Profesor, filósofo, trabajador incansable, activista, autor de un libro imprescindible –Nietzsche contra la democracia (Montesinos, Barcelona)- y un gran número de artículos imprescindibles, Nicolás González Varela es el editor -traductor, anotador y presentador- del Cuaderno Spinoza de Marx (El Viejo Topo, Barcelona, 2012) y del texto del joven Marx Sobre el suicidio (El Viejo Topo, […]
Profesor, filósofo, trabajador incansable, activista, autor de un libro imprescindible –Nietzsche contra la democracia (Montesinos, Barcelona)- y un gran número de artículos imprescindibles, Nicolás González Varela es el editor -traductor, anotador y presentador- del Cuaderno Spinoza de Marx (El Viejo Topo, Barcelona, 2012) y del texto del joven Marx Sobre el suicidio (El Viejo Topo, Barcelona, 2013), y uno de los marxistas de mayor erudición y proyección internacional. Su último trabajo ha sido la edición crítica de Fernando Pessoa. Política y profecía. Escritos políticos 1910-1935 (Montesinos, Barcelona, 2013. Está preparando un libro sobre el pensamiento político de Heidegger: Heidegger. Política del Ser y Nazismo, de próxima aparición.
***
-Vuelvo a tu escrito. Heidegger, señalas, volverá en breve a ser juzgado por su imbricación profunda con la ideología völkisch del Nacionalsocialismo y añades «pero ahora estamos en un proceso más profundo y denso, en un nivel cada vez más complejo, con una novedad: como compañero de ruta de su pensar filosófico surge un furibundo antisemitismo». ¿De qué va este furibundo antisemitismo? ¿Pero no sintió Heidegger profundo amor y respeto por una filósofa que era judía? ¿No se comportó correctamente, y con algún riesgo, en el caso de algunos colegas suyos que eran judíos?
-La hagiografía heideggeriana sostiene lo siguiente: Heidegger no tenía nada que ver con el odio racial a los judíos propio de los nazis, Heidegger sentía «exclusivamente» una cierta aversión cultural a ciertas formas judías de pensamiento; este antijudaísmo sería en ese momento una práctica intelectual habitual alemana, por así decirlo, una actitud mental «standard» de izquierda a derecha; ergo: no puede probarse con rotundidad una hostilidad sistemática de Heidegger frente a los judíos. Heidegger era un simple pensador conservador de provincias, con un vago antisemitismo espiritual (geistigen Antisemitismus), una perversión cultural.
-¿Y no es eso?
-Todas estas tesis oficiales son muy cuestionables incluso sin los inéditos SH, hay suficientes testimonios, algunos te los he mencionado, aparte de acciones concretas durante su rectorado o menciones en su correspondencia privada. Pero en los SH, Heidegger habla explícitamente del «Principio de la Raza» (Rasseprinzip) y añade que los judíos tenían un «talento» especial para el «cálculo» (Rechnerische). Tenemos que explicar aquí que lo obtenido mediante cálculo (das Rechnerische) posee, para Heidegger, un sentido despectivo, ya que quien calcula «no piensa». El dominio del número (die Herrschaft der Zahl está vacío, falto de sentido, se agota en el «ingenio sin fondo» y la «racionalidad abstracta». Lo calculado (das Rechnerische) es la marca de Caín de la mente sin espíritu, el indicador del «impulso ilimitado de la descomposición de la comprensión». Después de la observación de que los judíos dotados para el cálculo habrían vivido históricamente la mayor parte del tiempo según el Rasseprinzip sigue una frase ignominiosa. Heidegger se queja de que los judíos habrían hecho todo lo posible para asegurar que el Rasseprinzip no se les aplicara a ellos mismos, ergo: a pesar de que vivían según un criterio racial no querían ser tratados en consecuencia, atribuyendo a los judíos «calculadores» (rechnerisch) una forma de vida (viven según el Rasseprinzip) para luego descalificarlos y desnaturalizarlos atribuyéndoles esa misma característica. Si se aplicara legítimamente el Rasseprinzip a los judíos, estos no poseerían política, cultural y socialmente el poder que no les corresponde de acuerdo con sus propios principios. Reflexionemos: Heidegger escribe con plena conciencia del odio oficial a los judíos impulsado por el Nacionalsocialismo. Esta afirmación evoca, al imputar a los judíos un «talento» (Begabung) particular para el «cálculo» (Rechenhafte), el fundamento de la racionalidad «sin fondo»: Heidegger alude a la infamia recurrente dentro de la inteligencia NS (y no solo, basta con pensar en Wagner o Nietzsche en el siglo XIX) de que los judíos habrían inventado el «Universalismo» -la Igualdad de todas las personas-, para ser ellos mismos reconocidos como iguales, mientras de manera oculta guiaban a su pueblo con el Rasseprinzip. Ahora entendemos en su plenitud su aversión contra todo Humanismo en la polémica con Sartre después de 1945. La invención judía de la igualdad y de la moral (el Cristianismo, la Ilustración, el Anarquismo, el Socialismo, el Marxismo) era la coartada para conseguir el Poder y la influencia histórica; fundaron el imperio de la existencia (Daseins) sin raíces en la profundidad existencial de los pueblos metafísicos (los alemanes), el dominio del mero «ente» (Seienden) sobre el «ser» (Sein). Heidegger era el filósofo más innovador de Alemania entre 1927 (recordemos la fecha de publicación de Sein und Zeit) y 1933, justo cuando los judíos empezaron a irse del país por el ascenso del Nacionalsocialismo. No debería sorprendernos que los judíos alemanes más talentosos para la Filosofía hubieran estudiado con él, tal era su fama, como lo cuenta la propia Arendt. ¿Podían los estudiantes judíos alemanes (que no se sentían judíos racialmente, se encontraban integrados en Weimar) en los años veinte saber el perverso «camino» que el Meister iba a tomar?
