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Entrevista a Enrique González de Andrés sobre ¿Reforma o ruptura? Una aproximación crítica a las políticas del PCE entre 1973 y 1977 (y II)

«Hay bastante relación entre las políticas llevadas a cabo en aquel período por el PCE y la situación en la que se encuentra actualmente»

Fuentes: Rebelión

Doctor en Historia por la UNED, Enrique González de Andrés se ha especializado en las políticas del PCE durante el franquismo y la transición, sobre la evolución de la clase obrera y la economía española a lo largo de la segunda mitad del siglo XX, y sobre la temática de las transiciones políticas. Aparte de […]

Doctor en Historia por la UNED, Enrique González de Andrés se ha especializado en las políticas del PCE durante el franquismo y la transición, sobre la evolución de la clase obrera y la economía española a lo largo de la segunda mitad del siglo XX, y sobre la temática de las transiciones políticas. Aparte de artículos publicados en revistas especializadas y en obras colectivas, es autor de La economía franquista y su evolución. Los análisis económicos del PCE y Las transiciones políticas. Enfoque ideológico y discurso académico. Una mirada crítica.

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Seguimos con tu último libro. Hemos hablado de ello pero insisto un poco más. ¿Jugó algún papel en esas luchas la izquierda comunista? ¿Y los grupos vinculados a las fuerzas nacionalistas vascas?

Entiendo que cuando te refieres a «la izquierda comunista» estás hablando de aquellas formaciones que se autosituaban a la izquierda del Partido Comunista de España.  

Sí, a esas fuerzas me refiero.  

Sin duda alguna, tuvieron un rol destacado en dichas luchas. De hecho, pudieron implementar las alternativas que consideraban más convenientes para que la clase trabajadora y otros sectores más desfavorecidos de la sociedad española pudieran revertir su grave situación. Tuvieron magníficas oportunidades, en determinados momentos, para demostrar algo que repetían constantemente: ellos eran los verdaderos comunistas y no los que militaban en el PCE. Las principales organizaciones con una influencia social relativamente significativa -siempre a una escala inferior que la del PCE por supuesto-, cuyo discurso parecía más radical, se adscribían al maoísmo. Se trataba de las ya mencionadas ORT, MCE y el Partido Comunista de España (internacional) (posteriormente, Partido del Trabajo de España -PTE-).

Al igual que el PCE, todas ellas defendían la teoría de las dos etapas para alcanzar la revolución socialista, lo que significaba dejar reivindicaciones específicamente obreras para no «saltarse etapas», y propugnaban una política de alianzas interclasista, por lo que, participaron activamente en la Junta Democrática de España, impulsada por el PCE, en la Plataforma de Convergencia Democrática, auspiciada por el PSOE, y en Coordinación Democrática, que supuso la fusión de las dos anteriores.

En el terreno de la praxis, la huelga general navarra de 1973, liderada por la ORT, por ejemplo, puso de manifiesto que los trabajadores secundaron la huelga general sin convocatoria formal por parte de CCOO, que ésta no puso en marcha un organismo coordinador que unificara a todas las empresas y sectores en conflicto hasta el final de la lucha y como consecuencia de una iniciativa del sindicato vertical, que no plantearon llamamientos a otros territorios con el objetivo de generalizar las luchas, que llegaron a tildar aquella movilización de huelga no política, etc. Podríamos concluir que, tanto en la teoría como en la práctica, destacaron mucho más las analogías que las divergencias con el PCE.  

¿CCOO fueron siempre o en muchos momentos una correa de transmisión del PCE?  

Fue uno de los debates que más espacio ocupó en el seno del movimiento obrero durante el franquismo y la transición. Actualmente, podemos afirmar que hay bastantes trabajos, algunos de ellos muy exhaustivos, sobre el origen y el desarrollo de las CCOO, lo que supone explicar el papel que tuvo el PCE en su génesis, en su extensión y, en resumidas cuentas, en su configuración como movimiento sociopolítico. Sin duda alguna, el PCE tuvo una implicación estelar en CCOO, conllevando, entre otras repercusiones, que gran parte de los líderes de este movimiento fueran militantes y/o simpatizantes suyos. Lógicamente, las propuestas del PCE eran trasladadas al ámbito de CCOO, al igual que hicieron otras organizaciones de la izquierda que se encuadraban en CCOO. También debemos reseñar que ciertas propuestas fueron aceptadas a regañadientes por parte de su militancia sindical, llegándose incluso a oponerse en determinadas ocasiones. Quizás, el problema no residía en ser correa de transmisión sino en cómo se conformaban las propuestas del PCE en el seno de la organización y cómo se defendían en el interior de CCOO. Por ejemplo, cuando ya se habían aprobado los Pactos de la Moncloa, acuerdos que a nadie se le puede ocultar su relevancia, Santiago Carrillo, en una entrevista en la revista teórica del PCE, aludía a que se estaban preparando materiales para los militantes sobre el contenido de dichos pactos ya a título informativo.  

