Los maestros de antaño tenían un método eficaz de enseñar: repetir las lecciones con palabras diferentes, pero con el mismo significado. Añadir ejemplos. Golpear la gota contra la piedra hasta hacerle grietas. Esa metodología la estamos olvidando y pensamos que con que un concepto se señale, el mismo es automáticamente entendido por los que lo […]
Los maestros de antaño tenían un método eficaz de enseñar: repetir las lecciones con palabras diferentes, pero con el mismo significado. Añadir ejemplos. Golpear la gota contra la piedra hasta hacerle grietas. Esa metodología la estamos olvidando y pensamos que con que un concepto se señale, el mismo es automáticamente entendido por los que lo leen o lo escuchan. Ese error tenemos que rectificarlo.
Con la publicación que hizo Rebelión sobre la información suministrada por la ONG Oxfan de que en los últimos 20 años el 1% más rico de la población mundial aumentó sus ingresos 60% y que las 300 fortunas del mundo acumulan riquezas mayores que los más de 3,000 millones de pobres, díganme, en qué código de ética esto es aceptable si cada 6 segundos se muere un niño de hambre en nuestro planeta. La pregunta carece de sentido porque en la institucionalidad vigente, fundamentada en el modelo de oferta/demanda, la ética se envía al cesto de la basura, o mejor, nos están martillando una nueva ética que ya no es universal sino que se fracciona en dos: la de las clases dominantes y la de las clases dominadas. Entre las primeras, la ética significa cualquier acción que garantice aumento de sus fortunas; para las segundas, ética es no estorbar esos objetivos. En eso se centra la institucionalidad. Cuando escuchamos a los gobiernos de los estado-nación vinculados estrechamente con esas clases dominantes denunciar de que se atenta contra la institucionalidad, es porque se está luchando contra esa nueva ética impuesta.
La institucionalidad que se inició desde hace 3,000 años a.C. cuando surgió el Estado para garantizar la división social, cada día se consolida más. Se fortaleció a partir de la década de los ochenta del siglo pasado con la globalización financiera y ha ido fagocitando, e incluso creando, los micro poderes dentro de los estados: los partidos políticos, los medios de comunicación social, las iglesias, las ONG, los gremios, en fin, todos un conglomerado de instituciones cuyo objetivo central es, a lo sumo, cuestionar los excesos, pero cuando la misma da los primeros signos de debilidad, se unen para mantenerla. En el fortalecimiento de esa institucionalidad, los medios de comunicación de masa juegan un papel capital. Ya el periodismo, en la gran mayoría de los estados nación, dejó de ser crítico, para convertirse en un medio de entretenimiento, y lo que es peor, en alentar diferencias intrascendentes entre las clases dominantes y sus estructuras, haciendo ver a la población de que se están tratando temas trascendentales para su futuro. Por su parte, la población que no se nutre de alternativas al modelo de oferta/demanda, se moviliza detrás de una fracción de las clases dominantes. Estamos inmersos en un círculo vicioso. Las instituciones encargadas de las políticas del lavado de cerebro que tienen su centro en el Instituto Tavistock que trabajan las 24 horas de los 365 días se encargan, a través de varias metodologías, de inculcarle a la población que otro mundo no es posible. Pero la destrucción de los cerebros no solo es a través de estas campañas mediáticas, sino matando de hambre las neuronas de los niños por hambre e intoxicándolas con drogas, porque la casa matriz de este modelo de oferta/demanda se ubica en al capital financiero, quien es el que lo comanda, las transnacionales y el narcotráfico.
Esta institucionalidad está acabando con la población mundial por vía directa, pero también por vía indirecta, con el creciente daño ambiental que está produciendo a escala planetaria. La institucionalidad se mantiene, al menos ese es su objetivo. Está tratando de militarizar al mundo bajo las directrices del Pentágono, pero con los costos asumidos por los estado nación; ha perfeccionando los sistemas de espionaje para detener y sofocar cualquier protesta que se de a nivel local; está implementando la política del terror, pero lo que es más preocupante, provoca micro crisis para que la gente se movilice en vano y acabe agotándose.
El trabajo que tenemos que hacer los que participamos en los medios de comunicación adversos a la institucional es luchar por incrementar la democracia cogntiva, la democracia del conocimiento. Esto lo vienen haciendo, desde hace años y de manera tesonera, los medios alternativos. Pienso que si nuestro mensaje no le llega a un número cada vez más creciente de personas, nos quedaremos haciendo malabarismos teóricos. Ese tal vez sea el reto más importante que tenemos. A la denuncia, la propuesta, como se viene haciendo. Tenemos que explicar bien que el modelo actual, el capitalista, se fundamenta en la oferta/demanda. Tenemos que explicar bien que el modelo diseñado para reemplazarlo es el de recursos/necesidades, el que necesita ser conocido. Tenemos que explicar bien que la lucha para ese cambio será intensa y extensa, con muchos sacrificios, pero ha de ser pacifica. El modelo vigente está preparado para mantenerse, así sea eliminando al 80% de la población mundial. Ya ese 1% ha demostrado que el resto de la población solo sirve para ser usada por ellos, para incrementar su fortuna y su poder. Si ese objetivo no se cumple, los amos del mundo están preparados para eliminarla. Lo que tenemos que hacer es acelerar el paso. Es nuestra única alternativa.
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