Quien crea que la Guerra Fría terminó con el colapso del campo socialista y la Unión Soviética está creyendo vivir en el mejor de los mundos posibles, como Pangloss, el personaje de Cándido o el optimismo, novela en que Voltaire, en el siglo XVIII, arremete contra quienes perciben la realidad a través de lentes color […]
Quien crea que la Guerra Fría terminó con el colapso del campo socialista y la Unión Soviética está creyendo vivir en el mejor de los mundos posibles, como Pangloss, el personaje de Cándido o el optimismo, novela en que Voltaire, en el siglo XVIII, arremete contra quienes perciben la realidad a través de lentes color de rosa.
Me perdonará el que de buena fe piense que sí acabó la Guerra Fría; pero concuerdo con el renombrado politólogo ruso Leonid Ivashov, ex jefe del Estado Mayor del Ejército de su país, en que el mundo vive hoy precisamente en medio de ella, dada la expansión militar occidental hacia el este, que provoca el rearme de Moscú y frustra el diálogo y la cooperación.
Algo que enfrenta al Kremlin con la Casa Blanca y algunos de los aliados europeos de Washington son las ricas fuentes de recursos energéticos en aquellos países que, junto con Rusia, formaban parte de la Unión Soviética.
No olvidemos tampoco que los dirigentes rusos mantienen una postura diametralmente opuesta a la de Estados Unidos con respecto a Kosovo, provincia serbia con mayoría albanesa que quiere independizarse. Mientras el Kremlin apela al Derecho Internacional, Washington y la Unión Europea apuestan por el desgajamiento, sin tener en cuenta que Serbia considera a ese territorio porción inalienable del país entre otras razones porque allí está la fragua de su nacionalidad.
Pero Kosovo no constituye el único punto de fricción. Rusia ha declarado que no se verá obligada a respetar las limitaciones impuestas por el Tratado de Fuerzas Armadas Convencionales en Europa, en tanto la OTAN no fije un tope a sus propios arsenales, tope que deberá ser respetado aun en el caso de ampliaciones del bloque europeo-estadounidense.
Simultáneamente, Moscú acaba de lanzar una vigorosa advertencia a Polonia y la República Checa en relación con el eventual despliegue de elementos del Sistema Antimisiles de Estados Unidos. Y ha anunciado que tomará las medidas necesarias para prevenir la devaluación de su potencial disuasorio nuclear.
Sucede que Rusia se siente amenazada. Y está amenazada en verdad. Por la ampliación de la OTAN hasta sus fronteras, por el mencionado Sistema de Defensa Antimisiles de los Estados Unidos… En fin, está amenazada por Occidente, que no deja de inmiscuirse en sus asuntos internos. Si no, que le pregunten a la señorita Condoleezza Rice, secretaria de Estado de los Estados Unidos, quien acaba de manifestar, con todas las letras, que en Rusia se apreciaría un retroceso democrático si, como se espera, Vladímir Putin ocupara el cargo de primer ministro tras las próximas elecciones, impedido por la Constitución de reelegirse presidente por un nuevo período.
¿Por qué tanto alboroto contra Putin? ¿No será porque el hombre ha cosechado triunfos geopolíticos sobre Estados Unidos y la Unión Europea como el convenio, con Kazajstán y Turkmenistán, para la construcción del Gasoducto Ribereño del Caspio? Esta obra quiebra aspiraciones occidentales de trasladar gas desde el Asia central, pasando por Azerbaiyán, Georgia y Turquía.
Pero es que la mano dicen que firme de Putin está estampada también en hechos como la alianza con China, el tácito apoyo a los anhelos iraníes de desarrollar un programa de energía nuclear con fines pacíficos y la participación en el grupo de Shangai, cuyos miembros, la mayoría países centroasiáticos del espacio post soviético, escapan de la influencia occidental.
A ver: ¿qué otros pecados Occidente achaca a Putin y a la Federación rusa? Uno de marca superior. La exportación de armamentos de esta podría crecer el presente año en unos 500 millones de dólares, para situarse en siete mil 500 millones. Y la oferta moscovita tiene la ventaja de incluir los sistemas de aviación de cuarta generación, que Washington no vende a casi nadie, o los transfiere con estrictos condicionamientos. Con el chantaje político por medio.
Como si no bastaran estos motivos para un evidente pulso entre Occidente y Moscú, se acaba de conocer que Rusia se convertirá en la quinta mayor economía del mundo para el año 2020, con cinco billones de dólares de producto interno bruto, si se mantiene el crecimiento anual del 6 o el 7 por ciento.
Entonces, Occidente se encrespa. Y amenaza velada o abiertamente a Rusia, criticándole un Gobierno de mano dura como el de Putin, mientras sueña con la escandalosa entrega de un Gobierno como el Boris Eltsin. Por eso afirmábamos que quien no aprecie aires de Guerra Fría está mirando la realidad a través de lentes color de rosa, como Panglos, el personaje de Cándido, la novela del insigne Voltaire.