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Huelga en la mayor mina de cobre del mundo

Fuentes: Clarín (Buenos Aires)

Precios record y demanda en alza, pero los mineros no ven los beneficios


Una razón de la popularidad con que Ricardo Lagos dejó la presidencia de Chile, en marzo, fue el precio mundial récord del cobre, que ensanchó la economía trasandina. Pero el cobre benefició además, ya no con capital político sino contante y sonante, a la minería, desde la estatal Codelco, valuada en 26 mil millones de dólares, a los privados que operan en Chile. Sobre todo, al angloaustraliano BHP Billiton, dueño de la mayor mina de cobre del mundo, La Escondida. Los que la vieron pasar son sus trabajadores, que por eso están de huelga hace 20 días.

Es que en Chile, como en casi todos lados, anda rengo el reparto de la renta. Pese a que, en este caso, se trata de un recurso natural de los chilenos, y a que es uno de los países que más creció estos años. La Escondida ilustra el sofisma de «primero hay que crecer para después repartir».

Chile, a diferencia de sus vecinos, no rifó la gallina de los huevos de oro y desde que Eduardo Frei padre y sobre todo Salvador Allende nacionalizaron la minería, el Estado no privatizó su firma madre, Codelco. Ni el dictador Augusto Pinochet, menos por patriotismo que porque las FF.AA. retiran cada año de allí el 10% de sus ventas, lo que recién en 2006 está revisándose. Pero antes de irse, la dictadura «amarró» varias leyes de privilegio para su base de apoyo, y entre ellas coló la apertura del negocio al capital extranjero.

A la democracia le llevó 15 años poder cobrarle regalías al sector. Y La Escondida se opuso, por lo que tuvo conflictos con el entonces saliente gobierno de Lagos.

¿Qué pasa ahora?

Por la demanda mundial, en especial de China, con la que Chile firmó un tratado comercial, la explotación de cobre crece sin pausa. La Escondida saca en el desierto de Atacama, cerca de Antofagasta, 1,3 millones de toneladas anuales de cobre, más que países productores enteros, incluido EE.UU.

Un trabajo del economista Orlando Caputo, uno de los que más sigue al sector, y Graciela Galarce dice que gracias a los mejores precios, las ventas de la mina pasaron en dólares de 1.600 millones en 2003 a casi 8.200 millones este año, y las ganancias, de 731 millones a casi 6.900 millones en igual lapso. Según la revista América Economía, la empresa es la más rentable en Latinoamérica. Y para el diario El Mercurio, que no simpatiza con el Sindicato de La Escondida, la masa salarial es de 70 millones de dólares al año, menos de 1% de las ganancias del grupo BHP Billiton y sus socios.

Pero sus mineros ganan (en pesos chilenos) entre 540 y 1.400 dólares por mes, y no 4.700 dólares como dice la patronal en el actual conflicto al incluir, dicen Caputo y Galarce, sueldos de gerentes y ejecutivos, que van de 11.000 a más de 100.000 dólares.

Por eso, los mineros de La Escondida quieren ser oídos y están de paro. Pero no hay caso.

Al iniciar la huelga, pedían un ajuste salarial de 13%, luego bajaron a 10% y ahora, 8% más un bono. La Escondida ofrece 4% más un bono a la mitad del valor reclamado. Y el conflicto entra mañana en su cuarta semana sin mucho apuro para la firma, pues ya contrató a sustitutos y subcontratados aprovechando una normativa que lo permite.

Es que la ley laboral en Chile es una de las más «flexibilizadas» que existen, y explica las inversiones extranjeras allí. El gobierno de Michelle Bachelet prometió revisar los aspectos más premodernos de la legislación, así como intervenir en el conflicto para que acabe.

No será fácil en el actual modelo chileno. Como en otros recursos naturales, hay una demanda mundial creciente y salvaje. Y augura más problemas que soluciones, como los que podrían avecinarse en la frontera con Argentina, en San Juan, por el polémico proyecto binacional Pascua Lama. Lo explota la canadiense Barrick Gold y tiene en vilo a los ambientalistas del lugar: por la toxicidad y porque hasta proyecta mover glaciares para sacar el oro.