Recomiendo:
0

Hacia un programa de gobierno radical y patriótico de liberación nacional

Fuentes: Rebelión

La instalación del neoliberalismo hace ya décadas en América Latina y en especial Chile ha consolidado una relación neocolonial de subordinación con las trasnacionales y los intereses de EE.UU. y su política imperialista, sobre todo con el Tratado Transpacífico TPP que firmo el gobierno de Bachelet en el 2016. No enfrentamos una democracia burguesa en […]

La instalación del neoliberalismo hace ya décadas en América Latina y en especial Chile ha consolidado una relación neocolonial de subordinación con las trasnacionales y los intereses de EE.UU. y su política imperialista, sobre todo con el Tratado Transpacífico TPP que firmo el gobierno de Bachelet en el 2016.

No enfrentamos una democracia burguesa en su sentido clásico, sino una administración, gobiernos o agencias locales que tienen en sus manos la administración de las políticas de sometimiento, opresión y explotación emanadas desde el centro imperial. Hoy el imperialismo a diferencia de décadas atrás no es algo abstracto para la gente común, sino todo lo contrario, los intereses imperialistas han entrado a la casas de todos nosotros, lo vemos en la cuenta del agua, la luz, teléfono, AFP, la privatización de los caminos y carreteras a lo largo de Chile, la privatización del mar y la extracción de sus recursos, en la explotación del cobre, el litio y de todos los recursos naturales, la privatización de los derechos sociales, como la salud, la vivienda, la educación, etc.

Sin embargo las relaciones neocoloniales no pueden cerrar completamente los canales de participación, las restringen al máximo, define políticas sociales, económicas, electorales para impedir la soberanía popular, de eso es expresión la actual constitución, nacida en dictadura pero perfeccionada bajo los gobiernos civiles, todo esto acompañado de una hegemonía cultural que impone el neoliberalismo como un acontecimiento natural, de otra manera tendrían que expresar completamente las relaciones de esclavitud y de servidumbre del actual modelo económico, convirtiéndo la situación nacional en una bomba de tiempo con impredecibles consecuencias.

Una política acertada que dé cuenta de las actuales relaciones de poder, puede constatar claramente que la contradicción principal del actual periodo es soberanía versus neoliberalismo, desatar este nudo principal, dar cuenta de este punto de gravedad, de este epicentro es definir necesariamente una política de liberación nacional, que nos lleve a recuperar Chile.

Incluso la disputa por el sentido común genera condiciones en la actualidad para romper la hegemonía neoliberal, la gente común visualiza claramente que detrás de los políticos tradicionales, tanto en el parlamento como en las estructuras de poder responden a otros intereses ajenos a los intereses nacionales y ciudadanos, el desprestigio de casi unánimemente de todas las instituciones es un claro síntoma que ellas no pertenecen y no son funcionales a la soberanía que radica en el pueblo. La crisis de la iglesia, el parlamento, las sociedades anónimas del futbol, la colusión de los empresarios, el escándalo de «milocogate» en las Fuerzas Armadas, la corrupción trasversal y el rechazo del 72 por ciento del país al actual gobierno como al duopolio, son ante los ojos de la gente entes ajenos a sus intereses.

Debemos definir una estrategia y su punto de partida, que debe caracterizarse por su realismo y su posible implementación, esto no debemos verlo como un pragmatismo estrecho y cierto conservadurismo, todo lo contrario con el nivel de crisis que vive el patrón de acumulación neoliberal o sea el cambio de fase y su expresión política la crisis de representatividad del duopolio, es decir el cambio de periodo, implica la urgente necesidad de construir un programa de gobierno radical, pues los cambios que necesita Chile deben ser profundos, para impedir el descarado saqueo que hacen de nuestra economía y nuestro recursos el capital financiero.

Necesitamos un Programa de Gobierno que ponga su atención en la soberanía y la recuperación de nuestros recursos naturales, entre otras cosas, pero el programa no debe entenderse como el simple hecho de la documentación que propone o visualiza y da cuenta de los cambios, que si lo es, pero es mucho más que eso, es un diseño de todo el campo de la lucha de clases. Todo acto de lucha debe ser parte de un proceso de acumulación en función de la conquista del poder, la movilización social, las demandas sociales, la huelga sindical y la lucha estudiantil, como las elecciones deben tener como paragua, el programa, y cada avance y éxito en todos estos terrenos debe ser un aumento en la correlación de fuerza por la lucha por un gobierno patriótico y popular o como quieran llamarlo, lo fundamental es su propósito.

El gobierno patriótico y popular debe ser el gobierno de las mayorías nacionales, hombres y mujeres, trabajadores y trabajadoras, estudiantes, naciones originarias, pequeños y medianos industriales y comerciantes, intelectuales de la cultura, sector patriótico de las Fuerzas Armadas y de los Carabineros. En fin, todos aquellos sectores que son afectados por la ausencia de soberanía y por las políticas de la franja del 1% que representan al capital financiero trasnacional y someten al 99% de los Chilenos.

De esta manera el programa de gobierno debe existir durante las elecciones, pero también en la ausencia de ellas, la guerra de trincheras que mencionaba Gramsci va cercando el poder, la conquista del Gobierno es parte de esta lucha de trincheras, que en algún momento se transforma en una guerra de movimiento como también la definiera el revolucionario Italiano.

En el actual contexto necesariamente debemos asumir un acto eleccionario que esté ligado a un proceso estratégico, entiéndase estratégico en cuanto finalidad que se ha dado una franja del movimiento popular y la ciudadanía y no una simple meta que involucre solo a una organización o un par de ellas.

Las fuerzas sociales y populares debemos compartir una estrategia, pero también la táctica, no es que separemos a nuestros aliados en estratégicos y tácticos simplemente, sino con aquellos que pretendemos llegar al final del proceso, debemos necesariamente compartir también la táctica, de otra manera no hay construcción de acumulación de fuerzas.

Creo que la pregunta que hay que hacer para la actual coyuntura, ¿de qué servirían las elecciones cuando no hay una estrategia que las direccione, le de coherencia y las instale como un proceso de acumulación que tenga como finalidad la conquista del poder y las recuperación de la soberanía?

No podemos definir solo candidatos y pactos electorales y centrar la disputa con el duopolio con una mirada de corto plazo, sin romper con el «cosismo», y centrar la disputa solo en las cualidades del candidato, quizás mostrando hoy solo certificados de la blancura respecto a la corrupción neoliberal, que no tengo las más mínima dudas que las tienen, pero empobrece el horizonte que pueden ver las masas, pues la diferencia se centra en un acto de honestidad administrativa y no un proyecto país.

Lo central, lo urgente es ese programa de gobierno, es decir, insisto en esto, proceso de acumulación en todo el ámbito de la lucha de clases, es que en el actual escenario y coyuntura de crisis de representatividad del duopolio, debe surgir un liderazgo nacional que interprete e impulse este programa de gobierno, que dispute el poder a la casta del capital financiero. Si somos capaces de verdad de unirnos en torno a este propósito, es decir definir un programa, un plan de acumulación, no cabe duda que en las próximas elecciones presidenciales será posible ir evidenciando una alternativa ante los ojos de las masas y el pueblo. Esto es más importante que la legalidad de algunos partidos, es más importante que gustos personales que den con una cola interminable de candidatos a la presidencia el 2017.

Definir el punto de acumulación lo es todo, lo demás es solo Incontinencia electoral.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de los autores mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.