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Historia y metáfora del nombre Amaru

Fuentes: Rebelión

                                       AMARU, LA  SERPIENTE-DRAGÓN QUECHUA

  Inicialmente la serpiente mitológica Amaru en la cultura quechua era bastante parecida por su aspecto externo a las serpientes comunes, pero se distinguía de ellas por sus dimensiones notablemente mayores. Se lee en la Crónica de Sarmiento de Gamboa que Pachacuti Inca “mandó hacer una gruesa maroma de lana de varios colores con un largo de 150 brazos de que servía para sus fiestas públicas”. De acuerdo a otros cronistas, la Danza ritual de la serpiente sígnica  tenía lugar cada año en el mes de enero y en la plaza mayor del Cuzco (Huacay Pata). Esta larga criatura era sostenida por hombres y mujeres jóvenes de la nobleza Inca que danzaban al ritmo de una música cadenciosa.  Desde su escaño especial, los contemplaba el Sapa Inca rodeado por sus altos dignatarios.           

La serpiente mitológica marcó varías épocas. Al comienzo, estuvo asociada con el Kuychi (arco iris), se pensaba que se introducía en los cuerpos humanos y causaba grandes males, luego se la figuraba como serpiente multicolor (blanca, amarilla, verde, rojo) que salía del inframundo acuático y llegaba al cielo como aparece en el tejido de una chuspa (bolsa para coca), guardada en el museo Julio Marc de Rosario, Argentina. De época más tardía son las imágenes geométricas zigzagueantes y polícromas que aparecen en los keros (vasos ceremoniales) conservadas en varias colecciones.

Otra versión es el estandarte real de los Incas (Capac Unancha), descrita por Bernabé que tuvo como informante a un nieto de Huayna Capac, Alonso Tupa Atau.  La describe como una “bandera cuadrada que iba puesta en el remate de una asta larga, y en la que pintaba cada rey con sus armas y divisas porque cada uno tenía las que escogía diferente, aunque las generale del linaje de los incas eran el arco celeste y dos culebras tendidas a lo largo”.

Con el tiempo la imagen de la serpiente se fue desarrollando hasta convertirse en Amaru, “monstruo horrible, con cabeza de llama, dos pequeñas alas, y cuerpo de batracio, que termina en una cola de serpiente” (N.Hassen, identidad Peruana). Al igual que la culebra, el dragón (Amaru) estaba vinculado con la fecundidad, la tierra procreadora, la lluvia, el rayo, la fuerza.  El Amaru se presenta como la serpiente alada (voladora), lo que suprime la posibilidad de identificar el símbolo mitológico con un animal real.    

En Pomacocha, antes de llegar a Vilcashuamán que es un lugar muy   caliente que mira al Cuzco, allí nació un varón legítimo y mayor llamado Amaru Yupanqui, en donde estuvo algunos días. En este tiempo dicen que llegó una noticia de como en el Cuzco hubo un milagro relacionado con un Amaru (serpiente) que había llegado a salir del cerro Pachatusan una bestia muy fiera, media legua de largo y gruesa de dos bracas y medio de ancho, con orejas, colmillos y barbas (por causa de este Amaru, Pachacuti le puso a su hijo Amaru Yupanqui, este Amaru venía por Yuncay Pampa y Sinca y de allí entra a la laguna de Quibipay. -Juan de Santa Cruz Pachacuti Yamqui Salcamaygua (siglo XVII).

    Al otorgar Pachacuti a su hijo el nombre Amaru como expresión de sabiduría, fuerza y razón humanas, y dada la creencia de la época, que el nombre determinaba el destino de la persona, el inca le estaba augurando a su hijo recién nacido, potestad para gobernar el imperio.            

   Se ha estudiado la imagen del dragón alado en otras mitologías y se conoce que el aparecimiento del “dragón” es una característica de un estadio relativamente tardío del desarrollo de la mitología: está presente en las mitologías de los estados tempranos, como (Sumeria, Egipto, Grecia, China, Japón, México y Perú), en los cuales la economía estaba basada en la irrigación artificial.  

   El Tahuantinsuyo de los Incas constituye un ejemplo claro del Estado temprano con el fortalecimiento o creación de instituciones nuevas en el reinado de Pachacuti Inca. La irrigación artificial se desarrolló excepcionalmente, y junto con ella su vínculo con el culto al dragón Amaru.  Vemos un ejemplo evidente en Machu Picchu donde hay  una larga calle cerca de los andenes de cultivo (micuy pata), bordeada por un acueducto en forma de serpiente-dragón hecho en piedra.

    A pesar de ser el Amaru una “bestia muy fiera”, se la interpretó como principio positivo, como auxiliar de los incas. En la guerra fratricidas entre Huáscar y Atahualpa, informa Cieza de León:

Atahualpa fue capturado por el capitán de Huáscar, Atoc, y encerrado en un pucara, de donde huyó con la ayuda de  suspartidarios. Atahualpa de la línea directa de Pachacuti, apareció en Quito y contó a la gente, que se había operado un milagro, que su padre el dios Inti lo había convertido en Amaru, y así había podido huir por un pequeño agujero. Este relato avivó en la gente el prestigio del Inca y la creencia en el poder de la culebra mítica.

