La crisis mundial que está enfrentando la humanidad producto del ocaso del capitalismo como sistema global de dominación, tuvo sus primeras crisis a mediados del siglo pasado. La crisis económica de 1929 fue el aliciente negativo para que surgiera la Segunda Guerra Mundial. El imperio trató de replantear el capitalismo a nivel mundial a la […]
La crisis mundial que está enfrentando la humanidad producto del ocaso del capitalismo como sistema global de dominación, tuvo sus primeras crisis a mediados del siglo pasado. La crisis económica de 1929 fue el aliciente negativo para que surgiera la Segunda Guerra Mundial. El imperio trató de replantear el capitalismo a nivel mundial a la luz del llamado neoliberalismo que, es en sí la última fase en descomposición del sistema capitalista. Como contraparte y respuesta a este sistema caduco, surge el socialismo del siglo XXI o democracia participativa. En otras palabras es el inicio de una nueva civilización.
Heinz Dieterich Steffan lo plantea como el Nuevo Proyecto Histórico (NPH), refiriéndose por supuesto al socialismo del siglo XXI o democracia participativa; el cual tiene su gestación primaria como efecto de la crisis del sistema a raíz de la gran recesión económica de 1945, de la guerra expansionista disfrazada como «guerra contra el terrorismo» iniciada en Afganistán y la creación del Tercer Orden Mundial; lo cual significa la radiografía de como se encuentra actualmente la decadente civilización burguesa. Entonces, como alternativa para la humanidad ha nacido el socialismo del siglo XXI. No debe entenderse este nuevo socialismo como una expresión de nostalgia por el derrumbe del socialismo real del Este de Europa, y menos a raíz de la desintegración de las ex Repúblicas Socialistas Soviéticas. Es de admitir sin reservas los errores del socialismo real; Claudio Katz nos dice que el colapso registrado en la Unión Soviética y Europa oriental, confirma que el socialismo no puede construirse sin democracia. Las tiranías se hundieron en esos países en medio de la hostilidad y la indiferencia popular, porque habían sofocado los elementos del socialismo que contenían en su origen. [1] El socialismo del siglo XXI no debe percibirse también como un replanteamiento a consecuencia de un análisis melancólico. El socialismo del siglo XXI es un proyecto bien articulado como resultado de múltiples movimientos y acontecimientos producto de la crisis del sistema capitalista; y con más visibilidad a finales del siglo XX. Las concretas manifestaciones de esos movimientos de resistencias mundiales las vemos en el Movimiento de los Sin Tierra en Brasil, en el Zapatismo en México, la Revolución Bolivariana imparable en Venezuela, el levantamiento indígena-campesino en Ecuador y Bolivia, las FARC en Colombia, por supuesto la heroica Revolución Cubana como máxima expresión de la dignidad humana, y hasta los acontecimientos que tuvieron cabida en Seattle (EE.UU.) y en Génova (Italia). [2] Dando como resultado primeramente la construcción teórica del socialismo del siglo XXI, y su más evidente concreción en la República Bolivariana de Venezuela a partir de la llegada al poder del Comandante Hugo Chávez Frías en 1998.
