Abel Prieto es el ministro de Cultura de Cuba, pero su ámbito de pensamiento abarca la reflexión política y la mirada hacia América Latina, con especial interés en el desarrollo de los movimientos sociales, que emergen con fuerza contra la hegemonía del poder económico que se reinstala al amparo de los tratados de libre comercio […]
Abel Prieto es el ministro de Cultura de Cuba, pero su ámbito de pensamiento abarca la reflexión política y la mirada hacia América Latina, con especial interés en el desarrollo de los movimientos sociales, que emergen con fuerza contra la hegemonía del poder económico que se reinstala al amparo de los tratados de libre comercio impulsados desde el Norte.
La siguiente conversación con el ministro Abel Prieto -escritor y miembro del buró político del Partido Comunista de Cuba- se realizó durante el V Encuentro Hemisférico de Movimientos Sociales que Luchan contra el Alca, instancia de diálogo y confluencia de propuestas para la acción de la sociedad civil latinoamericana. Un encuentro que generó un torrente de planes e ideas acerca del presente y futuro del pensamiento y el accionar políticos.
Uno de los temas en este foro ha sido el poder concentrado de los medios de comunicación y éstos como instrumento ideológico del poder económico neoliberal. Se han planteado mecanismos de contrapeso, no obstante siguen siendo muy influyentes. ¿Cuál es su evaluación de este fenómeno?
«Es evidente que esta gran maquinaria mediática es poderosa, pero no es todopoderosa. Hay ejemplos recientes: los casos de Evo Morales y del golpe de Estado en Venezuela, y otros, en que los medios se han puesto al servicio de la derecha y han tratado de manipular situaciones. Sin embargo, en la gente ha habido un instinto, una conciencia, que ha impedido que triunfe la manipulación. Hay una frase que atribuyen a Lincoln y que expresa muy bien esto: ‘Se puede engañar a todo el pueblo parte del tiempo, o a parte del pueblo todo del tiempo, pero lo que no es posible es engañar a todo el pueblo todo el tiempo’.
Recuerdo la visita de Fidel a Bolivia, a principios de los 90. En Bolivia toda la cultura oficial, incluido el aparato educativo, celebraba el día de la muerte del Che como el día de la victoria sobre la invasión extranjera. Sin embargo, va Fidel a Bolivia y se desborda el afecto en una extraordinaria bienvenida. Es decir, toda esa manipulación que buscaba presentar a Cuba como el ‘invasor’ que desea provocar la subversión quedó de lado y la gente reaccionó con una enorme muestra de cariño. Eso testimonia que hay un instinto popular que por mucho que hagan los medios no pueden controlar. Y esto se ve muy claro en los actuales procesos que vive América Latina.
Otro caso lo hemos visto en Argentina. Después del decenio menemista, después de todo el aparato mediático que acompañó a ese gobierno -Argentina parte del primer mundo, Argentina socio estratégico de Estados Unidos, la orgía del consumo, el intento de provocar amnesia respecto de los crímenes de la dictadura-, desemboca en otra y muy distinta cultura política. La maquinaria de los medios no logró sus objetivos. Hoy hay un pensamiento humanista, de emancipación, en amplios sectores. La conciencia revolucionaria en este continente ha avanzado a contracorriente con respecto al mensaje unánime de los medios».
SOCIALISMO DEL SIGLO XXl
América Latina tras una década neoliberal vive un proceso de recomposición de sus fuerzas sociales y de Izquierda. Pero vive también una nueva ofensiva del poder económico, expresada en los acuerdos de libre comercio. ¿Cómo se resuelve esta tensión?
«Nos estamos enfrentando a un enemigo monstruoso, implacable, eficiente, que hasta se ha apropiado del lenguaje y lo ha adulterado a extremos insólitos. La palabra democracia sólo funciona cuando se trata de un gobierno que aplica las políticas neoliberales. Los procesos son democráticos cuando gana un candidato de la derecha o de una Izquierda que le hace el juego al modelo. Cuando aparece algo que no conviene al sistema, se le quita la etiqueta de democrático -como se le quitó a Chávez- y se le sataniza. La palabra libertad o expresiones como derechos humanos, forman parte de un sistema que se ha apropiado del lenguaje, que trabaja con estereotipos para que no florezca ninguna herejía en términos de pensamiento. Pero, al mismo tiempo, aparecen cosas positivas.
El derrumbe del llamado socialismo real, la desintegración de la URSS, la gran apología del fin de la historia y de las ideologías, la llegada a la meta, que era el reino del mercado, fue un gran golpe al pensamiento de Izquierda. El proceso a veces patético de repliegue de las ideas de Izquierda ya terminó. Creo que hoy las ideas de Izquierda están a la ofensiva. No sólo en los movimientos sociales, no sólo en procesos como el de Venezuela o el que parece abrirse en Bolivia, sino también en otros gobiernos de Izquierda que han triunfado en el continente. Se está hablando nuevamente de socialismo del siglo XXI. Se habla de un socialismo que no tenga la huella sectaria, dogmática, que tuvieron algunas experiencias socialistas. Se habla de un socialismo diferente en cada lugar, de un socialismo basado en la participación, antiburocrático. Hay ideas muy interesantes. Y también hay un pensamiento fuerte de denuncia en prácticamente todos los campos. Una denuncia fuerte al modelo neoliberal. El Alca, como gran proyecto de anexión, fracasó, aunque están intentado rescatar su espíritu a través de los tratados bilaterales. Pero el gran proyecto, lanzado en la Cumbre de Miami, fracasó como plan integral. Y fracasó por la conciencia de la gente, porque hay un pensamiento anti Alca muy claro, muy coherente y bien argumentado que se ha logrado extender».
