Traducido del ruso para Rebelión por Josafat S.Comín El propio Gorvachov supo manejar hábilmente la situación, captar el sentir coyuntural. Así fue en el 1-er congreso de diputados populares de la URSS y hasta la celebración del 2º, cuando él defendía el artículo sexto de la Constitución, al ver el apoyo de los diputados y […]
Traducido del ruso para Rebelión por Josafat S.Comín
El propio Gorvachov supo manejar hábilmente la situación, captar el sentir coyuntural. Así fue en el 1-er congreso de diputados populares de la URSS y hasta la celebración del 2º, cuando él defendía el artículo sexto de la Constitución, al ver el apoyo de los diputados y del partido en esta cuestión. En cuanto varió la opinión pública, tras la encarnizada propaganda de los medios de comunicación, Gorbachov varía el curso y cede ante los «demócratas». Cuando salió a colación la cuestión de elección de Presidente de la URSS, él, sintiendo de nuevo el apoyo de la mayoría de los comunistas, arremete contra los «demócratas», defendiendo las elecciones de Presidente en el Congreso, sabedor de los ánimos de la mayoría de los diputados.
En el XXVII Congreso del PCUS, Gorbachov propuso una concepción radicalmente distinta de partido, definiéndolo, como un partido que propugna un «socialismo democrático y humanista». Un término vago e indefinido para describir una sociedad. Así por ejemplo, se decía que: «se supera la enajenación del hombre del poder político», cuando en realidad se estaba formando una capa de políticos profesionales en un sistema pluripartidista. La participación en las elecciones no pasa de ser una formalidad, como demuestra el ejemplo de los países «civilizados». En la declaración programática del congreso se decía que la variedad de formas de propiedad, asegura que los trabajadores se conviertan en dueños de la producción. ¿Cómo se puede ser a la vez trabajador por cuenta ajena y dueño en una empresa privada, que pertenece al capital extranjero? Por no hablar de las sociedades anónimas, que no dejan de ser un descarado engaño, como muchos reconocen ahora. Si por ejemplo un obrero compra 1 ó 2 acciones, máximo 10, su parte en el capital global, será una parte porcentual, y su participación de los beneficios, solo un estímulo pasajero. Al cabo de un año, el obrero considerará los beneficios como una decimotercera paga y ya no aumentará la productividad. (Sobre todo si tenemos en cuenta que cada puesto de trabajo tiene un límite de productividad, El aumento progresivo de la misma solo es posible si se alarga la jornada laboral o se invierte en nuevas tecnologías) Además no se mantiene la dependencia de los obreros frente a la administración. Y la mayor parte de las acciones la acabaran adquiriendo de todas formas los nuevos burgueses (empresarios, comerciantes, etc.) Los propios economistas «demócratas» decían entonces, que las sociedades anónimas, son una etapa de transición para llegar a las verdaderas empresas privadas
(que como se sabe, se refiere a los grandes monopolios transnacionales). Es decir, pasar de los monopolios estatales, en todas sus variantes, mediante las sociedades anónimas y las empresas mixtas, hasta llegar a los monopolios capitalistas transnacionales. En esto ha consistido la estrategia de nuestros democráticos científicos, que se ha hecho realidad durante los últimos 15 años. Al fin y al cabo, los obreros no entienden mucho de política económica. Con eso cuenta la burguesía.
Finalmente en la declaración programática, se garantizaba la justicia social y la defensa de los trabajadores. De que justicia social podemos hablar, cuando el trabajo que requiere esfuerzo físico (en el que no veréis a los hijos de nuestros escritores y académicos) se paga mucho menos, que el de los propios académicos, por no hablar de los nuevos hombres de negocios y oligarcas.
Enmascarándolo como critica al sistema igualitario soviético, los «demócratas», como ha quedado patente hoy día, criticaban el principio de igual salario por igual trabajo. Así por ejemplo, antes de la Perestroika los mineros y trabajadores de la industria petrolera, estaban entre los mejor pagados. Pero la diferencia de salarios era perfectamente aceptable y no había una igualación injustificada de salarios.
Lo que se dio fue un aumento brusco de los salarios de los diputados, directores y representantes de la nueva burguesía, en lugar de subir los sueldos, en función de los logros reales, a los científicos e ingenieros.
