Herbert George Wells, uno de los gigantes literarios de otrora ha sido olvidado en nuestro tiempo. Sin embargo, Wells fue uno de los autores más leídos en su época y supo infundir un optimismo utópico con las quimeras del mundo por venir. Su manera de soñar con un estado ideal le llevó a inventar un […]
Herbert George Wells, uno de los gigantes literarios de otrora ha sido olvidado en nuestro tiempo. Sin embargo, Wells fue uno de los autores más leídos en su época y supo infundir un optimismo utópico con las quimeras del mundo por venir. Su manera de soñar con un estado ideal le llevó a inventar un nuevo género, el de la ciencia ficción, tan en boga hoy en día, sobre todo en la cinematografía. Pero Wells era, ante todo, un precursor de una humanidad unida, sin guerras, en las cual existiese una fraternidad universal, por eso fue uno de los principales promotores de la Liga de las Naciones que surgiera tras la Primera Guerra Mundial.
Sus ideas le parecieron atractivas a George Bernard Shaw, y a los demás integrantes de la Sociedad Fabiana, y le invitaron a ingresar en ella. Pretendían un socialismo ingenuo pero los fabianos fueron el antecedente que permitió la consolidación del movimiento laborista, años más tarde. Para difundir la idea de una historia desarrollada irracionalmente, buscaron un rechazo al caos del devenir histórico. Wells escribió su Esquema de la Historia, en 1920, y el libro tuvo tal aceptación que se vendieron dos millones de ejemplares en el primer año de su salida: uno de los primeros best sellers.
Su primer éxito fue La máquina del tiempo, en 1895, con decenas de versiones fílmicas ulteriores y ediciones sucesivas. Fue un joven genio, Orson Welles, quien situó en el pináculo de la fama a H.G.Wells cuando en 1939 escenificó para la radio La guerra de los mundos, escrita tres decenios antes, con lo cual provocó un pánico generalizado en Estados Unidos.
Las enseñanzas de Wells no se limitaron a predicar la hermandad de las naciones, sino que fue el apóstol de una liberación sexual que permitió salir de la hipócrita gazmoñería del siglo XIX y entrar en las emancipaciones del siglo XX. Tuvo numerosas amantes, algunas muy jóvenes, a las que duplicaba en edad. Engendró numerosos bastardos y mantuvo varios hogares simultáneamente.
Durante los bombardeos de Londres, en 1941, nunca abandonó la ciudad, manifestando que no iba a permitir que Hitler lo expulsase de su hogar. Pese a que toda la aristocracia y la burguesía británicas abandonaron la capital para refugiarse en sus casas de campo, Wells seguía en su apartamento en Regent´s Park, sitio predilecto de las explosiones. Cada semana tenía que ordenar la reparación de puertas y ventanas. De joven había padecido tuberculosis, pero fue un cáncer de hígado el que lo llevó a la tumba, a los ochenta años de edad, en 1946. Fue un visionario, un profeta, un anticipador del futuro.
Pero sus ideas no cayeron en el vacío. Tras la Segunda Guerra Mundial se puso de moda la literatura comprometida. El principal gestor de esa actitud intelectual fue Jean Paul Sartre quien, en el segundo tomo de sus Situaciones, habló de la necesidad de asumir un comportamiento ético en relación a los grandes problemas de su tiempo: la democratización –tras un período de terrible totalitarismo–, el antirracismo, la descolonización, la justicia social, el ascenso de los pueblos hacia su soberanía plena.
Desde luego, no fue Sartre el autor principal del compromiso intelectual. Mucho antes, Voltaire fue un rebelde sistemático y gracias a su escape a Ferney evitó ir a La Bastilla. La Revolución Cubana suscitó una gran solidaridad de los intelectuales del mundo, tanta como la que recibieron la República Española, o las revoluciones rusa y mexicana. La insurrección liberadora en Argelia recibió un abrumador respaldo de los escritores franceses primero y, más tarde, del mundo entero. Lo mismo sucedió con la guerra en Vietnam que logró suscitar un rechazo generalizado hacia el gobierno en Washington.
La historia del mundo está hecha de acciones y reacciones, tras un período de saturación viene uno de repliegue. Es lamentable que H.G.Wells haya pasado de moda en tan solo medio siglo. Ya no se le lee, ni sus ideas influyen en la conciencia contemporánea. Algunos siguen sus cuerdas exhortaciones, sin saberlo, cuando repiten la consigna universal del momento: otro mundo es posible.