En realidad, para los incas, la serpiente Amaru ya no era la misma “fiera horrible”, sino una imagen abstracta que adquirió las cualidades de sabio y benéfico. Metafóricamente, estas características se reflejaron en los nombres de los incas, Amaru Inca Yupanqui (Inca sabio y benéfico) y Tupac Amaru, (brillante, sabio, benéfico), según la costumbre inca de repetir los nombres de los miembros de los antepasados cercanos o lejanos y de guardar la tradición de que los incas tenían nombres compuestos.

El halcón (huaman) había sido totem del clan real de los incas, y hasta Pachacuti, se había conservado esta tradición en los nombres de los soberanos, sin embargo, se introdujo en la lista de nombre regios el de Amaru, posiblemente para romper con los dadores de nombres que hasta entonces habían sido los tradicionales sacerdotes del Cuzco.

Algunos incas ya de la época de la conquista española, se refugiaron en el nuevo y, pequeño estado inca en la zona de Vilcabamba como señal de resistencia frente a la subyugación de los españoles. Alcanzaron a gobernar en este pequeño reino por algunos años a pesar de las enormes presiones, abusos, traiciones y crímenes de los usurpadores españoles.

Entre los incas de Vilcabamba se destacó Tupac Amaru, sobrino de Atahualpa y de Huascar, que fue elegido por los generales del ejército y el sacerdocio como nuevo Sapa Inca en 1570. Tupac Amaru ha pasado a la historia como el soberano inca que se rebeló contra los abusos de los conquistadores.

                                                TUPAC AMARU I

En 1571 llegó como virrey Francisco de Toledo. Se trasladó al Cuzco, donde emprendió una serie de investigaciones para desacreditar a los incas. Las preguntas eran tendenciosas y las respuestas se sabían de antemano. A partir de estas informaciones Toledo concluyó que los Incas no eran soberanos legítimos.

Toledo envió como embajador a Atilano de Anaya quien llevó una carta para Tupac Amaru, pero los soldados quechuas de la guarnición le cerraron el paso y le mataron lanzándole a un precipicio.

El virrey consideró esta ejecución como la declaración de guerra que necesitaba para que sus fuerzas entraran en acción. En abril de 1572 envió sus tropas a Vilcabamba al mando de Hurtado de Arbieto con 250 españoles perfectamente armados. Otro grupo de 120 soldados españoles debían cerrar las salidas de Vilcabamba por el norte y el oeste.

El valor de los incas- quechuas fue inútil ante la superioridad de la artillería de los conquistadores, luego del enfrentamiento armado, los comandantes indígenas ordenaron la retirada y los conquistadores entraron a Vilcabamba que había sido evacuada e incendiada. Tupac Amaru con algunos soldados se internaron en la selva.

Martín García de Loyola (sobrino de San Ignacio de Loyola) se internó en la selva descubriendo un bohío con tesoros de Tupac Amaru. Era ya un indicio certero. Mas tarde, por información de indígenas manaríes, los españoles dieron con el sitio de escondite del Inca y lograron arrestarlo junto con algunos parientes y sodados. Cuando pasaron frente a la casa donde habitaba el virrey Toledo, Garcia de Loyola ordenó a Tupac Amaru quitarse la masca paycha, insignia real, pero el soberano se negó.

El Virrey Toledo para celebrar la captura de Tupac Amaru y el final del estado rebelde de Vilcabamba, ordenó celebraciones religiosas durante quince días.

Se instauró el juicio contra los prisioneros. Se les acusó de haber cometido crímenes de guerra y se les condenó a morir en la horca. Tupac Amaru fue condenado a morir decapitado.

El día de la ejecución la plaza y sus alrededores estaban ocupadas por la muchedumbre. Por la calle principal que desciende desde Colcan Pata hacia la explanada apareció Tupac Amaru, vestido de terciopelo negro, encadenado y escoltado por la guardia. Subió al cadalso sin dar muestras de temor. Levantó ambas manos, haciendo con ellas la señal que los quechuas acostumbraban hacer a sus apus. El verdugo le tomó de los cabellos con la  mano izquierda y con el cuchillo que sostenía en la mano derecha, le degolló. Corría el mes de octubre de 1572. La cabeza fue expuesta durante dos días en la punta de un poste para escarmiento de los indios, que por centenares acudieron al lugar, dirigiéndose a la cabeza como si se tratara de un dios.

 El nombre de Tupac Amaru (brillante, sabio y beneficioso) pasó a la historia como símbolo de rebelión contra las injusticias y los abusos de la colonización, contra el desconocimiento del derecho de los pueblos a gobernarse por si mismos y de tener su propio destino, cultura y creencias religiosas.  