Indudablemente que el derrumbe de la Unión Soviética hizo mella en la moral de muchos revolucionarios en Europa hasta tocar a los pueblos latinoamericanos; implicó además un reacomodo del imperio para el diseño del Nuevo Orden Mundial cuya implementación de ese orden facilitó la reticencia de los grupos de poder político y económico de los Estados Unidos a establecer tratados de libre comercio incentivada por la «crisis de las bolsas asiáticas», lo cual según Roberto Regalado agudizó la situación económica, política y social en América Latina. [3] A tal grado que Francis Fukuyama escribió un libro llamado «El fin de la historia», lo cual a mi juicio es una idea errática y metafísica como la del Apocalipsis de la Biblia. Otros trataron infructuosamente de sepultar para siempre los postulados del marxismo, diciendo que ya no había en el mundo una clase llamada proletariado. Sin embargo, Terry Eagleton nos dice que uno no deja de ser parte de la clase trabajadora porque se convierta en mozo en vez de trabajador textil. En términos generales, ‘proletariado’ denota un tipo de trabajo, mientras que ‘clase trabajadora’ denota una posición dentro de las relaciones de producción. [4] Decir que los empleados de la General Motors confinados en esas enormes fábricas han dejado de ser parte de la clase trabajadora por las prestaciones que reciben sería un sesgo; que difieran de las condiciones infrahumanas de los trabajadores de las locomotoras y en las fábricas textiles del siglo IXX eso es otra cosa. Por tanto, sigue diciendo Eagleton que algunos socialistas han visto a la clase trabajadora como agente del cambio revolucionario no porque sufra mucho -a veces lo hace, a veces no-, sino porque está situada de tal manera dentro del sistema capitalista como para ser efectivamente capaz de reemplazarlo. El falso paradigma del capitalismo neoliberal como último estadio de la humanidad se comenzó a derrumbar a partir de la desesperación de las clases desposeídas en los países periféricos, los cuales empezaron a sufrir a finales del siglo pasado las consecuencias negativas de este sistema, y en consecuencia, los movimientos sociales de izquierda, ecologistas, sindicalistas, jóvenes, movimientos feministas y militantes de muchos países se congregaron en Porto Alegre, llegando a la conclusión acertada que el neoliberalismo no es más que una nueva etapa del capitalismo -quizás la última-, como estrategia de recuperar su capacidad de acumulación, que es consecutiva a la disminución relativa de la productividad que condujo al agotamiento del modelo keynesiano y a las nuevas posibilidades de las que éste dispone para recolonizar las economías de la periferia. [5]
De tal manera, en Porto Alegre se gesta una enorme protesta de resistencia anti-neoliberal o anti-mundialización que vinieron a deslegitimar el modelo económico actual; pero esa deslegitimación no bastó, porque ante el neoliberalismo se tenía que ofrecer una alternativa, y esa fue el socialismo del siglo XXI, el cual es una articulación de todos esos acontecimientos a inicios del presente siglo.
El Foro de Porto Alegre en Brasil fue un multitudinario y democrático encuentro de numerosos y diversos movimientos sociales, sindicatos, organizaciones campesinas, indígenas, movimientos de mujeres, colectivos militantes, ONGs, organizaciones sociales y juveniles cuyo punto de confluencia y articulación es la lucha contra la mundialización neoliberal en curso y sus consecuencias. [6] Haciendo un símil sobre estos acontecimientos de invaluable importancia, pueden ser equiparados como la Primera Internacional del siglo XXI en relación con la Primera Internacional en Londres en 1864 convocado por los sindicatos y políticos.
Sumado a estos acontecimientos tenemos la victoria de Hugo Chávez en Venezuela, la cual fue vista por los Estados Unidos como una amenaza latente a los intereses de dominación de esa nación del Norte en la región del Sur. Y el gobierno de EE.UU. y sus aliados dentro de la misma Venezuela tuvieron que resignarse a articular un plan de desestabilización [7] ; ejemplo paradigmático fue el fallido golpe de Estado de abril del 2002. También las victorias de la izquierda en Uruguay con Tabaré Vásquez, en Bolivia con Evo Morales, en la Argentina con los Kirchner y, recientemente en Nicaragua con el FSLN, en Paraguay con Lugo y últimamente en El Salvador con el FMLN, dejan entrever que los pueblos de la periferia se han decidido por el cambio, por tomar el presente y futuro en sus manos, en una palabra, hacia la democracia participativa.
