En tiempos y lugares donde se puede ver las diferentes caras del sistema dominante: el llamado capitalismo de rostro humano, el capitalismo subdesarrollado y otros capitalismos que pretenden con nombre de otra cosa no pasar por tal, están creadas las condiciones para que al tomar como rasgos del sistema a sus peores expresiones, se piense […]
En tiempos y lugares donde se puede ver las diferentes caras del sistema dominante: el llamado capitalismo de rostro humano, el capitalismo subdesarrollado y otros capitalismos que pretenden con nombre de otra cosa no pasar por tal, están creadas las condiciones para que al tomar como rasgos del sistema a sus peores expresiones, se piense en la posibilidad de una sociedad mejor. Y ciertamente, el mundo que tenemos no es una fluctuación ni una casualidad, es el que tendencialmente se genera, y un mundo menos polarizado, implicaría cambiar la lógica de este.
La salida casi unánime a este capitalismo que domina, es el socialismo. Sin hacer distinción, y dado lo abarcador que puede ser el socialismo, la pregunta que propongo es, ¿de qué hablamos cuando hablamos de socialismo?
Cuando se mira la figura de Marx, se identifica que este fue un teórico del capitalismo. Se aprecia, como su objetivo desde el punto de vista teórico, su problema de investigación, era explicar el capitalismo -siempre mirando hacia su transformación, claro-. Por eso vemos un Marx que escribe El Capital, y despliega en él todo su conocimiento sobre el sistema. Luego de ello, cada vez que menciona el capitalismo, lo hace con mucha propiedad: conoce el sistema al cual se está refiriendo. Lo puede explicar, exponer, a partir de que logró desentrañar su lógica, dígase, sus relaciones esenciales, y cuál era su forma.
Con ello, nos daba una importante lección. Superaba a todos aquellos contemporáneos suyos, que cuestionaban el capitalismo, pero ninguno había logrado decir, qué era este esencialmente, en una exposición ampliada teórica que lo mostrara. Todos aquellos, no dejaban de hablar de algo, que era más un resultado de un reflejo inmediato, que un conocimiento profundo.
Así Marx repetía las hazañas teóricas de Hegel. Aquel había advertido, que asumir un objeto de estudio de antemano, era asumir en él ciertos rasgos que condicionarían el conocimiento sobre este. Por eso, rechazó incluso, el ser como el objeto del pensamiento, ya que después de todo era algo que se tomaba de antes. Como respuesta, la propuesta era ir construyendo el objeto teórico, y con ello, el conocimiento sobre dicho objeto -porque la propia construcción del objeto, es el conocimiento sobre este-.
Por eso Marx, no se creyó cuentos sobre el capitalismo, que confundían lo que sería valor con plusvalor, mercado con capitalismo. Construyó su conocimiento sobre el modo de producir de la sociedad. Edificó las lógicas de este, estableciendo su sistema de tendencias, de estabilidades, de contradicciones.
Sin embargo, ¿qué se ha hecho con el socialismo?, es decir, ¿de qué socialismo se habla? Contrario a toda dialéctica, predomina hoy un uso de antemano, apriorístico, en el imaginario de mucho pensamiento revolucionario, a la hora de hablar del socialismo. Pareciera que se regresa a los paradigmas de designar una sociedad que no se conoce, que no se tiene estudiada.
Con ello, la lucha política y todos los modos en los que esta se expande, están permeados por una concepción no elaborada del socialismo. No hacemos referencia aquí a que no se piense en este, pero lo cierto es que sobre él recae todo un deber ser -todo un listado de cualidades de su deber ser-. ¿Y es el listado de esas cualidades sobre el socialismo, conocimiento sobre este? No, solo es saber de antemano, un deseo más bien.
Un pensamiento sobre socialismo, implicaría desarrollar toda una idea a su alrededor, como un sistema. Pero no como la cuestionada en las líneas anteriores -solo cualidades del deber ser-, sino uno que explique orgánicamente cómo sería ese sistema, cómo serían las lógicas de reproducción social, es decir, como serían las formas de esa sociedad de organizarse, que se correspondan con la sociedad que se desea en el socialismo. Aun así, a pesar de elaborar un sistema de ideas sobre el socialismo, que plantee un deber ser de la organización social, esta no se conecta con el mundo que se tiene, o al menos, es necesario que lo haga.
Es por eso, igual que como sugiere la dialéctica, de realizar la hermenéutica de su objeto de estudio para irlo levantando en la medida que se aprende; el estudio del socialismo no empieza en el propio socialismo, en la construcción del socialismo, sino en la construcción de un objeto en movimiento, por tanto, se trata de hacer la hermenéutica del socialismo, que comienza en el capitalismo.
Solo desde ahí, de armar la idea de un socialismo como expresión del desarrollo del capitalismo, se puede conocer a dicho sistema. Ello implicaría dominar toda la lógica del capital, por tanto, de cómo se articula su dinámica de producción como paso indispensable. Así, la idea del socialismo, lejos de ser un punto de partida para el pensamiento, debe ser un resultado de un profundo análisis del desenvolviendo del capitalismo.
Dicha relación entre capitalismo y socialismo como partes de ser uno evolución del otro, hacen que uno conlleve al otro. Por eso, una idea del socialismo tomada de inicio, determinará la visión que se tiene del capitalismo también, es decir, del capitalismo en el que vive el mundo. Se caería en la vieja práctica de fijar una meta que condicionará el punto del que se parte para esta.
Es por eso, que la sugerencia que hago, es a conocer el capitalismo, a estudiarlo bien. Que de este, emane la idea de un socialismo, no como un deber ser, sino como el tránsito al que se pudiera llegar de este sociedad a una más justa, y donde el camino hacia hacer orgánico ese nuevo sistema esté señalado, de ser posible. Entonces, hablemos de capitalismo, y de cómo deviene este. Tal vez así, estemos más cerca cuando hablemos de socialismo, de hablar de socialismo.
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