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Hace 20 años comenzó la Perestroika (III)

Fuentes: Pravda-info

Traducido del ruso para Rebelión por Josafat S.Comín Como es sabido, el artículo 6 de la constitución de la URSS, donde se hablaba del papel dirigente del PCUS, igual que la Constitución, fue aprobado en 1976, es decir 60 años después de la Revolución de Octubre. Ni con Lenin, Stalin o Jruschov, el partido tuvo […]

Traducido del ruso para Rebelión por Josafat S.Comín

Como es sabido, el artículo 6 de la constitución de la URSS, donde se hablaba del papel dirigente del PCUS, igual que la Constitución, fue aprobado en 1976, es decir 60 años después de la Revolución de Octubre. Ni con Lenin, Stalin o Jruschov, el partido tuvo status oficial alguno.

Sólo la dirección liderada por Brezhnev (y su reinado en los últimos años recordaba al de Isabel II), incluido esa oficialidad del PCUS en la redacción de la nueva constitución. Muchos comunistas pensaron entonces que esa era una decisión absurda y políticamente y equivocada. Pero sus opiniones fueron silenciadas. La tesis del «incremento del papel dirigente del PCUS en la construcción comunista», desarrollada por un «destacado científico» estudioso del marxismo leninismo, como todas las demás tesis del «socialismo desarrollado» se aprobó por la dirección del partido de aquel entonces.

Ahora, volviendo la vista atrás, nos podemos preguntar si eso fue hecho inconscientemente, bajo el sonido de los «interminables aplausos» y el aluvión de diferentes condecoraciones.

¿Sería descabellado pensar que se hizo teniendo en cuenta los posibles acontecimientos futuros? Coincide que los mismos que desarrollaron ese artículo, fueron los que más tarde exigirían su derogación. Este artículo jugó un papel relevante en la desacreditación del PCUS y posiblemente fue creado con ese fin.

Cuando se hizo evidente que molestaba a los nuevos demócratas, llegar abiertamente al poder, exigieron su retirada, que fue lo que hicieron los líderes de la Perestroika. Ese artículo, lejos de aportar nada, molestaba.

En ese periodo, en el que, por así decirlo, a la Perestroika le comenzaban a patinar las ruedas, quedó claro que había que buscar nuevos caminos y métodos para el futuro desarrollo del país.

La dirección era habitualmente criticada por carecer de una concepción de la Perestroika, científicamente desarrollada. Por eso en la prensa apareció el artículo de Gorbachov: «La idea socialista y la Perestroika revolucionaria». (Pravda, 26 de noviembre de 1989).

Gorbachov escribía que aparte de la Perestroika, solo se puede hablar de dos puntos de vista: Uno pasa por mantener el sistema de mando administrativo y la férrea planificación. El otro presupone la capitalización de la sociedad.

Pero los líderes de la Perestroika ven otra vía capaz de conducir a la sociedad hacia el progreso.

La Perestroika en su opinión es: «una prolongada etapa en el histórico discurrir del socialismo, en el transcurso del cual, se produce el rechazo del sistema burocrático y autoritario, y el establecimiento de un organismo social autogestionado y democrático.»

Como vemos en otoño de 1989, La Perestroika se entendía como un movimiento hacia el socialismo.

Y el socialismo como: «una sociedad que se apoya en una economía eficaz, en los más altos logros de la ciencia y la técnica, en la cultura; en estructuras sociales humanizadas, que profundicen en la democratización de todos los aspectos de la vida social, creando las condiciones para que la gente desarrolle una vida plena y participativa».

Ya entonces, los líderes de la Perestroika habían hecho suya la teoría occidental de la convergencia, aunque sin hacer ostentación.

La Perestroika en la URSS provocó profundos cambios en todo el mundo: Precisamente cuando se vio, que era un proceso irreversible, se desarrollaron los acontecimientos que supusieron el derrumbe del socialismo. En este sentido, con todo fundamento podríamos hablar de la finalización del periodo de la IIª Guerra Mundial.

¿Qué fue lo que ocurrió? ¿Fueron revoluciones de terciopelo? ¿Contrarrevolución? La vuelta al poder de los antiguos dueños, no es motivo de alegría entre la población de los ex miembros de la «comunidad socialista».

Gracias a la política de la Perestroika, se puso fin a la guerra de Afganistán: La retirada e las tropas soviéticas la asocian al líder de la Perestroika. Pero para llegar a tomar esa decisión necesitó 3 años enteros. (El decreto de Paz se adoptó al día siguiente de la Revolución de Octubre). Y para que ese repliegue fuese definitivo fueron necesarios cuatro años. (Lo mismo que duró la Gran Guerra Patria).

