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Homenaje a Iván Illich

Fuentes: La Jornada

El próximo 5 de diciembre se cumplirán 10 años del fallecimiento de Iván Illich, teólogo, historiador y filósofo, respetuoso de las metodologías de cada una de estas disciplinas, quien desde la matriz fundamental cristiana generó un pensamiento holístico de validez universal, crítico y propositivo sobre la cultura moderna, sus instituciones y sistemas. Con tal motivo, […]

El próximo 5 de diciembre se cumplirán 10 años del fallecimiento de Iván Illich, teólogo, historiador y filósofo, respetuoso de las metodologías de cada una de estas disciplinas, quien desde la matriz fundamental cristiana generó un pensamiento holístico de validez universal, crítico y propositivo sobre la cultura moderna, sus instituciones y sistemas. Con tal motivo, del 30 de noviembre al 5 de diciembre tendrá lugar en Cuernavaca un coloquio internacional, con el propósito de elucidar la vigencia del concepto de la convivialidad, que según Illich pertenece a la era instrumental y tecnológica, en la era de fierro de los sistemas en la que nos encontramos.

Había nacido en 1926 en Viena, en el seno de una familia con antecedentes judíos, dálmatas y católicos, por lo que en 1941 tuvo que huir a Italia, pues se le consideraba medio judío. Sus amigos lo califican como un hombre afable y sarcástico, de mirada penetrante y cariñosa, a la vez inflexible y dotado para la amistad. Estudió histología y cristalografía en la Universidad de Florencia, y filosofía y teología en la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma.

Como sacerdote incardinado a la arquidiócesis de Nueva York, en 1956 fue nombrado vicerrector de la Universidad Católica de Ponce, en Puerto Rico, y con la autorización y el respaldo de don Sergio Méndez Arceo fundó en 1960 el Centro Intercultural de Documentación (Cidoc), con el original propósito de capacitar críticamente a los sacerdotes, religiosas y laicos de Estados Unidos, Canadá y Europa que habían decidido responder al llamado de Juan XXIII para hacerse presentes en la evangelización de América Latina, y en el que se involucraron múltiples intelectuales de reconocido prestigio, que en pocos años realizaron numerosas publicaciones en ciencias humanas, filosofía, teología y pastoral.

El 14 de enero de 1969 renunció definitivamente al ejercicio del ministerio sacerdotal, luego de que de manera autoritaria, artificiosa e incomprensiva el Cidoc desde dos años antes había sido puesto bajo sospecha por algunas autoridades del Vaticano, por presiones de los sectores más reaccionarios de la Iglesia. Alrededor de 1973 el Cidoc cerró definitivamente sus cursos, y su acervo documental y bibliográfico fue entregado posteriormente a El Colegio de México.

De conformidad con algunos de sus más íntimos amigos y cercanos interlocutores, se distinguen grosso modo en la carrera del escritor Iván Illich dos periodos: aquel que él mismo llamaba de sus «panfletos», el de los escritos que lo hicieron más célebre; y el de los estudios más profundos, a partir de conversaciones entre amigos estudiosos e inteligentes. Antes se extiende la época de los estudios eclesiológicos de un creyente que ve la historia de la Iglesia como la del cuerpo de Cristo, con todo lo que ello tendría que implicar en concreto para la cultura occidental.

A principios de los años 70 el Club de Roma divulgó la idea de que más allá de ciertos límites una industria basada en la producción de bienes materiales no puede más que destruir la naturaleza, y sugería que la economía debía ser reorientada hacia la producción de servicios no materiales, supuestamente no contaminantes. Desde Cuernavaca Illich elevó su voz para advertir que más allá de ciertos umbrales la producción de servicios sería aún más destructora de la cultura que la producción de mercancías de la naturaleza. Para demostrarlo publicó desde 1970 libros que cuestionaban al parejo «certidumbres compartidas» por ideologías de izquierda o derecha opuestas. Para ilustrar su tesis, Illich escribió sucesivamente Una sociedad desescolarizada, Energía y equidad y Némesis médica, la expropiación de la salud, críticas de la «contraproductividad» de las mayores agencias prestadoras de servicios industriales, en las que señala la expropiación del saber por las instituciones educativas, del espacio y tiempo vital por los medios de transporte, y de la salud por los médicos y hospitales, hoy en día evolucionados en sistemas. Aunque según los especialistas no se debe calificar primeramente a Illich como un crítico social, a muchos seduce su crítica de la construcción de la realidad por el poder, sea éste científico, administrativo o periodístico.

A partir de 1976 Illich se volvió, en sus palabras, un «filósofo itinerante», e impartió cátedra en la Universidad de Bremen y en la Universidad Estatal de Penn. Como escribió después de su fallecimiento Jean Robert, sus libros, artículos y conferencias abordan sucesivamente en este segundo periodo «el ‘género vernáculo’ (en tanto que dualidad antitética del ‘sexo económico’), la ‘arqueología de las certezas modernas’ (los eslóganes con los que se construye la representación social de la realidad), el análisis de lo que ‘dice la tecnología’, a diferencia de ‘lo que hace’, la transición de la era de las ‘profesiones dominantes’ a la de la tiranía de los ‘sistemas’, la ‘historia del cuerpo’, la de la ‘materia’ (en memoria de Gaston Bachelard), la de las ‘percepciones’ en general y de la mirada en particular, la historia de la ‘hospitalidad’ y la de la amistad, el estudio del sentido de la justa medida o ‘proporcinalidad’, la visión del presente en el ‘espejo del pasado’, la ‘desaparición del suelo’ bajo los pies».