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Guerras y mentiras

Fuentes: Fusion

Agosto de 1964. Los medios de comunicación anuncian que el ataque de lanchas torpederas norvietnamitas a navíos norteamericanos en el Golfo de Tonkin, ha propiciado el inicio de la agresión de Estados Unidos contra Vietnam. La apertura de los archivos del gobierno norteamericano confirmará muchos años más tarde que ese ataque fue una mentira creada […]

Agosto de 1964. Los medios de comunicación anuncian que el ataque de lanchas torpederas norvietnamitas a navíos norteamericanos en el Golfo de Tonkin, ha propiciado el inicio de la agresión de Estados Unidos contra Vietnam. La apertura de los archivos del gobierno norteamericano confirmará muchos años más tarde que ese ataque fue una mentira creada para iniciar una guerra. No hubo jamás la legítima defensa que se argumentó y que se saldó con la vida de cinco millones de vietnamitas.

Como dice el escritor Eduardo Galeano: «Las guerras dicen que ocurren por nobles razones: la seguridad internacional, la dignidad nacional, la democracia, la libertad, el orden, el mandato de la civilización o la voluntad de Dios. Ninguna tiene la honestidad de confesar: Yo mato para robar». Para Higinio Polo, Doctor en Historia Contemporánea, hoy los objetivos reales se reparten entre apoderarse de fuentes de materias primas, dominar nuevos mercados, controlar territorios estratégicos militarmente hablando, y también acosar a los movimientos populares de izquierda y a los movimientos de liberación nacional en muchas zonas del planeta.

Grandes engaños

Engañar no es patrimonio de este siglo ni del pasado. «Esta treta es muy antigua -confirma Polo-. Las guerras púnicas o las guerras médicas estaban llenas de mentiras. Roma utilizó la mentira sin recato. Atenas luchaba contra los persas y, de paso, engañaba a otras ciudades-estado griegas para aumentar su propio poder. Lo mismo hizo España para construir su imperio y, más tarde, Gran Bretaña o Francia. Sus guerras impuestas tiñeron de sangre grandes territorios del planeta. Recordemos que la Francia de la IV República fue responsable de un millón de muertos en la Argelia colonial. Y Estados Unidos recurrió a la mentira en su declaración de guerra a España en 1898, para apoderarse de Cuba y de Puerto Rico; y después volvió a mentir en Corea, y en el llamado incidente del golfo de Tonkin para justificar su agresión a Vietnam. Guerra y mentira van siempre de la mano».

En ocasiones es difícil demostrar con pruebas físicas la relación entre un conflicto y el engaño que hay detrás, pero las voces más críticas suenan en los medios alternativos y siembran claras dudas. Porque… qué pensamos al saber que las mayores reservas de petróleo de Sudán están en Darfur, donde se libra a diario una guerra sin cuartel en la que la ONU calcula que hasta 2005 han fallecido 400.000 civiles. Los medios convencionales dicen que estamos ante un conflicto étnico y religioso, pero este dato nos hace dudar de si existe algún interés en alimentarlo.

O, por ejemplo, ¿tiene algo que ver la guerra civil que hubo en el Congo con que ese país sea la mayor reserva del mundo de coltan, raro mineral con el que funcionan nuestros móviles, ordenadores o misiles? Mientras lo pensamos, añadamos tres millones de civiles muertos.

Y así una lista larguísima: Chiapas es la zona de mayor producción eléctrica de México, con gran riqueza agrícola y ganadera; y hay cuencas petroleras en los municipios fronterizos del norte de Chiapas. Palestina posee agua; el Kurdistán además de este elemento vital tiene petróleo; Chechenia cuenta con petróleo y gas, lo que le ha permitido convertirse en… la china independentista en el zapato de Rusia.

