En medio de denuncias sobre masacres de civiles por militares estadounidenses en Irak y Afganistán; de revelaciones en Wikileaks acerca de la impúdica política exterior de Estados Unidos; y de amenazas espeluznantes de una posible extensión de las guerras imperiales a Irán y Corea del Norte, una noticia nos alegró el corazón: la decisión del […]
En medio de denuncias sobre masacres de civiles por militares estadounidenses en Irak y Afganistán; de revelaciones en Wikileaks acerca de la impúdica política exterior de Estados Unidos; y de amenazas espeluznantes de una posible extensión de las guerras imperiales a Irán y Corea del Norte, una noticia nos alegró el corazón: la decisión del Partido y el Gobierno cubanos, anunciada por Fidel, de reforzar la Brigada Médica en Haití con un contingente compuesto por 300 médicos, enfermeras y técnicos de la salud, lo que eleva a más de 1 200 el número de colaboradores sanitarios enviados por Cuba a la hermana nación.
Los internacionalistas cubanos prestan servicios de salud en Haití desde hace muchos años y numerosos jóvenes de este país se forman como médicos en las universidades cubanas. Mucho antes del terremoto, del huracán y de la epidemia del cólera ya los cubanos estaban allí curando enfermos, salvando vidas. Con el apoyo fraterno de Venezuela, pronto Haití contará con 49 centros y 1 100 nuevas camas, atendidos por médicos cubanos y latinoamericanos egresados de sus escuelas de medicina, para enfrentar la epidemia. La eficacia de estos centros es tan grande que han llegado a reducir prácticamente a cero el número de fallecidos.. José Martí y Simón Bolívar se dan la mano junto al pueblo que tanto ayudó a la independencia de nuestra América, para impedir que se apague la sonrisa de los niños haitianos.
Me pregunto cuántas personas han salvado o salvarán sus vidas gracias a este maravilloso ejemplo de solidaridad e internacionalismo. Nadie puede conocer la cifra exacta pero, con toda seguridad, no será menor de varias decenas de miles.
Sin embargo, la mayor obligación moral de prestar ayuda al pueblo haitiano no es de Cuba ni de Venezuela sino de Estados Unidos y no por lo rico y poderoso que es este país, que debiera ser causa suficiente, sino por su larga y profunda experiencia en la manipulación del vibrión colérico y de la forma en que afecta la salud y la vida del ser humano.
Esta experiencia la heredó Estados Unidos de científicos japoneses que llevaron a cabo un programa de guerra biológica durante la Segunda Guerra Mundial. Como parte de ese programa, más de mil pozos de agua potable en Manchuria fueron contaminados con el vibrión del cólera y gérmenes afines. En otros experimentos, los japoneses no sólo infectaban a los prisioneros de guerra sino que, para descubrir los efectos en los órganos internos de la enfermedad, sacrificaban durante el proceso mediante disección en vivo (vivisección) a cierto número de infectados. Los prisioneros eran en su mayoría chinos pero también de otras nacionalidades incluyendo norteamericanos. Alrededor de 580 000 chinos fueron asesinados utilizando gérmenes patógenos. (1)
El principal cerebro y brazo de la guerra biológica era el general Ishii Shiro, de familia aristocrática. La principal instalación creada por él, el Instituto Ping Fan (Unidad 731) de horrenda y criminal historia, estaba situada en el poblado de ese nombre, cerca del Ferrocarril del Sur de Manchuria y poseía una guarnición de 3 000 científicos, técnicos y soldados. Ishi Shiro creó también otras 18 instalaciones similares pero más pequeñas y fue el creador del campo de concentración de Zhong Ma. (2)
Al finalizar el conflicto, los militares norteamericanos lograron capturar a Ishi Shiro. Los soviéticos exigieron juzgarlo por sus crímenes de guerra pero Estados Unidos rehusó entregarlo. Lo que sucedió después se mantuvo en secreto durante más de treinta años. Finalmente se supo que Ishii Shiro había pactado con el gobierno norteamericano su liberación a cambio de revelar en detalle todos los secretos del programa de guerra biológica. Un memorandum «top secret» transmitido a Washington por cable el 6 de mayo de 1947 comunicaba: «Ishii afirma que si se le garantiza mediante un documento inmunidad por crímenes de guerra para él, sus superiores y sus subordinados puede describir el programa [de guerra biológica] en detalle». (3)
A pesar de que 1 174 soldados norteamericanos habían sido asesinados en atroces experimentos por la Unidad 731, (4) Ishii Shiro pasó a ser de esta manera el principal asesor del gobierno de Estados Unidos en el campo de las armas biológicas de destrucción masiva y encontró en Camp Detrick, Maryland (su nombre cambió a Fort Detrick posteriormente) alumnos muy aventajados. Fue él quien enseñó a sus colegas estadounidenses la técnica de cultivar el cólera y otros patógenos en grandes tanques de aluminio. Podía recogerse una cosecha de vibriones cada 24 horas. La capacidad productiva del Instituto Ping Fan -según investigadores rusos- había llegado a ser de ocho toneladas de bacterias por mes. La principal instalación norteamericana creada para la fabricación de microrganismos, situada en Vigo, Indiana, podía producir cien toneladas, es decir, una cantidad doce veces mayor. (5)
El monstruo Ishi Shiro murió en 1959 después de disfrutar de un generoso retiro militar. Muchos de sus colaboradores, criminales de guerra que obtuvieron también inmunidad, alcanzaron posiciones relevantes en el mundo de los negocios o altos cargos administrativos y académicos. Algunos, pudieron continuar sus experimentos asesinando seres humanos durante la Guerra de Corea y la Guerra de Vietnam, pero no ya como enemigos sino como aliados al servicio de Estados Unidos.
