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Hacia un socialismo de la inmanencia… y la virtualidad

Fuentes: Rebelión

1. El sujeto social y la ciencia biológica.No se puede erradicar la subjetividad salvo eliminando al sujeto.El posmodernismo se niega a seguir aceptando la dualidad sujeto/objeto instaurada por la modernidad desde Descartes, y en consecuencia se niega a afirmar la estabilidad de los sujetos y de los objetos: tanto el sujeto como el objeto se […]

1. El sujeto social y la ciencia biológica.

No se puede erradicar la subjetividad salvo eliminando al sujeto.

El posmodernismo se niega a seguir aceptando la dualidad sujeto/objeto instaurada por la modernidad desde Descartes, y en consecuencia se niega a afirmar la estabilidad de los sujetos y de los objetos: tanto el sujeto como el objeto se forman, se hacen y no simplemente son. La formación de unos y otros es diferente. Es posible que para los objetos sea suficiente con invocar conceptos como materia y energía, pero para los sujetos parece imprescindible traer a colación a un tercer elemento que a todos nos tiene intrigados: la información.

La ciencia física está agotando los caminos de estudio de los objetos pero la ciencia biológica se abre hacia el sujeto porque incorpora desde el primer momento el concepto de código genético. Sin embargo la biología no sabe tratar la variedad de códigos semióticos y busca afanosamente el código universal. La biología se apoya en la química de las reacciones porque aunque busque un código sabe que no se desarrollará/expresará sin la presencia de un medio adecuado. La célula se convierte en la unidad de lo vivo que alberga al código genético, pero a la vez ella sólo puede vivir en un medio concreto, sujeta a una franja determinada de condiciones físico-químicas. El medio entra en escena de tal manera que se discute si realmente no es el verdadero protagonista. Se recurre a la especie como medio en el que se desenvuelven los individuos, pero nunca se olvida que hay un medio mayor, externo a la especie, del cual depende e impone condiciones de supervivencia. Se elabora una teoría de la evolución que trata de explicar las consecuencias de estas dependencias, frente a teorías creacionistas que ponen el énfasis en el individuo y en una acción externa trascendental y divina. Se busca la información por todos lados: la ciencia la busca en la historia, en el cambio, en la transformación, en la metamorfosis, en la adaptación, en la simbiosis, en la mutación, en la población, en los ecosistemas, mientras que las religiones se estancan en los libros revelados, tratando de ocultar al mundo los orígenes y motivaciones de su escritura. Desde el primer momento se politiza la cuestión ya que inmediatamente surge la cuestión de la enseñanza obligatoria de religión frente a otras posiciones que respetan y ahondan el pensamiento laico, como nos cuenta Octavio Rodríguez Araujo en «Creacionismo versus evolucionismo» – http://www.rebelion.org/noticia.php?id=24257 -: «Los creacionistas más modernos tienden a aceptar que ha habido evolución de las especies, pero tratan de justificar sus posiciones en el hecho de que, a pesar de los avances científicos (particularmente en la física y la química), el origen de la vida todavía no es explicado sin el famoso «diseño inteligente», ya que -dicen- la vida en el planeta no puede ser producto de casualidades ni hechos fortuitos. Diseño inteligente y creacionismo son, en general, partes de una misma intención filosófico-teológica: restarles credibilidad a las teorías científicas y recuperar, sobre todo para la educación, las bases religiosas (bíblicas) de la existencia de los seres vivos en la Tierra.»

Pero también parece ser que es cierto según nos dice Arnoldo Kraus en «Darwin y Bush» – http://www.jornada.unam.mx/2006/01/04/018a2pol.php – que «Hace pocos días un juez de Pensilvania prohibió enseñar en la escuela pública la teoría del diseño inteligente. La prohibió apoyado en la idea de que es inconstitucional y que no tiene cabida en los programas de biología.»

La razón de este vuelco oportunista del creacionismo al diseño inteligente proviene de una forma de entender la información que se ha dado entre los científicos que investigan el origen de la vida, es decir cómo producir material vivo a partir de material inerte. Se acuñó el término de complejidad para explicar el paso del desorden al orden, y para ello se investiga el segundo principio de la termodinámica, que a través de una forma de energía llamada entropía, afirma como un principio universal el paso del orden al desorden. Una de las primeras aportaciones de los científicos fue interpretar la entropía en términos de información en vez de hacerlo en términos de energía, pero siempre con la espina clavada de que sería necesario encontrar alguna relación entre una y otra. En este punto los científicos siguen sin dar respuestas concluyentes, ni satisfactorias. Cuando se introduce la noción de complejidad se hace en el contexto de la información (en matemáticas se habla de complejidad de códigos y se define cuantitativamente, no cualitativamente como pretenden los creacionistas), y de ninguna manera en el contexto de la materia y la energía. De ninguna manera pretende explicar la aparición de los seres vivos, sino tan sólo fundamentar que la naturaleza logra por sí misma tanto la producción de orden como de desorden. Si la información no resultase necesaria para este fin, la ciencia biológica la abandonaría de buena gana.

