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Entrevista a Javier Couso, activista social y hermano de José Couso, el periodista asesinado por EEUU en Iraq

«Hoy en día, el estado nacional soberano es el elemento a batir por los poderes supranacionales»

Fuentes: Rebelión

Últimamente se ve con frecuencia a Javier Couso con su cámara al hombro, cubriendo las importantes movilizaciones ciudadanas de estos días y algunos de los actos públicos más relevantes de la izquierda española. Parece estar siguiendo los pasos de su hermano, el camarógrafo que trabajaba para Telecinco y que fue eliminado por EEUU como un […]

Últimamente se ve con frecuencia a Javier Couso con su cámara al hombro, cubriendo las importantes movilizaciones ciudadanas de estos días y algunos de los actos públicos más relevantes de la izquierda española. Parece estar siguiendo los pasos de su hermano, el camarógrafo que trabajaba para Telecinco y que fue eliminado por EEUU como un enemigo más del invasor el ocho de abril de 2003 en el hotel Palestina de Bagdad. Javier se ha convertido en un experto en derecho internacional y libertad de prensa, y ahora trata de ejercerla por su cuenta al tiempo que no renuncia a su fuerte compromiso social como activista de la izquierda.

El último auto del juez Pedraz decretando el procesamiento de los tres militares directamente implicados en el asesinato de tu hermano, e imputando a instancias más altas de la cadena de mando estadounidense, muestra al mismo tiempo la importancia y las limitaciones del derecho en el mundo capitalista actual. Desde la perspectiva de la lucha que os ha llevado hasta aquí, ¿cómo valoras este último movimiento de la causa?

Para nosotros es un gran triunfo. Se procesa a los tres presuntos autores y se imputa a los dos jefes de la III División de Infantería Acorazada de los EEUU. Si nos remitimos a los cables de Wikileaks, el procesamiento era algo que el gobierno de Estados Unidos trataba de evitar a toda costa. El auto del juez es demoledor para la imagen de ese país, pues concluye que hay indicios de que fue un ataque planificado para aterrorizar a los periodistas e impedir su trabajo. Además pide una fianza millonaria para garantizar la responsabilidad civil, algo que nos abre nuevas posibilidades de actuación.

Las limitaciones son evidentes, somos una familia contra el país más poderoso del mundo, que además no respeta ningún convenio internacional cuando no va en su favor. Las órdenes de búsqueda y captura son un buen ejemplo de ello. Al no poder archivar el caso y ante la emisión de estas, EEUU consigue que por primera vez en la historia INTERPOL desobedezca a un juez. Esto nos enseña el poderío al cambiar los estatutos de INTERPOL y a la vez el nerviosismo que les causa que las órdenes estén vigentes, ya que es posible revertir esta situación y que los criminales vuelvan a estar buscados en todo el mundo y no solo en el espacio judicial europeo.

Cosas tangibles y reales son: que hay un proceso abierto, inédito en el mundo, contra suboficiales, oficiales y jefes del ejército estadounidense por un crimen de guerra, los cuales no pueden viajar libremente por el mundo por miedo a ser detenidos (como le pasó a Pinochet); que el Tribunal Supremo español se ha pronunciado por dos veces sobre Derecho Internacional Humanitario; que se ha realizado una comisión judicial desplazada a un segundo país para investigar los crímenes de un tercero y que por todo esto, la batalla moral la hemos ganado ya. En medio mundo se sabe que un día del año 2003, Estados Unidos, que se presenta como garante de la «Libertad de Información», acabó con toda libertad para informar en Bagdad asesinando a tres periodistas.

 

Me consta que para ti en particular, estos años de brega por la justicia en el caso del asesinato de tu hermano han sido de aprendizaje profundo y renovación del compromiso político. ¿Cómo alguien de formación libertaria se convierte en abanderado de conceptos como el derecho o la soberanía nacional?

Es un proceso lento, pero me doy cuenta en primer lugar de que el Derecho Internacional Humanitario es uno de los pocos agarraderos que tenemos los familiares de los que han sido víctimas de un crimen de guerra, para poder enfrentarnos a una superpotencia como EEUU, pues aunque sea en teoría, esos convenios y tratados firmados vinculan de manera real tanto a este país como a los tribunales nacionales y nos permiten, por tanto, desarrollar una pelea real que cosecha grandes triunfos en el ámbito del Derecho y de la trascendencia informativa.

Al mismo tiempo, voy observando cómo los poderes imperiales y financieros buscan con frenesí la limitación o anulación de la soberanía nacional porque un estado soberano puede decir no a cualquiera de sus requerimientos de sometimiento. Hoy en día, el estado nacional soberano es el elemento a batir por los poderes supranacionales, que sirven a intereses financieros mundializados y que pretenden su extinción por medio de la globalización o el llamado «fin de la historia». Aún recuerdo en los años noventa, la lucha para tumbar el AMI (Acuerdo Multilateral de Inversiones), que ponía cualquier reclamación de una multinacional en materia de negocios por encima de cualquier legislación nacional. Esa fue la primera vez que reflexioné sobre esta cuestión. Más tarde, y en el marco de la lucha contra la impunidad, pude conocer los procesos de Cuba, Venezuela, Ecuador, Bolivia,… y cómo la soberanía y la independencia reposando sobre el Derecho Internacional son armas formidables frente a los enemigos de la humanidad y una garantía para poder intentar la gestión de los recursos naturales y el disfrute de estos por la totalidad de la población y no por una élite al servicio del expolio foráneo.