A partir de l948 y durante la década de los cincuentas, microbiólogos norteamericanos, en colaboración con británicos y canadienses, realizaron experimentos con gérmenes vivos en aguas de las islas del Caribe, por lo menos en tres ocasiones, con el fin de determinar el comportamiento de nubes de bacterias dispersadas en el aire: Operación «Harness» en 1948, Operación «Ozone» en 1953 y Operación «Negation» en 1954. Todo lo concerniente a estos ensayos biológicos permanence aún sin desclasificar. (6)
En 1951 el esfuerzo principal en la preparación para la guerra biológica se trasladó de Fort Detrick, en Maryland, a una instalación cercana a la base aérea de Agsugi, en Yokohama, Japón, donde operaba la llamada Unidad 406 (Medical General Laboratory of the U.S. Army’s Far East Medical Section). Su desarrollo fue tan rápido que poco tiempo después fue necesario abrir nuevos laboratorios en Kyoto. (7) El traslado al Lejano Oriente facilitaba el uso de estas armas en la recién comenzada Guerra de Corea. Corea del Norte, al igual que posteriormente Vietnam, se convirtió en campo de experimentación para todo tipo de armas incluyendo las armas biológicas. El 22 de febrero de 1952, Bak Hun Yung, Ministro de Relaciones Exteriores de Corea del Norte, en documento oficial dirigido al Secretario General de Naciones Unidas, acusó al gobierno norteamericano de llevar a cabo una guerra bacteriológica contra su país. Dos días después, su homólogo chino, Chou En Lai, reveló que, en solo una semana, 448 aviones de Estados Unidos, en 68 ocasiones, habían dispersado insectos contaminados sobre el nordeste de China. El vibrión del cólera fue uno de los gérmenes utilizados.
Ahora bien, ¿por qué el cólera ha sido y es una de las enfermedades preferidas para la guerra biológica? -La razón es muy simple: el cólera es una de las llamadas «enfermedades de los pobres» (nombres más apropiados serían: «enfermedades de los oprimidos», «de los marginados», «de las desigualdades e injusticias sociales») que prosperan solamente cuando las condiciones higiénicas son deplorables. Uno de los factores que han limitado históricamente el uso de armas biológicas ha sido el temor, de los que promueven criminalmente este tipo de agresiones, a que la epidemia provocada se salga de control, se convierta en «boomerang» y termine causando más daño al agresor que al agredido. Pero en un país desarrollado, con abundante agua potable, amplias redes de alcantarillado y de eliminación de aguas albañales, y un buen sistema de servicios médicos, es prácticamente imposible una epidemia de cólera. En todo caso, si se produjese algún brote, solo afectaría a los barrios marginales cuya población es material desechable para los señores de la guerra.
Hay, además, otro factor importante. En el bien nutrido arsenal de vectores, tanto en la Unidad 406 como en Fort Detrick, no faltaron durante mucho tiempo las moscas infectadas con cólera, hasta que uno de los expertos canadienses en guerra biológica, el Dr. G.B. Read, demostró que no es necesario fabricar lo que la naturaleza ofrece ya gratuitamente. En el caso del cólera, no tiene sentido producir moscas infectadas en el laboratorio, con todos los peligros y complicaciones inherentes a esta operación y a la de transporte al objetivo, cuando éstas sobran en los sitios que serán objeto de ataques y pueden ser contamindas «in situ». Read descubrió que el mejor sustrato es el salmón enlatado porque, además de constituir un medio muy nutritivo para los patógenos, posee un atractivo especial para los insectos vectores. (8)
Actualmente, sin embargo, sin desechar los viejos métodos, las investigaciones se mueven hacia la aplicación de tecnología de punta de la biología molecular que, en buenas manos, puede ser de gran beneficio para la humanidad pero que puede servir también a objetivos diabólicos. En 2001 fue descifrado completamente el código genético de la peste bubónica y descubrimientos similares se han realizado con la viruela y el cólera. Ahora, mediante métodos de ingeniería genética, puede modificarse el genoma de los microorganismos causantes de estas enfermedades, para bien o para mal.