-No, no podían probablemente aunque tal vez tuvieran algunas pistas delante suyo. Pero después…
-Después de 1945, muchos de ellos como Herbert Marcuse, Leo Strauss, Günther Anders, Hans Jonas o Karl Löwith se volvieron críticos abiertos de su letra y espíritu. En cuanto a Arendt siempre fue su amante judía vergonzosa, oculta y nocturna, y creo que tenían afinidades electivas en cuanto a la matriz conservadora en filosofía. El sello de su absolución fue puesto por Arendt, en un discurso de cumpleaños difundido por la radio de Alemania Occidental en 1969: el nazismo de Heidegger, explicó, fue una «aventura», un error, que ocurrió sólo porque el pensador, ingenuamente, «sucumbió a la tentación… de ‘intervenir’ en el mundo de los asuntos humanos». La moraleja que se desprende del caso de Heidegger fue que «el ‘Yo’ pensante» es completamente diferente del yo de la conciencia», de modo que el pensamiento de Heidegger no puede estar contaminado por las acciones del simple hombre. Esta rigurosa y autoritaria concepción de la no unidad entre obra y autor, donde el contenido de verdad de una «corpus» filosófico no tiene que reflejarse necesariamente en la mentalidad y en la ética de la vida del filósofo, exacerba y agudiza de tal forma la autonomía «débil» de la filosofía, que cualquier comportamiento o acción en el ámbito de lo político, de por sí despreciable y relegada a mera nota biográfica, no puede arrojar ningún cono de sombra sobre su «opus magnum» o ser utilizado como «via regia» para nuevas lecturas interpretativas. Dicho secamente: no puede desacreditarse, al realizar la conexión entre política y filosofía, la ontología heideggeriana, ni ninguna otra, poniéndola a trasluz con asuntos que resultan, por definición, «externos», como lo es una decisión resuelta en política.Pero: ¿Heidegger era racista ex ante de 1933? Ya hay pistas de antisemitismo völkisch, muy cercano al sentimiento nazi, en 1916 en una carta a su mujer Elfride: Heidegger le hablaba del «Judaización» (Verjudung) de la Cultura alemana y de las Universidades, y que la Raza alemana (deutsche Rasse) deberá encontrar una gran fuerza interior para superarlo; en 1929 Heidegger volvía a avisar contra el peligro de die Verjudung des deutschen Geistes, una «creciente judaización» de la vida espiritual alemana». En el ámbito universitario tenemos un caso testimoniado de su antisemitismo académico: el caso de la filósofa Helene Weiss
–No conozco el caso. ¿Puedes explicarlo?
-En 1934 Heidegger la rechazó como candidata al doctorado por el hecho de ser judía («weil Sie Jüdin war»); Weiss había estudiado con Heidegger desde 1920 y en la famosa entrevista a Der Spiegel aquél la calificó cínicamente como una de las alumnas «más antiguas y capaces», señalando simplemente que su doctorado en Freiburg «no fue posible»; Weiss se fue de Alemania y se doctoró en 1942 en Basilea con el profesor Schmalenbach, con una tesis sobre la causalidad y la caída en la filosofía de Aristóteles, en la que deja constancia de su deuda intelectual con el trabajo de hermenéutica que Heidegger había practicado sobre el corpus aristotélico en los años ’20. ¿Se comportó correctamente con colegas suyos judíos? En la foja del Heidegger-Rektor nazi figura su violenta denuncia de 1933 contra el filósofo judío Richard Hönigswald que enseñaba filosofía del lenguaje en la Universidad de Münich (Benjamin le hizo una bella recensión a una de sus obras) escribiendo un informe a las autoridades utilizando todo el léxico racista del NSDAP; a Hönigswald lo acusa de enseñar una filosofía que «no ve la tradición racial fundada en su origen en la Sangre y el Suelo» (seiner Herkunft aus Blut und Boden), de utilizar una Dialéctica «sin arraigo» para engañar a los jóvenes, etc.; por supuesto gracias al dossier de Heidegger, Hönigswald fue expulsado y terminó salvando su vida emigrando a EEUU. El objetivo político de Heidegger es claro
-¿Y cuál es?