Nuestros democráticos doctores en ciencias y académicos no solo no renunciaron a sus sueldos, sino que los incrementaron notablemente haciendo sus organizaciones «independientes» y privadas, pese a que lo único que lograron fuera la ruina de la economía. (Después de todo, los gobiernos que les apoyan, saben por que les pagan).
Precisamente después de esto, cuando subió de golpe el sueldo de las categorías antes mencionadas (soporte de la dirección del país, y más aún de las repúblicas), y se produjo a toda prisa la «liberación» de precios, el trabajador normal se vio en el límite de la pobreza. (cuando estas a pie de máquina, por muy bien que trabajes no te vas a hacer millonario). Y aquí nada de la «caridad» de los nuevos ricos, va a ayudar a la mayoría del pueblo.
Las intervenciones de los comunistas, de los que apuestan por el socialismo, y la perspectiva comunista, contra la política antipopular de capitalización, por el mantenimiento de la Unión, no pudieron unificar las diferentes corrientes de izquierda.
Además sus discursos, los presentan con comentarios tales, que el pueblo no puede hacerse una idea clara de cuales son sus propuestas reales. (yo mismo en más de una ocasión, antes de la introducción de los «precios libres» escuché conversaciones en los trenes de cercanías, en las colas, etc., donde la gente recordaba la época del estancamiento, de Stalin, al que alababan. Decían que había frecuentes bajadas en los precios, que no se vivía tan mal como escribían, y acto seguido comenzaban a maldecir la Persestroika, y ensalzar a Yeltsin, quien «lucha contra Gorbachov y es un defensor de los obreros» ¡?). Ese es el apoyo que tenía usted en las masas Boris Nikolaevich.
Precisamente por eso, necesitaba usted que Gorbachov se mantuviese un tiempo más en el poder. Si se hubiese marchado, se hubieran descubierto sus cartas.
Del mismo modo que a Gorbachov no le interesaba que los comunistas llegasen al poder en la RSFSR (República Socialista Federativa Soviética Rusa. N de la t.), lo que hubiese supuesto el fracaso definitivo de su política.
Y como es natural, para Gorbachov, los principales adversarios no eran la aristocracia burguesa, que se autodenominaba «demócrata», sino los comunistas, defensores de los derechos de los trabajadores, de la mejora de la vida real, de la vida de todo el pueblo, y no de un grupo de millonarios.
Los que nos cuentan que si hay gente rica, todos vamos a vivir bien, poniendo como ejemplo a Occidente (¿Por qué entonces, hace cien, mil años, cuando había gente inmensamente rica, la mayoría del pueblo vivía en la miseria?), saben lo que dicen. Ellos no piensan repartir con la gente normal, y su «beneficencia» no es más que una maniobra para darse publicidad: ¡Mirad qué buenos somos! (¿Por qué entonces a los benefactores americanos, tanto les molestaba Iraq, qué pasa, su bondad tiene fecha de caducidad?) ¿Y por qué si son tan buenos no quieren que todo el mundo gane lo que ellos?
Está claro que si así fuese, su millón se convertiría en céntimos.
Por eso al hablar de las bondades del mercado, nuestros «empresarios» piensan en si mismos en primer lugar: Mientras a ellos les vaya bien, los obreros y campesinos, como si no existieran. Allá se las apañen esos «currelas». Para ellos somos poco más que ganado.
Los últimos años de la Perestroika se caracterizaron por el enfrentamiento entre Gorbachov y Yeltsin. Esta función teatral fue especialmente concebida por los «pseudemócratas» para desviar la atención de la mayoría del pueblo de la tercera fuerza, a la que más temían: los verdaderos comunistas. ( si no les hubiesen tenido miedo ¿qué sentido hubiese tenido la ley que prohibiría la actividad del PCUS?), que no tenían nada que ver con la anterior nomenclatura (actuales representantes de Rusia Unida [partido del poder, pro Putin, que actualmente cuenta con la mayoría parlamentaria. N de la T.]) y los privilegios.
Los medios de comunicación, que se encontraban en manos de la derecha (ellos se denominaban de izquierdas para engañar a la gente), hasta los sucesos de agosto del 91, continuaron la lucha con los privilegios. Pero curiosamente solo con los «privilegios del aparato del partido». Como si hubiese habido una orden, esa lucha cesó en las demás organizaciones y estructuras, incluidos los Soviets, con la llegada al poder en la Federación Rusa de las fuerzas proamericanas de derecha.