El cambio de situación en el mundo, la liquidación del socialismo y la instauración de regímenes burgueses en Europa Oriental, fueron posibles gracias a la Perestroika soviética. El aumento de la influencia occidental en la URSS, acabó por dividir definitivamente a la sociedad soviética, al tiempo que dividía a las fuerzas políticas.

Los auténticos demócratas que creían en el socialismo y en la perspectiva comunista, pasaron a ser rivales ideológicos de los pseudodemócratas, para los que el anticomunismo era la base de su ideario.

La estratificación de la sociedad se hizo patente en las primeras elecciones de diputados populares pluripartidistas, en las diferentes repúblicas y Soviets locales.

Aunque oficialmente no había más partidos aparte del PCUS, en la práctica, los diferentes «clubes de electores» y «frentes populares» de todo tipo, olvidando su carácter social, se habían convertido en organizaciones políticas. En las elecciones de 1990, intervenían ya como bloques unitarios, a diferencia del PCUS, que prácticamente no participaba.

Esa situación se produjo como resultado de la división dentro del PCUS, que había perdido el poder y a sus militantes.

Mientras se hablaba del «poder de las masas del partido», la dirección central del partido se había aislado del propio partido, sintiendo su independencia.

Las «masas del partido» estaban rotas por la feroz campaña propagandística para desacreditar todo el periodo soviético y el propio ideal comunista.

La propaganda tuvo especial relevancia. Había sido preparada al detalle por el anterior periodo de crítica de los años 30-50 y del «estancamiento».

El desarrollo de los acontecimientos, introdujo algunos cambios en esa propaganda. Ya en verano del 89, el descontento popular con los «logros de la Perestroika» desembocó en el movimiento huelguístico de los mineros. Hasta entonces la aristocracia intelectual se había «olvidado» de la existencia de obreros en el país. (Solo se acordaban de ellos cuando compraban algún artículo soviético o se trasladaban a una nueva casa).

No en vano, en un principio toda la propaganda se dirigía a las clases medias (intelectuales y sector servicios). Pero las primeras huelgas vinieron a recordar que el movimiento obrero existía.

Los propios huelguistas marcharon bajo lemas que nada tenían que ver con la capitalización. Pusieron sobre la mesa cuestiones, que incluso hoy deben servir de lección para los comunistas. Las reivindicaciones se centraban en la abolición de los «subbotniks» (sábados laborables, no remunerados. N de la T), en la exigencia de garantías de libertad personal, (cese de cualquier tipo de obligaciones, de la actividad de las denominadas sociedades, destacamentos de voluntarios, de la reglamentación de la vida personal y familiar).

Con estas acciones, los gobiernos «comunistas» de entonces no hacían sino desacreditar la idea misma del socialismo.

(Por cierto que en nuestra ciudad de Noginsk, los actuales dirigentes salidos de ese KOMSOMOL del estancamiento, de nuevo pretenden resucitar aquello que rechazó la sociedad. De nuevo se refundan con carácter obligatorio los destacamentos populares de «voluntarios». Los trabajadores de la administración local y los alumnos de las escuelas deben por obligación asistir a todo tipo de actividades culturales lúdicas y deportivas; rellenar las gradas vacías para demostrar que en Noginsk a todos les gusta el fútbol femenino, el baloncesto, la lucha y el boxeo. Si le gusta al alcalde Laptiev, significa que les tiene que gustar a todos. Y aún se preguntan porqué Rusia es un país atrasado. Será que en el resto del mundo cada cual se dedica a su ocupación principal, mientras que aquí te obligan a hacer lo que les gusta a los dirigentes., con tal de agradarles.

Igual que procuran no contravenir al alcalde Laptiev -antiguo miembro del comité local del PCUS, responsable del área de comercio, justamente en los años de la Perestroika, cuando las estanterías quedaron vacías- actual amante de figurar ante las cámaras de TV y ante el gobernador Gromov, para lo que manda a batallones enteros de escolares a limpiar las calles, antes de la llegada del gobernador a Noginsk.

Y hablan de democracia. ¡La democracia hace tiempo que acabó! Comenzó la dictadura de la burguesía. Pero volvamos a nuestra historia).

Las exigencias de las minas eran justas. Las uniones existentes, creadas en la época de Jruschov y desarrolladas en años posteriores, a través de la unificación, no siempre razonable, de empresas independientes, (que a veces se encontraban a cientos de kilómetros unas de otras) no aportaron nada positivo, solo ampliaron el plantel administrativo. A raíz de la especialización y concentración de la producción, se crearon las bases de lo que hoy día se denomina estructuras monopolistas. Todo esto fue creado en los últimos 40 años, en la época de florecimiento de los actuales economistas y científicos, tan demócratas ellos…

¿Para qué entonces las 7 décadas de historia del sistema de planificación?