-Asegurar en la universidad lo que el NSDAP llamaba «Homogeneidad Racial» (la Gleichartigkeit der Rasse)…
–Heidegger, señalas también, coloca como causas del «olvido del Ser» al Platonismo, Cristianismo, Liberalismo, Socialismo y al Marxismo. ¿Y de qué va todo esto del olvido del Ser?
-El «Olvido del Ser» es un terminus tecnicus clave, fundamentado en la idea de decadencia, muy querida y utilizada por el nuevo universo ideológico de la derecha europea, de Taine a Nietzsche, de Pessoa a Pound. Heidegger fue atraído por el Nacionalsocialismo porque creyó, hasta su muerte, que el movimiento ofrecía la solución definitiva a la crisis de la civilización europea. Esta «Krisis», tomada en el sentido griego de «krínein», como situación inestable que aguarda una decisión, este «estado de perdido del hombre» o «Selbstverlorenheit des Menschen», era el resultado del «olvido» o «retirada» en torno a la cuestión del ser. Heidegger va a argumentar que el más representativo y la más peligrosa forma de este pathos tecnológico se encuentra en el Americanismo y el Bolchevismo o Comunismo. Europa occidental se ha «dis-puesto» en medio del ente y este emplazamiento fundamental de la Modernidad es justamente «lo técnico». Dicha disposición no es técnica porque haya máquinas a vapor primero, y luego motores a explosión, sino que, continua Heidegger, al contrario: si hay tales instrumentos es porque la época es «técnica». Eso que llamamos «tecnología moderna» no es sólo una herramienta: previamente a todo es esa «técnica» un modo ya decidido de interpretación del mundo, una Weltaschauung, que no sólo determina los medios de transporte, la distribución de alimentos y la industria del ocio, sino toda la actitud del hombre en su abanico de posibilidades. La «Technik» acuña previamente al hombre sus capacidades de equipamiento; por eso ella sólo es dominada allí donde, entrando previamente en ella y sin reservas o miramientos, se le dice un «sí incondicional». Esto significa, concluye Heidegger, que la dominación práctica de la técnica y su despliegue carente de condiciones, presupone ya la sumisión metafísica a la «Technik». La salvación del Occidente europeo depende de poner bajo la cuestión del «Sein» la pregunta por la Técnica, pero no bajo los presupuestos del Liberalismo y el Marxismo, estrechamente ligados. En esta tarea de ejecución de esa voluntad metafísica, que no puede verse como un simple «producto» del egoísmo y arbitrariedad de «dictadores» y «estados autoritarios», es donde Heidegger cree que el nacional-socialismo puede garantizar el volver al ocaso del inicio griego y poner en obra aquello que en aquel comienzo le adivino esencialmente al saber.
-Y esto es un punto nodal en su cosmovisión político-filosófica.
-Es aquí donde él cree ver, en el NSDAP y en Adolf Hitler, la respuesta más efectiva al problema del olvido del ser que culminó con el problema de la técnica. Heidegger abrazó la causa nacionalsocialista, como lo reconoce él mismo, desde posiciones político-filosóficas cercanas a la corriente nacional-social de F. Naumann (Heidegger mismo lo ha confesado), corriente congregada durante la década del ’20 en el «Juni-Klub» de Moeller van der Bruck, el autor de un libro célebre editado en 1923: Das Dritte Reich. La vertiente Naumann sostenía la idea de un nuevo «Reich», un estado cesarista, una nueva comunidad del pueblo alemán, el papel rector de una gran Alemania en Europa, todo ello en un programa político revolucionario, antiliberal, antibolchevique, antiparlamentario y… socialista «alemán». La enorme seducción que ejerció sobre Heidegger el NSDAP se basaba en la creencia que presentaba, aparte de una opción real de poder, la solución final a la «Verfall» de Occidente y la promesa de un nuevo «inicio» en la historia del ser. Era obvio para un intelectual de la talla de Heidegger que tanto la opción Naumann como la opción más tardía por el NSDAP, ambas enemigas acérrimas de la república de Weimar y la derrota de 1918, planteaban una «konservative Revolution», antiliberal, antimarxista y con fuertes contenidos antisemitas. La Krisis en la que estaba inmersa Europa era, en la visión apocalíptica de Heidegger, una fase, en los hechos, «escatológica» y «climática» de olvido del ser. Esta etapa estaba jalonada por los nombres de Platón, Descartes y Nietzsche, y en ella la historia de la metafísica occidental era sólo un reflejo exacto de que la ruina del saber, la pregunta primordial por la cuestión del ser, es proporcional a la tarea pendiente de la época sólo en un sentido: la decadencia, la Verfall, al igual que la tarea pendiente, es gigantesca, un trabajo de Sisífo. En este sentido, Sein und Zeit era el intento, dentro de la visión de Heidegger en 1933, de recoger el fundamento («Grund») de ese olvido del Ser, olvido sobre el cual se apoya y crece, desde Platón, la decadencia del Occidente europeo.