E incluso el «destacado luchador contra los privilegios» B.N. Yeltsin, que hizo de esta lucha su caballo de batalla, se olvidó de ella en cuanto llegó al poder. Esto es algo habitual entre la gente que ha disfrutado de esos mismos privilegios, pues lejos de perderlos, los aumenta.
Sirva como ejemplo, los actuales diputados de Rusia Unida; todos necesitan de secretaria, coche blindado, por no hablar del enorme ejercito de guardaespaldas. Y sus sueldos, en comparación con el salario medio en el país, son enormes. (¿No es hora ya de equiparar los sueldos de un dirigente de cualquier nivel, del Presidente, al encargado de taller, al salario medio de la sociedad o colectivo que dirigen?).
La economía de la Unión soviética, que ya no era planificada (en realidad dejó de serlo desde los tiempos de la NEP) pero todavía no era de mercado, cayó en una profundísima crisis a comienzos de los 90. analizar los motivos de la crisis, es un tema aparte. Pero la profundidad de la crisis demuestra, que no puede relacionarse con el periodo anterior a la Perestroika. Es fruto de la política antipopular de los líderes de la Perestroika y de los nuevos gobiernos «rusos», así como del sabotaje de todos aquellos que tenían prisa por «ajustar cuentas con el comunismo».
Si, fue precisamente el sabotaje, de los llamados «demócratas», relacionados con el comercio, lo que condujo al país al déficit de todo.
¿Cómo sino explicar las prisas en solucionar las prisas el problema del déficit, mediante la privatización del comercio? ¿Fueron todos los productos escondidos, por orden de los demócratas, para los futuros dueños de las tiendas? ¿Cómo sino explicar la falta de pan y derivados, durante el invierno de 1990-91, siendo que la cosecha de cereales había sido record, con 240 millones de toneladas de grano, más lo que se había comprado fuera?
En 1975, en medio del «estancamiento» cuando se obtuvo la peor cosecha del último cuarto de siglo, con 140 millones de Toneladas, no hubo ningún problema de desabastecimiento en las panaderías. (EL grano que se importó, que no fue más del que compran hoy día, se destinaba principalmente a pienso para el ganado y fabricación de bebidas).
Para la salida de la crisis, fueron propuestos diversos programas. Algunos bien conocidos, como el de los 500 días de Yablinsky y otros desconocidos para la sociedad. Pero casi todos ellos indicaban un camino con una premisa fundamental: el paso a la economía de mercado, modelo occidental.
Primero hablaban del paso al comercio al por mayor, luego de la economía de mercado planificada, regulada, y finalmente del paso a la economía de mercado sin ningún tipo de adaptaciones.
Todos los «demócratas» y centristas, en los programas por ellos propuestos, coincidían en que no había alternativa al mercado.
Solo la izquierda proponía variantes de desarrollo de la economía, alternativas al mercado burgués.
Pero la propaganda del mercado hizo su labor, y la gente, en su mayoría ya estaba preparada para esto. (No en vano, a comienzos de la Perestroika se hablaba de la necesidad de un reforma radical en la economía, aunque no se hablase del mercado burgués, si se hablaba de la necesidad de preparar a la opinión pública para esto. Esta directriz fue diligentemente cumplida por los medios de información «independientes».
El pueblo en general se tomo con calma la reforma de precios del 2 de abril de 1991( que en nada beneficiaba a nuestro estado, por no hablar del pueblo llano, sino solo a Occidente) y la introducción de los precios «libres», que dividió a nuestra gente en ricos y pobres. Una riqueza, que se puede reunir en un mes, sin complicarse mucho. (Los millonarios dicen que es el premio «por el riesgo», pero ¿por qué será que ninguno de ellos quiere ponerse junto a una máquina en una fábrica y trabajar «sin arriesgar»?). La burguesía no piensa en la gente que trabaja en las fábricas y Koljoses y que pasa de los 40 años.
La enorme cantidad de partidos y movimientos surgidos en el país, se explica no solo porque reflejan determinadas capas y clases sociales. El motivo añadido consiste en que entre los afiliados a estos partidos, el papel dirigente lo ocupan los amantes de figurar, de ser líderes, en todas partes y a todas horas. Es mejor ser líder de un partido pequeño, que estar en la sombra de otro mayor. De esta forma aumentan las posibilidades de llegar al poder. Anteriormente estos líderes estaban a la sombra de la dirección del PCUS, aunque ocupasen cargos importantes. Ahora se han convertido en dirigentes de nuevos partidos, con nombres parecidos, o no, pero idénticos en el fondo. Todos esos partidos, por mucho que se esfuercen en ocultarlo, no solo son anticomunistas, sino antipopulares.