Irán es uno de los países del ‘eje del mal’ de Bush. ¿Será porque tiene una de las reservas de gas más ricas del mundo?
Lo de algunas guerras africanas y su relación directa con los diamantes ya está comprobado. La ONU reconoció en 2000 que eran estas piedras preciosas lo que estaba prolongando guerras brutales en algunas partes de África, como Angola y Sierra Leona, puesto que su venta llena las arcas de los grupos rebeldes que luchan contra gobiernos legítimos. En concreto se calcula que UNITA -grupo rebelde de Angola- obtuvo por la venta de diamantes 3.700 millones de dólares sólo entre 1992 y 1997. Se conocen los importadores y procesadores que trabajan con ellos en Amberes (Bélgica), pero nadie mueve un dedo por temor a perder cifras millonarias en este negocio sangriento.

Miremos donde miremos, el mapa de las guerras del planeta es un gran plano de expolio y de mentiras que generan miles de muertos. Los más ricos desean el oro, los diamantes, el gas y el petróleo, el coltan o las piedras preciosas; quieren instalar bases militares en países estratégicos y vender armas; desean abrir nuevos mercados en los que vender sus productos a costa de generar consumo. Como todo ello no pueden hacerlo libre e impunemente, inventar mentiras se ha convertido en una estrategia con muy buenos resultados.

Supongo que a partir de ahora dudaremos más a menudo sobre las guerras y sus orígenes, o sobre los argumentos para comenzar alguna. Si supiéramos los motivos, quizás encontrásemos muy pocas guerras justas. Es más, ¿existe alguna guerra limpia? Como indica Higinio Polo, «Todas las guerras son sucias, porque la peor forma de terrorismo es la guerra y ésta ha sido siempre un instrumento de conquista, de expolio, un recurso para construir imperios, para reprimir las aspiraciones populares. El colonialismo y el imperialismo europeos del siglo XIX trajeron una sucesión de guerras sangrientas, injustificadas, vergonzosas, que, para mayor escarnio, se vendieron a la población de la época como instrumentos de civilización, de cultura, casi como operaciones de filantropía. Es decir, mientras se mantenía la farsa de que las operaciones militares y las guerras obedecían a propósitos nobles, se estaba preparando el reparto del botín. En nuestros días, Estados Unidos sigue utilizando esa treta, declarando que sus constantes agresiones y las guerras que inicia son operaciones destinadas a extender la libertad y la democracia. Sólo hay que ver la situación en Afganistán o Iraq: nada más lejos de la verdad». Porque habría que preguntar a los ciudadanos cómo se sintieron al saber que Bin Laden, considerado hoy terrorista, fue anteriormente un agente entrenado por la CIA. O al conocer que Al Qaeda es una organización terrorista que fue creada por los servicios secretos norteamericanos. «Y no hay una guerra entre Estados Unidos y Al Qaeda: es una intoxicación más -apostilla Polo-. Además no existe como organización, es una suma inconexa de distintas redes, algunas de las cuales, con toda probabilidad, actúan por cuenta del gobierno norteamericano. La realidad en ese mundo de mercenarios, espías y terroristas por encargo, es mucho más oscura de lo que pretende hacernos creer el gobierno de Bush. A Estados Unidos no le preocupa Al Qaeda. Le preocupa Rusia y, sobre todo, China».

Vamos a crear mentiras

Las guerras las diseñan unos pocos, pero hoy ya no pueden llevarse a cabo si no cuentan con el apoyo de una mayoría. Así pues, se hace necesario hacerlas asequibles y digeribles para lograr el apoyo popular. El famoso ‘Vamos a contar mentiras tralará» ha encontrado en las guerras un refinamiento tal que el ciudadano vive en un mundo de engaños. Uno pensaría que la verdad siempre sale a relucir y es cierto, pero a costa de muchos años de silencio, muchas vidas aniquiladas y muchas riquezas robadas. Para entonces, la verdad ha perdido parte de su valor.

Los más informados se resisten a creer que, como dice Higinio Polo, «los ciudadanos están sometidos al bombardeo de los modernos medios de comunicación, que en los países capitalistas son, de hecho, instrumentos al servicio del poder». Y crear mentiras para una guerra es relativamente sencillo, si cuentas con el apoyo de los medios de comunicación o simplemente eres su dueño. Si además tienes cómplices del engaño y reconocidos intelectuales que elaboren un discurso a tu medida, tienes un punto a tu favor. Luego, las tretas adoptan diferentes caras. Una de las maneras de hacerlo es provocar una guerra entre dos países vecinos y luego acudir en el papel de árbitro para llevarte todo lo que puedas.