Pero, ¿en qué pensamiento político está inspirado el movimiento social?
«Existe un pensamiento de denuncia, y también un pensamiento de propuesta, de referencia. Creo que hoy existe una intelectualidad de Izquierda no vinculada a los partidos tradicionales. Hay muchos marxistas, muchos leninistas, gente que no ha caído en la trampa de culpar a Lenin de lo que se hizo traicionando su pensamiento y sus principios. Pero hay también un pensamiento no marxista, que es sin duda un pensamiento revolucionario. Hay una relectura de las ideas de emancipación, como la que están haciendo en Venezuela de las ideas de justicia social de Bolívar, que han sido sistemáticamente ocultadas. O de Simón Rodríguez, el maestro de Bolívar, una especie de Rousseau venezolano. Si uno analiza el pensamiento pedagógico y social de Rodríguez, él fue mucho más lejos que Rousseau. Están las ideas del iluminismo francés, pero en términos sociales su tesis sobre la emancipación de la mujer o de justicia social lo convierten en un adelantado.
Creo que hay también una relectura de la historia de las ideas de América Latina, y en general del patrimonio mundial del pensamiento emancipatorio, sea del signo que sea. Una figura como Gramsci, que para mí es extraordinaria, la percibo como un pensador del Sur. Los conceptos de Gramsci sobre el papel de los intelectuales, de la cultura, de la subjetividad, son esenciales para entender estos procesos y para entender por qué se derrumbó aquel socialismo burocrático. Creo que es un momento de mucha efervescencia en el campo de las ideas. Hay mucha gente debatiendo y elaborando ideas. Por ejemplo, Evo Morales es fundador en México del Movimiento en Defensa de la Humanidad, y después estuvo en Oviedo, España, en la segunda reunión de esa corriente. Hoy la intelectualidad tradicional se enriquece con una intelectualidad que no está en la academia, que no está en las universidades, sino en las calles y en los movimientos sociales».
MOVIMIENTOS SOCIALES Y PARTIDOS POLITICOS
¿Cómo se articula este movimiento, cuál es su proceso de construcción? ¿Fue necesario un quiebre para permitir el surgimiento de nuevas ideas socialistas y de cambio social?
«Existe una tensión entre la necesidad de defender la autonomía de los movimientos sociales, el carácter horizontal de estas redes y su carácter no electoral. Por otro lado, choca con esta necesidad la de hacer acciones articuladas: pasar a una fase de acciones ofensivas articuladas. En el Foro Social de Caracas fue un tema importante. Cómo hacer contribuciones a la lucha a partir de determinadas formas de coordinación. Cómo movilizar a gente y causas muy diversas en un mismo sentido. El peligro está en quedarnos en una horizontalidad permanente, en que cada uno lleve su causa, su tema, y que el sistema pueda convivir con eso. Que se convierta en un espacio no peligroso para el sistema. Creo que tenemos que lograr que aquel espacio sea peligroso, que de él partan acciones coordinadas que sean a corto plazo peligrosas. Hoy hay conciencia clara de esa dialéctica. No podemos pretender convertir este tipo de foros en una internacional. Sabemos el daño que hicieron las internacionales con el verticalismo, todos los disparates que se hicieron con la creación de organizaciones multinacionales dirigidas desde Moscú. Pienso que hoy hay confianza en que ni de Cuba ni de Venezuela va a salir un intento de manipulación. Creo que al mismo tiempo cada día es más clara la acción conjunta y coordinada».
¿Será necesario que estas fuerzas participen en los procesos electorales?
«Evo Morales nace de los movimientos sociales. Y Evo llegó al poder, con una fuerza que no sale de los esquemas políticos vigentes. Chávez tampoco viene de la institucionalidad política clásica. Parece que con todas las limitaciones que puede tener la vía electoral en términos de compromisos, que a veces llevan a un candidato maniatado, hoy pasan cosas que demuestran que por la vía electoral pueden conseguirse transformaciones profundas».
¿Y cuál cree usted que es el rol de los partidos tradicionales?
«Creo que una de las tragedias de la Izquierda en este continente ha sido su división. Mientras la derecha actúa como una maquinaria implacable y coherente, la Izquierda se divide, lo que limita sus posibilidades de influencia real. Lo digo sin la intención de juzgar, porque reconozco situaciones traumáticas. Me parece importante que la gente que quiere llevar adelante un proyecto de transformación del orden actual, un proyecto de emancipación, se una entre sí y a los movimientos sociales. Me parece que la unidad sobre la base de principios, de actuar de manera coordinada, sería trascendente. Haría falta una cultura del diálogo para avanzar en temas comunes y que se dejen de lado las discrepancia. Hay que definir dónde hay objetivos comunes, dónde hay plataformas mínimas que se puedan compartir. Valdría la pena una construcción de la unidad dentro de la máxima diversidad. Los partidos están corriendo el riesgo de quedarse al margen de la historia real, de llegar tarde siendo que podrían apoyar a estos movimientos».
