Supe de él desde muy pequeño. Quizás tendría cinco o seis años. Mi padre, telegrafista trabajaba entonces en las noches frías de aquel pueblito olvidado. Ese fue el tiempo de la guerra con nuestro cercano vecino. Vivíamos en La Esperanza. Quizás por la altura, las ondas hertzianas de Radio Habana llegaban muy bien. Mi padre […]
Supe de él desde muy pequeño. Quizás tendría cinco o seis años. Mi padre, telegrafista trabajaba entonces en las noches frías de aquel pueblito olvidado. Ese fue el tiempo de la guerra con nuestro cercano vecino. Vivíamos en La Esperanza. Quizás por la altura, las ondas hertzianas de Radio Habana llegaban muy bien. Mi padre había comprado una radio con tocadiscos, que ahora conservo como reliquia familiar. Este tenía tres bandas: MW, SW1, SW2. Mi padre le había puesto un largo alambre que serpenteaba por las altas paredes de adobe de aquella vieja casa, hasta salir al corredor. Era impresionante escuchar en su única bocina radios de lugares lejanos que no podíamos imaginar, Francia, Moscú, Londres. Entre estas, una de las favoritas era la radio insignia cubana. Así conocimos a Fidel.
Los discursos de aquel hombre nos impactaron. Su palabra encendida, las verdades dichas de aquella manera, la forma en que desnudaba al crimen y los problemas más acuciantes de esa época no daban lugar a dudas. Era un líder diferente. Se atrevió en aquel tiempo a pensar y actuar en contra de los poderes establecidos y triunfó. La coherencia entre lo que decía y hacía marcó su existencia. El valor de la verdad como política de estado fue el cimiento mas fuerte con el que construyó la relación con su pueblo y, a su vez, la fortaleza de estos para enfrentar los más difíciles retos a los que, sociedad alguna, le haya tocado durante tanto tiempo: desafiar al más grande imperio de la tierra. David contra Goliat.
Sin dudas, el otro valor que Fidel desarrolló, difundió y que ha caracterizado a Cuba y a su pueblo en su historia moderna es la solidaridad. Cuba ha dado una lección sin par en el mundo. Una pequeña isla del caribe, inundando de amor a los pueblos pobres del mundo. El ejército de hombres y mujeres con sus batas blancas llevando un poco de lo que ellos mismos disfrutan desde la revolución: la salud como derecho fundamental de cualquier ser humano. La verdad y la solidaridad son la rosa blanca de la que nos habló Martí en sus hermosos versos y que pudimos comprobar en nuestro país con el Fifí en 1974 y a partir del Mitch en 1998, hasta nuestros días, solo posible por la voluntad y la solidaridad de Fidel y la revolución.
Con el tiempo, dejamos La Esperanza y nos venimos a Tegucigalpa. Según nuestros padres, para que pudiéramos tener una mejor educación. Viendo hacia atrás en el tiempo, cuanta razón tuvieron en tomar esa difícil decisión. La educación pública en Honduras se degrada cada vez mas, para desgracia de nuestro pueblo. En Cuba en cambio, logra los más altos estándares a nivel mundial. ¡Cuanta razón tuvo Fidel en hacer todo el esfuerzo posible para educar a su pueblo! No hay razón que legitime la ignorancia en el nuestro.
Una vez en Tegucigalpa, seguimos encontrando las referencias de aquel gigante que continuaba librando batallas y escribiendo páginas gloriosas en la historia de los pueblos del mundo. Las impresiones, venían con la carga de los hechos detrás. Si el río suena, es que piedras trae dice el dicho popular. Nos debatíamos entre las mentiras diarias de los medios y las verdades a las que podíamos acceder por la onda corta. Aprendimos así a leer entre líneas y a discernir la verdad de la mentira. De la mano de Fidel pudimos contrastar las vertientes que alimentaban a los medios y los intereses que se escondían en sus diatribas. De igual manera entendimos la deuda y los inmorales compromisos a los que sometían a nuestros pueblos: la nueva esclavitud. Supimos que la religión, la verdadera, no era incompatible con la revolución, pues los unía la solidaridad y la búsqueda de la justicia.