La puntilla fue comprobar la existencia de una corriente de pensamiento financiada y divulgada por grandes financieros que habla de la superación de los estados nación y su sustitución por un gobierno mundial de «expertos», algo que puede parecer inofensivo y hasta progresista, pero que esconde el peor de los escenarios.

Toda esta reflexión es más compleja y me resulta muy difícil explicarla en pocas palabras, pero en resumen puedo decir que en este momento de la historia es crucial defender un mundo multipolar que pivote sobre naciones soberanas cuya relación esté determinada por los principios del derecho internacional. Solo en ese marco es posible desarrollar políticas nacionales soberanas tanto en el aspecto nacional como en el de la justicia social.

Por los papeles de Wikileaks, los Hermanos, Amigos y Compañeros de José Couso (HAC) habéis tomado conciencia de hasta qué punto el caso de este crimen de guerra toca fibras muy sensibles del orden imperial. ¿Cuáles? ¿Por qué?

Aunque está apuntado en la primera pregunta, afecta sobre todo al resquebrajamiento de una impunidad basada en su aceptación por la población como algo normal, debido al convencimiento emanado de los medios de comunicación; y basada también en la sumisión del poder ejecutivo y la inacción del poder judicial. Que haya una familia que no acepte el trágala del asesinato de un familiar, se movilice y que en esta lucha les acompañe la opinión pública es lo que motiva que varios magistrados y el Tribunal Supremo permitan un proceso que señala claramente y con pruebas a Estados Unidos como autor de crímenes de guerra contra periodistas.

Hay que entender que, aparte del músculo militar para ejercerlo en momentos puntuales, el poder reside en su asunción desde el convencimiento interno, y este caso cuestiona esos pilares, lo que, sumado a que España es un país OTAN, supone una grieta pequeñita en la impunidad militar que, si no es contenida, puede traer el desmoronamiento completo del estado de impunidad total.

 

Tu compromiso contra la impunidad te ha convertido en un activista muy presente y escuchado en muchos círculos sociales, no sólo de izquierda. En la tesitura actual y desde tu experiencia, ¿qué crees que debemos hacer en las próximas elecciones del 20 de noviembre?

Me hubiese gustado que la izquierda alternativa pudiese haber conformado un frente anticapitalista unido en torno a unos pocos puntos básicos: nacionalización de la banca, reversión de las privatizaciones, defensa de un estado social, nueva constituyente,… pero no ha sido posible. Creo que hay que votar a opciones de izquierda real para tener en el Parlamento voces que cuestionen este golpe de estado financiero.

Tengo claro que la hegemonía se cambia con la lucha en la calle y creando alternativas, pero en estos momentos de ataque total, no hay que dejar de utilizar todas las herramientas a nuestra disposición, sin olvidar que debemos trabajar sin desmayo por la unidad anticapitalista.

Tengo entendido que estás muy presente en algunas redes sociales de Internet. ¿Es importante lo que se hace ahí? ¿Para qué sirve, qué sentido tiene?

Participo en Facebook, Twitter y colaboro en el blog «Hablando República» (http://hablandorepublica.blogspot.com/), aparte de gestionar (bastante mal) la web del colectivo de Hermanos, Amigos y Compañeros de José Couso (http://josecouso.info/ ).

La mayoría (sobre todo Twitter) son fantásticas herramientas de difusión política que, además, rompen las barreras de contención que suponen los medios de (des)información tradicionales al eliminar los filtros previos. De hecho es algo que preocupa mucho a la élite gobernante: Hillary Clinton se refirió al control de Internet, Brzezinski habló en Canadá de cómo por primera vez activistas de todo el mundo tienen una visión común global y el propio Pentágono tiene un Comando del Ciberespacio dirigido por un General de cuatro estrellas. Que se toman en serio está brecha en el dominio de la información es un hecho y que debemos aprovechar este momento, antes del control total de la red, es una necesidad.

Evidentemente, no es la panacea, ni las cosas van a cambiar solo por el uso de Internet o de las nuevas tecnologías. Al igual que cuando hablaba del voto, las cosas cambian de verdad con la acción humana organizada en la calle y los trabajos. Pero obviar esta poderosa herramienta es una irresponsabilidad para cualquier activista. Tengo claro que la extensión y amplitud de las movilizaciones del 15-M o el principio de la agitación coordinada en Túnez o Egipto, tienen mucho que ver con el uso de las redes sociales. A la vez que nos muestran su capacidad, estos ejemplos nos demuestran su debilidad. Los cambios los hacen las personas en la vida real, no en el espectro cibernético.

Mi resumen sería: usemos las redes para difundir, discutir, reflexionar y, mientras se pueda, coordinarnos. Y un minuto después, luchemos las calles y los trabajos.