LA REVOLUCION BOLIVARIANA
La heterogeneidad de los movimientos sociales y sus variadas causas pueden llegar a generar conflictos internos. ¿Cómo se resuelve esta tensión?
«Hay una cosa que es fundamental: la conciencia de que la lucha es global. A veces uno siente que hay gente muy luchadora que trabaja por una causa pequeña y le falta un sentido más estratégico, entender que en todo nos jugamos algo mucho más trascendente. Creo que es muy importante una globalización del pensamiento de la resistencia y de la emancipación. Una visión global de los problemas. En eso pueden ayudar mucho los veteranos luchadores de la Izquierda, que siempre han tenido esa visión. Me parece que lo que pase hoy en Bolivia, en Perú, va a influir en el conjunto. De hecho, lo que pasó en Venezuela influyó en el destino de este continente.
¡Y qué importante ha sido que Cuba resistiera! Pongamos la hipótesis monstruosa que se hubiera logrado destruir la revolución cubana y que Chávez hubiera llegado al poder sin la presencia de Cuba, sin la posibilidad de establecer una relación como la que se ha establecido. ¿Hubiera resistido la revolución venezolana? De ahí la importancia que han tenido para los programas sociales de Chávez los médicos y educadores cubanos. Es un concepto distinto, de relaciones entre países basadas en la solidaridad. Son otro tipo de relaciones, no sólo en el terreno comercial o en sacar ventajas o poder. Hay que trabajar por modelos que sean anticipaciones de ese mundo posible, que tengan que ver con la salud de la gente, con la calidad de vida, con la solidaridad. Cuántas cosas se pueden hacer hoy sin cambiar el sistema capitalista, porque todas las cosas que ha hecho Chávez lo ha hecho con un sistema capitalista. Claro que el Estado ha tenido un papel decisivo. El Estado ha asumido su responsabilidad con los pobres, con los marginados. Si el Estado se aparta, ya sabemos lo que hace el mercado con la gente».
¿Será necesario hacer cambios más profundos en Venezuela?
«No creo que puedan hacerse cambios más profundos. La sociedad tendría que estar preparada para eso. Pocas veces tanta gente ha salido de la marginalidad y exclusión como ahora, con el proceso bolivariano. Creo que las Fuerzas Armadas, con una función muy diferente a la que tienen en el resto del continente, están remarcando una relación diferente, de ayuda a la población. Ahí se están formando muchos cuadros.
Pero creo que uno de los puntos débiles de todo este proceso es que no tenían organizada la base. Ahora están formando cuadros en cantidades importantes. He visto muchos trabajadores sociales jóvenes en Caracas, son muchachos extraordinarios. En Venezuela hay un proceso irreversible de transformación y eso no está en ningún manual. Todos los manuales quedan sobrepasados ante un proceso revolucionario en que el sistema capitalista está intacto, aunque Chávez no tiene ningún tipo de pudor a la hora de declarar que es un convencido del socialismo. ¿Qué socialismo saldrá de allí? Esa es la pregunta.
Una cosa que ha sido una ventaja para Venezuela es su relación con Cuba, que le compra a los empresarios venezolanos pequeños y medios, a la clase media industrial que con el Alca desaparece. El Alba no sólo le ha convenido a los barrios más pobres, sino a los fabricantes venezolanos. Ese tipo de pequeña empresa no hubiera resistido la competencia de las transnacionales. Hay que pensar que en algunos de nuestros países esa burguesía media puede ser un aliado frente al proyecto hegemónico. Ya no es la alianza obrero-campesina, es la alianza obrero-campesino-burguesía media. De hecho, hablar de obrero es casi una locura, porque han liquidado el proletariado. Han acabado con las conquistas tradicionales de los sindicatos, porque se ha precarizado el trabajo. La alianza incluye a los desclasados, el lumpen proletariado, como dirían los manuales. Este sujeto histórico, donde los indígenas tienen un papel como en Bolivia o Ecuador, tiene de pronto un papel que está más a la vanguardia que el supuesto proletariado que existe en esos países, que quizá existió en alguna época, pero que está liquidado».
¿Cuál es el papel de las vanguardias en la construcción de este nuevo sujeto histórico?
«Tiene que ver con la construcción de una Izquierda diferente. De una Izquierda que sea capaz de entender la dialéctica de todas estas situaciones. Yo creo firmemente en el papel de la vanguardia. Una vanguardia que tiene que nacer de los propios movimientos. No puede ser una vanguardia intelectualista, aunque debe estar preparada intelectualmente. Es un momento en que teoría y práctica están sometidos a desafíos nuevos. Ya no estamos en los 90, aquel momento siniestro en que parecía que no se podía hacer nada»