La historia de España puede resumirse en la historia de la intolerancia. Es lo que la distingue de los países europeos en general. Allí, desde hace siglos, en muchos casos, no se han prevalido los poderes políticos y menos los religiosos ni del dogma ni de la Inquisición ni de las verdades absolutas. Y la […]
La historia de España puede resumirse en la historia de la intolerancia. Es lo que la distingue de los países europeos en general. Allí, desde hace siglos, en muchos casos, no se han prevalido los poderes políticos y menos los religiosos ni del dogma ni de la Inquisición ni de las verdades absolutas. Y la política, también en general, y dentro de las democracias burguesas, se ha caracterizado por la flexibilidad sin invocar a toda hora la rotundidad de las leyes y de las Constituciones. Porque lo fácil, cuando se dispone de toda la fuerza militar y represiva, es la intransigencia. Lo difícil es el pulso que requiere manejarlas civilizadamente. El progreso, en esta materia, se cifra en el prohibido prohibir. Lo difícil, en política y en casi todo, es la tolerancia que aquí es en la práctica un valor desconocido. Aquí siempre es el «no» por metodología, aquí es la contumacia, la obstinación, la legalidad… La legalidad de los despótas, para lo que y cuando les conviene a ellos, es lo que prevalece. Porque cuando no les conviene, no es que no la invocan, es que la sofocan -la legalidad- con actitudes y comportamientos indeseables, que es lo que han hecho los componentes del partido en el gobierno respecto a las leyes fiscales y a las leyes que coartan y condenan la malversación, la prevaricación o la obstrucción a la Justicia…
Aquí no, aquí sólo la fuerza, sea de los ejércitos, sea de las policías o sea de la cerrazón paleta. Aquí es la razón de la fuerza y no la fuerza de la razón lo que más o menos siempre ha gobernado y gobierna. Desde tiempo inmemorial, pero especialmente desde el caudillaje hasta ahora, es lo único que los que heredaron los modales y el tremendismo del caudillaje saben aplicar.
Por algo millones en España no queremos que confundan nuestra españolidad con la de los ladrones, los ventajistas y la de todos esos miserables que la centran exclusivamente en poner banderas en los balcones o llevar banderitas de lo mismo en su muñeca. Me refiero a esos y esas que mangonean en este país, directa o indirectamente y en la práctica, desde siempre…
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