Visto lo que se ha visto –y sigue viendo- con Rusia por ‘lo’ de Ucrania, puede uno imaginarse qué pasará cuando estalle ‘lo’ de EEUU con China. Así que toca aprovechar que aún se puede hablar de China y del tema sin que surjan guillotinas y alambradas. Ya saben que, en esta feliz, docta y esbelta Europa del gallinero, se defiende la libertad de expresión censurándola y los derechos humanos cerrando los ojos ante crímenes como los de Israel en Palestina y los de Arabia Saudita –la garganta profunda del mercado de armas- en Yemen. Considerando que la UE ha declarado a China “rival sistémico” y que está a un paso de incorporarse a las mesnadas de EEUU en Asia-Pacífico, debemos aprovechar el espacio existente para contar cosas que deben contarse.
Aunque no es tema que se mencione en los relatos periodísticos, por razones que usted, dilecto y sagaz lector podrá imaginar, lleva EEUU décadas manteniendo ‘cercada’ marítimamente a China, si bien, hasta hace poco tiempo, dentro de unos parámetros, digamos, aceptables, por eso de hacer de la ofensa una virtud. No obstante, a partir de 2017 y, especialmente, de 2018, luego de oficializarse la doctrina militar aprobada ese año, EEUU pasó a calificar a China como su mayor amenaza mundial y a considerarla el único país capaz de desafiar el poder estadounidense en todos los ámbitos. En suma, la única potencia que amenazaba su hegemonía en el océano Pacífico, que es, para EEUU, el área más vital y estratégica del mundo (tomen notan, atlantitos). De la nueva estrategia de ‘contención’ de China nacieron distintas iniciativas, de las comerciales a las más abiertamente militares, sin otro objetivo que crear dos anillos de fuego que dejaran a China recluida en su territorio continental. China, de lo más ‘feliz’ con eso.
En épocas pretéritas y recientes, China observaba esas maniobras desde la prudencia y reaccionaba con iniciativas de orden económico y comercial, sin recurrir a alardes de fuerza o a plantear retos con espadas desenvainadas. Su prioridad eran continuar con su espectacular crecimiento económico y con la expansión de su comercio. No obstante, la nueva doctrina militar y política de EEUU le dejaba a China pocos espacios, de forma que, o callaba y tragaba los anillos de fuego, como una república bananera más, o bien reaccionaba con energía y plantaba cara a EEUU. Decidió, como es entendible, la segunda opción y aprobó un programa militar sin precedentes, con resultados notorios.
Como en estos temas en mejor dar los datos y documentos oficiales, para que se sepa que no andamos en plan tertulianos de lengua larga y conocimientos cortos, procedemos a ello. Puede que el documento más relevante sea el titulado Advantage at Sea, de diciembre de 2020 (véase en [https://media.defense.gov/2020/Dec/16/2002553074/-1/-1/0/TRISERVICESTRATEGY.PDF]), firmado, todos a una, por el general David Berger, comandante del Cuerpo de Marines, el almirante Michael M. Gilday, jefe de Operaciones Navales, y el almirante Karl L. Schultz, comandante de la Guardia Costera, es decir, los más altos jefes de la Fuerza Naval estadounidense. Si ya no les creen a ellos, entonces vean telenovelas. En el documento en cuestión se lee lo siguiente:
“Estados Unidos es una nación marítima. Nuestra seguridad y prosperidad dependen de los mares. Desde el final de la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos ha construido, dirigido y promovido un sistema internacional basado en reglas a través de compromisos compartidos con nuestros aliados y socios. Las fuerzas desplegadas de la Armada, el Cuerpo de Marines y la Guardia Costera de EEUU, conocidas colectivamente como el Servicio Naval, han garantizado la seguridad de este sistema. El acceso libre y abierto a los océanos del mundo ha fomentado una extraordinaria era de riqueza y paz para muchas naciones. Ese sistema ahora está en riesgo.”
Traducido a román paladino, con el cual se suele fablar a los vecinos, quiere dejar sentado que la paz, prosperidad y seguridad de EEUU depende de su dominio del mar y que ese dominio no es tema que pueda negociarse con nadie. Que EEUU debe seguir dominando los mares y océanos del mundo, única forma de garantizar sus intereses.