Dos siglos más tarde, tuvo lugar la “Gran Rebelión” dirigida por Gabriel Condorcangui que adoptó el nombre  Tupac Amaru II en honor del último Sapa Inca del estado de Vilcabamba. En ella se expresó no solo el anhelo revolucionario del héroe indígena, sino también el de las colonias americanas que aspiraban liberarse del yugo español.

Gabriel Condorcangui nació en 1740 en la llacta quechua de Surimana, corregimiento de Tinta, cerca del Cuzco. Se educó en el colegio de los jesuitas dedicado a los hijos de la nobleza inca. Su ilustración y fortuna personal hacían de él un personaje conocido y apreciado en los círculos de criollos progresistas de Cuzco y Lima.

                                                     TUPAC AMARU II

Antes de alzarse en armas se entrevistó varias veces con las autoridades virreinales para interceder a favor de los indígenas pobres agobiados por las cargas tributarias. Al mismo tiempo pidió que se le reconocieran su legitima ascendencia incásica. Con las pruebas que presentó en 1777 a la Real Audiencia de Lima demostró que era descendiente directo de Juana PIllku Huaco, hija de Tupac Amaru Inca. Solo al ver que su pedido no era tomado en cuenta decidió proclamar la revuelta armada.

En Tupac Amaru ll hay dos posiciones ideológico-políticas. Por un lado, se propuso recatar los significados culturales de su pueblo, y de la subcultura de la élite Inca. Las tradiciones culturales con las que se identificaba Tupac Amaru ejercían gran atractivo para millones de personas, invocaba la época incásica como un tiempo de bienestar social compartido y apelaba a la memoria colectiva.

La segunda posición surgía de la realidad colonial, de la injusticia del sistema, de la crueldad del dominio que destruía física y moralmente a los indígenas y también a los mestizos pobres. Terminar con la explotación, con la usurpación de tierras, era un planteamiento inclusive compartido por muchos mestizos y algunos criollos.

A partir de esta situación empezó a germinar el sentimiento independentista frente a la metrópoli españoles inclusive entre los mestizos y criollos.

El 4 de noviembre de 1780 comenzó la rebelión en Tinta. Tupac Amaru hablando en quechua proclamó sus objetivos: acabar con los invasores españoles como principales autores de las malas instituciones, dijo que ya era hora de sacudirse del pesado yugo español que les gravaban diariamente con nuevos impuestos y hostilidades. “Así era llegado el tiempo y también el remedio”.

La revuelta se extendió rápidamente por la sierra del Perú y de Bolivia. Datos recogidos por los españole hablan de una fuerza rebelde de más de sesenta mil hombres. Tupac Amaru utilizó caballos y armas de fuego, pero la mayoría de sus hombres peleaba con espadas y hondas.

A medida que la rebelión tomaba fuerza estallaron revueltas en otros lugares. Las comunidades aimaras comenzaron a colaborar con las fuerzas quechuas. Los combates corrieron diversa suerte y costaron la vida a miles de indígenas.

El 9 de marzo de 1781 se inició la batalla por la posesión del Cuzco y el asedio a la ciudad duró casi un mes. Entonces, empezó  también una conspiración de españoles y nobles quechuas que habían permanecido fieles a la corona español, en contra de los indígenas revolucionarios.

Tupac Amaru fue hecho prisionero en Langui, el 18 de mayo de 1781, siendo obligado a presenciar la ejecución de su mujer, Micaela Bastidas que había sido su mano derecha, apoyo espiritual y consejera militar, así como la de su hijo, de su cuñado y del fiel curaca de Acos. A Tupac Amaru se le cortó  la lengua,  y se le descuartizó en la plaza del Cuzco, atando sus extremidades  a cuatro caballos espoleados en distintas direcciones.

Fue condenado como el “vil insurgente José Gabriel Condorcangui, alias Tupac Amaru y supuesto cacique”, culpable de “lesa humanidad” por su encarnación del rey inca  y por otro actos que “pretendían arrebatar al rey español su reino”. El oidor general Arecha, como resultado de todo lo ocurrido abolió el cargo hereditario del curaca que había ostentado. Prohibió el uso de ropajes, atavíos y símbolos incásicos. Proscribió las pinturas y retratos de los soberanos incas, la escenificación de dramas con protagonistas incas, como el Apu Ollantay y todos los escritos que hicieran referencia a las antiguas glorias del Tahuantinsuyo, incluyendo los “Comentarios Reales de los Incas” de Garcilaso de la Vega. También se prohibieron los emblemas y las banderas de los soberanos, e instrumentos musicales como churos y quenas. Incluso pasó a ser ilegal el uso de la lengua quechua.

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Como hemos visto en el texto que aquí presentamos, los nombres de los personajes históricos reales guardan vínculos genéticos con el mito por ser de la misma cultura. Los nombres adquieren significados simbólicos y sus contenidos son cada vez más profundos. 

Ileana Almeida: Filóloga, profesora universitaria y escritora. Entre sus libros figura Mitos cosmogónicos de los pueblos indígenas del Ecuador. 

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.