Si recordamos las guerras del opio que Gran Bretaña impuso a la China imperial del siglo XIX, veremos cómo Londres planificó que sus empresas introdujeran las drogas y acostumbrasen a la población china a su consumo, además de iniciar la penetración económica en el continente, para la expansión colonial de su economía.
El engaño que más conocemos es el de señalar a un dictador -omitiendo que lo armaste previamente-, acusándole de ser un peligro.

«Una excusa muy manida para intervenir es el terrorismo -precisa Polo-. Es muy desconocido, pero Washington, que lanza al mundo tanta inflamada propaganda para combatir al terrorismo, llegó incluso a infiltrar a terroristas en la Unión Soviética en los años de la guerra fría, para que organizasen atentados en el país». Suponemos que sigue siendo una práctica actual.

Otra treta consiste en acrecentar un conflicto étnico, religioso o territorial en una región, armar a uno de los bandos, salir mientras se produce una guerra civil y cuando tengas menos público llevarte el mineral que deseas, por ejemplo. El listado de guerras que se han disfrazado de conflictos étnicos o religiosos es tan largo que Higinio Polo afirma que «podría escribirse un completo ensayo con ellas. Citaré los enfrentamientos en diversas partes de África, en la pugna entre Gran Bretaña, Francia y Alemania por el dominio del continente. O la terrible agresión japonesa contra China en los años treinta del siglo pasado, que el gobierno japonés planificó con un odio racista contra la población china que no tiene nada que envidiar a lo que hicieron los nazis en Europa. Hay muchas otras. La última, utilizando y atizando las diferencias entre la población serbia y la albanokosovar fue la intervención de la OTAN en Kosovo, sin respaldo de la ONU, bombardeando incluso a la población civil y a la televisión de Belgrado, para conseguir sus propósitos. Ahora mismo, Estados Unidos y la Unión Europea están preparando en Kosovo la declaración de independencia del territorio, un hecho de enorme gravedad: es la primera vez que se impone a un país una partición. Por supuesto, Estados Unidos cuenta ya con bases militares en el territorio».

El papel de los medios de comunicación

Ya sabemos que la utilización del engaño para el comienzo de una guerra se viene empleando desde antaño, pero actualmente el efecto se ve amplificado por la función de los medios de comunicación, que eliminan cualquier barrera a la noticia.

Michel Collon, periodista de investigación belga y especialista en guerras y manipulación, afirma que las guerras no se inician con las bombas sino con mentiras mediáticas. Para Higinio Polo los medios de comunicación tienen mucha responsabilidad en este engranaje: «La televisión y los más importantes periódicos del mundo son vistos y utilizados por el poder capitalista como instrumentos de su expansión. Son una fuente constante de mentiras y de manipulación. Los grandes medios de comunicación no ofrecen noticias solventes y análisis de la realidad del mundo: son fuentes de propaganda y, muchas veces, de sucia propaganda militarista». No debemos olvidar que los grandes diarios del planeta están en manos de políticos y de empresarios que apoyan ideas interesadas que logran amplificar gracias a la globalización. Enfrente, los diarios alternativos que crecen en Internet se erigen como contrapeso en busca de la verdad. Como afirma el matemático y presidente de la Asociación Contra la Tortura, Carlo Frabetti, la lucha mediática contra la mentira que nos envuelve parece tan asimétrica como sucede en el plano bélico, » Pero nosotros tenemos una ventaja decisiva: decimos la verdad, y no es lo mismo repetir mentiras que repetir verdades. La verdad, a veces, puede ser ocultada, pero nunca vencida. Por eso la verdad es revolucionaria; por reducido que sea su ámbito inicial, puede convertirse con extraordinaria rapidez, si las condiciones son propicias -y podemos ayudar a que lo sean-, en algo colectivo, multitudinario, popular. La verdad es la chispa capaz de incendiar el bosque, para decirlo con la metáfora de Mao».