El Salvador debe encausarse hacia la participación directa del pueblo en las decisiones trascendentales, y para llegar a la democracia participativa como la nueva esperanza de la sociedad salvadoreña, es preciso ir descartando la obsoleta democracia formal, o llamada también como democracia representativa; en la cual la sociedad solamente elige a quienes nos deben gobernar, pero los gobernantes al recibir ese mandato del soberano, se desligan de las mayorías y se someten mediante prebendas a los intereses de la oligarquía. Lo que hay en el fondo es una democracia delegada, un traslado del poder hacia los partidos burgueses que deciden los destinos del conglomerado, los cuales bajo presiones de los grupos facticos que han controlado siempre a los partidos de derecha y, últimamente a ciertos partidos de izquierda. Como resultado de lo anterior, empobrecen con sus políticas a las mayorías y enriquecen a una minoría selecta. Muy por el contrario, en la democracia participativa, el sujeto no sólo elige en elecciones, sino que decide mediante mecanismos de participación directa como los referéndums, plebiscitos y consultas populares los destinos de la nación. Para ejemplificar esto, en el caso de la dolarización de la economía salvadoreña, si al pueblo mediante una consulta popular se le hubiese pedido opinión respecto de la implementación de esta medida económica, seguramente las mayorías lo tendrían que haber rechazado rotundamente. Ahora bien, para que las mayorías decidan por sí mismas, se requiere de un proceso acumulativo de fuerzas de los excluidos mediante este tipo de democracia participativa, para ir desplazando desde la posición de los excluidos, a los explotadores. De esa manera, las mayorías serán amos y señores de su destino.
Esta idea del socialismo del siglo XXI o democracia participativa causó pavor en las oligarquías y en el imperio, cuando en el referido Foro de Porto Alegre, el intelectual Samir Amín planteó que ante la crisis neoliberal, la única salida era el socialismo. A raíz de eso, se perfiló la democracia participativa como instrumento para la consolidación del socialismo como alternativa de la humanidad. Según Heinz Dieterich Steffan, el subsistema de una sociedad ha terminado su ciclo de vida cuando deja de satisfacer las necesidades básicas de los ciudadanos, y por lo tanto, se vuelve disfuncional para la manutención del sistema en su conjunto. [8] Al generarse un fenómeno sociopolítico similar al descrito, como el neoliberalismo que demostró ser incapaz de satisfacer las necesidades de la mayoría de la población, abre el espacio para que se genere probablemente un cambio, que en el caso de El Salvador se dio a partir del triunfo del FMLN. En esa victoria electoral jugaron un papel muy determinante los movimientos políticos y sociales.
Ese cambio por ahora es cuántico, llevado a cabo por la vía de las elecciones, el cual debe ir fortaleciéndose para generar el escenario propicio donde se puedan realizar las transformaciones que la población en general requiere. Los ponentes del neoliberalismo, los » think tank» o tanques de pensamiento convertidos en teólogos del neoliberalismo continúan defendiendo ese sistema que se parece a la ley del más fuerte, carente de todo sentido de solidaridad. Esta modalidad póstuma del capitalismo está sumergiendo a más personas en la miseria. La ética de la convivencia cívica y solidaria ha sido desplazada por la moral del más fuerte, que justifica la agonía de la mitad del género humano, en aras de su ‘incapacidad’ para competir en el moderno circo romano que es el mercado mundial. Tal como está planteada la realidad mundial, el único camino es buscar los mecanismos para cambiar ese sistema y encaminarse hacia una economía justa y solidaria como la ofrecida por el socialismo del siglo XXI, y en esa dirección, la esperanza de cambiar la realidad está muy cerca.
*El autor es salvadoreño, Escritor / Licenciado en Derecho
http://alimontoyaopinion.
[1] – Claudio Katz. «La democracia socialista del siglo XXI». Edición digital, http://katz.lahaine.org.
[2] – Heinz Dieterich Steffan. «El socialismo del siglo XXI». Edición virtual, www.puk.de/dowload.
[3] – Roberto Regalado. «América Latina entre siglos. Dominación, crisis, lucha social y alternativas políticas de izquierda». Segunda Edición, Ocean Sur, 2006.
[4] – Terry Eagleton. «¿Un futuro para el socialismo?».http://www.
[5] – François Houtart. «La mundialización de las resistencias y de las luchas contra el neoliberalismo». bibliotecavirtual.clacso.org.
[6] – José Soane y Emilio Taddei «De Seattle a Porto Alegre. Pasado, presente y futuro del nuevo movimiento anti-mundialización neoliberal». bibliotecavirtual.clacso.org
[7] – Roberto Regalado. Op.cit.
[8] – Heinz Dieterich Steffan. Op.cit.
Rebelión ha publicado este artículo a petición expresa del autor, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.