Aceptadas a regañadientes por parte de su militancia sindical, oposición en algunas ocasiones,… ¿nos puede dar algún ejemplo?  

En el libro, transcribo documentos externos y material interno que se encuentra en el Archivo Histórico del PCE extraordinariamente interesante en relación con tu pregunta. Así, en las luchas de enero de 1976 en Madrid, los líderes comunistas del Metro y de la construcción constataron, públicamente, la «frustración» e «insatisfacción» de un colectivo amplio de trabajadores, entre los que figuraban sindicalistas del PCE, por no haber proseguido con las luchas ante las escasas reivindicaciones conseguidas. También, en Guipúzcoa, hubo comunistas que, ante las elecciones sindicales de 1971 y en contra del criterio de la dirección del partido, optaron por defender el boicot a las mismas en vez de la participación, tal y como se constata en los informes remitidos por los líderes guipuzcoanos a Santiago Carrillo.

 ¿Qué papel jugaron las divisiones de las élites dominantes, como tú mismo las llamas, en ese período?  

Esta cuestión, lamentablemente, está muy poco investigada. Hay bastantes trabajos sobre las fricciones y controversias en el seno de las familias políticas del franquismo, calificándolos de reformistas, continuistas, aperturistas, los del «búnker», sin embargo, las divisiones dentro de las élites dominantes apenas salen a relucir. Si observamos la actitud y el comportamiento de los grupos empresariales más poderosos del país en la década de los 70, nacionales e internacionales, podremos comprobar variaciones importantes. En un principio, la apuesta por un régimen democrático brillaba por su ausencia. No obstante, a mediados de dicha década, aparecieron ciertas declaraciones que reconocían la necesidad de hacer cambios políticos que nos homologasen con el resto de las democracias occidentales. La clave de esta súbita mutación debemos buscarla, fundamentalmente, en las amplias movilizaciones que se estaban produciendo en la sociedad española, particularmente por parte de la clase trabajadora, demandando plenos derechos políticos y sociales. Tampoco podemos negar la existencia de un sector de la clase dominante que seguía apostando por una continuidad del régimen dictatorial, con meros retoques estéticos. En consecuencia, gracias a las presiones de los trabajadores, mucho más que los reiterados llamamientos al diálogo realizados por la dirigencia del PCE, la clase dominante se vio dividida, lo que facilitó la sustitución de la Dictadura por un régimen democrático.  

Cuando se produjo el asesinato de Carrero Blanco, estábamos de lleno en el Proceso 1001. ¿Qué pasó? ¿Cómo reaccionó el PCE ante el magnicidio?  

Sin duda alguna, el magnicidio de Carrero Blanco sorprendió a toda la oposición antifranquista, si excluimos, obviamente, a ETA. Este hecho coincidía con el juicio contra los principales dirigentes de Comisiones Obreras, denominado 1001. El PCE había pergeñado una campaña para pedir su puesta en libertad. Al igual que en el resto de sus actuaciones, su guía de referencia era recabar los máximos apoyos sociales, haciendo hincapié en los que pudieran provenir de la «burguesía no monopolista», de sectores que anteriormente habían formado parte del franquismo y de capas oligárquicas no tan comprometidas con el mantenimiento del régimen. Como ya he indicado, esto suponía retirar de la agenda política reivindicaciones clasistas, incluso antifranquistas, así como proponer un comportamiento al movimiento obrero que no asustara a las personalidades y grupos de naturaleza elitista y que, según la dirigencia comunista, podían ser ganados a la causa de la ruptura democrática. El PCE achacó a ETA que, debido a su atentado, no se pudo llevar a efecto la campaña contra el proceso 1001. El régimen no se mantenía porque estuviera al frente el almirante, sin negar su evidente protagonismo con un Franco ya decrépito, por lo que su desaparición física no presuponía la erradicación del franquismo. Al mismo tiempo, para que ésta se produjera fehacientemente, debía conseguirse a través de una amplia movilización popular y no por el «ardor guerrero» de unos individuos que se creían erigidos en portaestandartes del pueblo oprimido. Ahora bien, lo que sí se evidenció, tal y como expongo en el libro, es que el aparato estatal, auténtico sostén de la Dictadura, dio manifiestas muestras de flaqueza, reconocidas hasta por los propios prebostes franquistas. En ese contexto, la política del PCE no fue la de azuzar esas debilidades, hurgar en las heridas, si se me permite la expresión, sino que se orientó, única y exclusivamente, a solicitar negociaciones con los poderes fácticos del país (el Ejército, la Iglesia, la Banca) para intentar evitar una posible noche de los cuchillos largos contra la oposición antifranquista. Descartó, en todo momento, cualquier movilización tendente a erosionar al régimen para, según sus argumentos, no «provocar» dicha reacción.  