Fue poco a poco, a golpe de verdades que Fidel se fue constituyendo en el guía, en el comandante más grande que la historia de nuestros pueblos ha tenido. En una estrella que guiaba no sólo a su pueblo, sino a los pueblos sojuzgados del mundo. Fidel lo dijo cuando alguien se lo preguntó, «…mi chaleco es moral…» ¿Cuántos de nuestros líderes pueden decir lo mismo, sin ser simple retórica? La coherencia es un bien en peligro de extinción. El cinismo y la ambición sustituyeron los valores fundamentales que hoy Cuba sigue enarbolando con orgullo, gracias a Fidel.
Más allá de las virtudes del gran estadista, del visionario, del estratega militar y político, Fidel fue sin dudas, una persona con una sensibilidad muy desarrollada y especial. Seguro que no habría sido lo que fue, sin esta cualidad tan escasa hoy en día. Sus fotografías son testigos de esa virtud. La ternura que muestran las impresiones gráficas sólo prueban el amor por su pueblo, la convicción de su compromiso y el temple de un líder que se forjó en la lucha por devolver la dignidad y las esperanzas que el capitalismo arrebató a la gente común. Además a un ser humano que pese a sus responsabilidades, nunca se separó de su pueblo y de las cosas más sencillas que le llenaban su enorme corazón.
Mis hermanas y hermanos tomaron sus caminos. Aunque cada quien con su propia historia, seguimos manteniendo los principios que nuestros padres nos inculcaron. La verdad, la justicia, la solidaridad. Nos preguntamos de donde venían esos valores. Aunque no lo hayamos hablado, seguro coincidimos en que uno de nuestros guías fundamentales además de ellos, ha sido Fidel y la revolución cubana. Algunos tuvieron la suerte de conocerle personalmente. Una de mis hermanas tuvo la oportunidad de conversar con él y estrecharle su mano durante un encuentro continental de mujeres. Mi madre, también pudo verlo de cerca, a pocos metros. Nos contó que en un acto público en La Habana, ella casi quería salirse de la valla para ir a saludarlo, pero al final, se contuvo. Mi cuñada Karen tiene una foto que se tomó con él en una visita que mujeres solidarias hicieron a Cuba hace un montón de años y la tiene con mucho orgullo en su mueble en New York. Mi compañera también estrechó su mano y sintió su bondad y su tierna energía. Nuestra recordada y querida compañera Gladys incluso se tomó una foto con él. Estaba orgullosa de ella. Ambos con una hermosa sonrisa y una mirada cómplice de quienes se saben, trabajando por la justicia. Nuestro hermano adoptado grabó los discursos para llevárselos a su tío en Chiquimula.
Yo, apenas puedo conformarme con haberle visto a través de los noticieros, los videos, leer sus escritos y admirarle en silencio. Me quedo con la ilusión de que Fidel haya visto o leído hace siete años, en el boletín electrónico Rebelión, un artículo que escribí dos días antes del golpe -en el que presagiaba el crimen y la maldad de las fuerzas ocultas y los demonios que hoy andan sueltos en nuestra patria-. Si así fue, será el honor más grande de mi vida. Sino, me queda la gran satisfacción que compartí la portada de ese boletín con un escrito del Comandante Fidel.
Ahora que nos llegó la noticia de su irreparable pérdida, nos ponemos a pensar sobre la gente en Cuba. La emoción nos embarga y escuchando a Silvio no podemos evitar se nos rueden las lagrimas. ¿Cómo no echar de menos a un ser tan excepcional? ¿cómo no sentir dolor por aquel que vivió la máxima del Che, de sentir cualquier injusticia, cometida contra cualquiera en cualquier parte del mundo? Y no sólo la sintió y la vivió, sino que hizo lo que pudo en consecuencia para acabar con ellas. ¿cómo no sentir dolor por quien hizo posible sueños, devolvió la esperanza por un mundo mejor, sin exclusiones, ni privilegios? ¿cómo no sentir dolor por la partida de quien inspiró procesos, motivó utopías y movilizó multitudes? ¿Cómo no sentir simpatía por quien desafió y triunfó frente al más grande imperio de la tierra?
