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Grandes chilenos del siglo XX

Fuentes: Rebelión

La encuesta de opinión elaborada por televisión nacional es categórica y de ella se desprenden variadas lecturas, un primer apronte, es el modo inteligente del sistema por conocer la sensibilidad de las generaciones venideras, no se trata de mezclar las cosas, pero se va configurando poco a poco un padrón de intensiones. Desde lo académico […]

La encuesta de opinión elaborada por televisión nacional es categórica y de ella se desprenden variadas lecturas, un primer apronte, es el modo inteligente del sistema por conocer la sensibilidad de las generaciones venideras, no se trata de mezclar las cosas, pero se va configurando poco a poco un padrón de intensiones.

Desde lo académico como era esperable, se cuestiona el método y sentido de someter al veredicto popular, temas tan profundos, en lo político un diputado UDI, cuyo nombre es irrelevante, emitió un largo y latero homenaje al General Pinochet, el martes 11 de diciembre, reclamando desde la alicaída tribuna de la cámara de diputados, la exclusión del «ex-jefe de estado», del proceso de selección.

De acuerdo a los nombres, priman los representantes de la cultura, por sobre el mundo político y social, con cuatro seleccionados: Pablo Neruda, Gabriela Mistral, Violeta Parra y Víctor Jara, los tres primeros figuran entre los más votados, los personajes de relevancia política escogidos son: Manuel Rodríguez, José Miguel Carrera y Salvador Allende, dos próceres de la independencia y un ex-presidente inmolado en el ejercicio de su mandato.

El nombre de Arturo Prat, Lautaro y desde el canto popular Víctor Jara, son una clara evocación al martirio, San Alberto Hurtado, trae consigo el reconocimiento a una iglesia preocupada de los temas sociales.

La mayoría de los personajes escogidos, traen consigo la tragedia, lo que habla de la cercanía de los jóvenes con el sufrimiento, los héroes militares no son los representantes de los corvos acerados, ni enarbolan el estribillo de «Jamás vencidos» en buenas cuentas son parte de los derrotados. La simbología religiosa se representa en el -dar hasta que duela- y no tiene en consideración, la intimidad de la oración auto- flagelante, por importante que esta parezca, a ciertos sectores de la iglesia, para los jóvenes la alegría, el rechazo a lo material, la compasión, ejercitada en la opción preferencial por los pobres, sigue siendo un valor reconocido, incluso en una sociedad laica y cada vez más alejada de los confesionarios.

La selección, nos habla de un sentimiento juvenil progresista o de izquierda marcada, de ahí, la preocupación inmediata en algunos sectores, que ven en este proyecto, un aspecto mas de la disputa cultural, en la que se encuentra nuestro país, desde el momento mismo del golpe de estado, es decir, son treinta y cuatro años en que los conceptos de historia, meta y micro-relatos se encuentran en pugna.

Así se explica Joaquín Fernandois, la ausencia de O¨Higgins, a su juicio «un prócer superior» y no un caudillo como Carrera, en esa misma estructura se justifica la presencia de Salvador Allende. De lo que el profesor Fernandois, no se hace cargo, puede ser porque no le corresponde, es de los años de silencio, tanto de la cátedra, como de la educación formal, donde se ensalzaban los valores tradicionales, representados en la personalidad de O´Higgins, Portales, Jorge Alessandri y por supuesto el omnipresente «capitán general».

La letanía conservadora, expresada en los textos de Encina, la obligatoriedad en muchos colegios municipales de leer el libro blanco, cuyo autor oculto en el anonimato, hace muy poco tiempo, reconoce su autoría, el juramento a la bandera, los interminables actos de los días lunes, correctamente formados, bajo la mirada de algún inspector, mientras se entonaba la estrofa de «los valientes soldados», son recuerdo imborrable de la formación intelectual, a la que un muchacho de mediados de los ochenta podía aspirar.

Visto así, la diversidad de propuestas que existe hoy en el país, con sus discursos, visiones de mundo, permiten tener una perspectiva un poco más informada, tal vez inducida por modas u otras variantes ideológicas, pero de eso, los que tenían y siguen teniendo parte de la supremacía del discurso mediático, educacional, no pueden quejarse, actúan con la generosidad del gigante egoísta, no dejando crecer ningún arbusto, sin entrometer sus narices en la semilla.

Para el historiador Sergio Villalobos, la encuesta no tiene ninguna importancia «porque son concursos sin ningún valor histórico y objetividad» la sangre de educador corre por las venas de Villalobos, su capacidad de lectura de los acontecimientos impresiona, su verbo, es como escuchar al viejo Platón, mientras la academia se le caía a pedazos, porque finalmente, la realidad está en el mundo de las ideas y esos niñitos, son sólo una triste representación de ella, porque al conocimiento se asciende, liberándose de las sombras de la opinión.

La visión de Sonia Montecinos, me parece más atrayente, cuando cuestiona, este rescate de las personas, sin tomar en consideración los procesos sociales, de los cuales ellos son intérpretes, el rescate de las «animitas culturales» son una fotografía en blanco y negro del Chile perdido, pero además la profesora Montecinos, nos hace reflexionar sobre la contradicción entre «los grandes» y «los mediocres» de la historia, o sea, todos los otros, en una negación flagrante de los movimientos sociales.

Desde mi perspectiva, la posibilidad de escoger, a chilenos destacados en un siglo me parece inabarcable, si un programa de televisión se lo plantea como desafío, puede resultar interesante, en el ánimo de dilucidar intensiones no captadas, ni registradas, por las encuestas oficiales, que tienden a preocuparse por la contingencia.

Las reacciones del mundo académico, salvo excepciones, son francamente inquietantes, la soltura de cuerpo, con la que se enjuicia la opinión pública, me parece patética, tienen en efecto, el derecho de hacerlo y las tribunas que garantizan su libre juego discursivo.

Sin embargo, por momentos se abusa, como en el caso del profesor Fernandois, quien remata su deslustrada postura, deslizando una tesis francamente vomitiva, cuando establece que la obra de Neruda, es de menor alcance que la de Gabriela Mistral, porque en sus textos «repitió un catecismo fanático y totalitario».

En términos estéticos, la discusión siempre estará abierta y la respeto, pero aseverar que el discurso poético de Neruda, es en esencia fanático y totalitario, es una afirmación descabellada, fruto únicamente del empeño y la sagacidad de un intelectual chileno, formado a la vieja usanza, de «las almas bellas». Si el profesor tiene razón, puede desprenderse que «los versos del capitán» tenían como destinatario a un agente de la KGB ; «veinte poemas de amor y una canción desesperada», no son otra cosa que una invocación alegórica a la revolución, pero no sólo eso, la afirmación supone, que dentro de una opción política, cualquiera que sea, la poesía como manifestación de arte no tiene cabida.

Francamente, en estas condiciones prefiero ser un televidente tomando su celular y marcando su opción, aceptando lo que hay, a elaborar suculentas teorías, de las que ni mis nietos tendrán memoria.

* Para mayor información, consultar las reacciones manifestadas por algunos historiadores en «El Mercurio» del domingo 9 de diciembre de 2007.

*El autor es poeta y pertenece al Centro de Estudios Francisco de Bilbao.