Y esa prudencia y moderación que comentas, ese terror a una noche de cuchillos largos, ¿era una política fruto del miedo, de la falta de coraje? ¿Qué podría haber hecho el PCE para «hurgar en las heridas» del franquismo español? ¿Convocar una huelga general con fuertes movilizaciones en las calles por ejemplo?  

Las actuaciones que el PCE podría haber posibilitado para conseguir una erosión mayor del franquismo tras el magnicidio de Carrero Blanco no se pueden separar de la estrategia y las tácticas que el PCE consideraba más apropiadas para lograr un régimen democrático, en línea con lo ya esbozado. Debemos recordar que la prudencia y la moderación de la que hacía gala su dirigencia decía basarse en evitar males mayores desde un punto de vista político para el conjunto de la ciudadanía española. En efecto, participar en manifestaciones y protestas de forma pacífica para no provocar la reacción violenta de las fuerzas de orden público, apelar al Ejército para que se convirtiera en el baluarte del futuro régimen democrático rehuyendo cualquier medida depurativa contra sus componentes franquistas, aceptar las condiciones draconianas impuestas para su legalización al objeto de que los poderes fácticos no rechazara la misma, ocultar medidas que pudieran afectar negativamente al establishment no fuera que éste adoptara una posición contraria al tránsito hacia la democracia, etc.

En el caso del atentado de Carrero Blanco, no cabe duda de que dejó perpleja y, en buena medida, amedrentada a la mayoría de la oposición obrera al antifranquismo en sus primeros compases. Por tanto y antes de proponer cualquier actuación, parecía imprescindible explicar lo que había sucedido en los barrios, en las empresas, en los centros de estudio, empleando los medios disponibles en aquellos momentos naturalmente. A mi juicio, el aspecto propagandístico en el que deberían de haber insistido más, y que fue silenciado por la dirigencia del PCE, era el relativo al desconcierto y a la debilidad mostrado por el Estado franquista, en especial por parte de sus instituciones más represivas. Al mismo tiempo, ese contacto debería de haber servido para recabar la opinión de los trabajadores, de los jóvenes, de las capas más implicadas en la lucha contra la Dictadura y, tras una valoración lo más concienzuda posible, no solo por parte del PCE sino también del resto de las formaciones obreras antifranquistas, proponer aquellas medidas movilizadoras más acordes con el ambiente existente y con la significación del momento. El PCE, por el contrario, optó por cancelar ipso facto todas las luchas previstas, incluidas las que pedían la liberación de los procesados por el juicio del 1001. Que el ambiente posterior al atentado ya no era ya tan retraído como en sus inicios lo conocían los propios líderes comunistas. Así, en una carta remitida por Francisco Romero Marín a Santiago Carrillo, fechada un mes después del atentado, informaba de huelgas y conflictos en el textil en Cataluña, en la empresa Astano de Ferrol, en la EMT madrileña, en las minas y en La Felguera en Asturias, en varios sectores y fábricas de Navarra, Vizcaya, Santander y Valencia, entre otras.  

¿Se enfrentó el PCE frontalmente a la ley de reforma política (LRP) o pensó que era una lucha perdida de antemano?  

