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Guerra al PP

Fuentes: Rebelión

Mis alumnos tienen absolutamente prohibido el uso del PP en clase. En esto soy intransigente, con un nivel de intransigencia que supera lo racional, y es así porque desde hace unos años me he percatado de que el PP está sirviendo de atontamiento, por un lado, y de encubrimiento por otro. Atonta porque reduce el […]

Mis alumnos tienen absolutamente prohibido el uso del PP en clase. En esto soy intransigente, con un nivel de intransigencia que supera lo racional, y es así porque desde hace unos años me he percatado de que el PP está sirviendo de atontamiento, por un lado, y de encubrimiento por otro. Atonta porque reduce el pensamiento a unos clichés prefigurados y que acaban valiendo para todo, tanto para una reflexión filosófica como para una estructuración corporativa; y encubre la vanalidad del propio pensamiento. El PP tiene la inusitada habilidad de disimular la debilidad de una proposición o la vacuidad de un planteamiento vital, incluso puede ocultar los fallos de una argumentación, pues sea lo que sea la pantalla siempre lo sostiene.

Con el PP, el espacio se reduce a su expresión más simple, la argumentación sigue un sólo camino jerarquizado, transformando cualquier contenido en fragmentos mínimos que se suceden rápidamente y de los que no se tiene tiempo de dar cuenta. La información se reduce a lo anecdótico, en el marco de una exposición ramplona y naïf que sumerge a los oyentes en una especie de sopor cargado de indolencia y una estulticia densa y dulzona de la que se les hace imposible salir. Si a esto se añade la posibilidad de añadir elementos sonoros, nos ponemos ante la imagen más burda de los profetas distópicos del siglo XX. Las imágenes de Metrópolis o de1984, bien podrían sufrir una especie de remake terrorífico, pero con polo Lacoste anudado al cuello y un dry martini en la mano.
Si el PP ha hecho daño, donde realmente ha resultado devastador es el campo de la educación. La sustancial reducción de los contenidos, unida al recorte de las posibilidades docentes, ha devenido en una suerte de demolición controlada del sistema educativo desde hace varias décadas, pero especialmente en la última, donde las nuevas tecnologías se han aplicado a la escuela cual si de una rama del mundo empresarial se tratara. Fue en Chicago, no por casualidad la cuna del pensamiento neoliberal, donde se empezó a diseñar el futuro del hombre como mercancía en sí mismo, con la teoría del «capital humano». Los individuos debían considerar su propia existencia en la medida en que se capacitaban para desempeñar un trabajo para la empresa. De ahí surge la idea de las capacidades y las malditas competencias, que se ha impuesto en el mundo educativo y que el Plan Bolonia ha colado, como caballo de Troya, en los estudios universitarios. Con este modelo, en el fondo friedmanita, se convierte la educación en mercancía en manos de la empresa, el conocimiento y la inteligencia se reifican, pasando a ser propiedad privada en manos de quien la pueda comprar, y el alumno empieza a ser un «cursillista» que se pasa su vida haciendo estúpidos cursos de formación que sólo sirven para mantener un gremio de expertos en el arte de las competencias. Pues bien, el PP es el instrumento más útil para imponer esta ideología en la educación, una ideología que pretende despersonalizar a los seres humanos para incrustarlos en el mundo de las mercancías y también romper la cultura para que nada ya vuelva a ser lo mismo. El PP es la herramienta adecuada para conseguir esto y por eso yo lo tengo prohibido en mis clases.

Por si algún lector se ha llevado a engaño, las siglas PP corresponde a ese infernal programa diseñado por Microsoft, el PowerPoint. Pido perdón por la confusión.

*Indispensable la lectura de Franck Frommer, El pensamiento PowerPoint. Ensayo sobre un programa que nos vuelve estúpidos, Península, Barcelona 2011. También es conveniente la lectura de Hervé Juvin, «Cultura y globalización» en Gilles Lipovetsky y Hervé Juvin, El occidente globalizado. Un debate sobre la cultura planetaria, Anagrama, Barcelona 2011

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.