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Correspondencia entre los dos escritores

Hemingway invitó a Símonov a La Habana

Fuentes: La Jiribilla

Los escritores Ernest Hemingway -norteamericano- y Konstantin Símonov -soviético-, aunque nunca llegaron a estrecharse las manos, intercambiaron correspondencia en cierta época. Tales cartas, poco conocidas, contienen un alto interés humano y muestran facetas del pensamiento de estos importantes artistas. El hecho que originó este intercambio de misivas sucedió cuando una delegación de escritores y periodistas […]

Los escritores Ernest Hemingway -norteamericano- y Konstantin Símonov -soviético-, aunque nunca llegaron a estrecharse las manos, intercambiaron correspondencia en cierta época. Tales cartas, poco conocidas, contienen un alto interés humano y muestran facetas del pensamiento de estos importantes artistas.

El hecho que originó este intercambio de misivas sucedió cuando una delegación de escritores y periodistas de la Unión Soviética visitó EE.UU., invitada por la asociación de redactores de ese país. Los representantes soviéticos eran Símonov, Ilya Ehrenburg y Mijail Galaktiónov. Hemingway, residente en Cuba, al conocer la noticia, los invitó a La Habana. Los intelectuales soviéticos no pudieron viajar a la Isla porque, entre otras razones, obedecían a un intenso programa de trabajo que cumplir en territorio norteamericano y canadiense.

Símonov tenía una particular admiración por Hemingway, a quien consideraba como una de las figuras más interesantes de las letras norteamericanas. Durante su visita a EE.UU. en 1946, en un mitin celebrado en San Francisco, Símonov señaló que entre los literatos estadounidenses conocidos en la URSS, estaba especialmente Hemingway, y aclaró que entre los años 1936-46 llegó a ser el autor preferido de la intelectualidad soviética. Hemingway-hombre -valoraba Símonov- es inseparable del Hemingway-escritor, de sus libros y personajes, mejor dicho, de aquellos personajes suyos en quienes, sin ocultarlo, apreciaba la fuerza, la amplitud del alma, la valentía, la disposición a defenderse y defender la causa que se considera justa.

La participación de Hemingway en la guerra antifascista española de 1936-39 a favor de los republicanos y cuanto escribió sobre este hecho, significó mucho para Símonov. El escritor soviético, como otros tantos contemporáneos suyos, soñaba con luchar contra los fascistas en España, pero su bautismo de fuego fue Jaljin Gol, en Oriente, en el año 1939, antes de iniciarse la Segunda Guerra Mundial. No obstante, Símonov siempre mantuvo interés por la guerra española y escribió sobre ella poemas y una pieza teatral, entre otras cosas.

El autor de las novelas Días y Noches también redactó en abril de 1943 un artículo titulado Nuestra profesión, donde argumentaba: «En lo que a mí se refiere, que preferentemente escribo versos líricos, puedo decir que durante muchos años no he experimentado tanto gozo como cuando leí las escenas de amor de Hemingway en Por quién doblan las campanas.

Hemingway no conocía personalmente a Símonov y tampoco los unía personalmente ninguna vivencia común. Tal vez leyó su nombre en la prensa norteamericana porque, antes de llegar Símonov a EE.UU. en 1946, se había editado recientemente su novela Días y Noches, la cual narra la defensa de Stalingrado frente a los invasores alemanes. La prensa estadounidense había valorado positivamente la publicación de la novela y destacó que estaba escrita por un hombre que había vivido la difícil experiencia de la guerra. «Cuando llegué en 1946 a EE.UU. era allí uno de los best sellers», afirmó posteriormente el intelectual soviético.

En el momento de la invitación de Hemingway a Símonov, la atmósfera política internacional se caracterizaba por el proceso de Nuremberg contra los criminales de guerra nazis, y en Norteamérica ya había sido pronunciado el tristemente célebre discurso de Churchill que dio comienzo a la «guerra fría» de EE.UU. y Gran Bretaña contra la Unión Soviética.