En enero de 1991, por primera vez en todo el siglo XX y en todo el continente americano surgió un brote de cólera en Perú que se extendió rápidamente por numerosos países de América del Sur y Central. En Africa, el cólera se ha presentado con fuerza recientemente en varios países africanos. En agosto de 2008 surgió en forma explosiva una epidemia en Zimbabwe. El diario «Herald» de Harare, señaló que el embajador de Estados Unidos, antes de que surgiera el brote, había comentado muy sospechosamente que se estaban preparando (los norteamericanos) para el surgimiento de la epidemia. Robert Mugabe acusó a los gobiernos de Estados Unidos y Gran Bretaña de introducir la enfermedad y del empeoramiento de la situación debido a las sanciones económicas impuestas.
Hemos repasado sucintamente algunos de los hechos que demuestran la larga experiencia de Estados Unidos con el microorganismo causante del cólera. Me parece que no sería pedir demasiado que sus vastos conocimientos los utilice ahora en la lucha contra la epidemia en Haití. El obstáculo, tal vez insalvable, es que Washington es parte raigal del problema. La indefensión del pueblo haitiano ante el cólera es el resultado de toda una herencia de explotación económica y opresión política por regímenes gestados y apoyados por Estados Unidos. Si en algún lugar del mundo Estados Unidos, y anteriormente Francia, han mostrado con mayor crudeza sus feos rostros imperiales, racistas y prepotentes, ha sido precisamente en Haití. Baste con recordar la ocupación militar por Estados Unidos entre 1915 y 1934, y el apoyo a las dictaduras de los Duvalier y a su banda de asesinos llamados «ton ton makouts».
La última fechoría fue el derrocamiento por los marines de Jean Bertrand Aristide en febrero de 2004, el secuestro del presidente legítimo y su exilio forzado en Africa del Sur. El paso siguiente fue la represión salvaje del movimiento por la democracia de Lavalas y la sustitución de los marines por MINUSTAH, «fuerza de estabilización» de la ONU. MINUSTAH consagró el golpe de estado ordenado por George W. Bush y masacró a los habitantes de los barrios humildes «pro-Aristide», principalmente en Cité-Soleil. En la campaña represiva que tuvo lugar entre 2004 y 2006 fueron asesinados miles de partidarios de Lavalas.
¿En qué se diferencia MINUSTAH de un ejército de ocupación? -En nada, salvo que sus soldados no pertenecen al país invasor sino mayormente a países pobres del Tercer Mundo, como el Nepal de los mercenarios gurkhas, que no conocen ni entienden las raíces y características del conflicto y tienen la paga como única o principal motivación. En la historia de los contingentes de la ONU, como en todo ejército de ocupación, el problema del abuso sexual a niños ha sido compañía constante. Un informe de la organización «Save the Children» publicado en mayo de 2008, que denuncia estos hechos, se basa parcialmente en testimonios recogidos en Haití el año anterior. El estudio recoge historias de niños intercambiando sexo por comida, sexo forzado, prostitución y pornografía infantil, y tráfico de niños.
Las llamadas «fuerzas de paz» o de «estabilización» de la ONU son financiadas casi totalmente por Estados Unidos y los países de la OTAN y, por tanto, son ejércitos cuya misión no es otra que mantener o restablecer el statu quo en beneficio de las oligarquías locales y de los intereses neocolonialistas.
En Haití se está cometiendo un verdadero genocidio, si no por acción, al menos por omisión. La ONU es culpable por negligencia al no tomar las medidas necesarias para impedir la entrada del cólera. Estados Unidos es culpable por abandono, en el mejor de los casos. De los $1.5 billones prometidos después del terremoto, los haitianos no han recibido todavía un sólo centavo. Tal vez tengan razón los que consideran que en el fondo de todo está la obsesión delirante de Washington por impedir que un Haití, independiente y gobernado por un presidente legítimo, se una a los países bolivarianos en el ALBA
Notas:
(1) Judith Miller et al: «Germs», Simon & Schuster (2001) p. 40
(2) Robert Harris and Jeremy Paxman: «A higher form of killing», Random House (2002), p.77-78.
(3) Robert Harris and Jeremy Paxman: Idem, p. 156.
(4) Andrew Goliszek: «In the name of Science», St. Martin ‘s Press, New York (2003), p. 46.
(5) Robert Harris and Jeremy Paxman: Idem, p. 78.
(6) Robert Harris and Jeremy Paxman: Idem, p. 158.
(7) Stephen Endicott and Edward Hagerman: «The United States and Biological Warfare: Secrets from the Early Cold War and Korea «, Indiana University Press (1998), cap. 5.
(8) Jeffrey A. Lockwood: Six Legged Soldiers», Oxford University Press (2009), p.162.