Su «adhesión» a la democracia, el coqueteo con los obreros, son su jugada preferida en la lucha por los votos de los «electores».
La ideología anticomunista, triunfante en nuestro país, es el principal resultado de la Perestroika. Algo que no ocultan los propios «arquitectos» con Herostrata II en primer lugar (Gorbachov. N de la T) y sus secuaces Yakovlev y Schevarnadze.
La propaganda jugó en esto un papel determinante, lo que confirma los acontecimientos del último año, y especialmente de los últimos meses de la Perestroika.
La posibilidad real de la disolución de la URSS impulsó al gobierno a decidirse por convocar el referéndum, donde se preguntaba por la conservación de la URSS, en marzo del 91. Pero la lucha de clases (bajo la apariencia de conflictos interétnicos) llegó a un punto, en que para nuestra intelectualidad aristocrática, sus ambiciones personales estaban por encima de la conservación de la Unión. Por eso se desató la histeria anticomunista, una vez más; en este caso en torno a la así llamada «soberanía de Rusia».
Está claro, que suponiendo que en la RSFSR hubiesen estado en el poder los comunistas (algo que podría haberse dado, en principio, si tenemos en cuenta, que Yeltsin fue presidente del Soviet Supremo de la RSFSR por solo 4 votos de diferencia), entonces los demócratas hubieran decidido que lo de la «soberanía de Rusia», no son sino intrigas, maquinaciones de los comunistas, y su maquinaria propagandística hubiese ido encaminada a reforzar el poder del centro, es decir de la dirección de la Unión Soviética. Ni Yeltsin, ni los demás pseudócratas se hubiesen acordado para nada de Rusia. Pero la situación era, que ellos estaban en el poder precisamente en la RSFSR. Y por eso ya no necesitaban a la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas. Y la lucha contra la Unión, la denominaron «lucha contra el centro», con Gorbachov como objetivo.
Teatralizando un supuesto enfrentamiento Gorbachov-Yeltsin», convenciendo a la gente de que «si votas por la URSS, votas por Gorbachov, y si lo haces por Rusia, votas por Yeltsin.
El pueblo en su mayoría entendió estos manejos propagandísticos. Muchos de los que entonces apoyaban a Yeltsin, razonaban así: «Mientras haya un estado unido fuerte, seremos fuertes, y Gorbachov y Yeltsin, como Kerensky; hoy unos, mañana otros».
La mayoría respaldo el mantenimiento de la URSS (precisamente con ese nombre y no con el amorfo que inventaron de Unión de Repúblicas Soberanas Soviéticas, que solo favorecía la aparición de nuevos cultos a la personalidad en determinadas repúblicas y que en nada se diferenciaban del de los estados del tipo del «Sagrado Imperio Romano»).
Votaron en contra, Moscú y Leningrado (Donde gran parte de la población pertenece a la intelectualidad: la aristocrática y la popular engañada) y Sverdlovsk (feudo de los «demócratas»)
En lo que hace referencia al respaldo a la introducción del instituto de la Presidencia en la RSFSR, fue una campaña propagandística exitosa de los pseudemócratas. El referéndum de la RSFSR, lo colaron junto con el de toda la Unión, sabedores de que de haberse celebrado de forma independiente, hubiese tenido una alta abstención. Y a pesar de que los diputados populares electos para el 3-er Congreso de la RSFSR, «en nombre del pueblo» exigían la celebración de elecciones urgentes de Presidente, la gente sencilla que se agolpaba en las colas ante las tiendas (donde por cierto no se veía a ningún demócrata) y en las calles decían (si lo traducimos al ruso literario) que «Rusia necesita un Presidente como un carro una quinta rueda».
La baja participación electoral, motivada por el hartazgo de interminables elecciones, y por que el pueblo no creía a ni un solo candidato, se convirtió en aliada de las fuerzas burguesas, que junto con los socialdemócratas, consiguieron poner a Yeltsin, en el verano del 91 como candidato a Presidente de la Federación Rusa, con carácter de urgencia.
Ellos confiaban precisamente en la baja participación, ya que acudieron todos los que apoyaban a Yeltsin y los que no se quedaron en casa. (Muchos razonaban así: «todos votan por Yeltsin, y yo también. Ryzhkov [primer ministro de Gorbachov. N de la T] nos ha llevado a la ruina, y al resto no los conocemos. Al final todos son iguales»).
