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Entrevista con Sebastian Budgen

«Historical Materialism, un espacio de investigación marxista»

Fuentes: Marxismo Crítico

Traducción de Ivan Gordillo para Marxismo Crítico

Historical Materialism es uno de los referentes más importantes del marxismo contemporáneo. Desde su nacimiento en 1997, esta revista teórica ha publicado artículos y números de referencia, ha desarrollado una colección de obras editadas con Brill y ha impulsado los congresos anuales en Londres, Nueva York, Toronto, Sydney y Delhi. Sabiendo asociar exigencia y apertura, clasicismo y renovación, Historical Materialism es desde ahora un referente ineludible para la investigación marxista contemporánea. Sebastian Budgen, uno de los miembros fundadores, analiza su historia, sus momentos cruciales y las decisiones que la han marcado.

¿Nos puedes explicar la creación de Historical Materialism y su contexto?

Historical Materialism nace en 1997, en una coyuntura singular y casi por azar1. La segunda mitad de los años 90 representaron una fase de transición en la historia de Gran Bretaña: las derrotas más catastróficas de la era Tatcher quedaban atrás mientras que el nuevo ciclo de luchas inaugurado en Seattle no había comenzado. En cierto modo, podemos decir que las hipótesis de Marxism Today , la revista del Partido Comunista de Gran Bretaña (el verdadero PCGB, no la parodia insignificante que conocemos hoy y distribuye el Weekly Worker ) se estaban viendo simultáneamente desmentidas y confirmadas por los hechos. En efecto, durante toda la década de los 80, Marxism Today y sus colaboradores regulares -Eric Hobsbawm, Stuart Hall, Beatrix Campbell, Martin Jacques, etc.- pretendían (usando a Gramsci muy groseramente) que «el avance de los trabajadores había sido frenado», que la fase de movilización victoriosa de la clase obrera de posguerra (y en particular la de los años 70 donde el gobierno conservador de Heath fue tumbado por el movimiento obrero en 1974) estaba acabada tras la victoriosa ofensiva neoliberal de Tatcher que trastocó totalmente el paisaje político, cultural y de la sociedad británica en general. Por una parte, podían comprenderse esas hipótesis como una serie de evidencias, un balance objetivo de la secuencia de derrotas inaugurada al final de los años 70 y acelerada después (se podría pensar aquí en la teorización del «reflujo» [ downturn ] de Tony Cliff2). Por otra parte, Marxism Today había llevado su análisis bastante más lejos: según la revista y sus colaboradores, el Partido Laborista debía reconocer que electoralmente había perdido su base social y en adelante no podía volver a ganar las elecciones en solitario, lo que le forzaba a tejer alianzas con centristas y algunos conservadores «blandos» (moderados, no tatcheristas). En un nivel estratégico más amplio, el movimiento obrero debía metamorfosearse para superar las reivindicaciones «sectoriales» y «corporativistas», aceptando ciertos sacrificios por parte de los trabajadores «blancos, hombres, cualificados» en vistas a acordar alianzas con los nuevos movimientos sociales como el feminismo, el ecologismo y los movimientos homosexual, negro, asiático3 , etc. Se puede oír el eco de Alain Touraine y de otros teóricos de los movimientos sociales «post-materialistas» del post-68.

El fin de los años 90 mostraron hasta que punto Marxism Today sobrestimó la fuerza de la hegemonía tatcheriana y la debilidad electoral del partido laborista. El sueño de Marxism Today de una coalición «arcoiris» nunca tomó cuerpo y la revista puso fin a su actividad en 1991. En efecto, tras la victoria de Blair en 1997, los conservadores atravesaron un largo túnel de desorientación y rivalidad interna. Sin embargo, para desespero de los colaboradores de Marxism Today , su pronóstico fue retrospectivamente confirmado en la medida en que se puede decir que su propia elaboración puso las bases de un proyecto intelectual mucho más a la derecha, el del blairismo y la tercera vía de Anthony Giddens o la teoría de la sociedad del riesgo de Ulrich Beck.

