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Entrevista a Paco Puche sobre la enfermedad, el cuerpo, la vida y la muerte (I)

«Hasta el final hay que hacer lo que uno ha creído casi siempre que debe hacer»

Fuentes: Papeles de relaciones ecosociales y del cambio global

Ingeniero, librero, activista, escritor y mil cosas más, Paco Puche es uno de los mejores conocedores de la industria criminal del amianto en nuestro país y en Europa. Su libro más reciente sobre esta importante temática ha sido publicado por Libros de la Catarata. La conversación, esta vez, se centra en temáticas más existenciales y […]

Ingeniero, librero, activista, escritor y mil cosas más, Paco Puche es uno de los mejores conocedores de la industria criminal del amianto en nuestro país y en Europa. Su libro más reciente sobre esta importante temática ha sido publicado por Libros de la Catarata. La conversación, esta vez, se centra en temáticas más existenciales y esenciales incluso: vida, enfermedad, muerte. Esá fechada en 2017.

***

 

Vamos a tocar un tema delicado querido amigo; discúlpame si hago alguna pregunta improcedente. Te han diagnosticado hace unos meses una enfermedad. ¿Cómo ha sido? ¿Cómo te sientes?  

Bueno, sí. Haces unos meses, en agosto del pasado año, ya no me sentía bien, pero fue un análisis de sangre rutinario en el que me detectaron un mieloma múltiple (MM) y una embolia pulmonar, ambas juntas, y yo sin apenas enterarme salvo por una debilidad notable, que resultó ser anemia. Es importante subrayar que la embolia al mes de producirse no dejó apenas rastro ni consecuencia cardiaca alguna salvo la prescripción de un fármaco anticoagulante de la sangre que vengo tomando desde entonces. Según el neumólogo que me atiende esto ha sido debido a que, a mis 76 años, aún me encontraba en forma (buena vida digamos, siguiendo los ritos de ejercicio, actividad social, en mi caso activismo, buena alimentación, especialmente con alimentos ecológicos y de temporada en base a dietas con muy poca carne, y alegría de vivir. Amén de no fumar ni beber en exceso, etc.). Constato que me ha servido llevar esa buena vida.

En cuanto al tema si es o no delicado me remito a las recomendaciones de mi hijo Javier. Le conté tus pretensiones y me animó a que me explicara pues podrían servir a otros. Con su venia contesto.  

Muchas gracias a tu hijo; transmítele mi agradecimiento por favor. Dos preguntas sobre lo que acabas de señalar. El tipo de alimentación al que has hecho referencia, ¿por qué crees que no está más extendido, por qué no se practica de forma más generalizada? ¿Por desconocimiento, por no dar importancia al tema, porque es más cara…?  

Sobre la alimentación, yo he seguido varias pautas que creo que son importantes. Una, siempre que he podido (a veces al comer en la calle no siempre es posible) he comprado y usado alimentos ecológicos de cercanía y de temporada, procedentes de una asociación de agricultura ecológica (de productores y consumidores) de mi provincia, en la que participo activamente; he practicado un vegetarianismo débil (no comer carne en el 99% de los casos) y he variado y compuesto la dieta de frutas, verduras, legumbres, pescado, huevos y queso…

No está más extendida porque la alimentación ecológica es algo más cara, porque la conciencia ecologista está aún muy poco extendida y porque se sabe poco de la importancia de no comer apenas carne en orden a la salud, al reparto equitativo de los alimentos (las dietas ricas en carnes necesitan cultivar muchos cereales que consumidos directamente -se pierde entre el 80 y el 90% de la energía en este escalón trófico- darían de comer a mucha gente y se paliaría gran parte del hambre en el mundo (cerca de mil millones de personas con falta de calorías). y al respeto animal. La dieta es una cuestión también ética y política como ves. En su día, en Ediciones del Genal, en la que yo ando, publicamos un texto de J. Riechmann titulado Comerse al mundo, en el que tratábamos de extender estos temas. Y se sabe menos de la importancia de la agricultura ecológica para el suelo, el cambio climático, la salud y la lucha contra las multinacionales como Monsanto.

A mi hijo le daré tus gracias, obviamente.  

Recuerdo el libro de Jorge. La segunda pregunta: ¿alegría de vivir? ¿Cómo se adquiere? ¿Por contagio, por decisión personal, por ayudas de familiares y amigos? ¿Cómo definirías esa joie de vivre que reivindicas?  