Este es un extraordinario ejemplo para entender adecuadamente las políticas aplicadas por el PCE en el periodo escogido. Esta organización manifestó continuamente su apuesta por la democracia, sin adjetivarla desde un punto de vista de clase en ningún momento, sin embargo, en la primera ocasión en que se enfrenta a un proyecto «democrático» auspiciado por los sectores «reformistas» del franquismo, observamos que su alternativa «democrática» queda capitidisminuida. Nada más ser expuesto el proyecto de LRP por Adolfo Suárez, las críticas del PCE basculan, por un lado, en que es un texto antidemocrático y, por otro, en que se ha elaborado sin ningún tipo de negociación con la oposición antifranquista. Durante buena parte de su tramitación, estas críticas se mantuvieron pero, pocas semanas antes de la fecha prevista para el referéndum, y sin que hubiera habido ningún cambio en el texto sometido a votación, los líderes del PCE plantean votar afirmativamente la LRP siempre y cuando el Gobierno asegurara la celebración de un referéndum en libertad, hecho este último que no era novedoso, ya que, fue reivindicado desde la presentación del proyecto por el conjunto de la oposición. Ante este estado de cosas, el PCE, como al resto de los integrantes de los organismos opositores, no le queda más opción que defender la abstención e implementar una campaña en ese sentido.

Aunque el Gobierno siguió sin variar sus planes, lo que suponía enfrentarse a un texto antidemocrático y a un plebiscito sin las más mínimas garantías de libertad, la citada campaña fue poco activa y escasamente contundente. Tal y como dijo Martín Villa, ministro de la Gobernación, las muestras de desaprobación por parte de la oposición «lo eran más de boquilla que de fondo». Al mismo tiempo, debemos destacar que la LRP y la campaña del referéndum mostraron que la política de alianzas del PCE se saldó con un rotundo fiasco. Las personalidades y organizaciones políticas que no eran de izquierdas, además de no hacer campaña contra la LRP, aconsejaron el voto afirmativo en algunos casos, dieron libertad de voto en otros y, cuando preconizaron la abstención, dejaron claro que no reprobaban el texto. Los propios líderes de la izquierda con más apoyo social (Santiago Carrillo, Felipe González y Enrique Tierno Galván) reconocieron, tras los resultados del referéndum, que la campaña en contra de la LRP fue escasamente activa dado que, en el fondo, el camino propuesto no les parecía del todo inadecuado.  

¿Hizo bien el PCE en firmar los Pactos de la Moncloa? De hecho, algunas voces han afirmado que fueron los principales impulsores (junto al Gobierno de Suárez)  

En mi anterior publicación sobre la economía franquista y los análisis económicos del PCE, dediqué bastante espacio a explicitar los análisis y valoraciones que la economía política oficial hacía sobre dicho Pactos, al mismo tiempo que los cotejaba con los que efectuaba el PCE. La conclusión a la que llegaba es que apenas había diferencias entre ambos. Esta circunstancia debería haber sido puesta en evidencia por las investigaciones y estudios realizados sobre este tema, por cuanto evidenciaba una extraordinaria contradicción. Si el PCE se autodenominaba marxista-leninista, ¿cómo podía analizar y proponer alternativas coincidentes en grado sumo con otras formaciones que rechazaban explícitamente dicha ideología? No solo el PCE repudió las herramientas analíticas de la economía política marxista, el Partido Socialista Obrero Español (PSOE) y el Partido Socialista Popular (PSP), firmantes de dichos pactos, también se definían como marxistas por aquel entonces. En aquella tesitura, lo fundamental para los grandes empresarios y banqueros nacionales e internacionales era cambiar la dinámica de la tasa de beneficios capitalista, que llevaba varios años cayendo de forma alarmante, mientras que, en el conjunto de la renta nacional, seguían subiendo los salarios y los costes del factor trabajo. Tras la firma de los Pactos de la Moncloa, se consigue, como así ha sido señalado por múltiples economistas -y las cifras lo avalan contundentemente-, invertir dicha tendencia. Reiteramos que, aunque la correlación de fuerzas de clase hubiera sido desfavorable para los trabajadores en el momento de la firma de los precitados Pactos, eso no tendría por qué llevar aparejado la no presentación pública de unos análisis y una alternativa diametralmente opuesta a la amparada por las fuerzas políticas de la derecha. La clave estribaba en que el PCE no disponía de tal alternativa porque sus análisis eran coincidentes con estas últimas.  

Por cierto, ya que hablas de marxismo-leninismo, ¿a qué vino el abandono del leninismo desde tierras americanas?  