Esta correspondencia entre ambos escritores -de la cual ofrecemos una muestra- se publicó íntegramente, por primera vez, en el número nueve de la revista Literatura Soviética1, el pasado año.

Invitación a La Habana

La Habana, Cuba, 16 de mayo de 1946.

Querido Símonov:

Tom Sevlin, con quien Ud. Se ha encontrado en Nueva York, me telefoneó desde allí para comunicarme que posiblemente usted viaje a nuestras tierras y yo le pedí que lo invitara a pasar por mi hacienda. Me prometió transmitirle mi invitación. Pero le escribo yo mismo para tentarlo a venir si es que puede.

Estoy en la mitad de mi novela, me sentiré feliz de aplazarla por un par de días para poder ir con usted al Gulf-Stream a pescar. Creo que realmente lo gozará y podríamos tener una pesca realmente magnífica. Le he escrito a Ehrenburg, tentándolo a venir también a él, y espero que ambos podrán hacerlo. Si puede venga, por favor, porque para mí será un verdadero placer verlo a mi lado, y para usted resultará una buena vacación.

Ahora en el Gulf-Stream abunda el pez espada, y el agua está densa y oscura, lo que promete una pesca estupenda, que durará por lo menos un mes.

En el caso de que no lleguemos a pescar nada, pasaremos un buen rato juntos, y espero que a ambos les gustará ver La Habana. Con el más fraternal saludo y gran esperanza de verlos, siempre suyo, Ernest Hemingway.

Símonov no pudo

Nueva York, EE.UU., 20 de junio de 1946.

Querido Mr. Hemingway:

Me ha alegrado mucho su carta. Más aún, me hizo dichoso. No le he contestado durante tanto tiempo, porque no me abandonaba la esperanza de viajar a Cuba para verlo a usted. Y solo hoy definitivamente me enteré de que no podré hacerlo porque en días próximos debo partir a casa, donde he estado casi desde que terminó la guerra2.

En una carta es difícil expresar lo que se podría decir estando a su lado, pero, de todas formas, quiero decirle varias palabras. Me siento muy apenado de que no podré verlo en ese viaje mío a Norteamérica, y quisiera explicarle por qué lo estoy.

En Rusia muchos aman los libros. Pero gente distinta los ama de diverso modo. Yo los he leído por primera vez antes de la guerra y lo amaba como la mayoría, como lector. La guerra dio vueltas y más vueltas a mi vida y me transformó, como me parece, en una persona diferente a lo que era. Y yo, siendo ya otra persona, volví a leer sus libros y volví a amarlos, pero de otra manera que antes. Los amé como ex soldado y como joven escritor que llegó a ser escritor solo en la guerra. Su libro Adiós a las armas3 no fue para mí simplemente un libro, sino mi vida o, más exactamente, un trozo de mi vida. Elefantes blancos…4 fue aquello mismo de cuanto durante años de guerra escribía en mis versos. En una palabra, me parece que después de la guerra no solo lo aprecio a usted, sino que también lo comprendo. Tal vez suene demasiado presuntuoso cuando uno dice que comprende a un escritor, pero de todas maneras así me parece y he decidido escribirle solo la verdad, porque de lo contrario no habría tenido sentido escribirle.

Si usted me cree, comprenderá por qué sentía y siento tantos deseos de verlo. Porque lo necesito, no porque me sea interesante, sino porque lo necesito. ¿Me comprende usted? Espero dentro de algún tiempo, tal vez dentro de un año, volver a Norteamérica. Entonces trataré de entrevistarme con usted, cueste lo que cueste.

Quisiera pedirle un favor. A esta carta adjunto mi libro y unas palabras sobre él. Yo he escrito muchos libros, poemas, muchas piezas teatrales y quizá demasiados reportajes. Este es el primer libro en el que algo me agrada. No podría decirle exactamente qué. Pues, en qué reside ese qué, me es importante saberlo, porque precisamente es lo que hay que seguir escribiendo.