Importa también el informe salido a la luz pública en octubre de 2021, con el título China Naval Modernization: Implications for U.S. Navy Capabilities – Background and Issues for Congress (puede leerse en [https://sgp.fas.org/crs/row/RL33153.pdf]), elaborado por la Oficina de Inteligencia Naval (ONI, en sus siglas en inglés), donde se expresa –y no pasen por alto ninguna línea, por favor- lo siguiente:
“En una era de renovada competencia entre las grandes potencias, el esfuerzo de modernización militar de China, incluido su esfuerzo de modernización naval, se ha convertido en el foco principal de la planificación y del presupuesto de defensa de Estados Unidos. La Armada china, que China ha estado modernizando constantemente durante más de 25 años […] se ha convertido en una fuerza militar formidable dentro de la región próxima al mar de la China, y está llevando a cabo un número creciente de operaciones en aguas más distantes, incluyendo aguas abiertas del Pacífico Occidental, el océano Índico y aguas de Europa.
“Se considera que la Armada de China representa un gran desafío para la capacidad de la Marina de EEUU de mantener el control, en tiempo de guerra, de las áreas oceánicas de aguas azules en el Pacífico Occidental, en el primer desafío de este tipo que ha enfrentado la Marina de EEUU desde el final de la Guerra Fría. La Armada china constituye un elemento clave de un desafío chino al estatus de larga data de Estados Unidos como la principal potencia militar en el Pacífico Occidental. Algunos observadores estadounidenses expresan preocupación o alarma con respecto al ritmo del esfuerzo de construcción naval de China y las tendencias resultantes con respecto a los tamaños y capacidades relativos de la Armada china y la Marina de EEUU.”
Aclaramos ciertos conceptos, para que nuestros fieles y doctos lectores no pierdan la pista ni la señal. En léxico marinero anglosajón, la expresión ‘aguas azules’ hace referencia a la capacidad de una fuerza naval de realizar operaciones de combate mar afuera (esto se analiza más ampliamente en nuestro último libro). Actualmente, sólo EEUU, China, Rusia y –de lejos, Gran Bretaña-, tienen capacidad de operar en ‘aguas azules’. Esto sirve para medir qué potencias representar un reto y peligro para otras.
“Control en tiempos de guerra de las áreas oceánicas”. EEUU indica que la –posible y probable- guerra con China será naval y dirimiría el control del Pacífico Occidental. Eso explica el vasto plan de desarrollo naval chino, así como que el presupuesto militar de EEUU, en el capítulo desarrollo e inversiones, esté destinado masivamente a reforzar cuanto sea posible su poder naval (lo que está teniendo sus repercusiones en Ucrania, pues EEUU se está quedando sin municiones y, cuando preguntaron qué pasaba, los ‘amunicionadores’ respondieron que habían dejado de fabricar bombas y proyectiles terrestres porque el presupuesto estaba dedicado a construir artefactos navales).
Sigamos. Para situar este el tema en su justa perspectiva, debemos recurrir otro documento clave de la estrategia marítima de EEUU. En el Advantage at Sea, de diciembre de 2020, las fuerzas navales estadounidenses establecieron este objetivo:
“Los mares disputados requieren un énfasis renovado en el control del mar. Negar a nuestros adversarios el uso de los mares frustra sus objetivos bélicos directos y desbarata sus esfuerzos por amenazar a nuestros aliados y a la patria estadounidense desde el dominio marítimo. Debemos aumentar nuestro énfasis en el control de los mares en los conflictos para proporcionar a las fuerzas conjuntas y aliadas la libertad de maniobra para atacar a las fuerzas adversarias e imponer costes a nivel mundial.”
