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Identificarse con qué patria

Fuentes: Rebelión

«La preocupación ideológica por la identidad está relacionada, como es comprensible, con los intereses y los programas de varios grupos -no todos minorías oprimidas- deseosos de fijar las prioridades que afectan a esos intereses». Cultura e Imperialismo, Edward Said. El término patria (María Moliner: con relación a los naturales de una nación, esta nación con […]

«La preocupación ideológica por la identidad está relacionada, como es comprensible, con los intereses y los programas de varios grupos -no todos minorías oprimidas- deseosos de fijar las prioridades que afectan a esos intereses». Cultura e Imperialismo, Edward Said.

El término patria (María Moliner: con relación a los naturales de una nación, esta nación con todas las relaciones afectivas que implica -bandera, himno, etc.) no tiene sin embargo el mismo significado para todo el mundo ni es igual en todas partes, a diferencia de los conceptos de Estado y nación. Aludir a la defensa de la patria, o a conseguir una, implica despertar los sentimientos y las pasiones de las personas por encima de la racionalidad, apelando a una supuesta identidad que nos opondría a otros que no han nacido o no pertenecen a esa misma patria o a esa idea de patria.

Al respecto, Edward Said afirma en sobre la identidad norteamericana, en Cultura e Imperialismo, que se debe aceptar que como sociedad de inmigrantes formada sobre los restos de una presencia nativa considerable, «la identidad norteamericana es demasiado variada como para configurar algo unitario y homogéneo. La batalla en su interior se dirime entre los abogados de una identidad unitaria y aquellos que consideran el conjunto como un complejo, pero no reductivamente unificado. Sólo la segunda perspectiva muestra una auténtica sensibilidad ante la realidad de la experiencia histórica. En parte a causa de la existencia de los imperios, todas las culturas están en relación unas con otras, ninguna es única y pura, todas son híbridas, heterogéneas, extraordinariamente diferenciadas y no monolíticas».

En el Estado español, lo que entendemos como patria es bien distinto a lo que pueden entender en Ecuador o en Cuba: la relacionamos directamente con el franquismo. El lema en los cuarteles militares, ‘Todo por la patria’, es también el del sitio web ‘rojosno’, donde se añade: «Para luchar contra los enemigos de España y para preservar nuestra identidad nacional». «Es hermoso que un hombre valiente perezca por su patria luchando», dicen los fascistas (www.galeon.com). Millones de personas han muerto en defensa (o por ataque) de su patria, sirviendo a los intereses de Estados y empresas que dirigen los que no van a las guerras.

En la norma programática de la Falange Española, encontramos en el punto 6: «Nuestro Estado será un instrumento totalitario al servicio de la integridad patria. Todos los españoles participarán en él a través de su función familiar, municipal y sindical». Y José Antonio Primo de Rivera establece en el punto 7: «La dignidad humana, la integridad del hombre y su libertad son valores eternos e intangibles. Pero sólo es de veras libre quien forma parte de una nación fuerte y libre. A nadie le será lícito usar su libertad contra la unión, la fortaleza y la libertad de la Patria. Una disciplina rigurosa impedirá todo intento dirigido a envenenar, a desunir a los españoles o a moverlos contra el destino de la Patria».

La patria es un terreno resbaladizo donde lo importante es estimular el sentimentalismo de la población, aunque no es lo mismo apelar a ella para defenderse de una agresión imperialista que para participar en esa agresión. Cuando el término es utilizado por Le Pen en Francia o por los neofascistas italianos es abiertamente xenófobo. Hay quienes incluso vinculan la patria en exclusiva a la fe católica. Según José J. Castro Velarde, «el cuarto mandamiento de la Ley de Dios establece, entre otras, las obligaciones que tenemos con nuestra Patria», término que relaciona con la familia y las ‘buenas costumbres’, la moral católica. (1).

Frente a esto, sostienen Marx y Engels en el Manifiesto Comunista (1848): «Los obreros no tienen patria». En un mundo que es contemplado por el capitalismo como un mercado, se manipulan los sentimientos de los trabajadores para enfrentarlos entre sí bajo la cobertura del nacionalismo y del patriotismo. Todo el sistema político-institucional en su conjunto, desde la educación hasta los medios de comunicación, se pone al servicio del mercado, donde compiten millones de personas por salarios bajos y nefastas condiciones laborales, y donde no hay patria, sólo circulación y acumulación de capital.

