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¿Hora del relevo?

Fuentes: Rebelión

No hay que estar situado en el mismo segmento del espectro político, ideológico, para coincidir: el mundo podría hallarse ya en otro punto de inflexión de una historia en que toda potencia experimenta el ciclo de nacimiento, florecer, decadencia y caída, sin que a la postre atine a retener por el faldón a la emergente, […]

No hay que estar situado en el mismo segmento del espectro político, ideológico, para coincidir: el mundo podría hallarse ya en otro punto de inflexión de una historia en que toda potencia experimenta el ciclo de nacimiento, florecer, decadencia y caída, sin que a la postre atine a retener por el faldón a la emergente, también anhelosa de entronizarse por los siglos de los siglos. 

Ante esta harto probada carrera de relevos, gurúes como Paul Craig Roberts advierten que «si la deslocalización de la economía continúa, EE.UU. se convertirá en una economía tercermundista en menos de 20 años». Y no es para menos. Los ciudadanos han visto difuminarse unos 148 mil empleos solo en septiembre último, y el ascenso de la tasa de paro a 7,2 por ciento (según entendidos, alrededor de 21 por ciento si se toma en cuenta a todos los que carecen de trabajo), mientras las estadísticas reflejan que, en su mayor parte, las plazas creadas son pequeñas, temporales y mal pagadas.

Para mayor inri, «dado que el mundo se deshace del dólar como medio de pago de las transacciones internacionales y la Reserva Federal imprime cada vez más billetes, la velocidad a la que los poseedores de activos en dólares van a vender estos últimos se va acelerar», vaticina Craig. Más aún: «El declive del valor del dólar y la inflación doméstica que resulta de ello obligarán a la Reserva Federal a detener la impresión de billetes. ¿Quién cubrirá entonces el agujero abierto entre los ingresos y los gastos? La respuesta más que probable es que los fondos de pensiones y todo aquello a lo que Washington pueda meter mano, lo cual empeorará el nivel de vida.»

A estas alturas del análisis, aceptemos que en el planeta cunde la preocupación por la divisa de marras, o, lo que es igual, «por el devenir de la economía estadounidense», en la traducción más concreta, multidimensional, del marxista Julio C. Gambina. Recordemos con él que en octubre, al comienzo del nuevo año fiscal gringo, una enconada disputa política demoró la aprobación del presupuesto, lo que derivó en el cierre de oficinas y ámbitos del Gobierno, con la consiguiente expedición de 800 mil licencias anticipadas.

El luego materializado visto bueno, en vigor hasta diciembre, representa «algo así como tirar la pelota hacia adelante». No se resolvió la cuestión central del gravísimo déficit fiscal, que promedia 1,5 billones de dólares al año desde hace cuatro períodos. Si bien se autoriza un nuevo techo para el endeudamiento público, del orden de los 23 billones de dólares, desde los actuales 16,7 billones, no se modifican las causas de la necesidad del débito: el gasto militar y una política exterior e interior, avalada por tirios y troyanos, republicanos y demócratas, que promueve «la intervención con cuantioso gasto estatal para asegurar los intereses estratégicos» de la Unión.

«Eso se logra -añade Gambina- con la confianza del resto del mundo, que destina sus propios recursos a inversiones en activos externos de origen estadounidense, especialmente en los bonos del tesoro, que aun pagando poco son fuente segura de inversión.» En definitiva, el planeta financia al Tío Sam, se encrespa el pensador argentino, conforme al que «resulta increíble la confianza en la seguridad de un país que está en quiebra, que gasta más de lo que recauda, que compra más de lo que vende y que le cuesta sostener el dólar como moneda mundial, para lo cual acude al apoyo de las armas y la militarización, tanto como a la credibilidad de inversores capitalistas» de todo el orbe, «entre ellos varios países que colocan sus reservas internacionales en esos activos».

Así que la potencia hegemónica se mantiene porque el resto de las naciones demanda su billete. Pero ¿por cuánto tiempo? ¿Acaso la incertidumbre provocada por la suspensión parcial de la Administración no ha contribuido a la popularidad del yuan entre los comerciantes de los cuatro recodos de la Tierra? Según el Banco Popular de China, la liquidación en el extranjero del también llamado renmimbi rondaba los 3,16 mil billones (unos 515 mil millones de dólares) en los tres primeros trimestres del 2013, con lo que se sobrepasó en 50 por ciento los índices de igual lapso del 2012. No en vano en el último decenio al gigante se le ha quintuplicado el producto interno bruto, hoy calculado en la friolera de 12 billones 400 mil millones dólares, frente a los 15 billones 600 mil millones de los Estados Unidos.

Precisamente por señales como estas no hay que pertenecer al mismo bando para convenir en que los corredores se aproximan, casi se tocan, ¿se relevan?, empeñados en la indefectible carrera del nacimiento, el florecer, la decadencia de las potencias.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.