En la dinámica del mundo académico de los años 1980, el postmarxismo de Laclau y Mouffe tenía eco entre ciertas críticas feministas y postcoloniales del marxismo, con interpretaciones de Foucault más o menos conservadoras, de pensamiento de la deconstrucción, de inspiraciones en Deleuze, etc. forzando aquellos y aquellas que se reivindicaban, de un modo u otro, del marxismo, a escoger una de las tres opciones siguientes: (1) o bien encerrarse en una polémica letanía totalmente autorreferencial y extremadamente defensiva (perfectamente resumida con el eslogan de una serie de camisetas popularizadas entre el sector del Socialist Worker’s Party británico de principios de los 90, como un pastiche del eslogan contra la Poll Tax de la época «Bollocks to the Poll Tax», «Bollocks to Postmodernisme!»); (2) o bien refugiarse en su especialidad dentro de la disciplina académica en una actitud autista y esperar que pasase la tormenta; (3) o bien renovar la fidelidad al marxismo a través de formas más o menos clandestinas (un marranismo marxista en definitiva, del cual el «realismo crítico» de Roy Bhaskar, antes de su giro espiritualista, puede ser uno de los ejemplos más sonados; o las referencias retóricas al «materialismo histórico» para evitar hablar de «marxismo»).

El momento en que surgió HM estaba marcado por las siguientes características: en primer lugar, una izquierda revolucionaria en dificultades y una esfera académica marxista fragmentada, hostil y enfrentada entre ella. Los miembros fundadores de la revista se encontraron por casualidad en un seminario animado por Justin Rosenberg sobre «Materialismo Histórico y Relaciones Internacionales» en la London School of Economics . Reflexionando, lo que más nos impresionó no fue solo el hecho que un seminario tan logrado pudiera llevarse a cabo en el marco de una disciplina reaccionaria como la de Relaciones Internacionales, o que se realizara en el seno de una institución también conformista como la LSE, sino que la mayoría de los participantes del seminario no fueran ni miembros activos ni antiguos componentes de la izquierda revolucionaria y que utilizaran el adjetivo «marxista» o «materialista histórico» con toda ingenuidad y sin el menor atisbo de defensa (es cierto que, en el caso del grupo de dicho seminario, la teoría del desarrollo desigual y combinado formulada por Trotsky jugaba un rol central sin referirse nunca a la revolución permanente ni, por supuesto, al bolchevismo-leninismo). Esto llevó a preguntarnos si la existencia de un grupo de trabajo de estas características implicaba que hubiera grupos similares en Gran Bretaña -grupos de lectura, seminarios, grupos de discusión- trabajando igualmente en una perspectiva marxista declarada pero no sectaria en diversas disciplinas, ya sea en economía política o en teoría literaria. Si este era el caso, como dijimos en aquella época, ¿no era importante intentar poner en contacto estos jóvenes investigadores en lugar de dejarlos vegetar en su reserva académica con, en el mejor de los casos, una única revista de izquierda radical donde poder publicar (como Capital and Class, Radical Philosophy, Critical Sociology , etc.)?

Al principio pensamos que HM podría ser un newsletter , centrado en Gran Bretaña. Sin embargo, nos pusimos de acuerdo en que sería interesante desarrollar un Comité Editorial consultivo compuesto por los pensadores marxistas más influyentes, para dar mayor legitimidad al proyecto. La respuesta fue tan entusiasta (muy pocos nos rechazaron su apoyo, entre ellos, para citar un caso anecdótico, Étienne Balibar) que el proyecto se transformó en algo más ambicioso, del newsletter inicial pasamos a una revista autoeditada. El contexto de cada uno de los miembros fundadores -con trayectorias que van desde el trotskismo heterodoxo (sobretodo del SWP o ex-SWP, y una ex-militante de Worker’s Power al inicio) y un grupo de doctorandos alemanes de Relaciones Internacionales con afinidades políticas marxistas pero sin ninguna experiencia militante organizada- nos condujo a definir unas fronteras inclusivas, internacionalistas y plurales: interdisciplinariedad, atención específica por las tradiciones no anglófonas, defensa flexible del «marxismo clásico» (inspirado en el modelo de Isaac Deutscher filtrado por Perry Anderson entre otros) pero sin abandonar el «marxismo occidental», rechazando a priori el tomar posiciones políticas colectivas pero abiertos tanto a las contribuciones marxistas académicas como a las militantes, con preferencia por la moderna producción teórica pero sin el deseo de Edipo de enterrar a las figuras marxistas más veteranas, etc.