Pensamos también en toda esa gente pequeña, que habita en los rincones más empobrecidos de nuestro país. En aquellos que recibieron atención digna con los médicos cubanos. Quizás muchos no sepan quien fue Fidel, pero seguro les puede parecer extraña, pero buena, la forma en que los tratan esas doctoras y especialistas. Es posible que se pregunten de donde salieron y por qué son tan amables. Si les dicen, son cubanas o cubanos, quizás ni idea tengan donde queda ese país, pero es bastante probable que sí sepan diferenciar. Por eso, cuando llegan a la sanidad o al Hospital Escuela, ahora extrañan que ya no estén. Porque cuando estaban, las filas en sus cubículos eran interminables. Fidel también hizo posible, no sólo que tuviéramos la posibilidad de contar con ellas y ellos, sino de que los nuestros se formaran en Cuba para cambiar esa odiosa realidad de la práctica médica en nuestro país.
Esa realidad que queda clara cuando hay desastres nacionales. Para muestra, un botón. Las y los médicos cubanos, desde el Mitch, vieron más de 29 millones y medio de casos, realizaron casi 800 mil cirugías, entre ellas, casi 160 mil mayores de un riesgo considerable y atendieron mas de 175 mil partos, entre otras importantes actividades. Todo esto resultó en un estimado de más de 251 mil vidas salvadas. Todo eso lo hicieron apenas 2,153 colaboradores cubanos. La ELAM por su parte ha graduado centenares de profesionales de la medicina de Honduras de forma gratuita. Cada beca le cuesta al pueblo cubano aproximadamente diez mil dólares por año. Lo mejor de todo es que son médicos de ciencia y conciencia como les llamó Fidel. Estos han renovado el juramento hipocrático para devolverle la dignidad a este sufrido pueblo. Digna lo confirmó en Ciriboya al contarnos que eran muchos milagros para su pueblo Garífuna, con los médicos cubanos primero, el hospital después y sus propios hijos, graduados de médicos en Cuba. Esto durante el maravilloso acto de inauguración del primer hospital Garífuna, fruto del esfuerzo de ese pueblo aguerrido, del gobierno y pueblo cubanos y de la solidaridad de los sindicatos de California. Luther, pionero de aquel esfuerzo, es testigo de esa obra maravillosa.
Hoy no podemos pensar a Cuba sin pensar en Fidel y no podemos pensar en Fidel sin lo que es hoy Cuba. Y es que el compromiso de Fidel y los revolucionarios cubanos devolvieron a Cuba su respeto y su dignidad. La revolución transformó profundamente la historia cubana, latinoamericana y mundial para siempre. Sin lugar a dudas Fidel fue un visionario que se adelantó a su tiempo. La fortaleza de Cuba en la educación, en las ciencias, en la biomedicina, en la cultura, en el deporte, en fin, no sería posible sin Fidel y la revolución.
Nos queda el dolor de su partida, la alegría de haberle conocido a través de sus incontables obras y la certeza de que vivirá por siempre en su pueblo, en nuestro corazón y en el de millones de seres humanos que en todo el mundo, admiran y siguen su ejemplo. Nos queda el privilegio de acompañar a su familia, que es hoy todo el pueblo cubano. En estos tiempos en que nos debatimos en una tremenda frustración, en una sociedad destruida por la falta de solidaridad, de la verdad como premisa fundamental y de la falta de guía ética y revolucionaria, nos queda la responsabilidad de asumir su legado y continuar sus ideales. Hart Dávalos dijo que la característica que mas resalta y define a Fidel es su pensamiento ético, ese que nos falta tanto hoy en día.
El acecho continuará sobre Cuba que seguirá siendo lucero del continente y del mundo. Nos toca a quienes amamos a ese país y su pueblo, continuar e incrementar la solidaridad para defenderla de la perversidad y la barbarie que hoy está en contra de cualquier modelo que sea independiente y digno.
Ahora que miro su foto en el monte Turquino, con su mochila, su fusil, su uniforme, las botas gastadas, y su frente en alto, mirando al porvenir, me lo imagino en otra dimensión, siempre dispuesto a batirse contra la arbitrariedad, la injusticia y el crimen. Ahora junto al Che, a Camilo, con Allende, con Celia y Haydee y tantas y tantos que dieron su vida, siguiendo su ideal de justicia y dignidad para su pueblo.
¡Rindamos honores al Comandante Fidel Castro!
¡Gloria al camarada Fidel!
¡Hasta la Victoria Siempre, Comandante Fidel!