Como escritor que redactó su primer libro, y yo lo siento así, le ruego que después de leerlo me escriba unas palabras como un camarada. Escríbame lisa y llanamente. Le diré con franqueza que si usted me escribe que el libro es malo y no le gusta, lo lamentaré, pero de todos modos escríbamelo sin rodeos, que para mí es muy interesante.

Hoy marcho a Canadá. Regresaré a Nueva York el 23, y el 26 partiré para la patria. Sería estupendo si usted pudiera contestarme antes de mi partida: Hotel Waldorf Astoria, habitación 1588, Nueva York. En caso contrario, escríbame a Moscú. Mi dirección: Moscú, carretera Leningrádkoe número 25-A, Apartamento 66.

En ambos casos voy a esperar su contestación. Un apretón de manos. Le agradezco mucho su carta y tengo grandes deseos de verlo. Suyo, Konstantín Símonov.

He querido estar entre las tropas de la URSS

La Habana, Cuba, 26 de junio de 1946.

Estimado Símonov:

¡Qué pena que no puede venir aquí! Pero yo comprendo lo feliz que debe sentirse de viajar a casa. Al año siguiente, cuando vuelva a venir, nos reuniremos y seremos buenos amigos. Qué alegría haber recibido su carta y sentir que hay un contacto estrecho y bueno con un hermano escritor. Pero, ¡qué lástima que no haya podido venir aquí! Hubiese pasado bien el tiempo juntos, tanto en el mar, como en mi casa de campo.

Su libro llegó ayer por la tarde. Hoy lo estoy leyendo y cuando lo termine le escribiré a Moscú. A juzgar por las primeras 48 páginas, creo que recibiré una gran satisfacción. Será un placer escribirle de ello.

Debí haberlo leído cuando aquí lo tradujeron por primera vez. Pero yo acababa de regresar de la guerra y no podía leer nada de ella. Ni siquiera la mejor. Estoy seguro de que comprenderá a qué me refiero. Después de mi primera guerra no podía escribir de ella durante casi nueve años.5 Después de la guerra de España tuve que escribir inmediatamente6, porque sabía que la guerra siguiente habría de comenzar pronto y sentía que no me quedaba tiempo.

En esta última guerra he tenido tres graves traumas de la cabeza y fuertes dolores. Pero al fin y al cabo me senté a escribir de nuevo; sin embargo, mi novela, después de 800 páginas escritas, todavía está muy lejana de la guerra. Pero bueno, si no me pasa nada, ya llegaré a ella. Confío en que saldrá un buen libro.

Toda esta guerra he querido estar entre las tropas de la URSS y ver su magnífica manera de combatir, pero no me creí con el derecho de pedir que me enviaran allí como corresponsal de guerra por cuanto no hablo ruso, a excepción de cuatro palabras: sí, no, mierda (govnó) e imposible, que aprendí aún en España como vocabulario militar; y porque pensé que traería más provecho si empezaba a liquidar a los Krauts (como llamábamos a los alemanes) de otra manera.

Durante dos años salía al mar7 y aquel fue un trabajo difícil. Luego viajé a Inglaterra y hasta la invasión volé en aviones de las Reales Fuerzas Aéreas como corresponsal de guerra, presencié la invasión a Normandía y ya luego estuve hasta el fin de la guerra en la Cuarta División de Infantería. En las Reales Fuerzas Aéreas pasé el tiempo estupendamente, pero sin provecho alguno. En la Cuarta División de Infantería y en el 22 Regimiento de Infantería trataba de ser útil, por cuanto conozco el francés y el país, lo que me permitió trabajar en las avanzadillas de nuestras unidades con los maquís. Era una vida formidable, a usted le gustaría.

Recuerdo cómo entramos en París antes que el ejército y luego este ocupó la ciudad; vino a verme André Malraux8 y me preguntó cuánta gente tenía bajo mi mando. Le contesté que nada más que 200 hombres y por lo general entre 14 y 60. Estaba dichoso y suspiró con alivio, porque según él, comandaba a 2 000 hombres, de modo que su prestigio literario no se vio involucrado.