Nuestros científicos no lo veían (o no querían verlo). No querían hablar abiertamente sobre esto durante la primera huelga de mineros. Precisamente por eso los directores comunistas (y cualquier director tiene un equipo de consultores, ¿Por qué atacar solo a los directores comunistas? ¿Porque sus consejeros se convirtieron en demócratas? Estaríamos hablando de un descarado sabotaje por parte de los consultores especialistas) no apoyaron a los mineros, lo que más adelante tendría una influencia decisiva en la perdida de autoridad del Partido Comunista, y del socialismo en el medio obrero.

Esto fue algo que los «demócratas» supieron utilizar hábilmente, cuando la campaña electoral de 1990 coincidió con la campaña propagandística, dirigida a desacreditar el socialismo. Los «demócratas» «bajaron al pueblo». A diferencia del periodo anterior, cuando hacían sus mítines entre los estudiantes, profesorado y funcionariado de las ciudades importantes, la campaña electoral del 90, la desarrollaron directamente en los centros de trabajo. Sus emisarios recorrieron el país, estuvieron en las fábricas, en los Koljoses y Sovjoses. Como complemento, contaban con los medios de comunicación, en primer lugar de la radio y televisión, lo que sirvió para mostrar el verdadero rostro de nuestros periodistas, que habían heredado de sus ricos antepasados la «vena emprendedora». A esto contribuían los líderes del propio PCUS, muchos de los cuales se habían convertido ya en anticomunistas recalcitratantes.

Pero el trabajo planificado de los «demócratas» les obligaba a presentarse a las elecciones bajo el lema: «Todo el poder a los Soviets». (No era la primera vez en nuestra historia, cuando se hacía campaña por los Soviets, sin comunistas). La explicación de esto era que a los ojos del pueblo, los Soviets eran todavía la personificación del poder popular.

Las revoluciones rusas de 1905 y 1917 se dieron bajo la consigna de «Todo el poder a los Soviets». Y el pueblo creía y todavía sigue creyendo en los ideales de aquellas revoluciones. (Enero del 2005, cuando miles de personas salieron a las calles a luchar por sus derechos, lo confirma). Por eso no quisieron nuestros «demócratas» discurrir nada nuevo y tomaron el camino más sencillo. Un partido llevaba en el poder 70 años, pero nosotros estamos por el poder de los Soviets. Además el partido siempre se relaciona con sus líderes, de ahí que los lemas de los «demócratas» de aquel periodo, dirigidos contra Gorbachov, cuya autoridad en el país no hacía sino disminuir, fueran cogidos del propio pueblo.

En este sentido los comunistas (me refiero a los que lo eran por convicción) hacía tiempo que debían haber cuestionado el liderazgo del partido. Y si la mayoría de los miembros del PCUS no eran comunistas, seguramente lo más razonable hubiera sido la creación de un nuevo partido unificado, que no tuviese relación con la dirección burguesa del PCUS. Esto hubiese levantado la autoridad de los verdaderos comunistas a ojos de los trabajadores.

En las elecciones del 90 se dio un hecho paradójico, entre aquellos que asistieron a los mítines de los representantes del Frente unido de Trabajadores en las empresas y que votó por ellos en las elecciones (aunque muchos no recibieron el apoyo de la mayoría gracias a nuestro «pluralismo» en los medios de comunicación, y muchos no llegaron siquiera oír hablar de la existencia de esa organización) había mucha gente que se consideraba y se sigue considerando partidario de los «demócratas» (yo conozco personalmente casos así, aunque no llegué a escuchar los mítines de entonces del FUT ).

Esto dice mucho de la influencia en la sociedad de los medios de comunicación y propaganda. El que los controla, está en el poder. Por eso los resultados electorales no siempre coinciden con el sentir real de la sociedad. Y en lo que concierne a la victoria de los «demócratas» en Rusia, habría que hablar por un lado de victoria de la propaganda y por otro de la derrota de la política de los líderes de la «Perestroika» (el ejemplo más claro lo tenemos en las presidenciales a la RSFSR, donde el candidato más próximo a los «lideres» de la Perestroika, ocupó el último puesto).

El pueblo en la primavera de 1990 no votó todavía por la capitalización, sino que lo hizo fundamentalmente contra la Perestroika de Gorbachov. Esto era algo evidente para todos, excepto para el propio líder y sus partidarios.

