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¿Hasta cuando el genocidio?

Fuentes: Rebelión

La historia de la humanidad está repleta de asesinatos en masa de pueblos enteros, incluyendo niños, mujeres y ancianos. Uno de esos genocidios está narrado en la Biblia: la conquista de Canaán, hoy Palestina, por las tribus hebreas bajo la organización teocrática de su Estado. Hoy esa invasión inspira la horrorosa masacre contra el pueblo palestino de nuestros días, con el objetivo de expulsarlo de su tierra. La excusa de una religión sectaria y manipuladora de las conciencias sirve para cometer crímenes infames contra la humanidad.

La Biblia fue también el libro de cabecera de las sectas protestantes que exterminaron las tribus indígenas en la conquista del continente americano por su parte norte. Y la Biblia contiene los libros sagrados que venera la Iglesia católica, como sucesora del Imperio Romano esclavista. ¿Es esa la razón de que los genocidios que acontecieron a lo largo de la historia en los reinos cristianos de la Península Ibérica? Al menos tenemos noticia de tres de ellos: la conquista y destrucción de al-Ándalus en los siglos XIII-XV, la colonización americana en los siglos XVI y XVII, la matanza que hizo el ejército fascista sobre la población republicana en los años 1936-1945.

A menudo se buscan excusas para ese crimen contra la humanidad que es genocidio, cuando no se oculta vergonzantemente. Sin duda, esto es lo primero: la negación del crimen, el olvido, el silencio. Otras veces la guerra y la dominación quieren justificar las matanzas: en las guerras de conquista se producen esas carnicerías contra la población civil no combatiente, para desmoralizar al enemigo y evitar la resistencia. Lo que significa una cosa: quien quiera construir un Imperio tendrá que utilizar los crímenes de guerra. Esta constatación no deja de ser cierta en nuestro siglo XXI, en las actuaciones del agonizante Imperio americano y sus acólitos serviles. 

Hay una relación entre la fe y el Imperio: la fe, convenientemente utilizada por las instituciones religiosas, puede ser un instrumento para infantilizar las conciencias y crear un cuerpo social dócil a los mandatos del poder político. Es el irracionalismo propio de los fanáticos. Naturalmente, necesitamos la fe. No necesariamente la creencia en Dios; pero sin una fe –ya sea confianza racional en la humanidad en sustitución de Dios- no seríamos capaces de tener una vida moral. Y esto nos da la clave para entender qué es una fe racional: aquella que está abierta al diálogo y al compromiso con los demás hombres, sea cual fuere su creencia. Una fe capaz de relativizar sus principios, para entender los principios de las otras fes. Recordemos que la Declaración Universal de los Derechos Humanos se refiere explícitamente a la libertad de conciencia, que debe ser protegida por todos los estados que pertenecen a la ONU.

El estado de Israel es un estado teocrático que ha discriminado desde su fundación a la población palestina por motivos religiosos. Ahora que está gobernado por la extrema derecha, ha extremado esa discriminación creando un genocidio, e intentando expulsar a los palestinos de la Franja de Gaza para ocupar sus tierras. Del mismo modo que en el año 1948 expulsó a varios millones de palestinos para crear el Estado teocrático de Israel. Un estado que no respeta los derechos humanos no es un estado democrático: ni lo es ahora, ni lo fue entonces.

¿Y qué hay de nuestra historia, de los genocidios cometidos en la península ibérica, y ocultados durante décadas? A duras penas conseguimos rescatar la memoria de aquellos crímenes. Y esto mismo nos muestra la baja calidad de la democracia en España. La tenacidad y valentía del pueblo llano está consiguiendo recuperar la dignidad de las víctimas sacrificadas en aquella masacre que fue llamada ‘guerra civil’; y con ellas la dignidad de todos los que soportan en silencio la injusticia del sistema social. Del mismo modo, la lucha del pueblo palestino por su tierra está salvando la dignidad de una humanidad que parece abocada a la locura de su auto-destrucción. La misma lucha de los pueblos oprimidos contra el poder del imperialismo genocida en sus manifestaciones diversas: ya sean fanático-religiosas o bien ateo-neoliberales; ya se presenten como hazañas bélicas o bien envueltas en perfidias culturales. Una lucha de las gentes de buena voluntad por la paz y la justicia. Una misma batalla de los pueblos del mundo contra las bestias agresoras del poder imperial.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.