Aquel verano, de Normandía a Alemania, fue el verano más feliz incluso a pesar de la guerra. Ya más tarde en Alemania, en Schee Eifel y en los bosques de Hurtgen, durante la ofensiva de Runsdtedt9 se llevaban combates muy duros y, además, hacía mucho frío. Antes también hubo penosos combates, pero cuando recuperábamos Francia y en especial París, me sentí tan bien como nunca.

Siendo un muchachito todavía, me vi ya en retiradas y rechazando ataques, conocí victorias cuando faltaban reservas para desarrollar el éxito, etcétera, pero jamás conocí qué siente uno con la victoria.

Ahora desde el otoño de 1945 vengo escribiendo sin darme suspiro y las semanas y los meses vuelan con tanta rapidez, que uno puede morir sin notarlo. Espero que usted haya tenido un buen viaje por Norteamérica y Canadá. ¡Como quisiera hablar el ruso y viajar junto con usted; porque hay gente realmente magnífica con la que vale la pena tratar y hermosos quehaceres de los que vale la pena ocuparse! Solo que entre esa gente pocos son los que hablan el ruso.

Yo quisiera presentarle a Lanham10, nuestro coronel del 22 Regimiento (ahora general), es mi mejor amigo y a los comandantes del primero, segundo y tercer batallones (con los que quedaron con vida), a muchos comandantes de compañías y secciones y otros muchos magníficos soldados norteamericanos. La Cuarta División de Infantería desde el desembarco en el sector de Uta Beach hasta el día de la victoria recibió 21 105 heridas para 14 037 hombres del efectivo. Mi hijo mayor11 sirvió en la Tercera División de Infantería, donde la proporción de 33 547 y 14 037. Pero ellos antes de que los desembarcaran en el sur de Francia, combatieron en Sicilia e Italia.

Él estaba en las tropas de paracaidistas; más tarde, en otoño, fue gravemente herido en Voges y cayó prisionero. Es un buen muchacho, capitán, él le gustaría a usted. Dijo a los Krauts que era hijo de un instructor de esquí de Austria (es muy rubio) y que fue a América después de morir su padre bajo una avalancha. Cuando por fin los Krauts se enteraron de quién era, lo enviaron a un campamento de rehenes. Pero luego llegó la liberación.

¡Qué maldición que no haya podido venir aquí! ¿Sus poemas y diarios han sido traducidos al inglés? Mucho me agradaría leerlos. Porque yo comprendo de lo que usted habla. Y usted, según lo ha dicho, comprende lo que yo quiero decir. Después de todo, el mundo ha avanzado tanto que los escritores ya pueden comprenderse. Cuánta govnó (temo transcriba mal) sucede alrededor, pero la gente todavía es buena e inteligente (moderadamente) y bien intencionada y se comprendería magníficamente si nosotros nos comprendiéramos mutuamente; en lugar de presenciar una nueva salida de Churchill12 quien, como en 1918-1919, trata de poner obstáculos a aquello que hoy solo la guerra puede obstaculizar.

Perdone que hable de política. Sé que siempre que me pongo a hablar de política me toman por un tonto. Pero sé que no hay nada que pueda obstaculizar la amistad de nuestros dos países y esta amistad podría ser tan sólida como la que sostenemos con el Canadá vecino si no existieran los planes de cierto imperio, que no tienen para el futuro justificación ni económica ni moralmente.

Sea como sea, cuídese y escriba bien. Sé que deberá ocuparse de periodismo (correspondencias) como lo hacemos todos nosotros. Pero recuerde que es un pecado contra el espíritu santo si uno no es capaz de escribir como se debe (…) y al fin de cuentas no hará nada bueno si se propone escribir obras maestras, la única razón de escribir, a no ser para ganarse la vida.