Es significativo que, desde el principio, hayamos adoptado una política editorial muy exigente y al mismo tiempo preocupada en desarrollar una ética de trabajo igualitaria que suscite la implicación de todos los miembros del comité editorial: todos los artículos son leídos y discutidos por todos los miembros del comité -en lugar de segmentar entres subcategorías académicas- con la finalidad de que cada artículo sea comprensible para toda persona proveniente de otra disciplina o trayectoria, al menos desde el punto de vista de las claves teóricas importantes, no tanto de los detalles más técnicos. Este funcionamiento es algo de lo que nos enorgullecemos y creo que hemos sabido mantenerlo a pesar de las dificultades, superando las fases más agotadoras, las frustraciones y la importante renovación del comité editorial.

En referencia a la evolución del proyecto, nuestro análisis partía de la idea que la época del posmodernismo y postmarxismo quedaba atrás y era el momento para los marxistas de ser menos defensivos y más afirmativos en las esferas intelectuales y académicas -aunque, este análisis está lejos de ser compartido unánimamente por nuestros interlocutores. Aquellos entre nosotros que eran miembros del SWP tuvieron que sufrir una fuerte presión por parte de la dirección del partido para poner fin al proyecto -la revista era considerada, en aquel momento, como una manera sutil de «liquidar» la teoría revolucionaria- y, durante todo un periodo, fue definida como una especie de «caballo de Troya» de teorías «potencialmente dañinas» como el «marxismo político» de Robert Brenner, Ellen Meiksins Wood, etc. o del «marxismo académico», mientras que en otros círculos -principalmente en el marxismo universitario- HM era vista, por el contrario, como un «frente» trostkista de un tipo u otro. Frente a tales acusaciones, no podíamos hacer más que ignorarlas y continuar nuestra labor, incluso si algunos camaradas nos dejaron, ya sea porque habían adherido a una u otra posición respecto a la revista, o bien para poder consagrarse plenamente a sus carreras universitarias.

Como he dicho anteriormente, se trataba en su inicio de un periódico autoeditado, con todo lo que ello implica: edición, maquetación, relectura, envíos postales, gestión de las suscripciones. Pero dada la ausencia de una infraestructura material, y el hecho de que todos nuestros editores tomaban tiempo de su trabajo o de la elaboración de su tesis, todo esto era extenuante y no conseguíamos sacar más que dos números anuales (y particularmente un enorme doble número por el que fuimos igualmente condenados y admirados, sobre la teoría de la crisis y el largo estancamiento económico formulada por Robert Brenner). Las deudas con la imprenta y otros proveedores empezaron a acumularse y se hizo evidente que nuestro modelo no podía continuar. Tuvimos que empezar a buscar una editorial universitaria. Como teníamos una considerable lista de suscriptores individuales pero prácticamente ninguna institución abonada, no eramos, desgraciadamente, una inversión atractiva para las grandes editoriales como Palgrave, Sage o Taylor and Francis, y hubieramos podido fácilmente desaparecer como tantos otros proyectos similares (pienso en particular a la interesante revista Common Sense , publicada durante unos años por la corriente » Open Marxism » alrededor de John Holloway, Werner Bonefeld y Richard Gunn). Pero por suerte, la editorial Brill decidió ampliar su catálogo en ciencias sociales y estuvo de acuerdo en ocuparse de nuestra frágil revista que, a partir del número 10, se hizo trimestral. Sin embargo, hace falta subrayar que, a diferencia de otras publicaciones más sólidas, nosotros no recibimos cuantiosos ingresos de nuestra editorial, ni tenemos infraestructura material puesta a nuestra disposición -no tenemos despachos, ni salas de reunión, ni almacén de stocks, ni nadie de nosotros está remunerado.

HM se despliega bajo múltiples formas: revista teórica, conferencias internacionales, colección de publicaciones. ¿Nacieron estas propuestas al mismo tiempo, como se desarrollaron?

Empezamos a pr omover las conferencias hace diez años, como el conjunto del proyecto de HM, de manera voluntarista, completamente despreocupada e imprudente -una apuesta, si prefieren. Nos dimos cuenta, cada vez más, que gracias a nuestra perseverancia y a la nueva composición del comité editorial, ocupamos un espacio único en la escena marxista anglófona, en la intersección entre disciplinas, experiencias académicas y militantes y entre tradiciones muy diversas (trotskismo heterodoxo, marxismo político, ciertas lecturas del operaismo, de Althusser, Benjamin, Gramsci, etc.). Por otro lado, nos dimos cuenta que la propuesta suscitaba interés más allá del mundo anglófono (Peter Thomas jugó un rol muy importante en este proceso, por ejemplo consolidando o llevando a cabo contactos y colaboraciones en Alemania e Italia, con la posterior contribución también muy apreciada de Alberto Toscano y otros – Francia, por el contrario, ha sido siempre, por diferentes razones, un territorio mucho más difícil para nosotros). También fuimos bastante lúcidos constatando que el ritmo lento de una revista trimestral no era suficiente para «acelerar» los contactos, debates y discusiones que queríamos poner sobre la mesa. Más aun, existía un «vacío» en el mercado de congresos marxistas en el mundo anglófono: Rethinking Marxism era una conferencia internacional importante, pero tenía lugar cada tres años y en el campus de Amherst en pleno Massachussetts -es decir, perdido en el culo de Estados Unidos. El SWP inglés organizaba su importante Marxism cada año, pero se trataba claramente de una propuesta militante, centrada en gran medida en el reclutamiento. Capital and Class dejó de organizar su conferencia, mientras que las conferencias vinculadas a Critique y Radical Philosophy eran promovidas por ameteurs apasionados de las dos revistas.

Pensamos entonces que valía la pena organizar una conferencia propia de HM en el centro de Londres, pero con la sola condición de romper con todas las reglas del arte de organizar congresos académicos: hacerlo sin presupuesto alguno, con un equipo de voluntarios, con un reducido gasto de alquiler de salas, hospedaje y desplazamiento de los ponentes y teniendo el control del programa -evitando así el peligro de convertirse en una simple fachada o excusa, a la manera del Left Forum de Nueva York, totalmente ocupado por talleres autogestionados por grupúsculos o revistas de la izquierda radical. Pensamos básicamente en los términos del refrán ingles: build it and they will come. I para satisfacción nuestra, funcionó.

La conferencia se ha convertido en un evento importante entre la izquierda intelectual anglófona (en adelante en colaboración con los encuentros anuales de lanzamiento del Socialist Register -revista fundada en 1964 por E.P. Thompson, John Savill y Ralph Miliband- y con el prestigioso Isaac and Tamara Deutscher Memorial Prize Lecture).

¿Por qué escogieron el término Materialismo Histórico? En el contexto francés, esta apelación puede parecer ortodoxa. Sin embargo, tenemos la impresión que HM desarrolla por diversas vías un enfoque más bien «abierto» de la teoría marxista. ¿Puedes recordarnos algo sobre esta obertura de miras, especialmente sobre las temáticas, las corrientes, los autores y actrices, que esta actitud abierta ha permitido (o intentado) hacer emerger?

Como dije anteriormente, la revista surge en un extraño periodo de transición, entre el largo invierno postmarxista y la primavera precoz de la teoría marxista, hoy delante de nuestros ojos. En este largo intervalo de derrota e hibernación, el marxismo anglófono encontró diferentes estrategias de supervivencia: las dos posturas extremas fueron o el atrincherarse en una forma defensiva de «Maginot-marxismo», o la mutación hacia un discurso excesivamente abstracto, frío y académico, explícitamente desconectado de todo movimiento social y político (a la manera del «No Bullshit Marxism Group» de los llamados «marxistas analíticos»). Sin embargo, existía una tercera vía, seguida por muchos, consistente en dar al marxismo un «nuevo look», dándole una nueva etiqueta conservando sus conceptos centrales, desconectado de toda asociación con el stalinismo o con los fracasos de la izquierda revolucionaria. A mi modo de ver, este fue el caso de muchas nuevas esferas de influencia teóricas como el «realismo crítico», las diferentes corrientes de la «geografía radical», el sector más materialista de los «estudios culturales» (adeptos al «materialismo cultural» derivado de Raymond Williams), etc. La izquierda radical puede burlarse del carácter «despolitizador» o «académico» de tales enfoques, pero estos han tenido la capacidad de conservar algunas plazas en el seno de la universidad y de desarrollar y debatir ideas que eran, en la mayoría de los casos, marxistas en el fondo.

Otra versión del mismo proceso se refiere a la inflación del término «materialismo histórico» o de «materialista histórico», a falta de «marxismo» o de «marxista». Esto se explica, probablemente en parte, como una respuesta al reto planteado por las corrientes neo-webberianas de la «sociología histórica» (Michael Mann, Anthony Giddens, John Hobson, entre otros), que empezaron a influir en terrenos tradicionalmente marxistas con otras herramientas conceptuales. Se trataba de defender la pertinencia y la actualidad del materialismo histórico en tanto que método de comprensión de las transiciones epocales o de la emergencia de fenómenos como la guerra, el capitalismo, la opresión de género. Era una manera de mantener una relación de intercambio con los neo-webberianos que, a diferencia de numerosos postmarxistas, estaban abiertos a la discusión, marcando la diferencia esencial del marxismo en relación con otras corrientes de las ciencias sociales. Fue al mismo tiempo una manera de participar en los debates intelectuales de primer nivel como marxistas sin ser inmediatamente obligados a pronunciarse y a discutir la herencia del «comunismo», el estatus revolucionario del proletariado, etc.

HM nació entonces en un clima donde el «materialismo histórico» había incluso conseguido delimitar su propio espacio y aparecer como un interlocutor legítimo en una disciplina tan cerrada como las Relaciones Internacionales. Desde el punto de vista de la filiación político-teórica heteróclita de los fundadores de la revista -muchos entre ellos eran bastante reacios a asumir la herencia de la revolución rusa, etc.-, esta etiqueta ha servido para aglutinar. Sin embargo, la inquietud ante la posibilidad que la especificidad marxista de la revista quedara diluida nos llevó a comprometernos bajo el subtítulo «Research in Critical Marxist Theory«.

En general, no me desagrada este nombre -que evita horribles formulaciones más «tajantes»- pero es verdad que ha suscitado el rechazo de algunos compañeros que lo han asociado de entrada a lo que E.P. Thompson llamaba el «materialismo histérico y diabólico» de la doxa stalinista.

Sobre el tema de nuestra «obertura». Desde el principio, nos hemos situado entre el rechazo in toto de la herencia del marxismo «histórico» («clásico», «occidental», «revolucionario», etc.) en nombre de una concepción «libertaria» del marxismo (o, como dicen algunos, bajo el pretexto que ese marxismo clásico no tenga interés), y la tentativa de decidir quién es «verdaderamente» marxista y quién no. Hemos rechazado al mismo tiempo los eufemismos y los juicios ex cathedra justificados con una serie de citas sacadas de los textos sagrados. Para poder mantenerse pendiendo de ese hilo, tomamos la decisión desde el principio de no ser una revista con una «línea» -no tenemos una posición editorial colectiva sobre cuestiones políticas- y utilizamos nuestra autodefinición para trazar líneas de demarcación (gente que se describe explícitamente como marxista o que trabaja con conceptos marxistas). Si no hubiéramos tomado estas decisiones, hubiéramos atravesado interminables fases de polarización y de escisiones. (Personalmente, me satisface la fórmula de Daniel Bensaïd, un «dogmatismo abierto», pero no estoy seguro que todos los miembros del comité editorial tengan la misma opinión).

Al principio, teníamos una fuerte influencia del «marxismo político», pero esta era equilibrada con una versión «trostkista» del marxismo clásico y por ciertos autores de las grandes líneas marcadas por los debates en el seno de Capital and Class en los años 1970, a menudo influenciados por las discusiones sobre la forma-valor: Chris Arthur, Simone Clarke, John Holloway, Werner Bonefeld, etc. Otros estaban muy interesados por la economía política de John Weeks, Anwar Shaikh, Alfredo Saad-Filho, etc. Otras influencias han integrado la revista con el tiempo: el operaísmo y postoperaísmo, el althusserismo, posiciones gramscianas, etc. También intentamos -aunque sin gran éxito- establecer lazos orgánicos con corrientes de pensamiento marxista en Francia y Alemania (si bien participamos activamente en el diccionario histórico-crítico del marxismo, constituido por un equipo en gran parte proveniente de Das Argument ). Hemos tenido más éxito en Italia, pero los marxismos iberoamericanos están prácticamente ausentes en nuestras páginas, igual que los debates coreano y japonés, excepto lo que nos llega por parte de investigadores anglófonos como Gavin Walker, Elena Lange y otros. Hicimos tentativa explícita de publicar autores negro-africanos en nuestro número especial sobre África, sin gran éxito, e intentamos ir también en la misma dirección respecto a Oriente Medio.

Respecto a los temas que hemos tratado, se puede echar un vistazo a nuestro archivo para hacerse una idea de su extensión: desde cuestiones clásicas como el imperialismo o la teoría de las crisis hasta la relación entre fantasy , historia del arte y marxismo. Hemos combatido la tendencia a sobrerrepresentar la crítica de la economía política y la filosofía variando contenidos y autores y abriéndonos lo máximo posible, pero se trata de un proceso que siempre hay que reconducir. Hemos tenido también actos, seminarios y números especiales sobre ciertas obras o temas (Brenner, Holloway, Postone, Wood, Harvey, Banaji, Arthur, la fantasy , África, etc.). Estos números especiales generan menor interés entre algunos miembros del comité editorial y algunos lectores, pero personalmente creo que son de una gran calidad y que han sido muy útiles para dar pie a debates rigurosos que pocas revistas académicas han sabido poner sobre la mesa más allá de las típicas recensiones.

Hace falta añadir a todo esto que somos perfectamente conscientes de llevar a cabo nuestro proyecto sobre la base de una ilusión (necesaria) según la cual nuestros lectores y lectoras son en su conjunto hombres y mujeres moldeados en la tradición de las humanidades clásicas, preparados para enfrentarse a artículos sobre cualquier cuestión posible y que leen la revista, como nosotros, de la primera a la última página. Evidentemente, es inútil recordarnos que no pocos camaradas están en realidad corrompidos por el cretinismo disciplinario y que el SAMG (Síndrome de Autismo Marxista Generalizado) ha contaminado nuestro medio. También estamos al corriente del carácter cada vez más anticuado de la lectura de una revista en papel recibida físicamente en el buzón -antes que de saltar de un artículo a otro en Internet- y del hecho que muchos jóvenes camaradas consideran como un derecho humano inalienable el acceso gratuito e inmediato a toda producción intelectual (echando así, en una sociedad pre-comunista, a todos los profesionales como editores, maquetadores, correctores y traductores a las filas del ejército industrial de reserva…). Pero prefiero ignorar todo ello ingenuamente para conservar la ilusión que si yo tengo interés por todos los temas y disciplinas en una perspectiva marxista y si yo sigo ligado al formato papel, a publicaciones físicas, a leer de la primera a la última página, entonces todo el mundo debería pensar igual, no?

¿Como funciona el aspecto económico y financiero de HM ?

En cierto modo, podríamos describir «la economía de HM» a través de la visión naíf de la «fase superior del comunismo»: una sociedad sin institución y sin dinero, basada en la igualdad total, la ausencia de jerarquía formal y una superación de la división del trabajo! (Incluso intentamos una vez, de manera algo pomposa, teorizar el «modo de producción comunista de una revista teórica»). Sin embargo, como os podéis imaginar, la situación está lejos de ser idílica.

HM exige una cantidad de trabajo gigantesca: sólo para la revista necesitamos diez largas reuniones, muy largas, cada año, 100.000 palabras a leer todos los meses, contactar autores y ponentes, planificar agendas, tratar cientos de mails de la lista de editores todos los meses, gestionar cuestiones «comerciales». Todo ello a parte de la organización de la conferencia y la colección de obras que continua creciendo. Y este trabajo es realizado sin ingresos regulares, estables (a parte de una pequeña suma por cada número pagada al editor profesional -una medida relativamente reciente), sin remuneración, sin oficina (ni siquiera un armario!), sin estatus, sin editores externos remunerados (aunque nos gustaría ir en esa dirección), nada más que trabajo militante. La misma situación desde el inicio, sin aportación de capital inicial para la revista. Os podéis imaginar la cantidad de deudas acumuladas cuando publicábamos en auto-edición.

Esta primera fase de auto-edición tenía su encanto, pero dejó de ser viable y tuvimos que ir en busca de un editor comercial para liberarnos de ciertas responsabilidades. Como probablemente sabéis, la edición de revistas científicas es un enorme mercado y muy rentable en el mundo anglófono -en gran parte gracias al mercado de bibliotecas universitarias en EEUU y otros países. Este mercado está fuertemente dominado por enormes multinacionales como Sage, Palgrave y Taylor and Francis. Muy pocas revistas de izquierda radical -pienso en Radical Philosophy , la New Left Review , el Socialist Register y la Monthly Review – han sabido mantenerse independientes, mientras que Capital and Class , Rethinking Marxism , Review of Radical Politica Economy, Critique, Science and Society , etc. han sido recientemente compradas. Estas revistas por el contrario han sabido acumular una masa crítica de abonados institucionales durante sus veinte o treinta años de existencia -lo que las ha hecho atractivas para los editores académicos. En nuestro caso, en cambio, teníamos muy pocos abonados institucionales en relación a los abonados individuales, por lo que tuvimos que cambiar nuestro enfoque antes de encontrarnos con Brill.

Brill nos impone una serie de restricciones, es cierto, y no recibimos los miles de libras por publicación que reciben otras revistas. En cambio, la contrapartida es que son muy flexibles e indulgentes con nosotros -en la medida en que no están totalmente subordinados al modelo de firma multinacional- y nos autorizan a publicar todo lo que queramos, sea cual sea la dimensión y el grado de esoterismo y de rareza de nuestra colección de libros, algo que hace que sea un espació precioso a día de hoy. Y como sabéis, gracias al paperback (a precios accesibles) que aparecen automáticamente al cabo de un año en Haymarket Books , hemos conseguido evitar los peores aspectos de una edición centrada únicamente en el mercado de bibliotecas académicas.

¿Puedes darnos una idea de la cantidad de abonados a la revista, el número de títulos publicados en la colección, los participantes de las últimas conferencias?

Actualmente, las suscripciones son una especie de caja negra para nosotros. Cuando empezamos a ser editados por Brill teníamos 800 suscriptores individuales y prácticamente ninguna institución abonada, ahora sabemos que esa relación se ha invertido desde entonces. Muchas bibliotecas se abonan a revistas por «paquetes» o cestas de compra de «conglomerados», en el momento en que hay abonados que pasan directamente por Brill, es difícil saber con precisión cuantas instituciones están subscritas. Lo que sí sabemos, es que debemos ampliar nuestra base de subscriptores individuales (por cierto, ¿os habéis suscrito a nuestra oferta especial a precio reducido? Sí, vosotros!) y que tenemos decenas de miles de descargas de nuestros artículos cada año.

Como pueden ver en la página de nuestra colección, el número de títulos crece constantemente -pronto habremos publicado unas cien obras. Publicaremos al menos veinte nuevos libros en 2014, y esta cifra aumentará en 2015 y 2016.

Las jornadas también están en expansión constante, de una audiencia de unos cientos de personas en sus inicios a más de 900 personas el último año, algo que supone grandes problemas logísticos. Los otros congresos (Toronto, Nueva York, Delhi, Sydney, etc.) atraen entre 300 y 500 personas.

Más generalmente, ¿cual es la tipología (social, política) de los participantes?

Socialmente hablando, las personas que participan de una manera u otra en las conferencias son en su mayoría universitarios, doctorandos o estudiantes pre-doctorales -las proporciones de jóvenes en relación a los séniors y de mujeres en relación a los hombres siguen progresando. El arraigo universitario no se debería sobrestimar en la medida en que encontramos también militantes y otros perfiles no académicos, sindicalistas por ejemplo, pero seria falso no admitir que existe un punto de gravedad centrado en la comunidad académica. Sin embargo, la inclinación francesa a imaginar la esfera académica anglosajona integralmente bajo el modelo del campus americano encerrada en su burbuja, totalmente desconectada de los movimientos sociales, es en parte errónea para el caso británico. Muchos de los estudiantes que vienen a los congresos de HM están de una manera u otra directamente afectados por la liberalización y la flexibilización del mercado de trabajo y están mucho más implicados en los minoritarios movimientos sociales (estudiantiles o no) que han nacido en Gran Bretaña estos últimos años. Por otro lado, como se puede esperar de un encuentro en Londres, la composición del auditorio es bastante cosmopolita, y existen sustanciales delegaciones provenientes de otras partes del mundo -como los Balcanes, Turquía, etc.- que refuerzan el carácter heterogéneo.

Hace falta añadir que HM nunca ha imaginado ser otra cosa que una revista de intervención en la batalla ideológica a través del prisma universitario -dejamos a otros la vocación más «política», sea ya real o imaginaria (siendo esta última la más frecuente).

¿Que impacto ha tenido para ti HM, en un sentido amplio, en el debate teórico y político?

En el terreno estrictamente político, creo que nuestro impacto ha sido más bien nulo, pero este no es el terreno en el que buscamos intervenir y, en todo caso, el campo político de la izquierda radical en el mundo anglosajón se encuentra en una profunda crisis. Esperar tener algún tipo de influencia sería en vano.

En el terreno teórico estoy convencido, aunque probablemente corresponda a otros juzgarlo, 1) haber contribuido a que el marxismo sea «sexy», en toda su variedad, a los ojos de las jóvenes generaciones y 2) encarar la superación de la vieja guerra de trincheras entre los marxistas académicos y los militantes o entre las diferentes tradiciones teóricas, especialmente a través de los congresos. Es evidente que no es más que un comienzo y hay mucho trabajo por hacer para (re)crear un espacio público internacional de la teoría marxista, pero el simple hecho de haber constituido y mantenido nuestro espacio, con relativamente pocas crisis y tensiones, es en si mismo una victoria que no hubiéramos imaginado en 1997.

El próximo congreso de Historical Materialism tendrá lugar del 6 al 9 de noviembre de 2014 en Londres .

Fuente: http://marxismocritico.com/2014/06/06/historical-materialism-un-espacio-de-investigacion/