Volviendo otra vez al román paladino, EEUU considera como objetivo central de su estrategia anti-china impedir que la fuerza naval de China pueda acceder a los mares de ‘aguas azules’, que deben permanecer –léase al costo que sea- bajo control de la Marina de Guerra de EEUU. El “control de los mares en conflicto” sería la espina dorsal de la estrategia de guerra estadounidense. Aquí tenemos definido el teatro de operaciones de guerra, que serían los mares de la China y los espacios marítimos entre el primer anillo de fuego (que va de Corea del Sur a Singapur) y el segundo anillo, entre las islas Hawái y Australia, con Guam y la isla Drake como epicentros. “Negar a nuestros adversarios el uso de los mares” debe traducirse como hundir la flota adversaria y replegarla a la costa.
Está la situación tan clara que, a finales y mayo y principios de junio pasados, el ministro de Exteriores chino, Wang Yi, realizó una gira por los Estados archipelágicos de los poéticos Mares del Sur (Islas Salomón, Kiribati, Samoa, Fiyi, Tonga, Vanuatu, Papúa Nueva Guinea, Micronesia y Timor Oriental), países de escaso valor económico y comercial por su pequeñez, pero –ahora, merced a su señoría, EEUU- con un inmenso valor estratégico y geopolítico. China busca, simplemente, aliados que, de formas varias, le permitan disponer de infraestructuras más allá de los anillos de fuego –el talón de agua que construye EEUU- para, en caso dado, poder atacar por la retaguardia. EEUU y su fiel y segura servidora Australia, pusieron el grito en el cielo y más allá, y, desde entonces, están enviando delegaciones a todos y cada uno de estos países, para alejarlos de la “amenaza china”. Entenderán, avispados lectores, cómo la estrategia hegemonista de EEUU convertirá esta vasta región, hasta hoy irrelevante, en campo de batalla entre esas dos grandes potencias. Es el Frente Pacífico. El Atlántico es Ucrania. En tal coyuntura y teniendo EEUU los planes que tiene, es natural el interés de China por fortalecer su Marina, que ya dispone, desde este mes, de su tercer portaaviones, el Fujian, a la espera del cuarto y del quinto, previstos para antes de 2030.
El pasado 15 de junio, los presidentes de Rusia y China conversaron por teléfono, para repasar la situación internacional y dar un nuevo espaldarazo a sus relaciones bilaterales. Entre otras cuestiones, acordaron ampliar la cooperación energética, financiera, comercial e industrial, recordando que, en 2021, sus intercambios alcanzaron la cifra récord de 200.000 millones de dólares. La conversación se ha producido después del más duro, prolongado y abierto enfrentamiento entre EEUU y China en la región de Asia-Pacífico, rebautizada por EEUU como Indo-Pacífico, como expresión de su nueva estrategia anti-china, que ha obligado a Beijing a olvidar su tradicional prudencia para, como se dice popularmente, enseñar los dientes con todo el filo de los colmillos. No piensen que Putin y Xi no habían conversado antes. Posiblemente lo hagan cada dos por tres. Lo destacable es el momento escogido para dar a conocer públicamente que han conversado. Han querido enviar un mensaje para quien quiera recibirlo: Rusia y China siguen siendo socios estratégicos y siguen juntos para enfrentar a EEUU y la OTAN.
Queda apuntar que EEUU, como no siente que con sus propios recursos pueda con China –menos aún si China y Rusia van de la mano- quiere que el gallinero europeo se una a su Frente Pacífico. Es decir, que vayan al otro lado del mundo a morir para mayor gloria de Washington. Este plan está tan madurado, que a la reunión de la OTAN en Madrid asistirá el ministro de Defensa de Japón, lo que no había ocurrido nunca.
La reunión madrileña de la OTAN será una auténtica misa negra con aquelarre final para crear un frente anti-chino y anti-ruso, preparatorio del primer conflicto auténticamente global de la historia humana. Pero, d’ont worry, be happy. ¿Para qué ocupar el tiempo en esas minucias si lo que importa es fichar a ‘cracks’ futbolistas? ¿Para qué, si toca discutir del sexo de los ángeles, que es lo que hacen las almas puras? Cuando la retreta llame a la recluta para los Mares del Sur no se sorprendan, angelitos.
*Autor de “De Ucrania al Mar de la China”, Akal, mayo de 2022.
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