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Entre la noticia y la verdad

Hasta que la dignidad se haga costumbre

Fuentes: Rebelión

Que el pueblo por primera vez entienda que no es desde arriba, sino desde las raíces mismas de su propia convicción de donde debe nacer la Carta Fundamental que le   dará su existencia como pueblo digno, independiente y soberano. Salvador Allende (1)  En un canal de TV español, la Sexta, se difunde un programa […]

Que el pueblo por primera vez entienda que

no es desde arriba, sino desde las raíces

mismas de su propia convicción de donde

debe nacer la Carta Fundamental que le  

dará su existencia como pueblo digno,

independiente y soberano.

Salvador Allende (1) 

En un canal de TV español, la Sexta, se difunde un programa periodístico de humor político denominado El Intermedio. Su presentador, conocido como el Gran Wyoming, inicia cada programa con la frase: ya han escuchado las noticias, ahora les contaremos la verdad. Sin la genialidad humorística de los guionistas de ese programa quisiera, modestamente, acercarme a la frase que inaugura El Intermedio.

Las noticias que hemos venido leyendo, escuchando o viendo en nuestro país acentúan los aspectos que solo abusivamente llamaríamos políticos. Ante nuestra muy desgastada capacidad de asombro desfilan por noticieros, periódicos y columnas de opinión, una interminable sucesión de casos de corrupción, sospechas de corrupción, denuncias de corrupción, descalificaciones de unos y otros, rencillas de todo tipo, discursos catastróficos y declaraciones de buenas y malas intenciones. Cualquier ciudadano, aunque sea a medias, siente que esto es demasiado: alguien propone aumentar el monto de las cotizaciones a unas condenadas AFP y aumentar la edad de jubilación, otro lote de iluminados próceres propone que los jubilados hipotequen sus casas para mejorar sus míseras pensiones (las mismas que tendremos la mayoría de chilenos, si todo sigue como hasta ahora). Pongo esos dos ejemplos, por no dejar en el aire lo que quiero expresar. Pero recalco aquí que tales ejemplos son noticias.

Entonces, ¿cuál es la verdad?

No pretendo pontificar. Pero en estricto rigor, cabe decir que las noticias son apenas un reflejo de la verdad. En los ejemplos que mencioné, el problema de fondo es la voluntad de unos pocos por apropiarse de los recursos generados por millones de trabajadores a lo largo de su vida. Es un botón de muestra, delicadamente escogido, sin duda, para graficar lo que entiendo es el núcleo de la verdad. No la verdad…, el núcleo de ella.

La sociedad (no la chilena en particular, sino en general), está, dicho de un modo grosero y tal vez reduccionista, dividida en dos grandes grupos: los explotadores (los que se apropian de un excedente económico producido por nosotros), y los explotados (los que producimos ese excedente).

Grandes consorcios empresariales, dedicados a multimillonarios negocios en el área de las finanzas y/u otros proyectos de inversión para la producción de bienes y servicios, se encuentran en el primer grupo. Un reportaje de Ciper, estableció un total de 1.123 grandes empresas que, en Chile, pertenecen a ese grupo de la sociedad. Todas ellas han participado del negocio de financiamiento de la política. Un estudio del Departamento de Administración y Negocios de la Universidad de Chile estableció que 1.700 personas perciben, en Chile, más de mil millones de pesos al mes. Ese grupo de explotadores-apropiadores, en Chile, existe. Tienen nombres propios y domicilios conocidos. Ese mismo grupo es el que explica la corrupción de un grupo importante de representantes políticos de elección popular. Porque es imposible que los intereses de 1.700 personas sean más importantes que los intereses de muchos millones de ciudadanos. Dicho de otra manera, es imposible que esas 1.700 personas triunfen en las urnas sobre varios millones. De hecho, no lo hacen. Pero durante los últimos 25 años, todas sus derrotas políticas o electorales se han convertido rápidamente en victorias. Bajo unas fórmulas de administración del poder por completo ajenas a la voluntad de millones de personas, una derrota política o electoral, se ha convertido en triunfo legislativo, en triunfo en los tribunales, en triunfo en sus cuentas nacionales y extranjeras. No me puedo extender más en esto. Sobran noticias para confirmarlo, a condición de abandonar las páginas deportivas, las del corazón, las páginas de la crónica roja o las de la farándula. Las noticias han puesto al descubierto el mecanismo por el que unos pocos triunfan sobre unos muchos (aunque pierdan). Las noticias permiten concluir que la corrupción es la clave.

Ahora, la verdad. La corrupción es una de las claves. Importante. Pero no es la única.

Asumo que usted pertenece al otro grupo, mi grupo, el de los que producimos, los explotados de todo tipo. Ahora, permítame preguntarle lo siguiente: ¿usted vota? Si vota, tendría que decirle que si no tiene quejas sobre el comportamiento post-electoral de sus candidat@s, está entre los 1.700 que gana más de mil millones al mes (o, al menos, entre los que creen que su vida transcurre a plena satisfacción). Si vota y tiene quejas sobre el comportamiento de sus elegidos, deberá ejercer su derecho a pataleo, derecho inconstitucional, pero derecho al fin. Ahora, si no vota, debo sospechar que pertenece a uno de estos dos grupos: los que ya tienen claro que las cartas están marcadas, o el grupo que no sospecha nada y sólo repite el mantra que dice: ‘total, igual tengo que trabajar’.