«La dominación de clase ya no se puede disfrazar bajo el uniforme nacional. Todos los gobiernos nacionales son uno solo contra el proletariado», se lee en el ‘Manifiesto del Consejo General de la Asociación Internacional de los trabajadores sobre la guerra civil en Francia’ (30-V-1871).

Y como sostiene el escritor Santiago Alba: «Decir sí a los nacionalismos cubano, palestino, a los nacionalismos de izquierdas del Estado español, a condición de que esos proyectos que plantean la lucha a partir de un territorio tengan muy clara su inspiración marxista, anti-imperialista, de izquierdas, de clase. Que no confundan su enfrentamiento con el Estado y con el imperialismo como un enfrentamiento de tradiciones, de razas, de culturas esencialistas. Aún más: el internacionalismo y el marxismo deben ser en estos momentos selectivamente nacionalistas, están obligados a serlo». (2)

En la mundialización capitalista, cuando el nacionalismo de izquierdas o el independentismo caen en la trampa sentimental de la patria, se alejan de la realidad y acaban desembocando en el folclore y en la defensa a ultranza de unos ‘valores culturales únicos’, casi endémicos. Sus seguidores no pueden entender que alguien no contemple como patria el territorio donde vive; que considere, en cambio, que la patria puede estar en un recodo de La Habana, en un callejón de Caracas y/o en el macizo de Anaga, y al creer que están en posesión de la verdad, que viven colonizados por otro Estado, no bajo el imperialismo capitalista, lanzan sus mensajes liberadores apelando especialmente a la identidad y sus derivados. Es por esa vía por la que se dirigen a la población cuando se presentan a las elecciones, aunque pocos les voten, como si el sistema político-institucional representativo fuera el único camino, el apropiado, para esa pretendida liberación nacional, y más cuando apenas tienen medios para difundir sus mensajes.

«El sectario, de derechas o de izquierdas, no percibe, no puede percibir o percibe erradamente, en su irracionalidad cegadora, la dinámica de la realidad (…). En lo que se refiere al sectario de derecha, cerrándose en ‘su’ verdad, no hace sino lo que le es propio. Por el contrario, el hombre de izquierdas que se sectariza y encierra, es la negación de sí mismo y pierde su razón de ser», afirma Paulo Freire en ‘Pedagogía del oprimido’.

Para Freire, «si los líderes revolucionarios consideran necesario convencer a las masas de su lucha liberadora, es necesaria la pedagogía, en lugar de exclusivamente la propaganda». Pero claro, eso requiere un esfuerzo diario, un trabajo, mucho mayor. «La propaganda, el dirigismo, la manipulación como armas de la dominación, no pueden ser instrumentos para la reconstrucción (de los hombres)», dice Freire.

No es lo mismo priorizar teóricamente en un discurso la liberación nacional, la identidad, para intentar acabar con un modo de producción, con un modelo de desarrollo, que priorizar el cambio de modo de producción para transformar la sociedad y, de este modo, conservar determinadas características culturales, y, si se quiere, identitarias, en un territorio. No da igual priorizar en un discurso el control de la población, una Ley de Residencia que prohíba la libre circulación de trabajadores mientras circula el capital, que proponer medidas para cambiar el modo de producción que llevarían, inevitablemente y entre otras cosas, a un control de la población y a una acogedora convivencia entre personas de distintas culturas.

«La cultura llega a asociarse a veces de manera agresiva con la nación o el estado; esto es lo que nos hace diferente a ellos, casi siempre con algún grado de xenofobia. En este sentido, la cultura es una fuente de identidad; una fuente bien beligerante, como vemos en recientes retornos a tal cultura o tal tradición.. En el antiguo mundo colonizado, tales retornos han producido variedades de fundamentalismo religioso y nacionalista», argumenta Said en la obra citada.

En el contexto actual, bajo el imperialismo capitalista que conduce al planeta y a la Humanidad a su destrucción, las luchas por la independencia y del nacionalismo de izquierda donde quiera que sea deben llevar implícita la lucha contra un sistema económico basado en el egoísmo y la explotación económica y sustituirlo por la solidaridad y la cooperación económica. Si no, carecería de sentido.

(1) ‘Nacionalismo, patriotismo y subsidiariedad», revista Arbil nº64.

(2) Entrevista al escritor Santiago Alba Rico: «Hoy el marxismo puede y debe ser nacionalista», en Galizalivre.org. Publicado en Rebelión el 17 de mayo de 2005.