Sin embargo la noción de complejidad ha dado lugar a teorías emergentistas que defienden que el orden puede medirse en términos de complejidad, y en consecuencia formulan una jerarquía de órdenes (de los órganos a los organismos, o de la célula al chimpancé) de complejidad creciente. Estos científicos abogan por que la información entre a formar parte de los conceptos fundamentales de la ciencia, en compañía de los de materia y energía. La complejidad, en este caso, se convertiría en una noción científica. Se llega incluso a hablar de la emergencia de comportamientos frente a teorías innatistas muy en boga en etología. Por ejemplo, la formación de bancos de peces puede explicarse de dos formas extremas: innatamente, es decir, se trataría de un comportamiento completamente «programado» en el código genético, o por otro lado, dinámicamente, como efecto emergente de comportamientos más básicos de aproximación/alejamiento en un medio determinado (el agua), que ni tan siquiera están programados, sino cableados entre los órganos sensoriales (visión) y los motores (músculos). En ambos casos no se prescinde del concepto de información sino que se interpreta de formas diferentes.

Resolver estas cuestiones es muy importante para el estudio de los comportamientos humanos porque no es lo mismo que seamos seres sociales innatamente constituidos como tales, a que el ser social se deba a otras formas de comportamiento más básicas junto con ciertos acontecimientos externos, y en consecuencia manipulables artificialmente para conseguir efectos de sociabilidad, o todo lo contrario. La historia (que no los hechos históricos) se presenta de golpe como un problema científico, ya que o «somos» esencialmente como nos muestra la historia (caníbales, asesinos, egoístas, cariñosos, generosos) o nos «hacemos» por una serie de contingencias externas lo que ella nos muestra.

2. Participación y coparticipación entrelazados.

Por otro lado la información se da en el signo, que a su vez es ausencia. El posmodernismo quiere la ausencia frente a la presencia modernista, la virtualidad frente a la posibilidad, la actualidad frente a la realidad.

Aunque, como he señalado más arriba, el posmodernismo no acepte la dualidad sujeto/objeto, tampoco renuncia a hablar de sujetos y objetos (aunque para los materialistas de la subjetividad, como Deleuze, no sea más que una forma de hablar), pero la objetividad se vuelve sospechosa porque en muchas ocasiones parece ser una forma de imposición de una subjetividad dominadora que se traduce a sí misma en objetividad, por ser ésta una palabra de mayor prestigio que la otra.

¿Por qué hay que acabar con el posmodernismo? Porque reprime la percepción al provocar una dispersión de códigos de actualidad, mientras que el modernismo libera la percepción, la sujeta, al estar centrada, atenta. Porque para el posmodernismo el presente es puro imaginario (virtualidad) y no un presente realista (posibilidad).