Por partes. Primero, los que no se quejan. Nada que decir: usted tiene su vida solucionada y le importa un pepino si los demás no. Pertenece a ese grupo de explotadores-apropiadores (o a alguno de los grupos que se benefician del mismo) que consideran natural la desigualdad económica y social, y le huele a comunismo trasnochado eso de la igualdad política. Usted es de los que cree que Jovino Novoa es el primer preso político de Bachelet.

Segundo, los que se quejan de sus elegidos. Eligieron el mal menor, al conocido, al amigo del amigo, al que no le conoce trapos sucios. Pero su elección la hizo sobre la base de una ‘oferta’ restringida, una oferta que es, en el fondo, impuesta. El que se queja del representante que eligió, suele elegir a alguien que no conoce personalmente, y si es el caso, muy rara vez participó de la nominación del candidato. Como mucho, participó en unas primarias, donde su implicación empezó y terminó en un nombre escrito en una papeleta, un nombre que otros decidieron por él. Quejarse es ejercer el derecho a pataleo.

Tercero, no vota, pero igual se queja de los políticos, seguirá sin votar, seguirá trabajando igual gane quien gane. Usted no decide candidatos, le da igual. Usted no discute de política, ni de religión…, como mucho, discute de fútbol o de la vida de algún personaje de farándula. Con ese comportamiento, no debería quejarse. Total, a usted siempre le dio igual, siempre supo que todos eran corruptos. Pero usted no es del grupo de los 1.700, ni de los que se venden a ellos. Usted es honesto, trabajador (no importa si gana más o gana menos, si tiene más y mejores derechos o si tiene menos…, va a trabajar igual). Usted llegará a fin de mes, pensando en cómo lo hará para llegar al fin de mes siguiente, y jubilará como todos nosotros: miserablemente. No sabe cómo esto podría cambiar.

Esa es la otra clave. Mientras no tomemos conciencia del poder que tenemos por el solo hecho de ser ciudadanos, las cosas no van a cambiar. Sin embargo, y a pesar de la impresión que nos dan las noticias, en esta sociedad nuestra se está incubando un cambio importante. Algunos hechos lo demuestran. Las demandas sociales se incrementan y las movilizaciones que las acompañan se endurecen. No me refiero a los encapuchados, esos eternos desconocidos de la policía que revientan las marchas más pacíficas. Me refiero a los movimientos ciudadanos, a los ambientalistas, a los trabajadores. Pero, por su carácter de noticia permanente, me refiero a los profes, ese extraño grupo que ha levantado una extraña consigna: hasta que la dignidad se haga costumbre. Ese grupo está conformado por gente que nos ha enseñado a leer y escribir, a sumar y a restar. Ese grupo ha vuelto para enseñarnos, esta vez, a recuperar la dignidad, a ejercer nuestros derechos más allá del derecho al pataleo, a comprometernos más allá de llegar a fin de mes. Llevan más de un mes sin darle clases a sus hij@s, es cierto, pero llevan más de un mes dando clases a todo un país.

Usted y yo pertenecemos a un país que puede aprender la lección. Si se junta, si conversa, si se organiza, si actúa, usted y yo podemos forjar un nuevo futuro, podemos construir un nuevo escenario, podemos acordar un nuevo trato de convivencia. La lucha de los profes es noticia. Las causas que la mueven están en el núcleo de la verdad. Un profe es un ciudadano que debe pensar cada mes en el fin de mes. Pero aun así, pelea por su futuro: el suyo, el de sus hij@s, el de los nuestr@s. Y sin duda, la lucha de los docentes no ha sido fácil. Y no es menos cierto que su triunfo no está asegurado. Pero a ninguno de los que han sostenido esa lucha le pesará haberla dado. Sus conciencias estarán tranquilas. Es la tarea que nos proponen los profes.

Ese es el núcleo de verdad de este momento histórico. Los poderosos, los explotadores, los apropiadores, no quieren sentarse con usted o conmigo a discutir un nuevo trato, no van a cambiar el sistema de pensiones, ni de salud, ni de educación, ni el modelo de explotación de nuestros recursos, ni nuestros derechos personales, ni los de los pueblos originarios… En suma, no nos van a regalar nada, no nos van a regalar una Nueva Constitución. Están tranquilamente esperando a que pase el bochorno de unos cuantos formalizados por meternos las manos en el bolsillo a tod@s. Mientras tanto, buscan excusas para no cumplir sus promesas, para mantener sus privilegios, para seguir pisoteando nuestra dignidad…, esa dignidad por la que luchan hoy nuestros profes.

Así es que los que votan y se quejan, los que no votan pero igualmente se quejan, e incluso, los que ni siquiera tiene motivo para la queja, ya podemos sentarnos a la mesa, y conversar, debatir, proponer, acordar y echar a andar… hasta alcanzar un nuevo trato, hasta que la dignidad se haga costumbre!

Patricio Hitschfeld Ruiz – Licenciado en Historia



1/Cita tomada de Constitución Política de Chile 1973. Propuesta de la Unidad Popular, Sangría Editora, 2013. Edición digital puesta en libre circulación en septiembre de 2013.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.