Los plazos de las elecciones se acercaron al referéndum, para que el cansancio de tanta votación no hubiese pasado. Esto les funcionó muy bien. Más aun si contamos que desde el 2 de abril, cuando la subida de precios, habían pasado solo 2 meses, y el futuro presidente de Rusia se mostraba «en contra» de la subida, lo que hizo ascender su popularidad, hasta cotas insospechadas.
Los pseudemócratas que se habían hecho con el poder, tenían prisa, mucha prisa. Había que hacerlo, antes que al pueblo se le pasase la «resaca». Aprovechar el ejemplo de los antiguos países socialistas, donde los aparadores de las tiendas volvían a estar llenos (y esta es la principal condición de bienestar para el ciudadano) lo que relacionaban con la introducción allí de la economía de mercado. (aunque la producción de esos países no solo no había aumentado, sino que había descendido, lo que una vez más demuestra el sabotaje de los aristócratas en los años el socialismo).
Esto también explicaría las prisas en la celebración de las elecciones presidenciales en la RSFSR. ¡El propio pueblo expresó su deseo de instaurar el sistema presidencialista en Rusia!. Y esto (como bien entendían los demócratas) suponía la práctica liquidación del sistema del Poder Soviético y el desmembramiento de la URSS.
Y antes de que el pueblo lo hubiese entendido, hicieron todo lo posible para deshacerse de los Soviets (que ya habían dejado de ser los Soviets en el sentido en que los veía Lenin: Soviets de diputados obreros campesinos y soldados, como órgano de autogestión y poder popular) a los que ya no necesitaban.
Pero los Soviets aún resintieron hasta octubre de 1993…
Paso a paso, a través de varias etapas, la Perestroika se convirtió en un proceso contrarrevolucionario de retorno al capitalismo. Todo lo bueno que había en la sociedad antes de la Perestroika: estabilidad, confianza en el futuro, educación y sanidad gratuitas, pleno empleo, la mejora gradual de las condiciones de vivienda (algo innegable), todo se fue a pique. Fueron destruidos los ideales de igualdad y auténtica libertad. (La libertad burguesa, solo es libertad para unos pocos, con las carteras repletas). Fue destruido el sistema mundial del socialismo. Destruido el movimiento comunista internacional. En lugar de la paz, no paran de surgir nuevos conflictos interétnicos. La situación en oriente Próximo es mucho más tensa. Asistimos a la llamada «lucha contra el terrorismo internacional» educado con el dinero de la CIA. El dictado de dos grandes potencias, fue sustituido por el de una, que ha pasado a convertirse en dueño y señor del mundo. Fue destruida la cultura soviética, tirado por la borda, todo lo creado en 70 años de Poder Soviético. (Solo los antiguos nobles y sus herederos hablan de que no había nada de cultura estos 70 años. Para ellos cultura es cuando unos se sientan a declamar versos antes de la comida, mientras la sirvienta prepara la comida y pone la mesa).
Destruida la economía soviética. Rusia se ha convertido en proveedor de materias primas para Occidente. Y no debemos culpar de todo a la economía planificada, si en los últimos 40-50 años fue burocratizada, en parte gracias a los actuales «economistas defensores del mercado».
Sólo hay que recordar, que tras la 1ª Guerra mundial y la Guerra Civil, la economía de la joven república soviética fue levantada en 5 años, después de la Gran guerra Patria, también en 5 años, la industria en 3 años. La Perestroika, se prolongó 6 años y 4 meses, hasta el 19 de agosto de 1991.
Y a pesar de todo hay que dar las «gracias» por la Perestroika. Gracias por permitir que la gente se conociese mejor, por dejarnos ver el país desde otro punto de vista. precisamente gracias a la Perestroika, todo volvió a su sitio. Quedó claro quienes de verdad apuestan por el socialismo y la perspectiva comunista, por la igualdad social, y los auténticos derechos humanos, y quienes se ocultaban utilizando el carné del PCUS, para medrar, para su carrera personal, o para el sabotaje del Poder Soviético.
Esta es una muy importante lección de la Perestroika.
Nosotros, los comunistas, no lo debemos olvidar, para contar con ello en el futuro.
El golpe de estado permanente, es la principal conclusión y lección de la Perestroika.
