El hedor ha traspasado los muros de palacio alcanzado los confines del reino. Una noche del verano del 2011 doña Constitución recibió un golpe mortal de parte de dos supuestos hidalgos; Zapatero y Rajoy. Desde ese día no se ha podido recuperar. Fue rematada con sucesivas puñaladas en forma de salvajes recortes a los derechos […]
El hedor ha traspasado los muros de palacio alcanzado los confines del reino. Una noche del verano del 2011 doña Constitución recibió un golpe mortal de parte de dos supuestos hidalgos; Zapatero y Rajoy. Desde ese día no se ha podido recuperar. Fue rematada con sucesivas puñaladas en forma de salvajes recortes a los derechos sociales por el partido de turno en el poder. Hoy doña Constitución yace sin vida.
La pregunta es, ¿porque no se ha enterrado el cadáver de este instrumento jurídico que debería ser la casa de todos ? O dicho de otra manera ¿quienes sostienen el «ancien régime» y su difunta constitución?
Los hechos dan testimonio del pacto no escrito entre la «clase política» y los señores de la banca. Este compromiso, articulado a la sombra de los sables en la transición, ha vivido alimentado por más de 30 años de argamasa y ladrillos.
El maridaje entre la «clase política» y la banca es innegable. España es el país que con más desfachatez muestra las desnudeces del poder constituido. La puerta giratoria entre los cargos políticos y los directivos de la finanzas está a la vista de todo el que quiera mirar. Como decía cierto personaje «son los mismos». Exacto, son los mismo que se repiten una temporada en el Partido y la siguiente en el Banco o en la Caja. El ejemplo paradigmático es Rodrigo Rato. Solo hace una semana ha sido protegido de la comisión de investigación de Bankia por un acuerdo entre el PP y el PSOE.
Pocos son los integrantes de la «clase política» que se salvan. La corrupción nuevamente salpica al PP, al PSOE y a CIU en Andalucía, Cataluña, Madrid y en un largo etcétera de comarcas. Pero, cuidado… hay que decir toda la verdad, porque en la miel todo se pega. Los consejeros de las Cajas nombrados por la dirigencia de los dos sindicatos mayoritarios y por la izquierda institucional tampoco se salvan. Lamentablemente han servido de auxiliares y parientes pobres del sistema.
Al régimen le llego la postrera hora. El pacto de la transición ha muerto en beneficio de las finanzas, colocando en evidencia la incapacidad histórica de las oligarquías de Hispania para producir desarrollo y progreso sostenido.
La especulación inmobiliaria con sus ponzoñosas secuelas en recorte de derechos sociales nos demandan que enterremos de una vez por toda la constitución . Esta ya tiene muy mal olor. Para el sepelio necesitamos a todo el pueblo como protagonista de una revolución democrática que saque limpiamente a los privilegiados del régimen.
En realidad la actual dispersión de la luchas ciudadanas , no son de por sí un hecho negativo. Todas las manifestaciones desenmascaran el desprestigiado tinglado del sistema , pero las acciones desperdigadas están mostrado ser insuficientes. El empeño es histórico y de largo aliento, La alternativa es conquistar una democracia real y para ello es necesario terminar definitivamente con lo que el filósofo francés, Alain Badiou, llama el capital-parlamentarismo.El camino está claro. Al poder constituido de la «partitocracia» hay que oponer el poder constituyente de un pueblo organizado que lucha por un cambio democrático del sistema. Ha llegado la hora de una coordinación que permita pasar otro nivel de eficacia en el combate.
Articular un movimiento social para una revolución democrática, popular y plurinacional es ahora un imperativo. Este no puede ser una «operación política». Decirlo de esa manera es restar entidad y perspectiva al movimiento.
De lo que se trata, es construir un Proyecto Político que ilusione , que inspire una gran cambio de modelo económico y político. Un proyecto que permita al pueblo la posibilidad de elegir en el sentido más amplio del termino y que no delegue en supuestos «representantes» las grandes decisiones que nos atañen a todos y todas.
Un proyecto revolucionario que incluya a la gran mayoría. Más allá de diferencias, identidades , parcelas o parroquias. En este movimiento no sobra nadie. Para derrotar a las fuerzas del capital, de la inercia y de los administradores del sistema hay que tener mucho músculo.
El movimiento deberá recoger la experiencia secular de nuestros pueblos. También deberán tener un lugar destacado los nuevos movimientos nacidos hace apenas año y medio. Ellos nos han vuelto ha enseñar que la épica del cambio revolucionario está en la lucha en la calles y no en las moquetas del parlamento.
La ética de un movimiento democrático-revolucionario y por ello «constituyente» de una nueva realidad político-social para los pueblos de España debe ser intachable. Aquellos que se dicen transformadores no solo deben actuar como incorruptibles sino que deben ser incorruptibles.
Todavía queda mucho camino por delante, será duro. Adelantarse o atrasarse puede resultar mortal para las fuerzas del cambio. Y doña Constitución merece un entierro con todas la de la ley.
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