¿Pero por qué eliminarlo si, a su vez, admite que el mismo objeto puede ser percibido de diferentes formas por distintos sujetos, y no por un efecto de alucinación, sino por efecto de la subjetividad, y no entendida como una conciencia que hace proyectos (no por un «Yo» ni un «Sí-Mismo») sino porque lo exterior se instala en cada individuo de forma diferente? La formación de la subjetividad se convierte así en uno de los caballos de batalla de la posmodernidad, y en este sentido recoge la idea del materialismo histórico de que el ser social es quien determina la conciencia y no al revés, pero a la vez se opone a él afirmando que no hay un sujeto social inmutable. Si se afirma la «muerte del hombre» como hace Foucault, se referirá a ese «hombre» esclerotizado, fijo, estable, inmutable de la modernidad, por cuanto que el sujeto deviene, no está «ya hecho». Es fácil darse cuenta que «el sujeto social» modernista queda maltrecho, pero queda a la espera de un proceso revolucionario que lo invente. Si el indígena chiapaneco y boliviano existen desde hace tantísimo, no existían como sujetos sociales hasta que llegaron los zapatistas y los movimientos y organizaciones sociales bolivianas. Antes de la llegada a América de los imperialistas españoles había sociedades de indígenas y probablemente en cada una de ellas había una multiplicidad de sujetos sociales. Otro ejemplo es la formación de la mujer como sujeto social producido por la actividad de los movimientos y organizaciones femisnistas: «Retóricas del género; Escuela de feminismo(s); El sueño colectivo; Precarias a la deriva; Sexo, mentiras y precariedad; La casa de la diferencia…, tanto como nuestra presencia en otros espacios compartidos, son experimentos que escudriñan en ese «qué hacer con lo que han hecho de nosotros»; porque la producción de subjetividades-otras no es sólo un hecho de voluntad, la pre-construcción que amenaza con someternos tirándonos constantemente de los tobillos, concierne a ámbitos que superan lo local, la acción inmediata de La Eskalera Karakola. De este límite somos conscientes, por eso nuestra apuesta es intentar superarlo mediante una política del re-conocimiento y alianza, más que mediante una polipresencia obturada en la mentira de «estar en todas partes, tocar todos los palos, dejarse ver en todos los frentes de lucha». Asumir los límites refleja la voluntad real de saltárselos, entrando en diálogo con diversas localizaciones, abandonando el miedo a habernos equivocado, a dejarnos transformar, a alterar el mundo a nuestro paso.», puede leerse en «La Eskalera Karakola: un movimiento deliberado» – http://www.sindominio.net/karakola/textos/articulomolo.htm -.

¡Y no se trata de una vuelta al romanticismo! Es, a mi entender, muy importante captar la diferencia, y evitaríamos tener que discutir que no son sueños revolucionarios, sino realidades y virtualidades revolucionarias. Tampoco es una vuelta a las vanguardias artísticas de principios del siglo xx porque éstas simplemente querían borrón y cuenta nueva, un concepto modernista de la originalidad. El posmodernismo se opone a la autoría y propone el anonimato. Pero hay anonimatos de derechas y de izquierdas. Wikipedia es un producto posmoderno de izquierdas (y anticapitalista) que se ha hecho posible, no sólo gracias al desarrollo de Internet, sino porque se está formando un sujeto social «amante» del conocimiento libre: «Otra cosa diferente es debatir sobre la conveniencia o no del copyleft, y similares derechos de libre distribución, copia, modificación, etc. O sobre los límites de la llamada libertad de creación dentro del sistema capitalista. Donde, por cierto, resulta muy curioso observar cómo se ataca a los sistemas colectivos de publicación anónima (sic) (en lugar de sistemas de publicación colectiva), y cómo se exigen responsabilidades a una enciclopedia virtual pero no a medios de comunicación reales que incitan a la violencia, alimentan la xenofobia, llaman al magnicidio y financian golpes de estado.», nos dice José Daniel Fierro en «Wikipedia más que una enciclopedia» – http://www.rebelion.org/noticia.php?id=24521 -.

Si la participación es la condición socialista de la inmanencia (como señalo en «Hacia un socialismo de la inmanencia» – http://www.rebelion.org/noticia.php?id=25146 -), la producción de colectividad, la coparticipación, es la condición socialista de la virtualidad. El socialismo es la única manera de cohesionar la dispersión de códigos al colectivizar los imaginarios. Un socialismo totalitario produce un pensamiento único, y digo esto contra la opinión general de que la globalización capitalista es la generadora de pensamiento único: muy al contrario. Si desde la perspectiva de la acción la globalización capitalista fragmenta, rompe la participación, desde el punto de vista de la percepción dispersa en infinitos códigos la coparticipación. El efecto de la ruptura de esta relación o entrelazamiento entre percepción y acción es algo parecido a lo que le hizo a Gramsci acuñar el término de revolución pasiva. A su vez también explica que en la actualidad no haya conciencia de clase, pérdida que se refleja claramente en la mayoría de los sindicatos. Me parece pertinente apoyar las opiniones de Carlos Taibo que en «Las vergüenzas de la izquierda» – http://www.rebelion.org/noticia.php?id=25329 – comienza así: «Aunque no falta quien gusta de ignorarlas, algunas de las señales de la crisis que atenaza a la izquierda son fácilmente perceptibles. Una de ellas, elemental, la configura un patológico temor a enunciar las ideas propias, que esconde un reconocimiento subterráneo de la derrota y se traduce en un genuino desarme ideológico.».