El país vive ya en otra época, en otra dimensión. Pero a diferencia de las revoluciones, como motores de la historia, lo que se dio en nuestro país, fue una abierta contrarrevolución.
El país ha retrocedido 75 años, y si contamos con la disminución del territorio del estado, hemos retrocedido 300 años, a la época anterior a Pedro I el Grande. La economía del país ha dado un paso atrás de 40-50 años.
En comparación con el golpe de estado permanente, los sucesos de agosto del 91, que pusieron fin a la Perestroika, parecen un juego de niños. Su principal resultado es la variación de la psicología de la gente; su modo de vida, su nivel cultural y moral, el descenso de la cultura espiritual del pueblo.
Y esto es más terrible que los tanques en las calles, rodeados de una muchedumbre ebria, dirigida por los «demócratas», teniendo en cuenta, que los tanques fueron sin duda sacados por ellos mismos para aterrorizar al pueblo.¿Cómo si no explicar los encuentros secretos (estoy seguro de que hubo unos cuantos la víspera de agosto del 91) entre Gorbachov y Yeltsin, sobre los que habla el responsable de la escolta personal de Gorbachov, el general Medvedev, a la revista francesa «Vendredi, samedi, dimanche»? (ver Narodnaya Gazeta 17/9/1992).
¿Y cómo interpretar las dos cifras completamente dispares, que definen los acontecimientos de agosto: la enorme popularidad de Yeltsin (que según los datos de los demócratas llegó al 90% en agosto-septiembre del 91, cuando en las elecciones había votado por él un 40%) y la información de la «Voz de América» que no apareció en ninguno de nuestros medios independientes, según la cual en otoño de 1991, el 70% de la población de la URSS aprobaba el proceder del Comité de Salvación (literalmente, Comité Estatal para Situaciones Excepcionales. N de la T) durante el 19 y 20 de agosto de 1991?
Los sucesos de agosto, que sirvieron de colofón a la Perestroika, representan un secreto, que será revelado con el tiempo, o puede que nunca. Solo podemos decir que supuso un eslabón más dentro del golpe de estado permanente que llevó al poder al clan de los Yeltsin.
Pero no fue el último en la cadena de golpes. Le siguieron los sucesos de diciembre de 1991; el golpe de Bielovezh (se refiere al acuerdo firmado por los presidentes de Rusia, Ucrania y Bielorrusia en el bosque de Bielovezh, a las afueras de Brest en Bielorrusia el 8 de diciembre de 1991, que suponía la liquidación formal de la URSS. N de la T), que ignoraba por completo la voluntad popular expresada en el referéndum del 17 de marzo de 1991, sobre el mantenimiento de la URSS. Le siguió la privatización, la liberalización de precios, que supusieron un golpe tal, del que no solo nuestro país, sino, creo yo, el mundo entero tardará en salir del estado de shock.
Le siguieron los sucesos de otoño de 1993, nuevo golpe sangriento que equiparará a Yeltsin con los más sangrientos dictadores, como Pinochet y Duvalier. Y finalmente la operación «heredero», llevada a cabo en 1999, que aupó la poder al continuador de la labor emprendida por el zar Boris, al «amado líder del pueblo» V.Putin, que vuelve a la carga con nuevas reformas antipopulares.
Pero todo esto es tema aparte…
De momento digamos nuevamente «gracias» por las lecciones de historia.
Epílogo
Los sucesos acaecidos en los años postsoviéticos confirman la principal conclusión de este artículo: el socialismo no perdió. Fue traicionado, y esa traición comenzó mucho antes de la Perestroika. Las lecciones de la Perestroika y de todo el periodo soviético, no basta con que sean estudiadas. Todos los errores del Poder Soviético no deben repetirse. Y como enseña la práctica de todo el movimiento de izquierdas (me refiero a todo el espectro de este movimiento) mucho de lo que nuevamente propone la izquierda, solo ha servido para desacreditar en la práctica la idea del socialismo.
Los comunistas deben tomar solo lo mejor de los que teníamos, y no caer en provocaciones de los denominados centristas, que utilizan lemas pseudopatrióticos e ideas que no conducen a ninguna parte.
El objetivo sigue siendo uno: una sociedad libre de personas libres e iguales. No es una tarea fácil.
Los propios comunistas perdieron el poder. Ellos mismos deben volver a tomarlo. Como y cuando, el tiempo lo dirá.
El futuro es del socialismo.