No solo la reivindico yo, ya el economista pionero de la economía ecológica, Georgescu-Roegen, decía aquello tan sorprendente de que la «la salida del proceso económico no es un flujo de salida de desechos, sino el placer de vivir» y añadía: «sin introducir el concepto de placer de vivir… no podemos descubrir la verdadera fuente del valor económico que es el valor que la vida tiene para cada individuo portador de vida». Yo mismo, años atrás, en un libro sobre decrecimiento dirigido por Carlos Taibo, decía acerca del reparto de nuestro tiempo: «…tiempo para sentirnos seres vivos y hacer la inmersión mística en nuestra condición gaiana. Tiempo para gozar de la naturaleza y de la poesía que solo exigen una buenas botas y unos oídos atentos». La alegría de vivir procede naturalmente de nuestra estructura como seres vivos, aquella ontología de Spinoza por la que los entes tienden a preservar en su ser, al fin y al cabo la vida es autopoiética, y el principio de vida, no el de muerte, nos inunda por mucho que nuestras creaciones nos hayan hecho tan soberbios. Lo primero es lo primero, y este centramiento en lo vital es de cajón.

¿Qué cómo se adquiere? No perdiéndola, porque nos viene puesta desde la infancia y somos animales neoténicos, que conservamos caracteres de infancia y juveniles hasta las edades últimas… y si no caemos en la pura nostalgia se puede llegar a viejo queriendo seguir jugando, con una curiosidad interminable, fresco y espontáneo por dentro. Y amorosos. 

¿Qué tipo de terapia estás siguiendo? ¿Es fácil seguirla?  

Bueno, según mi saber y entender sigo tres terapias que considero complementarias: de una parte la que me prescribe mi hematóloga a base de pastillas e inyectables en ciclos que suelen durar un mes cada uno. Ahora estoy finalizando el séptimo ciclo de un total, en principio, de nueve. La medicación es a base de Melfalan, Borterzomib (BORT) y Prednisona con otros fármacos que palían los daños secundarios de estos y alguna vitamina de refuerzo (los cito porque explican lo que viene). La segunda terapia es a base de Cannabidiol (CBD), un derivado del cannabis en forma de aceite que es un complemento que refuerza (sinergiza, dicen) los efectos anticancerígenos de la medicación anteriormente descrita, no como paliativo del dolor u otros efectos secundarios, función esta ya clásica de la que hay mucha investigación académica y mucha experiencia (aunque aún no permitida de lleno en este país, de ahí esa proposición no de ley presentada en la Cámara por un militante del PP de Cantabria con apoyo del resto de grupos). Esta segunda línea la encontré casualmente y la investigué. Apareció un trabajo académico de 2013, hecho en Italia, que decía literalmente que «estos resultados muestran que el CBD por sí mismo o en sinergia con BORT inhibió fuertemente el crecimiento, deteniendo la progresión del ciclo celular y la muerte de células MM inducidas … Estos datos proporcionan una base racional para el uso de CBB para aumentar la actividad de los inhibidores de proteosoma en MM».

Luego vinieron más descubrimientos en el mismo sentido hasta uno de febrero de este año, de 2017, de la Universidad de Sevilla que concluía diciendo que «Together, our data suggest that cannabinoids may be considered as potential therapeutic agents in the treatment of MM». Hablé con ellos y con el Dr. Guzmán de la Complutense y me han remitido a una clínica de Barcelona, con la que he iniciado unos contactos. Mi problema ha sido (y es) que en la administración de esta segunda línea terapéutica no tengo guía alguna de administración, por lo que he tenido que dosificarme por mí mismo y esto no permite usarla en condiciones. Como tomo dosis pequeñas no hay problema de sobredosis, pero puede que esté desperdiciando su potencial sinérgico con el BORTE. No he tenido el menor efecto secundario que sepa.

La tercera línea es lo que sitúo en el contexto de la biología de la creencia. Es decir, autoconcienzarse de dos cosas: una que la vida termina alguna vez por ello la presencia de la muerte es bueno tomarla con la mayor serenidad posible (un poeta famoso de aquí decía que la peor enfermedad es la última), pero que mientras tanto un esfuerzo mental y de conciencia sobre las posibilidades curativas del organismo ayudado por lo que sabemos de medicinas serias, es útil para situarse mejor ante la enfermedad. La alegría de vivir es terapéutica, además de recomendable. En suma, que estoy actuando sobre los varios determinantes de la salud: servicios médicos, forma de vida y relación con el medio ambiente. Y, además, con el descentramiento del «yo».