Los efectos de la globalización capitalista deben tomarse en consideración si se quiere acabar con el posmodernismo. Pero es necesario descubrir las tácticas que producen estos efectos: la realización de convenios colectivos excesivamente particularizados fragmenta la unidad de los trabajadores; la manipulación de las imágenes como en la guerra del Golfo (la famosas aves del Canadá flotando en aguas del Golfo Pérsico), dispersa la unidad de la opinión sobre los hechos; la ocultación de los asesinatos producidos en el lado franquista de la guerra civil, crea una falsa imagen de la realidad histórica española; la movilidad de las multinacionales destruye la capacidad ancestral de supervivencia de muchos pueblos; el paro fomenta los pensamientos racistas y xenófobos; el neolenguaje, como por ejemplo llamar pacificación (o democratización) a los genocidios, transforma la mirada, la forma de mirar los acontecimientos.

Contra la parálisis de la acción el socialismo de la inmanencia invoca la participación; contra la represión de la percepción el socialismo de la virtualidad invoca la coparticipación. Si a mi entender hay algo profundo en nosotros que nos hace huir de la soledad, y no sólo a través de la búsqueda de compañía (la participación es una compañía activa) sino por medio de la realización de tareas o actividades en compañía de otros (la coparticipación), estoy afirmando que somos seres sociales, que nos unen trascendentales que no son conceptuales ni ideales, sino empíricos, fuerzas exteriores. De aquí al socialismo hay un paso que consiste en eliminar las fuerzas que fragmentan, paralizando la acción, y dispersan, reprimiendo la percepción. Pero como también pienso que necesitamos nuestros momentos de soledad, cualquier socialismo que se precie deberá tomarlo en consideración, y por eso reivindico la inmanencia y la virtualidad. Estoy defendiendo un entrelazamiento entre un social ismo de la inmanencia y uno de la virtualidad, es decir una unión que no puede ser una mezcla como la tinta en un vaso de agua, sino que aun siendo autónomos, al separarse, desaparecen. Una modulación mutua.

El posmodernismo de derechas se vuelve egocéntrico, competidor, cree que sus deseos son realizables, o lo que es lo mismo: querer es poder; cree que debe sacar partido de los beneficios de la oportunidad, cree en los fantasmas y en lo fantasmal, espiritualiza la realidad, hace de la ciencia una ciencia ficción, cree que el capitalismo es la condición del desarrollo tecnológico, se hace financiero. Con el posmodernismo de derechas la sociedad se vuelve sociedad del espectáculo, de la percepción pasiva, del consumismo. La opinión se hace irracional. La derecha también se apropia de estos socialismos pero lo hace separándolos en dos, como si fuesen independientes: separan la participación de la coparticipación, la acción de la percepción, la inmanencia de la virtualidad, a través de su trascendentalización con nociones moralistas, como caridad por ejemplo. Una vez inventado el Voluntariado como expresión sintética de los deseos profundos de socialización, surge un posmodernismo de derechas pseudosocialista (es un socialismo falso porque al separar la acción de la percepción destruye a ambos) que autoreprime sus deseos por acción de sus creencias. Por ejemplo, cree que la pobreza no puede erradicarse, y en consecuencia acepta las premisas de la gestión de la pobreza frente a la superación de ella. La caridad se convierte en un instrumento para la dispersión de la percepción sobre las posibilidades reales de la distribución de la riqueza. Si en la Florencia del siglo xv floreció el arte renacentista no fue como efecto de lo s movimientos financieros sino como efecto de una estrategia política de distracción, como espectáculo que justificaba la especulación de los Medici. En la actualidad no hay los mismos mecenazgos pero hay subvenciones del Estado y formas capitalistas privadas de «ayuda al desarrollo» para la evasión de impuestos y «financiación de la economía», porque como dice el Banco Santander Central Hispano «Revolución es pagar una cuota mensual más baja».

Con lo que acabo de contar no se excluyen los partidos políticos, pero sí que éstos detenten el poder. Los movimientos y organizaciones sociales deben disponer de poder, capacidad de decisión ejecutiva y no sólo consultiva (lo que yo entiendo por protagonismo), pero queda claro que al pensar un socialismo sin representación dudo mucho que ninguna organización de izquierdas acepte un ministerio, como dice el Subcomandante Marcos que rechazó consecuentemente. Tendrá que hacerse de otras formas. No obstante la Asamblea Nacional de Venezuela puede ser una forma de avanzar en esta línea según nos informa hace unos días Granma en «Transformar democracia representativa en participativa» – http://www.granma.cu/espanol/2006/enero/sab7/transformar.html -, pero nos advierte Chávez: «Es una transición que pudiera hacerse permanente: la democracia participativa no niega la representativa, sino que la absorbe, expresó.».