En la URSS hay un muchacho (ahora tal vez sea un hombre maduro) apellidado Kashkín13 que habitualmente traducía mis obras. Es pelirrojo (ahora tal vez pelicano). Es el mejor de mis traductores y críticos. Si lo ve por ahí, déle mis mejores votos. ¿Ha traducido al ruso Por quién doblan las campanas? He leído la reseña al respecto de Ehrenburg14 , pero más nada de su traducción.

Se podría publicar con pequeños cambios u omitiendo algunos nombres. Quisiera que usted la leyera. No trata de la guerra tal como la conocimos los años últimos. Pero de la pequeña guerra de guerrillas he escrito como se debe; hay allí un pasaje, que a usted le agradaría, sobre cómo matamos a los fascistas. Buena suerte y tenga buen viaje. Su amigo, Ernest Hemingway.

Notas

1- Lasar Lazarev es el autor del trabajo del cual extraemos estos datos.

2- De diciembre de 1945 a abril de 1946, Símonov se hallaba en Japón, en comisión de servicio. De regreso de suelo japonés, se detuvo solo unas horas en Moscú y voló a EE.UU., respondiendo a la invitación de los escritores norteamericanos, donde permaneció hasta fines de junio.

3- Adiós a las armas, escrita por Ernest Hemingway en 1929, fue publicada en ruso en 1936 y constituyó realmente un acontecimiento literario.

4- Elefantes blancos… Se refiere al relato de Hemingway «Colinas semejantes a elefantes blancos», de la recopilación Hombres sin mujeres, publicada en 1927. Traducida al ruso en 1934, también tuvo una gran acogida entre los lectores soviéticos y la intelectualidad de la tierra de Lenin.

5- En 1918 Hemingway se encontraba en el frente ítalo-austríaco, donde fue herido de gravedad. Comenzó a trabajar en la novela Adiós a las armas en 1928.

6- Hemingway empezó a escribir Por quién doblan las campanas en 1939. En 1940 salió a la luz.

7- En 1942 y 1943, Hemingway patrulló en el Caribe, buscando la pista de los submarinos alemanes en su yate Pilar, armada y pertrechada de aparatos acústicos especiales.

8- André Malraux (1901-1976). Escritor y personalidad política de Francia. En la guerra española fue organizador y comandante de una escuadrilla aérea que combatió a favor de los republicanos; en 1944, coronel, comandaba una brigada del ejército francés.

9- Rundstedt Karl Rudolf Berd for, General, mariscal de campo del ejército nazi-fascista. Desde septiembre de 1944, Comandante en Jefe de las tropas alemanas en Occidente. Se refiere a la ofensiva en Ardenas de las tropas fascistas en diciembre de 1944 y enero de 1945, que tenía por objetivo la derrota del ejército anglo-norteamericano.

10- Buk Lanham. En 1944-45, comandante del 22 Regimiento de la Cuarta División de Infantería del ejército norteamericano.

11- John Hemingway, nacido en 1923.

12- Churchill, Winston L.S. (1874-1965). Político y estadista inglés. En 1918-1920 fue uno de los principales organizadores de la intervención contra la URSS. El 5 de marzo de 1946, en el estado de Missouri, en el colegio de Westmister, pronunció el discurso que dio inicio a la denominada «guerra fría» de EE.UU. y Gran Bretaña contra la Unión Soviética.

13- Kashkín Iván Alexandrovich (1899-1963). Crítico y traductor soviético, autor de las primeras traducciones de las obras de Ernest Hemingway y de los primeros artículos críticos dedicados a sus trabajos literarios.

14- Según testimonio del doctor Herrera Sotolongo -médico personal de Hemingway-, Por quién doblan las campanas fue publicada por el Ejército Rojo para lectura de sus combatientes durante la Segunda Guerra Mundial. Ilya Ehrenburg entonces escribió en el diario Pravda un comentario crítico sobre los valores de esta obra. Es posible que al redactar esa carta, Hemingway no hubiera recibido aún un ejemplar de esta edición que Herrera Sotolongo atestigua haber conocido en la biblioteca del escritor en su casa de La Habana.