Esta vez la victoria de los «demócratas» no fue tan absoluta. Votaron por ellos algo menos de la mitad del electorado. En algunos departamentos como en el de Noginsk, vencieron con algo más del 50%, con una participación que apenas pasó de ese 50%. Así en tercera ronda venció el «demócrata radical» A.R. Paramonov, ex miembro de la dirección del KOMSOMOL y típico «apparatchik». Es decir que podríamos hablar de que en las elecciones solo se presentaron los partidarios de los «demócratas», y los que se les oponían, simplemente ignoraron las elecciones, convencidos de su inutilidad.

La cuarta etapa de la Perestroika, que finalizó en la primavera de 1990, la hizo irreversible. Este es el principal logro de esta etapa, que con tanta ansia esperaban en Occidente. Tras ella, podían estar seguros de que la «variante Jruschoviana» ya no era posible.

V

En la primavera de 1990 comienza la nueva, quinta etapa de la Perestroika. Si el periodo anterior supuso el comienzo del golpe de estado permanente, el nuevo, desarrolló y profundizó ese mismo golpe de estado permanente, a todos los niveles: desde el de toda la federación, pasando por las repúblicas, hasta el nivel local.

El comienzo de esta nueva etapa lo podemos situar en marzo de 1990 cuando fue introducido el cargo de presidente de la URSS y se celebraron elecciones (podríamos decir que el Poder soviético fue sustituido por el Soviético-presidencialista) y comenzó el «desfile de soberanías» (cuando Lituania proclamó su independencia).

Pero los sucesos más importantes ocurrieron en verano del 90, cuando se dicto la declaración de soberanía de la RSFSR. Rusia era la base de la Unión y la aprobación de esta declaración el 12 de junio de 1990, supuso la señal del derrumbe de toda la Unión de RSS.

No es ningún secreto, que la intelectualidad burguesa-aristocrática en Rusia pensase más en la Rusia imperial prerrevolucionaria, que en la RSFSR. Ellos se veían como líderes de toda la Unión, pero sin conservar la URSS. Por supuesto se cuidaban mucho de el pueblo conociese esas intenciones. ¿Cómo si no explicar la unanimidad en la aprobación de la declaración de soberanía?

El desfile de soberanías, representa la manifestación externa de toda la situación política surgida como consecuencia de la política antipopular de los «maestros de obra de la Perestroika». La dirección de la URSS, había perdido no solo la autoridad en las masas, sino prácticamente el control del poder en el país. Pero como es sabido, un estado no puede existir sin una dirección central.

Cuando hay un poder central, hay un estado con todos sus atributos (ejército, estructuras de dirección, moneda única etc.). Cuando el poder central pierde el control sobre su estado, se produce el cambio del propio estado o del sistema político (como ocurrió en Rusia en 1917) la ruptura del estado en fragmentos independientes (como pasó con la Unión Soviética) o la pérdida de la independencia, como ya ha pasado en la historia (recuerden la Rusia bajo el yugo tártaro-mongol, o la fagocitación de la RDA soberana). La situación es que las dos primeras variantes se hicieron realidad en nuestro país (y la tercera también si tenemos en cuenta la perdida de la independencia económica, y la completa dependencia económica y militar de los gobiernos Yeltsin-Putin de los EE.UU. y del FMI)

Esta realidad surgió principalmente tras la llegada al poder en la PSFSR del anticomunista «bloque de Yeltsin». Precisamente desde ese momento se acabó el juego a la «democracia y la Perestroika». Toda la máquina ideológica de los pseudodemócratas, ahora ya abiertamente, sin temor a su desenmascaramiento (para algo habían preparado al pueblo), fue dirigida a la propaganda de los valores burgueses, el empresariado y el culto al dinero. Al mismo tiempo, comenzó un feroz ataque contra la figura de Lenin y la Revolución de Octubre (y esto funcionó, pues si Stalin es un cruel dictador comunista, ¿en que es mejor Lenin?). Se reinventa la historia de la guerra civil, se idealiza al ejercito blanco e incluso la intervención de la Entente. (Y nuestra actual aristocracia comienza abiertamente a presumir de sus abuelos y bisabuelos, guardias blancos).

Mientras se les llenaba la boca hablando del «terror rojo» olvidaban mencionar a nuestra juventud las barbaridades cometidas por el terror blanco. Por si fuera poco, se revisa la historia de la Gran Guerra Patria, y ahora resulta que fue precisamente la URSS la que desató la guerra (tampoco debe sorprendernos, pues la mayoría de la nobleza aristocrática rusa no ocultaba su deseo de que venciese la Alemania fascista).

