Grecia viene desde hace mucho tiempo estando en una encrucijada de la que no acaba de salir. Pero no es que la economía no tenga importancia, es que no sólo de pan vive el hombre… Y en la vida, tanto del individuo aislado como de los pueblos, hay momentos que conviene recurrir a la filosofía […]
Grecia viene desde hace mucho tiempo estando en una encrucijada de la que no acaba de salir. Pero no es que la economía no tenga importancia, es que no sólo de pan vive el hombre… Y en la vida, tanto del individuo aislado como de los pueblos, hay momentos que conviene recurrir a la filosofía como moneda de cambio que supla a la medicina que ha agotado sus posibilidades en el caso de la persona, o enmiende el pensamiento economicista lleva al desastre a un pueblo. En realidad no hay callejones sin salida. Es mentira. Siempre está ahí la salida que fue la entrada…
El euro es una moneda asociada desde el principio a la prosperidad que se suponía era para todos más o menos por igual. Luego, ya vemos qué ha sido de la idea llevada a la práctica y las consecuencias de esa moneda manejada en Grecia como en España, por lobos sedientos de sangre llegados de fuera y por zorros astutos cuidando el gallinero nacional por dentro.
Dracma y peseta son monedas de andar por casa mucho más acordes con un tipo de prosperidad similar a la que se confía generar en tiempos de postguerra. Aqui, en Grecia, ha habido, hay, una guerra de baja intensidad, pero una guerra al fin y al cabo que Grecia ha perdido ya. De modo que el planteamiento de la autarquía inicial no le vendría mal. Inmediatamente, seguro, ya surgirían países ayudadores que le permitirían salir airosos. Ahora está en manos de acreedores implacables que no la van a dejar vivir. Librándose de cumplir un objetivo comunitario que no puede cumplir, será preferible afrontar su destino como estado fallido dispuesto a salir de sus propias cenizas por sus propios medios, que sentir el aliento en sus cabezas a todas horas de naciones, políticos y bancos sin alma que lo único que les importa es cobrar. Ahora, aceptando el «rescate» salen de é ta, pero ¿por cuánto tiempo no volverán al punto de partida?
Volver al dracma devolvería a la ciudadanía una esperanza que en tales condiciones no asoma por ningún lado. Allí, como aquí, todo gira para todo el mundo, con los economistas a la cabeza, en torno al empleo y a la creación de empleo. Más valdría que en lugar de hacer tanto llamamiento genérico a esa «solución» señalasen qué sector productivo que no sean servicios y turismo, desmantelada allí (como aquí) la industria en su totalidad y prácticamente la minería y la ganadería, se pueden crear puestos de trabajo que no sean de hostelería y de asistencia personal… que prácticamente todos están creados ya.
Bruselas (y los acreedoresque medran a su amparo), tienen el control férreo sobre la producción griega y la economía griega (como lo tienen aquí). En cuanto a que se han firmado pactos, no importa. Es un principio de Derecho que los contratos sólo se perfeccionan con el cumplimiento. Si no hay propósito de cumplirlo, pueden ser papel mojado ya. Grecia debe renunciar al tercer rescate de cuya cifra el 80 por ciento va a parar a pagar intereses. ¿De verdad creen los cuerdos que esto es una solución?
Grecia, sus administradores, sus dirigentes de presente y de futuro no deben olvidar, como sabios que son, que en esta vida, pese al afán de metalizarnos los grandes depredadores, el dinero no lo es todo…
Jaime Richart, Antropólogo y jurista
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.