publicado sus tres libros de cuentos, y que vivía en una cabaña en medio del bosque, con su esposo, un poeta publicado por City Lights Books. Nos prepararon una cena con las verduras y lechugas de su huerto (silvestre, naturalmente) que se limpiaron (relativamente). Luego fuimos a conocer a las ovejas (docenas y docenas), atraídas por los estrepitosos alaridos del poeta, y tras juegos y revolcones con las demasiado amistosas bestias nos pusimos a comer, beber, fumar, orinar en el campo (en suma, la vida sencilla) mientras hablábamos de política, de feminismo, de sus amigos beatnicks. Grace, siempre ardiente militante de todas las causas progresistas y feministas, no llegó a publicar un cuarto libro de cuentos, pero los que escribió son inolvidables.
Grace Paley murió el día 22 de agosto de 2007, dejando tras de sí una legión de lectores y admiradores y una de las bibliografías más breves e interesantes del siglo XX. La grandeza de su obra y de su personalidad -se interesaba mucho más por sus plantas y flores que por las ventas de sus libros- se puede resumir en una de sus frases más certeras: » No hay libertad sin justicia económica y sin justicia amorosa».
Me gustaría terminar este artículo sobre la escritora americana, con las palabras que otra gran escritora, Susan Sontag, le dedicó: «Grace Paley me hace reír, me hace llorar y, sobre todo, hace que la admire. Pertenece a la especie más rara de escritor, la que conjuga un don natural para la escritura con una capacidad expresiva inigualable: humorística, melancólica, directa, sencilla, enérgica, aguda».
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