No deja de ser un paso más dentro del camino emprendido por la dirigencia del PCE. Pensaban que, cuanto más se moderasen y eclipsaran reivindicaciones radicales, tradiciones transformadoras y asumieran buena parte del programa y el discurso de los sectores «más realistas» de la izquierda, eso les llevaría a cosechar mejores resultados electorales y poder compartir, de esta guisa, tareas de gobierno. De hecho, el proceso por el cual se legaliza el partido es una aplicación práctica de estos planteamientos.  

En tu opinión, ¿la actual situación del PCE tiene alguna relación con la política llevada a cabo en los años que has estudiado?  

En mi modesta opinión, creo que hay bastante relación entre las políticas llevadas a cabo en aquel periodo y la situación en la que se encuentra el PCE. Para no extenderme en demasía, he señalado en mi trabajo que cuando los líderes comunistas hablaban de un tipo de democracia, prólogo de una sociedad diametralmente opuesta para un futuro indeterminado, la militancia, los simpatizantes y los sectores sociales que veían a esta organización como una herramienta para mejorar sus condiciones de vida y trabajo, la concebían de otra manera. No se trataba sólo de votar y de tener presencia en las instituciones, algo por supuesto muy importante teniendo en cuenta que eso estaba prohibido en la Dictadura, sino de implantar una democracia que tuviera unos contenidos más amplios y profundos, en especial en los ámbitos social y económico. Pongamos un ejemplo.  

Adelante con él. Seguro que ayuda.  

Ante la crisis económica, el PCE insistía en que con la sustitución de la Dictadura por un régimen parlamentario se sentarían las bases para su solución, ya que, aquélla era la única causante de la misma. Silenciaban el hecho de que todas las democracias más avanzadas del mundo estaban atravesando una profunda quiebra económica fruto de la crisis del sistema capitalista. De hecho, fue la más virulenta desde el crack de 1929. Como no podía ser de otra manera, la experiencia posterior para muchos trabajadores demostró que las causas de la crisis eran más profundas y que no se circunscribían a la instauración de un régimen democrático, generándoles no pocas decepciones y muchas frustraciones, lo que sentó las bases para que fuera desapareciendo el compromiso político de muchos de sus militantes y simpatizantes.  

Una curiosidad. Citas en la bibliografía un libro de Manuel Sacristán, Seis conferencias. ¿Por qué ese libro en concreto?  

He leído algunos textos de Manuel Sacristán que me han parecido muy interesantes, hasta el punto de que, en algunos de ellos, se encuentran proféticos vaticinios en el supuesto de que PCE prosiguiera y/o promoviera ciertas políticas, que, por cierto, el tiempo le dio la razón. En línea con la anterior contestación, acertaba el intelectual comunista al enfatizar que, efectivamente, no había otra alternativa para el PCE en aquellos momentos… «si ésta se atenía a la gestión institucional y a la aceptación de la lógica del sistema».  

¿Qué opinión te merece el libro de Gregorio Morán sobre la grandeza y miseria del PCE, el que acaba de reeditar Akal hace poco tiempo?  

Creo que es un acierto su reedición. Desde una óptica historiográfica, la utilización y señalamiento de las fuentes deja mucho que desear pero el contenido me sigue pareciendo extraordinariamente útil y de obligada lectura tanto para un lector que sienta curiosidad por el devenir del PCE desde la finalización de la Guerra Civil hasta mediados de los años ochenta del siglo pasado como para cualquier trabajo de investigación que quiera profundizar sobre las vicisitudes de la citada formación comunista.  

El mismo Morán da cuenta del asunto que señalas de las fuentes en el prólogo que ha añadido a la edición de 2017. ¿Quieres añadir algo?  

Reiterarte mi agradecimiento, así como a la editorial El Viejo Topo, por haberme brindado la posibilidad de sacar a la luz un trabajo de estas características.

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Fuente: El Viejo Topo, n.º 361, febrero de 2018

 

Primera parte de esta entrevista:

Entrevista a Enrique González de Andrés sobre ¿Reforma o ruptura? Una aproximación crítica a las políticas del PCE entre 1973 y 1977 (I). «Para calibrar la verdadera fuerza de la clase obrera, no parece un buen método disuadirla de ejercerla en los momentos en que se puede inclinar la balanza hacia un lado o hacia otro». http://www.rebelion.org/noticia.php?id=239849  

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.