-En cambio, el Dasein es otra cosa muy distinta.
-El «Da-sein», lamentablemente, no vive en general como sí mismo, sino del modo en que «se» vive; es vivido por la dictadura del «se». En su «encontrarse» misterioso, el «Gehimmis», y en su «estar de acuerdo con», no puede el «Da-sein» plantear «de qué («dass») él es» y se aparta finalmente del «dass» de su «ser-en-el-mundo», abriéndose tan sólo hacia aquello que le sale a su encuentro. Por ello tiene el «Da-sein» miedo, ansiedad y angustia ante la posibilidad de la nada y la muerte. El lenguaje mismo no permite al «Da-sein» una apertura del propio «ser-en-el-mundo», sino que hace «cháchara», «charla», que demora el encuentro con el «Sein», introduciendo la ambigüedad y hundiéndolo en lo impropio de la autenticidad (Sein und Zeit; parágrafos: 35; 36 y 37). Obviamente el hecho que el «Da-sein» pueda, desde Platón, hundirse («Einfallen») muestra que, según su ser, este estado puede modificarse; esto también quiere decir, dirá Heidegger: si hasta ahora (el año 1927) el «Da-sein» es «impropiamente», también puede ser «propiamente», a través de una revolución radical, que exige el estado de decisión, la «Entscheidung». Y ese momento kairológico será la Machtergreifung, la toma del poder por los nazis en 1933…
-El Comunismo -«igualado con el Bolchevismo judeo-asiático- es sólo un desarrollo más, vuelvo a citarte, con el cual prosigue y se completa el «despliegue del Poder». ¿En qué poder pensaba Heidegger? ¿De qué despliegue hablaba?
-A un alumno y discípulo suyo, Herbert Marcuse, Heidegger le confesaba por carta en 1947 que » yo esperaba del Nacionalsocialismo una renovación espiritual de la vida entera, una conciliación de la lucha de clases y la salvación de la existencia occidental ante el peligro del Comunismo…». Esas frases son de el período 1938-1941, el despliegue del Poder es la extensión del Nihilismo a nivel mundial, por cierto, el famoso Americanismo que describía Gramsci, es decir, del Liberalismo como mera potencia del Ente (entendido como pérdida y olvido del Ser) que es ilimitado por medio del Maquinismo (traducido de la jerga de la autenticidad heideggeriana: el sistema capitalista). El Bolchevismo en su variante stalinista es un artículo injertado, una mercadería exportada de Occidente al Ost eslavo-asiático, y con ella lleva de contrabando a Asia su Machenschaft, el «Maquinismo», el Americanismo, central en su filosofía tardía. En un primer nivel de significado designa la capacidad de posesión de lo real en orden de dominarlo y hacerlo parte de nuestros fines subjetivos, el reino liberal del cálculo y la utilidad burguesa. Para Heidegger la democracia liberal no puede corresponderse, en una relación adecuada y de dominio, con la técnica. Para él existe, como en Jünger, una estrecha conexión entre el grado de movilización de la tecnología, en los niveles parcial, general o total, y la «razón de estado» que le corresponde en grado de controlarla y manipularla. A la «totale Mobilmachung» de la edad de la técnica moderna le corresponde el FührerPrinzip y una raza especial, la alemana, raza que tiene el portento exclusivo de «Meditar» (filosofar) y no el parlamentarismo como sistema político ideal y la mezcla racial o los Üntermenschen.
-Has hablado en varias ocasiones de los esfuerzos de los heidégeriannes franceses en su hermenéutica de la inocencia. Te pregunto a continuación sobre ello.
-De acuerdo.
[*] La primera parte de esta entrevista puede verse en http://www.rebelion.org/noticia.php?id=180044 La segunda en http://www.rebelion.org/noticia.php?id=180356
Salvador López Arnal es nieto del cenetista aragonés asesinado en el Camp de la Bota de Barcelona, en mayo de 1939 -delito: «rebelión militar»-, José Arnal Cerezuela.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de los autores mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes