CronopiandoCronopiando En cualquier momento las volutas de humo localizarían el objetivo y arrojarían sus párrafos sobre la mejor sonrisa de la última princesa. La agraciada duquesa, luciendo su más recatado escote, compartía respingos al concluir el pase de modelos de la mano del prolífico escritor con quien, se dice, comparte obsequios y alcobas. Por suerte […]
En cualquier momento las volutas de humo localizarían el objetivo y arrojarían sus párrafos sobre la mejor sonrisa de la última princesa.
La agraciada duquesa, luciendo su más recatado escote, compartía respingos al concluir el pase de modelos de la mano del prolífico escritor con quien, se dice, comparte obsequios y alcobas. Por suerte que, en la inauguración de las nuevas instalaciones no coincidieron las dos esposas del ejemplar padre y amantísimo esposo, pero los titulares, una vez dejaron caer sus adjetivos, dieron paso fugaz a la crónica amable de la página siguiente en la que un caballero a plazo fijo intercambiaba elogios y estados financieros con una emperifollada crisálida en desuso.
Desde la inmunidad del cenicero, varias ráfagas verbales de pesado calibre amenazaron las desprovistas nalgas de otra festejada princesa, satisfecha de mostrar ante las cámaras su reciente embarazo, mientras la hija del popular de turno mostraba el modelito que usará en la boda del torero sobre las marmoladas escaleras de la casa de sus padres.
Y todo para que, dos páginas más adelante, pudiera el distinguido sortear hábilmente los cráteres abiertos por los tantos titulares, como si no tuviera más oficio que inaugurar sonrisas y celebrar abrazos.
Indiferente, el famoso cantante se contorsionaba en su nueva residencia de Los Angeles sin advertir los gritos de socorro del modisto, una página antes, censurando la nueva colección de su ex socio y amante. Y una y otra vez los allegados oficiales que arruinan el bautizo de la tonadillera en exclusiva publicada gratis, caso de que la top-model no se acabe divorciando.
¡Ah…! Y si no sabías como se cocinan los canelones a la marinera, ya no vas a poder alegar ignorancia. Es la suerte de vivir la era de la información.