Cualquier cosa se podía esperar de ellos (su anticomunismo se veía desde el principio del descubrimiento «de las manchas blancas en la historia»). Pero como explicar que el entonces presidente de la URSS, que se hacía llamar comunista, no respondiese a los que insultaban la memoria de Octubre, de Lenin, y desvirtuaban la historia? ¿No encontraban las palabras para defender a Lenin? Los trabajadores de nuestro país siempre habían creído en los ideales de Octubre, y muchos de ellos, viendo que la dirección del PCUS se dejaba llevar de las riendas de la intelectualidad aristocrática del «bloque democrático», perdieron por completo la fe no solo en el partido, sino en la gente.

Así de una forma progresiva, comenzando desde la crítica a Stalin, pasando por la crítica del «estancamiento» (durante la que nuestros actuales dirigentes anticomunistas recibieron los diplomas universitarios y defendieron con ayuda de sus carnes del partido sus trabajos sobre las obras de Marx y Lenin, sus tesis doctorales), la crítica del «socialismo real» y la crítica de la Revolución de Octubre, llevaron a presentar ante el pueblo como utopías, la idea socialista y sobretodo la comunista.

Entonces ¿Por qué tienen tanto miedo de esta utopía los poderosos? Temen la igualdad y la justicia social, temen ser considerados iguales que un minero o un tornero. Fueron ellos, al pasar a ser «demócratas» los que desarrollaron la teoría, según la cual se puede llamar normal a una sociedad, en la que la mayoría absoluta del pueblo vive y trabaja, y del estado se acuerda solo durante las elecciones o la visita del inspector de hacienda, y la minoría restante rige el estado.

¿Por qué entonces se hacen llamar demócratas? Si democracia es el poder del mismo pueblo, y no el poder en nombre del pueblo. ¿Y por qué no se han parado a pensar estos señores, para que necesita entonces el hombre de a pie el estado y los dirigentes profesionales, a los políticos y a los diferentes tipos de dirigentes? ¿Qué pasa? ¿No podría vivir sin ellos el hombre libre? ¿No será más bien al revés, que sean los dirigentes profesionales (políticos, empresarios, comerciantes y todo tipo de representantes de la intelectualidad aristocrática) los que no puedan vivir sin obreros, campesinos, o sus empleadas del hogar? No en vano algunos de estos señores estaban tan descontentos con la familia de los Likov, que vivían sin ningún tipo de estado ni de empresariado. Los Likov, son un ejemplo para muchos. La referencia al bienestar de los pueblos de los países «civilizados» se hace añicos con el análisis profundo de todo el sistema económico internacional teniendo en cuenta las particularidades históricas , las condiciones naturales y el desarrollo del mercado mundial.

En la víspera de agosto la situación en el país suponía la existencia de tres fuerzas políticas reales, dos de las cuales estaban en el poder. La tercera fuerza, bautizada por los ideólogos de la Perestroika como «conservadora», aparecía dividida. Son ingenuos los razonamientos que tan populares hicieron los pseudodemócratas sobre los «conservadores», que molestaban trabajar al nuevo gobierno ( yo mismo escuché en aquel tiempo a unos obreros en una cola, que decían que «Gorbachov impide a Yeltsin poder mejorar algo, bajar los precios»).

Aquellos que «molestaban » en los primeros años de la Perestroika son ahora «demócratas», solo que ahora nadie molesta a nadie. Precisamente por eso se produce la ruina allí donde en el poder se encuentran los que solo quieren gobernar y no trabajar.

Los verdaderos comunistas, durante la época del estancamiento criticaban la deformación del socialismo, y ahora critican la política capitalista de los «reformistas».

El congreso fundacional del Partido Comunista de la RSFSR, celebrado en 1990, supuso el inicio de la refundación de un nuevo partido comunista, aunque evidenció distintas posturas de los miembros del partido con respecto a la «Perestroika». Esto es algo que vieron los pseudodemócratas, que levantaron un revuelo en la prensa, comenzando a desacreditar a la dirección del PC de la RSFSR, sin que esta hubiese comenzado a trabajar. Los líderes el PCUS se pusieron prácticamente del lado de los pseudemócratas. Esto se vio en el XXVII congreso del PCUS en 1990, en el que triunfó la política de Gorbachov. Y aunque formalmente en el congreso había varias plataformas, solo se puede hablar de dos: la comunista y la socialdemócrata.

El que Gorbachov pudiese conservar sus posiciones dentro del PCUS se explica por su habilidad para maniobrar entre las fuerzas comunistas y anticomunistas dentro del partido. El PCUS necesitaba a Gorbachov como presidente del país, como contrapeso a los rabiosos enemigos del socialismo.

……………………………………………………………………Próximamente 4ª y última entrega.