Las terapias producen efectos secundarios, como sabes, que al principio (3 ó 4 meses primeros) me dejaban algo tirado, con dolores (he tenido mini dosis de parches de morfina un par de meses, ahora no). La alegría de vivir me ha ayudado a pasar estos malos momentos… y otras cosas que ahora veremos. No lo llevo mal pues creo que a mi edad (77) uno está mejor preparado para la finitud y los contratiempos y para soportar ese ambiente hospitalario en el que te tienes que meter.  

Las preguntas se me acumulan. ¿A qué poeta haces referencia?  

Se trata de Manuel Alcántara, un magnífico poeta y periodista de columnas diarias, de aquí de Málaga, pero muy conocido y famoso.  

Hablas de medicinas serias. ¿Qué es una medicina seria?  

De manera ideal diría que aquella que se basa en la experiencia, por tanto en base a observaciones que pueden ser solo empíricas (por las que se adquiere el ojo clínico, o el caso de la acupuntura), o las que utilizan el método científico, es decir aquel que tú bien conoces por el que las experiencias (experimentos) se someten a un método que puede ser replicado, contrastado y falsado (es la medicina basada en la evidencia). Es aquella que supera el nivel de lo meramente analítico y se hace más sistémica y holística (la epigenética y la terapia sistémica de familia, por ejemplo); aquella que sabe autocriticarse y percibe la influencia de las multinacionales en su práctica (hoy he oído en la tele que mueren al año en el mundo 700.000 personas por el abuso de los antibióticos y la adaptación de las bacterias a ellos; es, en parte, la yatrogénesis), y aquella que toma en cuenta la sique y sabe de la importancia de la biología de la creencia y del efecto placebo, por ejemplo. Si está aceptado plenamente que los determinantes de la salud son el medio ambiente (que pregunten a los enfermos de amianto), los modos de vida (ya hemos hablado de ellos), los servicios de salud y la genética heredada (y la epigenética contextual), una medicina tendría que tenerlos a todos ellos en cuenta. Difícil, pero ese es el desiderátum. ¿Y cómo considero la homeopatía, tan denostada? Pues creo que, efectivamente, está muy poco o casi nada contrastada ni falsada, aunque haya quienes crean en ella y se curen: es el efecto placebo y lo que llamamos la biología de la creencia. Claro, se presta al engaño como muchas otras ofertas milagrosas. No me enrollo más.  

¿ Por qué crees que en circunstancias difíciles algunas personas usan medicinas no tan serias?  

Porque como digo, funcionan en algunos casos y porque también la medicina más extendida (la basada en la evidencia) tiene su parte de desprestigio, y sus muchas limitaciones. Hay que saber que muchos de los que acuden a esas otras medicinas están desahuciados por las «oficiales» o van a ellas por si acaso. La homeopatía puede que sirva para poco pero en sí misma no hace daño. La gente sabe que en el caso el cannabis son tales los intereses que la investigación en el nivel clínico está frenada desde hace años y es muy prometedora.  

¿Qué es esto del descentramiento del Yo al que has hecho referencia? ¿Cómo se consigue?  

Esto sí que es aquello que decía Sacristán, tu admirado maestro, de que es necesaria una conversión (algo paulina) personal y colectiva para parar el desastre al que nos dirigimos. Hay que hacer primero la conversión a la humildad profunda (lo veremos luego con las bacterias); una vuelta a la empatía que llevamos dentro, desechando los principios del capitalismo (competitividad, crecimiento, consumismo, reproducción ampliada del capital, egoísmo innato…) y volver a la fraternidad, a la igualdad, al compartir, a los bienes comunes (que es muy posible, que se lo pregunten a la premio Nobel Elinor Ostrom), «al sí mismo como un otro» que proponía Ricoeur, al desinterés, al desapego y al dcsprendimiento de Aranguren, virtudes todas ellas muy budistas. Siguiendo a Pico de la Mirandola con aquella imagen de que nacemos como una arcilla moldeable que te puede hacer mortal o inmortal, animal o dios, etc., tenemos que ir construyéndonos a nosotros mismo en estos nuevos valores de conversos. Y cambiar las instituciones que no los favorezcan. Es una síntesis, no me pidas más.  

Hablas de trabajos académicos que has consultado. Pero esto, que está muy bien desde luego, no está al alcance de cualquiera. Por lo demás, ¿no puedo uno equivocarse al dejarse llevar por resultados que pueden ser provisionales y, posteriormente, ser rectificados?  

El no estar al alcance cualquiera, es otra cara de la desigualdad, por eso su lucha contra ella es saludable. De todos modos circula un rumor popular que sabe que el cannabis es favorable en muchos casos. Por otra parte se sabe que hay equipos que llevan años investigando en el mundo y este producto es muy prometedor para la salud. También a través de internet hoy se facilitan las cosas a más gente.

Sobre la falsabilidad de los resultados, estoy de acuerdo, pero si sabemos que la investigación a nivel clínica está frenada (lo dicen los investigadores) y no nos llega, tenemos que hacer de pioneros, nos puede ir en ello la vida o la mejora eficaz.  

Me olvidaba. ¿y no es curioso que un militante del PP de Cantabria esté luchando, con apoyos de otros grupos y de mucha gente, por la legalización del cannabis? Una cosa así era casi impensable hace diez años.  

Cuando la enfermedad aprieta uno se vuelve más permisivo. Este militante del PP, según tengo entendido, usaba ya el cannabis con fines terapéuticos.  

Sí, sí, creo que es así. Tu compañera, los amigos, los familiares, tu gente, ¿cómo han reaccionado ante la situación? ¿Te sientes apoyado?  

Bueno, eso es vital. Mis relaciones con mis hijos, por ejemplo, han sido esenciales: me han cuidado, ayudado, atendido, no hay palabras. Igual mi amiga del alma, aunque ella a su vez tiene otra enfermedad no menor, por la que nos hemos tenido que alternar en materia de atenciones y cuidados. El resto de la familia y la gente con la que he trabajado ha estado muy presente. Y para culminar, todos los amigos y amigas, han sido maravillosos. Te puede doler mucho la espalda, pero son todos ellos y ellas los que te devuelven a ese pequeño paraíso de la fraternidad y el amor. Decía san Agustín «feliz culpa que nos trajo a tan gran Salvador». Parangonándolo podría yo decir «feliz enfermedad que me está haciendo vivir la hermosura de los afectos».  

¿Puedo deducir, de lo que comentabas antes, que las personas que enferman y que, por razones varias, no tienen tanto apoyo pueden tener más dificultades en su procesión de curación?  

Naturalmente. Muchos pueblos piensan que el mayor patrimonio (que no capital) es tener buenas y amorosas relaciones. Las sociedades más comunales (o las futuras más «comunistas») así lo hacen y así lo deberán de hacer. Nuestra condición de interdependientes es ontológica, igual que la de ecodependientes, mejor por ello asegurar y cuidar aquello que nos hace.  

¿Puedes trabajar en estas condiciones? ¿Te sigue pareciendo importante estar al pie de trabajo y combate en la librería y en vuestra editorial?  

Mi lema desde el principio fue algo así como «haré en cada momento lo que vaya pudiendo, más o menos según el día, pero sin agobios y sin renuncias». En la librería y en la editorial los he ido acompañando «partido a partido», día a día según el día. Pero he faltado poco en mis visitas (no obstante, yo estoy jubilado y no hago ya nada esencial en la librería, solo algunas recomendaciones y apoyos). Del resto de mis actividades de reflexión, escritura, lucha social te digo lo mismo: he seguido en proporción al estado de mis días y mis noches (a veces se me han hecho largas, en ellas el dolor es mayor). Hasta el final hay que hacer lo que uno ha creído casi siempre que debe de hacer. El imperativo categórico del compromiso con la vida y con las más desfavorecidos no caduca. Por eso, quizás, en ningún momento he estado deprimido o cosa parecida, como se dice que es normal en personas que padecen estas enfermedades más serias.  

¿Cómo has pensado en ti mismo, en tu cuerpo, tras la irrupción de la enfermedad? Te pregunto sobre ello. Un descanso, respiremos.  

De acuerdo.  

Nota de edición: La conversación está fechada en mayo-junio de 2017.

 

Fuente: Papeles de relaciones ecosociales y del cambio global, n.º 140, invierno 2017/2018, pp. 153-165.